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demostrado respecto de este punto, tenemos la opinion autorizada del mismo Sr. Balaguer, porque la verdad se abre franco paso en medio de las más constantes preocupaciones. El señor Balaguer, que en memorables banquetes proclamó la vulgar fórmula para pedir que la Monarquía constitucional española se modelase y desenvolviese segun la antigua Monarquía aragonesa, y que insistiendo en su primera apreciacion la reprodujo en plena representacion nacional, prometiendo demostrarla en la Academia de la Historia, ante cuyo sereno juicio nos emplazó, ha concluido por decir que no afirma la exactitud literal de esta fórmula, que corresponde al espíritu de aquellas instituciones, y que la usada en el acto de alzar Rey y en el del juramento, debió ser en términos semejantes ó muy parecidos al ménos. Ante esta terminante declaracion, han desaparecido las cuatro clases de fórmulas que el ilustrado académico nos recordaba, sin pensar que por recordar tantas, no afirmaba la certeza de ninguna. Ya no queda, pues, nada cierto ni concreto de aquel célebre si no, no, que el interes político inventara, y por confesion espontánea de nuestro ilustrado contrin

cante, hay que buscar la solucion del enigma en la apreciacion de esos espíritus que inspiran constantemente al Sr. Balaguer, y que en política como en historia, no suelen aconsejarle lo mejor.

Esta persistencia en la fórmula del juramento político de los antiguos Reyes de Aragon y en el encomio de las libertades de aquel reino, acusan en el Sr. Balaguer una conviccion profunda, acerca de cómo entiende y desea la Monarquía en España; pero demuestran un error sustancial, donde, más que el severo é imparcial criterio del historiador, se echa de ver el fanatismo ó preocupacion política. La bondad y excelencia de una Constitucion política se aquilata al examinar el carácter de la época y las circunstancias de la nacion para la cual se hace y que ha de practicarla, y los resultados de esta práctica, son la piedra de toque en donde puede realmente apreciarse su valor verdadero. La de Aragon era excelente para que la nobleza hiciera, como hacía, lo que se le antojaba con el pueblo ó la masą general, sin que el Rey, que era juguete suyo, pudiera impedirlo; pero toda esta libertad política, no igualaba, ni á una parte siquiera

de la libertad social que disfrutaban los pueblos de Castilla. Compréndese por lo tanto, que los partidarios de la menor cantidad posible de Rey, es decir, los republicanos vergonzantes, deseen los Monarcas y las libertades á la aragonesa, pero este deseo no puede albergarle en España ningun monárquico sincero, aquellos para quien la Monarquía es el símbolo de la verdadera libertad.

Pero el Sr. Balaguer ha estado siempre grandemente preocupado en este punto, y ya en las Córtes españolas de 1869, cuando se trataba de sentar las nuevas bases de su constitucion política, unido á otros de sus amigos, presentó una enmienda, pidiendo que la forma de gobierno de la nacion española, fuese la Monarquía democrática, y en la sesion del 14 de Mayo, pronunció un elegante discurso, en el cual, despues de declarar que la República, fundada en el derecho, es la estrella luminosa del porvenir, recordaba la Monarquía de Aragon, que calificaba, impropiamente de democrática. Reconocia que este reino tenía en sus leyes consignado el derecho de insurreccionarse contra el poder Real en caso de contrafuero. Levantaba sobre el Rey, representada

en su Gran Justicia, la soberana majestad del pueblo como si hubiese existido jamás un Justicia de la clase popular. Por último, como corolario de su opinion, suspiraba por una Monarquía federal y democrática, como en Aragon existió por espacio de siglos; por una Monarquía esencial y verdaderamente democrática, á la que se le pudiera poner el pacto por medio de la antigua fórmula aragonesa, si non, non, hija de la soberanía nacional, que puede hacer y deshacer Reyes, que el dia que venga un Rey y falle al pacto, pudiera arrojarle del Trono, declarándole, como se le declaraba antiguamente, traidor á las libertades públicas, y por consiguiente traidor á la patria. Estas exageraciones políticas, incompatibles con la idea de toda Monarquía, fueron contrariadas por el Sr. D. Salustiano de Olózaga, cuya autoridad ha invocado diferentes veces el Sr. Balaguer en su último discurso, y al contestarle como individuo de la Comision constitucional, manifestó que el espíritu de libertad, que inspiraba las instituciones de Aragon, no le satisfacia ya lo que para aquellos tiempos era causa de su profunda admiracion; que en aquella época era cosa

terrible la diversidad de intereses, de opiniones, de tradicion, y la disposicion á las luchas intestinas entre unas y otras provincias; y que el gran bien, uno de los mayores bienes que ha producido el Gobierno representativo en España, es el haber concluido con toda divergencia entre las antiguas provincias, identificándonos en un solo espíritu, en el espíritu español, á catalanes, á castellanos, á aragoneses, á todos. Véase, pues, cómo una persona de la experiencia política del Sr. Olózaga, no consideraba aplicables instituciones de otros tiempos y otras circunstancias, á las circunstancias y á los tiempos de una Monarquía como la idealizada en 1869; y por el contrario, presentó la gran obra de la unidad nacional, como incompatible con las creaciones de otras edades que pasaron, y de otras circunstancias que no habian de repetirse. Nosotros sólo añadiremos, que áun siendo ciertos los hechos de que el Sr. Balaguer vive tan enamorado, no podrian constituir la base esencial de una Monarquía, donde el Rey, no es para nosotros, un empleado público que se remueve á voluntad del pueblo, sino un sentimiento, una institucion que arrancando del

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