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mos que el primitivo nombre de Alcalá fue Ilipa: los romanos lá cognominaron la grande ó la que estaba cerca de Itálica; luego vinieron á la miserable España tantas naciones bárbaras de Silingos, Vándalos, Godos y Suevos, que no solo la destruyeron, pero por la mayor parte mudaron á su antojo los antiguos nombres de las ciudades, y asi á Ilipa le llamaron Aguas Duras. Esto nos asegura ver ahora este sepulcro en Alcalá del Rio: y luego en el lugar mas cercano, con quien parte términos, rio arriba, el nombre de Santa Verenes, como lo pinta Máximo en su Chrónico; cuya verdad y la de Dextro queda tan fortalecida, que cuando no tuvieran otro mayor apoyo, era bastante esta para persuadir á la mas crítica emulacion, que no puede ser impostura ni ficcion lo que en estos autores se halla. Porque, cómo es posible que desde Alemania ó otro cualquier lugar de España se viese, aunque fuese con ojos línceos, lo que estaba en este rincon de Alcalá escondido y en el nombre de un lugar tan desconocido la ilustre memoria de Santa Verene, ni quien cayera en cosa tan extraordinaria, si no fuera verdad que nuestro Señor reservó desde aquellos siglos para que en el nuestro le glorifiquemos en sus Santos: pues siempre tendrá lugar la profe, que dice: «Mirabilis Deus in sanctis suis magnificus in sancti>>>tate facient prodigia».

cia

En cuanto al año en que San Gregorio murió, ha habido manifiesto error, asi en Máximo como en Ambrosio de Morales, lib. 14, cap. 41. Marieta, lib. 6, cap. 43. Padilla Centuria, 6, cap. 1. Quintana Dueñas en los Santos de Sevilla, fol. 314. Carrillo en los annales el año de 544. El cual error se convence por la piedra sepulcral, que yo con cuidado y atencion leí, pues todos los dichos autores ponen su muerte en el año de 504 á 9 de setiembre, y por la dicha piedra consta que murió año de la era de César 582, que viene á ser año de Cristo de 544, á dos dias de las nonas de febrero. Y me admiro de la diligencia del cardenal Baronio, que no se dejó llevar de las relaciones de tantos autores, y hizo diligencia para que se viese la misma inscripcion, pues de ella tuvo verdade

ra y cierta relacion, como parece de sus Annales, tom. 7, anno 344, en el núm. 42.

QUE OFICIO HAYA SIDO MAESTRO DE LOS LARES AUGUSTOS.

Al cap. 16 del lib. 3.

En este lugar dije, que el oficio de maestro de los Lares augustos era el mayordomo de los palacios ó casas que en Itálica tenian Trajano y Adriano Augustos, y hallé quien patrocinara mi opinion, persona de tan conocida erudicion como Julio César Bulengero. Y digo ahora de nuevo, que persisto en mi opinion de que la voz magister aqui signifique el mayoral ó mayordomo; porque supuesto que con esta voz no se puede entender que era sacerdote, ni que este oficio fuese sagrado, sino profano, no se le puede aplicar otro que el de mayordomo, guarda ó custodio de las casas augustales, ó como si dijéramos alcaide de aquellos alcázares. Puede tambien significar aquella voz magister quedándose en aquella nocion, que el tal mayordomo, prefecto, editimo ó guarda de los lares augustos, cuidaba del larario ó capilla particular doméstica de los Augustos; porque fué costumbre en aquella gran república romana tener cada uno los dioses de su familia en su casa, á quien cada dia luego por la mañana hacian sacrificio. Asi Marcial, contando los ejercicios diurnos en una epigrama, dijo: «Mane Deos oro fa»>mulus post arva reviso». Los pobres, que no tenian para poder hacer capilla, tenian los dioses lares en las casas junto al fuego, y así les llama Aurelio Prudencio humosos: «fumoque lares pallescere ni>>gros». Hoy dia queda algo de esta voz entre la gente rústica, que mas tenazmente conservan las voces antiguas, y llaman llares á las cadenas de donde cuelgan sobre el fuego las calderas y ollas. Tenian estos lugares su particular santidad y religion. Este Cayo Marcio maestro de los Lares augustos, era tambien mayordomo ó guarda del genio de César Augusto, esto es, de la capilla ó templo que

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habian los vecinos de Itálica edificado al genio de aquel emperador, y siendo tal mayordomo tenia personas que le estaban sujetas, ministros del templo ó capilla particular, de que hay memoria en Suetonio en Domiciano. «Puer qui curæ larium cubiculi ex con>>suetudine præerat interfuit cædi». Véase á Jacobo Gutterio, de jure pont. lib. 3, cap. 10. Lo mismo que digo entendieron los autores mas graves de la edad baja, llamando magister palatii al mayordomo ó prefecto de la casa real ó del emperador. Godofrido Viterbiense en su Chrónico, parte 46: «Dum illi magistri pa>>>latii qui Regis nomine magna diuturnaque bella gesserat». Paulo Diacono de gentis longobard., lib. 6: «Qui maiores domus rega>>lis erant ». Gregorio Turonense: «In principatum majores domus >>>elegerunt >>.

MEDALLA DE TARTESSO.

Al cap. 25 del lib. 3.

Llegó á mis manos despues de haber publicado este libro una medalla de cobre muy antigua toscamente labrada, de peso de un real de á cuatro. Por una parte tiene figurado una manera de árbol cuyas ramas tiran del tronco afuera, como suelen estar las hojas de una caña, aunque no lo parece, sino otro árbol ó arbusto. En el reverso parece estar figurado un barco con remos, aunque por su mucha antigüedad no se ve con claridad. Mas vénse allí estas letras: TARTES:::: Juzgo con probabilidad que esta sea medalla de las que batió la isla y ciudad de Tartesso, cuyas riquezas y fertilidad tanto encarecen los autores, y á la verdad no hallo en España pueblo á quien pertenezca sino á ella. Esto me dan á entender aquellas letras y el barco figurado; pues la isla y su ciudad eran tan famosas en el mundo por su navegacion de ambos mares, como lo dejamos escrito en su lugar. En el género de árbol ỏ arbusto que los tartesiacos pusieron por insignia, estoy dudoso; porque aunque parece caña no lo es, ni tan rica y noble gente se pre

ciara de que habia cañas en su ciudad é isla, siendo este un arbusto tan vil y ordinario. Puede ser aquel árbol, de que escribe Estrabon, lib. 3, por sentencia de Artemidoro y otros autores mas antiguos, del cual dicen tenia los ramos torcidos hasta el suelo y que las hojas eran de largura de un codo y anchura de cuatro dedos en forma de una espada. «Narrat etiam arborem esse Gadibus, cujus >>rami ad solum sunt flexi, folia frequenter cubitali longitudine, »>quatuor lata digittos forma gladii». Tenia este árbol una propiedad muy particular, que quebrando un ramo brotaba de sí un hu mor como leche; mas si cortaban la raiz, aquel mismo humor erat colorado como bermellon. «De Gaditana autem arbore eam ramo »defracto lacradice incissa humorem minii similem emittere». Algo diferente escribe esto Philostrato en el lib. 7, cap. 49. Dice que habia dos árboles semejantes al pino, cuyos ramos destilaban sangre, y que estos estaban junto al sepulcro de Gerion, por lo cual les llamaban arbores gerionias, y que no se hallaban otros semejantes en otra parte. «Arbores etiam esse illic tradunt, quae nus~ »>quam alibi terrarum reperiuntur, appellatas autem gerionias, et >>duas tantum esse: ortæ sunt autem juxta sepulchrum quod illi »Gerioni statuerunt, specie pinu, piccæque conmixtam habentes »sanguinemque stillare». A cuál de aquestos árboles no vistos ni conocidos en nuestra edad, se puede aplicar el que se ve esculpido en esta medalia, queda al albedrio del curioso, pues ni en el metal se ven los colores, ni se pueden representar sus ramos y propiedades como ellos las tenian.

No será razon olvidar que en esta isla de Tartesso se criaban unos gatos muy grandes y de tan malas mañas, que no solo eran cazadores, mas con sus notables astucias causaban risa, de tal manera, que fué comun y celebrado refran para notar en los hombres tales acciones, y asi decian feles tartessia. Acá decimos la gata de Mari Ramos. De este género de gatos ladrones habló Aristophanes en la comedia llamada Avispas. «Nunc me uti felem rapta carne »observant gestantem verba». Suidas dice que en esta isla ha

bia un animal que era ó conejo, gato ó comadreja, de mayor cuerpo que las ordinarias. «Cuniculus sive mutela sive feles Tar» tessia. Tartesus urbs est extra columnas Herculis ad Occeanum >> ubi maxime nascuntur mustele ». Celébralos tambien Luciano en los Diálogos y Erasmo en su Chiliadas, Parece que en las extendidas vegas donde acaba Guadalquivir, y muy cerca de donde antiguamente comenzaba esta isla de Tartesso, queda todavia alguna parte de su antiguo nombre, llamándose hoy los llanos de Tarsia ó Tarfia, habiéndolo mudado la luenga edad y varias lenguas que ocuparon á España; y no es mucho se haya corrompido algo el nombre, pues de la isla y ciudad ni aun las señales han quedado, sorbiéndolo todo la mar, propiedad ordinaria de este gran monstruo del Océano, hacer agua lo que fué tierra, y tierra lo que fué mar profundo, que bien lo supo decir Ovidio:

Vidi ego, quod fuerat quondam solidissima tellus,
Esse fretum: vidi factas et æquore terras;

Et procul a pelago conchæ jacuere marinæ,

Et vetus inventa est in montibus anchora summis.

Yo vi, yo vi que la que antiguamente
Fué tierra solidísima y estable,
Era ya undoso mar, líquido, instable,
Y el mismo mar vi tierra continente.
Y lejos vi del piélago espumoso

Yacer conchas marinas:

Vi del monte erizado ser vecinas

Ancoras, freno al mar impetuoso.

INSCRIPCIONES Y MEDALLAS DE LA CIUDAD DE ACINIPO, EN EL SITIO DE RONDA LA VIEJA.

Al cap. 57 y 58 del lib. 3.o

Tiénese por felicidad en estas letras, que lo que borró la luenga edad y el olvido lo alcance la conjetura, siquiera para hacerlo ve

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