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como iba, y por ser de tan bellas prendas, muy fervoroso y'atildado. Los juicios de Dios son incomprensibles, otros lo han conseguido, y éste no pudo, habiendo hecho más de lo que debía. Día 20 salí embarcado para Liorna, y arribamos al golfo de Especia, en donde nos detuvimos cinco días por el mal tiempo. En este intervalo escribí á Roma, dando cuenta de lo que me había pasado, para que nuestro Padre determinase de mí lo que gustase, por no tener que andar y desandar tantos caminos si iba á Roma, como intentaba, y la principal causa, por verme obligado á tratar con tanta variedad de gentes, y ver y oir cosas que no quería (y así, ni la curiosidad de ver á Roma me pudo vencer), y considerar que cuanto más veía, no servía de otra cosa que de mayor desengaño de que todo es vanidad, y peligros á cada paso; los cuales me espoleaban más á buscar con brevedad el puerto de la Religión, En Liorna entré, aunque con alguna dificultad. Diciéndome que yo era Jesuíta, yo dije que había sido novicio, y que pasaba á negocios á Roma; pero dentro de pocos días me forzaron á salir, con que me vi obligado á fletar un barco para Civitavecchia. Pero Dios, que siempre me ha favorecido, mantuvo constantemente por veintiún días que allí estuve, los vientos contrarios. Entretanto vino la respuesta de Roma, en que el P. Asistente me decía habían tenido mucho consuelo con mi carta; que nuestro P. General me ordenada fuese en busca de mi provincia; que según decían, en breve to

dos los Padres de Córcega vendrían á ser alojados en la Marca de Ancona y Ferrara, para las cuales partes yo podría ir, y luego que llegasen los Padres me uniese con ellos, mostrando la misma carta, que era la voluntad expresa de nuestro Padre. Quedé alegrísimo y contento; y al día siguiente, pensando acertar, nos dimos á la vela. Pero Dios, que no quería dilatar más mis deseos, envió un viento contrario cuando aun no habíamos navegado seis leguas; y forzados se volvieron al puerto. Duró así algunos días, en los cuales llegó la noticia de haber arribado los Padres á las riberas de Génova, y que ya habían llegado algunos á Bolonia; con que me determiné á ir por tierra en su seguimiento; y en cinco días, deteniéndome uno en Florencia, llegué á Bolonia cerca de las oraciones del 21 del pasado, y me encontré con el P. Javier y los conmisioneros. Yo dejo á V. R. que considere la alegría que recibí en esta ocasión, y los dulces abrazos que nos dimos. En fin, me di por muy bien pagado de todos los trabajos pasados. A la mañana siguiente marcharon, y yo me quedé aguardando á nuestra Provincia. A la noche llegó el P. Gaspar Juárez con sus compañeros, y al otro día 23, el P. Escandón con los suyos; y este día, que cumplía tres años de haber entrado en la Religión, me volví á vestir mi amada sotana, que me dieron los Padres de Bolonia, gracias a Dios. No quiero contar á V. R. cómo me desquité abrazándome con ella y con mis hermanos, contando las aventuras que había pasado,

apartado con el cuerpo de esta amable Compañía, ni la alegría que me bañaba por todos lados; lo dejo á su consideración. Yo, á la verdad, quedé en una tan dulce calma, sucedida después de tan gran tempestad, que en muchos días no supe pensar en otra cosa que gozar lo que tanto me había costado. Dios nos conserve á todos en esta dulce Compañía y nos dé su divino amor y gracia para sabernos aprovechar de tan oportuna ocasión, pues aunque hemos entrado tarde á la Religión, y por lo presente no podremos hacer mucho, pero sí podremos padecer mucho, que es mejor; y lo que otros han sembrado hemos venido á coger, llegando al tiempo de repartir las coronas del trabajo y predicación, las que conseguiremos con nuestra correspondencia, paciencia y perseverancia, porque el Señor aunque parece que tarda, asegura que no, y añade: Tene quod habes, ne alius recipiat coronam tuam. A esto, mi Padre, nos debemos animar los unos á los otros con el ejemplo de nuestra vida y con las palabras, encendiendo así nuestros corazones para la perfecta ejecución de la divina voluntad, con ánimo y esfuerzo, por más difícil que parezca, porque á los que vencieren se les promete el maná, y darles aquel fruto del árbol de la vida; y á los perezosos les aguarda mucha miseria, creyendo firmemente quia non sunt condignae passiones huius temporis ad futuram gloriam quae revelabitur in nobis. Y, por último, si nos preciamos de compañeros de Jesús, lo hemos de ser, no sólo en la mesa, sino mucho más

en la cruz, y decir (y hacerlo de obras): Mihi absit gloriari nisi in cruce. Puede V. R. perdonar, porque no me he podido contener ni acortar más; pero su amistad en Jesucristo pasará por todo.

>> Yo me alegro haya llegado el P. Andreu, á quien dará mis memorias (aunque no me conoce desde la Venus, como nuestro P. Robles y sus compañeros), quien si quisiere divertirse en leer ésta, podrá enterarse de lo que ha pasado, que yo le escribo todo en una palabra. Aquí nos hemos alegrado muchísimo con que haya venido por nuestro Superior el P. Muriel.

»El jueves 20, cerca de la una de la mañana, hubo un terremoto, que repitió tres ó cuatro veces. Pasamos nuestro buen susto. El hermano Sánchez me dijo que si había venido la petaca de V. R. para que le enviase un jubón que tenía allí, porque el frío se va explicando. El hermano Gelabert, muchas memorias; y muy afectuosas las dará V. R. á los Padres de ahí, con especialidad á nuestros misioneros, en particular P. Cea y Padre Vergara, al P. Javier y sus compañeros. De nuestro P. Cosme desearía saber, porque me dijeron que había ido á Ferrara, y ha más de veinte días que le escribí, y no he tenido alguna razón. Yo me encomiendo mucho en las oraciones de V. R., á quien Dios guarde muchos años.

>> De Faenza, 23 de Octubre de 1768.

>>Muy afecto siervo de V. R.

JESÚS JOSÉ GONZÁLEZ. »

(Original en el Archivo de la provincia de Aragón S. I.)

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NÚM. 8

1775.-C. R. Se condena el atropello de Bucareli contra D. Miguel García Tagle, restableciendo el honor de éste.

«El Rey». «Virreyes, Gobernadores y demás jus ticias de mis dominios de América. A mi noticia ha llegado, con documentos que lo justifican, que habiéndose publicado en la capital de una de las provincias de esos mis Reinos, con motivo de la expulsión de los que fueron individuos de la Religión llamada Compañía de Jesús, un bando para que todos los que tuviesen bienes pertenecientes á ellos, los declarasen bajo gravisimas penas y exhibiesen dentro del tercer día, lo ejecutó al segundo uno de aquellos vecinos. Que, sin embargo, en el mismo día se le prendió de orden del Gobernador de la provincia por un Oficial militar con 12 granaderos, que con bayoneta calada lo condujeron amarrado y lo colocaron con centinela de vista en una prisión muy húmeda, en la que pasada una hora, le intimó un escribano por orden del Gobernador que se dispusiese para morir y

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