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crática, compuesta del alto clero y de la nobleza; la de los hombres libres inferiores; y la de los siervos adscriptos al terreno. Los nobles acaudillaban á los vasallos, y como los hábitos militares no les consentian dedicarse á la roturacion y cultivo de los campos, los entregaban al cuidado de los siervos, colonos y solariegos. El Rey no tenía otro medio de recompensar el servicio de los magnates, que donarles parte del territorio conquistado y que éstos habian regado con su sangre, concediéndoles atributos de la jurisdiccion Real. Conforme la reconquista avanzaba, se resguardaba el terreno conquistado, construyendo castillos y fortalezas, y el sistema de poblacion y defensa, obligó constantemente á los Reyes á compartir su soberanía con los nobles que le ayudaban á realizarla; y estas donaciones y mercedes, las que á la vez se otorgaban á las iglesias y monasterios, crearon poderes individuales que cercenaron el Real, al cual sólo se acudia con prestaciones de carácter casi feudal, que Jovellanos descubria en la historia de estos primeros tiempos.

y

Lentamente y con inseguro paso, marchaba la victoria desde las montañas de Asturias,

hasta que los Reyes y señores de vasallos se convencieron de que era indispensable interesar á éstos en la suerte de la reconquista y concederles participacion en las ventajas de la guerra. Así nacieron las behetrías primero, las cartas forales despues, las de poblacion' más tarde, y por último, los Códigos de frontera que otorgaron á las villas muradas, el monstruoso privilegio de dar asilo á los más terribles criminales. La impunidad se proclamaba, pero todo ello conducia por caminos providenciales á la gran obra de la reconquista, que habia de producir la unidad nacional.

Las fórmulas que inventó el talento de un cronista célebre, para buscar en estos primeros tiempos, pactos entre el Rey y sus vasallos, han resultado hijas de la fantasía y del deseo de ofrecer alguna novedad histórica, pues todas se estrellan ante la manera de ser de aquella sociedad naciente, que no necesitaba más leyes que las de su valor nunca desmentido, y la del doble sentimiento religioso y monárquico, que la condujo á la realizacion de su providencial destino (1).

(1) MORALES SANTISTEBAN, uno de los impugnadores

La confusion creada por el espíritu de rivalidad y provincialismo de los historiadores de Navarra y Aragon, segun Cortés, hace difícil fijar con exactitud el estado social de la Edad Media, porque si bien las Bibliotecas Nacional y de la Historia, y especialmente esta última, acrecientan de dia en dia el tesoro de sus manuscritos, no pueden conseguir averiguar las riquezas ocultas en los archivos de las casas nobiliarias, de las catedrales y de los municipios. Inútil ha sido que las antiguas Córtes lo pidie,

del trabajo del CONDE DE QUINTO, reconoció en sus Estudios históricos del reino de Aragon, pág. 14, que derecho escrito sobre la sucesion á la Corona, no habia otro que los testamentos de los Reyes.

D. MANUEL ABELLA en su Disertacion histórica sobre el Fuero de Sobrarbe, contenida en el tomo xxxi de su coleccion de manuscritos, que conserva la Academia de la Historia, B. 110, sostiene como corolario de su trabajo, que si bien hubo y debido haber en la libre institucion de un reino, y cuya Corona habia sido electiva y no hereditaria, ántes de su ruina, algunos pactos y condiciones, no hay fundamento alguno para afirmar que se escribieran, y ménos para extenderlos á otra cosa que á precaver la tiranía, sujetando al Rey que elegian libremente los naturales á tomar consejo de los señores en los casos de importancia y á no ponerse sobre las leyes hechas de comun acuerdo.

sen al Monarca, y que la Reina Católica en su Codicilo lo ordenase á Galindez de Carvajal, quien aunque reunió valiosos materiales, no pudo organizarlos, ni hacer que se conservasen despues de su muerte. Felipe II mandó coleccionar la legislacion foral; el P. Burriel emprendió la obra que más tarde quiso continuar el ministro Campomanes, pero todo fué estéril. Portugal lleva muy adelantados trabajos de esta misma índole, y los que en España quieren estudiar su Edad Media, tienen generalmente que acudir á los libros extranjeros para conocer lo que en su propia patria ignoran. La historia de la Edad Media, como la de las artes en España está todavía por escribir, ¡y dichoso el Gobierno que se atreva á acometer empresa tan útil como grandiosa! Aun en medio de tanta oscuridad como la incuria de los hombres nos proporciona, no vacilamos en afirmar con los Sres. Marichalar y Manrique, que en esta parte han prestado á su país un beneficio inmenso, que el estado social en la Edad Media respecto á las clases inferiores, puede reasumirse en estas sencillas fórmulas: Union del Rey con las clases privilegiadas, pueblo oprimido: division entre el Rey y

las clases privilegiadas, libertad del pueblo. No obstante la escasez de datos auténticos, reconócese por los historiadores que, formado el reino de Aragon, creció de un modo tan portentoso, que en poco más de dos siglos superó en poderío, en esplendor y gloria á casi todos los Estados de Europa. La aristocracia aragonesa se hizo célebre y afamada en todas las regiones conocidas del mundo. Su Constitucion política, con tanta rapidez desarrollada, ha sido y es todavía objeto dignísimo del estudio de los filósofos, de las investigaciones de los eruditos y de la admiracion y entusiasmo de los historiadores antiguos y modernos. La legislacion civil y la organizacion administrativa y judicial, fueron tambien más perfectas, más precisas, más sabiamente combinadas que en los Estados de la Corona de Castilla. En ningun reino de España estuvo tan contenida y limitada la potestad Real como en Aragon, y sin embargo, los Monarcas fueron gloriosos y fuertes. En ninguna parte de la Península alcanzó la aristocracia tan vigorosa consistencia y tanto prestigio y predomio como los nobles de señera y los ricos hombres en Aragon; y no obstante, las instituciones feudales más ca

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