Imágenes de páginas
PDF
EPUB

superiores en las letras, poseedores de una lengua incomparablemente más culta que la de los visigodos, dotados de costumbres más suntuosas, más urbanos en el trato y sumamente blandos con aquellos á quienes la suerte de las armas puso á merced suya, comunicaron á los hispano-godos sus hábitos é ideas, á excepcion de las creencias religiosas, último sentimiento que las naciones abandonan.» El acta de capitulacion de la ciudad de Auriola, en la provincia de Murcia, entre el magnate godo Tadmir y el general árabe Abdelaziz, justificará siempre la benignidad y gran política de los árabes en su conquista.

Al pretender averiguar el origen de los reinos de Navarra, Sobrarbe y Aragon, nos encontramos, como han confesado los escritores más imparciales, en la imposibilidad de aclarar este caos. El gran Zurita, cronista del reino de Aragon, dice: «Que se debe tener por edificio muy falso falso y de mal fundamento, querer con pesado rodeo de palabras dejar mayor volúmen de cosas, cuya memoria está perdida... Que hay gran diversidad entre muy grandes autores acerca del orígen y principios del reino que primero se fundó en las monta

ñas de Aragon.,, Que la curiosidad de atribuirse competencia cada reino, la antigüedad y orígen de sus principios y la ambicion que en esto han tenido los que han escrito dellos, ha puesto en duda cuál fuese más antiguo reino, si el de Sobrarbe, á cuyo dominio estaba sujeta la provincia de Aragon, ó el de Pamplona, que despues se llamó reino de Navarra.» El P. Moret, tenaz impugnador de la antigüedad de Sobrarbe, añade tambien lo siguiente: «<< Pero qué consejos públicos y particulares se tomaron entónces, en qué año determinadamente y en qué lugar, y si fué tomada luego una suprema cabeza con título Real, incitándolos á esto la oportunidad, el ejemplo de todas las naciones circunvecinas, que todas se gobernaban por Reyes, y la necesidad de unir en una comun cabeza la fuerza y designios de la cual dimanasen los influjos con más eficacia y utilidad pública, por la falta de instrumentos auténticos de aquellos tiempos y de escritores antiguos que supliesen su falta, en el sumo descuido de una nacion más inclinada á obrar cosas para escribirse que á escribir, y en quien despertó tarde el gusto de la historia, no es posible definirlo con certeza

y mucha individualizacion.» El P. Abarca, escritor aragonés, dice en su obra Anales históricos de los Reyes de Aragon, que «en general, las cosas de aquellos siglos de España y con monstruosa singularidad las de Aragon y Navarra, se esconden á toda pacífica averiguacion... No se halla autor que convenga con autor; las personas de los Reyes, los nombres, el número, el órden, la continuacion, el tiempo, el lugar, el título, y en fin, todo, se lee con diferencia y se dice con el cuidado de la impugnacion, y áun con miedo de la censura y del enojo.» El P. Mariana, refiere: «Que sabida cosa es que las historias de Navarra están llenas de fábulas y consejas,» á lo cual añadió el docto Garibay: «que están llenas de confusiones y dudas.» Aceptando estas opiniones y citando además las de Ambrosio Morales, Garibay, Fr. Antonio Yepes, Fr. Prudencio Sandoval, Luis del Mármol, Lucio Marineo Siculo, Celio Augusto Curion, Juan Vaseo Bruguense, Mariana, Avalos, Blancas, Carrillo y Briz Martinez, que opinan, que la dignidad Real se estableció en aquellas regiones inmediatamente despues de la invasion sarracena, sostuvieron los Sres. Marichalar ý Manrique,

aunque con todas las reservas que exige caso tan dudoso: «Que los navarros, que son gente de los vascones, ya por el año 757 tenian su Rey, aunque no tenian mas señorío que en las montañas de hácia Aragon, que comunmente se llamaban de Sobrarbe; y como esta opinion no la han contradicho los Sres. Savall y Penen en su discurso preliminar á la última edicion de Los Fueros de Aragon, debemos aceptarla como la más probable.

Añaden dichos historiadores, que, segun resulta de las dos crónicas de Valde-Ilzarbe y Rey D. Teobaldo, como del mismo prefacio del antiguo Fuero de Navarra, los nobles, antes de proceder á la eleccion de D. García Ximenez, establecieron que hubiese un Rey, pero que no se le proclamase sin jurar préviamente la observancia de los Fueros. Redujéronse éstos en un principio, segun opinion general, á asegurar al pueblo sus conveniencias y á la obligacion en el Rey de mejorarlos, á medida que la experiencia lo fuese demostrando, y nunca empeorarlos: en ellos se le imponía el deber de reformar las fuerzas y agravios hechos á los súbditos: de partir los bienes de la tierra con los naturales de ella, ricos homes, caballeros,

infanzones y hombres de villas, y de ningun modo con extranjeros: á éstos se les excluia del gobierno de los pueblos y sólo se permitía al Rey poner en baylio el número máximo de cinco por último se prohibia al Monarca formar tribunal y administrar justicia sin consejo de los ricos homes naturales del reino, y declarar guerras, hacer tratados de paz con Príncipe alguno, otorgar tregua, y cualquiera otro hecho granado sin consejo de doce de los ricos homes ó de igual número de los más sabios de la tierra. Tales parece fueron las condiciones que los nobles impusieron á los Reyes, y que constantemente juraban al tomar posesion del reino. Elegido García Ximenez, le indicaron que en señal de poder supremo se ciñese él mismo la espada, y colocado de pié sobre un escudo, le levantaron en alto los ricos homes, clamando en voz alta: Real, Real, Real: cuya ceremonia se observó siempre en Navarra mientras duró aquella monarquía.

Los mismos fundamentos, y por cierto que son bien débiles, se alegan para sostener, que ántes de la eleccion de la Cueva de Uruel, en el reino de Sobrarbe, se formó un pequeño

« AnteriorContinuar »