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que todo lo sacrificaron para asociarse á la suerte de su general, tomaba la cordillera de la izquierda con direccion al pueblo de Arquillos.

Así lo hizo Riego, y como á media legua de la poblacion entró á desayunarse en una casa de campo solitaria; pero ni en ella encontró comestibles, ni tampoco podia adelantar un solo paso por el mal estado del herraje de los caballos. En este conflicto el general Riego, cuyo corazon leal no le permitia sospechar que bajo un esterior honrado cupiera una alma negra y traidora, suplicó al dueño del cortijo que se llegara al vecino pueblo en busca de lo que tanta falta hacia á los fugitivos, un poco de alimento para no morirse de hambre y los medios para continuar una retirada, que harto sensible se les estaba haciendo.

Partió en efecto el dueño de la casa, y volvió provisto de lo necesario para salisfacer las necesidades de su ilustre huésped; Riego apenas pudo probar algunos bocados, cual si previera que aquel era el último almuerzo que en libertad debia hacer. Dominábale por completo el pensamiento de la suerte futura que cabria á sa amada España; y el pesar que sentia su corazon, embargaba sus sentidos. Aquella patria cara, á la cual habia sacrificado su reposo, por una libertad que habia suspirado tantos años, iba á verse envuelta otra vez en los horrores de la anarquía, otra vez iba á ser amarrada por los satélites del absolutismo. Riego debió llorar lágrimas bien amargas al sondear aquel negro porvenir, entre cuyos densos vapores vislumbraba tal vez algo parecido á un cadalso afren

loso.

Embargado por estos sentimientos no se apercibió sin duda de un rumor que por el campo se dejó oir; pero su desilusion debió ser horrible, cuando de repente se vió preso en las redes de la traicion mas negra. El dueño del cortijo, infiel á las santas leyes de la hospitalidad, puso una carabina al pecho del general, intimándole que se rindiera; y acto continuo penetraron en la sala unos veinte hombres armados, prorrumpiendo en voces de prision y de muerte. El dueño del cortijo habia dado parte de la llegada del general á los vecinos de Arquillos, y estos corrieron á apoderarse de la persona del que habia comelido el exclusivo delito de querer libertar á un pueblo, que en aquel

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entonces renegaba de su glorioso pasado. Escrito está que nunca á los redentores ha de faltarles un Judas.

Riego no trató siquiera de oponer resistencia: en aquella lucha no cabia esperanza de triunfo ni gloria en la derrota; por lo tanto se entregó en manos de sus aprehensores, que tanto equivalia ponerse á merced del verdugo.

Antes empero de seguir á nuestro héroe hasta el fin de su azarosa vida, veamos en qué vino á parar el descalabrado ejército del insigne libertador. El ayudante encargado de recoger á los fugitivos, consiguió reunir á unos doscientos de aquellos, y en su camino hasta Cazorla se aumentó la columna hasta reunir una fuerza de quinientos infantes y veinticinco caballos, cuyo mando tomó el coronel D. Ignacio María Aguirre, nombrando jefe de estado mayor á D. Tomás Yarto. De esta suerte caminó aquel puñado de valientes à través de un país enemigo, luchando con el ejército francés y con las facciones que incesantemente se oponian á su paso. Ante la inminencia de aquel peligro, ante la cuasi seguridad de la muerte, consultaron los jefes á las tropas, si estaban en voluntad de seguir adelante en su azaroso em peño, ó bien si por al contrario preferian dispersarse evitando el peligro de un encuentro; pero los soldados, aleccionados con el ejemplo de su antiguo general, respondieron á una, que en defensa de las banderas Constitucionales se batirian un dia y otro, y moririan cuando otra cosa no pudieran hacer. Formada tal resolucion, llegó la columna á las llanuras de Aviles, y allí se tiñó el suelo con sangre de españoles en lucha desigual, peleando de un lado el número, de otro la desesperacion, de entrambos el encarnizamiento. Era el dia 19 de setiembre, dia terrible en los fastos de la libertad española, pues en él murieron ó fueron hechos prisioneros los últimos campeones que por aquella empuñaban sus armas. Las bayonetas francesas se hundieron nuevamente en el cuerpo de los Constitucionales, y estos vendieron caras sus vidas mientras quedó á los soldados un solo cartucho que quemar, un pedazo de espada para romper.

Al cabo de treinta y cinco años transcurridos sobre aquel dia aciago, la España recuerda con orgullo à aquellos héroes, y nosotros queremos consignar los nombres que de ellos nos restan, para que sirvan de estímulo á los españoles que caminan sobre las huellas de aquellos

bravos. La posteridad nunca es ingrata con los héroes; jamás se han dejado de erigir tarde o temprano altares á los verdaderos mártires. Relacion nominal de los Sres. Jefes y oficiales que se hallaron prisioneros de guerra en el convento de la Merced de Lorca:-D. Ignacio María Aguirre, coronel.-Tomás Yarto, teniente coronel, 2.° ayudante general.-Pantaleon Yerro, id. teniente coronel. -Manuel Castro, capitan. --Francisco Mola, teniente.-José Pumarejo, capitan de marina.-Joaquin García de Segovia, id. de caballería regimiento 8. de línea.-Santos Cremona, comandante.-Mariano Gonzalez, capilan de cazadores.-Juan Santos, teniente.-Felipe Gomez, id.Juan Bautista Groche, id. ayudante.-Juan Casanova, id. agregado. -Agustin José Rada, ayudante. -Fernando Llamas, subteniente.Joaquin Ruiz, id.-Manuel Laserna, id.-Pedro Perez, id.-Pedro Juan Gimenez, id.-Luis Carrillo, id.—Antonio Carvajal, id.-Marcos Sanchez, id.—José Coll,id.-Pedro Carpi, capitan. —Antonio Lacerda, id. Casiano Arroyo, id.-Estevan Reyz, id. ayudante.-Segundo Prado, teniente.-Jaime Moncada, teniente. – Mariano Guardiola, id.-Telmo del Villar, id.-Francisco Perez, id.-Francisco Maritoreno, id.-Juan del Villar, id.-José Noriega Guerra, subteniente.-Francisco Tomarid, capitan. - José María Sorazaba, id.— Juan Caballero, id.-Antonio Pancubier, id.-Martin Carreño, teniente.-Fulgencio Fernandez, id.-Manuel Baltasar, id. ayudante. -Francisco Barreda, subteniente. -Manuel Suarez, id.-Francisco Gradoli, id.-Rafael Amad, id.-Ignacio Legarsegui, teniente.—Estevan Orox, id.-Manuel Clemente, id. Antonio Jole, subteniente. -Antonio Porta, capitan.-Francisco Velasco, teniente. -Benito Carvajal, id.-Andrés Puig, subteniente. - Francisco Corrales, id.-Alonso Barreno, id.-Manuel Ribero, capitan.-Ricardo Maestro, ayudante.-Juan La Fé, teniente.-José Valentin, subteniente.Manuel Felio Camus, coronel.-Felipe Sanchez, teniente. - Francisco Ason y Evia, id.-Manuel Suarez, subteniente.--Anselmo Imurrigarro, primer comandante.-Vicente Sarlaguillas, capitan. - Leon Iriarte, id.-Pedro Balvés, id.-José de Montes, id.-Carlos Ballina, id.-Carlos Rabador, primer ayudante. - Rafael Delgado, teniente. --Fernando Portosa, id.--Diego Corrigar, id.—Angel Mendiola, id.-Jorge Amador, id.-Segundo Amich, id.—Juan Perez,

subteniente. Ramon Martinez, id.-José Acevedo, id. — Miguel Aguilar, id.-Tomás Gibert, id.-Carlos Rulor, id.-Estévan Rebusi, id.-Juan Charriel, id.-Nicolás Esteras, id. -Lorenzo Cabrera, comandante. -Francisco María Arroguia, capitan.— Agustin de Lanuza, teniente.-Manuel Galves, subteniente.-José Campuzano, id.-Francisco de Paula Ramirez, ayudante del regimiento.— José Altamira, subteniente. —José Blanco, id.—Vicente Villar, capellan. Luis García, teniente.-Ramon Acevedo, subteniente. -Restituto Fauregui, id.-Agustin Bada, leniente ayudante. - Leandro Martinez, capitan.-Juan Ruiz, oficial de la intendencia. -Francisco Morido, teniente.-Gaspar Cardenas, subteniente. Juan Antonio Peri, capellan.

En cuanto a los individuos de tropa, la patria reconocida guarda su memoria en el panteon no menos glorioso, donde descansan los innumerables é incógnitos mártires de la libertad.

VI.

Restablecido en España el gobierno absoluto, gracias á la intervencion de los franceses, pudo Fernando VII entregarse sin rebozo á su pasion decidida por el mando despótico, y para justificar en algun modo el cambio que iba a introducir en el gobierno de la nacion, espidió desde el puerto de Santa María un real decreto, cuyo preámbulo era una condenacion terminante del movimiento liberal, una apoteósis del absolutismo y de los absolutistas y un ridículo tributo satisfecho á las opresoras armas de los franceses. Este real decreto espedido por Fernando VII, contenia el siguiente párrafo:

«1. Son nulos y de ningun valor todos los actos del gobierno llamado Constitucional (de cualquiera clase y condicion que sean) que ha dominado á mis pueblos desde el 7 de marzo de 1820, hasta hoy dia 1.o de octubre de 1823, declarando como declaro que en to da esta época he carecido de libertad obligado á sancionar las leyes y espedir las órdenes, decretos y reglamentos que contra mi voluntad se dictaban y espedian por el mismo gobierno. Apruebo todo cuanto

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