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esto se practica para que se juzgue allí, sin apelación á otro ningún tribunal, todas las diferencias que hubieren ocurrido durante el año sobre prendamiento de ganados de una y otra parte y sobre las disputas ocurridas entre los pastores ú otras cualesquiera personas de uno y otro valle. También se nombran y juramentan los guardas de ambas partes para la custodia de sus respectivos límites.-Ultimamente, el escribano real de Val de Roncal da testimonio de todo y lo firman los concurrentes de los dos valles para el otorgamiento y recibo de dicho tributo, haciendo salva los arcabuceros que van de Val de Roncal, los cuales disparan en dirección á Francia. No así los de Val de Baretons, porque no pueden presentarse á dicho acto

con armas.>>

Según se echa de ver por lo que antecede, refiérese esta solemnidad al riquísimo ciclo de costumbres nacidas del ejercicio de la ganadería en territorios de frontera, y ha de emparentarse con otras que describen los Sres. Pedregal y Serrano, relativas á mancomunidad de pastos.

Algunos escritores del siglo XVII y del xvIII aludieron á ella, pero sin que se les alcanzara nada de su origen. El arzobispo francés P. de Marca, en su Marca hispanica, dice que «en las gargantas de esta cumbre, donde están los confines de los dos reinos, se juntan todos los años en los Idus de Junio los delegados por los habitantes de uno y otro valle, á renovar las condiciónes de los pastos, y los baretusios entregan á los roncaleses tres vacas por el weregildo (usando de la voz de las Capitulares), ó por el precio de los roncaleses que aquéllos mataron en otro tiempo, ó por el servicio de las aguas que después de varias peleas se concedió á los nuestros en los montes de Roncal... Se hizo sospechoso de mala fe Garibay, que atribuye esta anual y solemne entrega de las vacas á un género de tributo con que los roncaleses multaron á los de Bretons, vencidos por ellos en otro tiempo, siendo así que éstos entregaron la pensión en memoria de su triunfo, torciéndola, sin embargo, los españoles al pacto civil, por el uso de las fuentes. Tanto como esto se guardan de nunca parecer vencidos.»>

Sublévase el P. Risco contra las reflexiones apasionadas del arzobispo bearnés, y dice (España Sagrada, t. 32): «La pa

labra tributo fué tan desabrida al Sr. Marca, que indignándose contra ella,, vino en vengarse, publicando al mundo que la paga de los de Bretons no tiene otro principio que una victoria en que ellos mataron á los roncaleses, lo cual dice no quieren éstos confesar, porque, como españoles, huyen siempre de tenerse por vencidos. El mismo Marca ignoró, sin duda, el origen de esta costumbre, no menos que el tiempo determinado en que comenzó; y se halló tan destituído de fundamento en este asunto, como en el de límites. Yo puedo confesar ingenuamente la misma ignorancia, ni tengo presente documento alguno por donde rastrear la causa de esta obligación tan rigorosa, impuesta á los franceses; mas para que el público reconozca cuan apasionado escribió Marca en favor de su nación, ofrezco el testimonio siguiente que me ha comunicado el Ilustrísimo Sr. Miguel María Nava.» Y á continuación copia el acta de la ceremonia, correspondiente al año 1738.

Allí mismo certifica el escribano del valle de Roncal, Don Francisco Miguel Ros, con fecha de 1739, que en dicho acto «<los franceses del valle de Bretons reconocen al alcalde de Roncal por juez competente, y se sujetan y pagan luego cualesquiera cantidades en que fueren condenados por razón de prendamientos de ganados ó injurias que hubieren hecho á guardas de dicho valle de Roncal; y cuando el deudor ó injuriador estuviere ausente, pagan los jurados del dicho valle de Bretons y éstos recurren á los deudores en su tierra.»

SANTANDER

Cuanto en España se ha pensado y discurrido con carácter de novedad desde el siglo xvi hasta nuestros días acerca de las relaciones positivas entre la agricultura y la legislación, se halla condensado en tres libros, que puede decirse constituyen el ideal político de la opinión pública en España, y que constituirían también el programa de gobierno de nuestros partidos, si los partidos españoles fuesen lo que deben ser, organismos jurídicos regidos por ideas, para servicio del país, y no lo que son, organismos económicos, movidos por intere

ses, y formados enfrente del país y para su explotación y

ruina.

El primero de esos tres libros es el Informe sobre la ley agraria de D. Melchor Gaspar de Jovellanos, escrito, al par de tantos otros, con motivo de aquel famoso expediente consultivo que los ministros de Carlos III promovieron en el Supremo Consejo de Castilla, á instancias de Campomanes, el año 1766, acerca de las reformas que deberían introducirse en la legislación rural. El sabio asturiano acendró y redujo á sistema pensamientos dispersos que, revueltos con grandes errores, habían apuntado ya y desarrollado los escritores políticos de los siglos XVII y XVIII, acerca de los obstáculos que se oponen al progreso de la agricultura. Llevado de su fe ardiente en la virtud de la libertad individual, niega que el medio de promover el adelanto de la agricultura consista en reglamentar la acción y los intereses particulares; demuestra que la protección que han menester los labradores no consiste en establecer nuevas leyes agrarias, sino, al contrario, en disminuir ó suprimir las antiguas, removiendo los estorbos que embarazaban el desarrollo de la industria agrícola. En su sentir, esos estorbos eran de tres clases: 1a Politicos: la amortización civil y eclesiástica; las leyes que perpetuaban los baldíos y tierras concejiles, en vez de entregarlos al dominio particular; la prohibición de cerrar las heredades; los privilegios de la Mesta; los reglamentos que obligaban al labrador á preferir determinada clase de cultivo; los obstáculos puestos al comercio interior y exterior de granos; el vicioso sistema seguido en la imposición y cobranza de las contribuciones, etc.; 2a Morales, ó derivados de la opinión: el menosprecio en que era tenida la agricultura y la preferencia que se otorgaba á la industria, al comercio y á la navegación, así por el pueblo como por el Gobierno; la ignorancia de los labradores, necesitados de cierto grado de instrucción práctica; la ignorancia de los gobernantes en estas materias, etc.; 3a Físicos, ó derivados de la Naturaleza: la falta de riegos; la escasez de vías de comunicación terrestres y fluviales y de puertos cómodos y seguros para el comercio. Conforme á la naturaleza de estos males, indica el ilustre asturiano los remedios.

El otro libro es el Fomento de la población rural, de D. Fermín Caballero. Los Gobiernos liberales, que con eclipses y alternativas más o menos intensas, más ó menos duraderas, venían sucediéndose en España desde 1810, habían planteado gran parte de las medidas de carácter negativo recomendadas por Jovellanos en el famoso Informe de la Sociedad Económica Matritense, siguiendo el impulso iniciado ya en los días de Carlos III y de Carlos IV: la desamortización civil y eclesiástica, la desvinculación, la supresión del diezmo y de las tasas, la abolición de los privilegios de la Mesta, la libertad de cultivos, de cerramientos de fincas, de importación y exportación de cereales, etc.; pero franqueada esa primera trinchera, removida esa primera capa de estorbos, pudo notarse una segunda estratificación, un segundo orden de inconvenientes y obstáculos que reclamaban formalmente la atención de los hombres pensadores. Preocupada gravemente con uno de esos males, por cierto no el más visible, la Academia de Ciencias morales y políticas, promovió en 1862 un concurso para premiar la mejor Memoria sobre el fomento de la población rural, y con este motivo, el ilustre economista conquense sometió á revisión el problema entero de la agricultura en España, tomándolo en el punto mismo en que lo había dejado Jovellanos, y sin apartarse del criterio que éste había acreditado tan felizmente en su luminoso trabajo. Adoptando la clasificación que le daba hecha la Academia, agrupó los obstáculos que se oponen al progreso de la agricultura, -que es decir, según él, á la población rural-en cuatro secciones: 1a Obstáculos físicos: la falta de agua para personas, ganados y riegos; las malas comunicaciones, que dificultan los trasportes agrícolas, falta de líneas férreas trasversales, caminos vecinales, puentes, etc.; la escasez de materiales de construcción; el reducido número de brazos, etc. Como se ve, el programa de Jovellanos quedaba en esta parte sin cumplir, porque los Gobiernos habían hecho menos de lo que habían podido, y habían podido poco.-2a Obstáculos legales: el modo imperfecto como se había llevado á cabo la desamortización, exceptuando de ella los terrenos de aprovechamiento común y haciendo alarde, por otra parte, de un espíritu fraccionador, con que se

subdividió la propiedad hasta lo infinito; los restos de los antiguos privilegios de la Mesta, refugiados en la Asociación general de ganaderos; las leyes censarias, que estimulaban la creación de colonias-pueblos, en vez de fomentar la verdadera población rural; la desigualdad de los impuestos á favor de los hacendados forasteros; y la falta de estímulo y protección á las labranzas aisladas.-3a Obstáculos económicos: la escasez de capitales; la falta de instituciones de crédito agrícola; la mala organización é insuficiencia de los pósitos; la dificultad de vender los frutos, lejos de las pocas vías de comunicación, etcétera.-4 Sociales: la falta de instrucción en el pueblo; la aversión de los labradores á residir en el campo, por la poca seguridad individual que se disfruta en él; el apartamiento del templo, de la escuela, de los facultativos, tiendas y diversiones; la excesiva acumulación en parte, y en parte la excesiva subdivisión de la propiedad territorial; la diseminación de las suertes ó parcelas, entremezcladas de un modo inverosímil; el sistema legitimario, ó el espíritu con que se aplica, aumentando el mal de día en día, etc.

El tercer libro á que me he referido es La Agricultura y la Administración municipal, publicado recientemente por Don Gervasio González de Linares. Como había escapado á Jovellanos el estorbo social nacido de la falta de población rural, había escapado á Caballero el obstáculo legal nacido de la desorganización del antiguo Municipio y de la supresión airada, que no regularización ni reforma, de las prácticas tradicionales de la administración local. Además, como ya había notado en su «memoria» Caballero, es comunísimo en la gobernación de los Estados que nazcan unos inconvenientes de otros inconvenientes, que tras de los reconocidos vengan los impensados, y que al acabar con males añejos, surjan nuevos males: él mismo registró algunos que habían sido secuela de querer extirpar los antiguos sin la debida preparación; así, por ejemplo, después de haberse venido lamentando por siglos la excesiva aglomeración de las tierras, con la desamortización y la desvinculación se quiso dividirlas, pero haciéndolo sin medida, más que subdivididas, resultaron trituradas. Á este mal acudió con su libro Caballero.-Con el Municipio haTOMO 67

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