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y los semilocos, que son ó extravagantes, como Passanante,. Guiteau, Maclean, etc., ó seres de organización patológica inevitablemente criminal, como Verzeni, Menesclou ó el Sacamantecas. Viene después la categoría de los incorregibles, para quienes el crimen es una profesión, eternos reincidentes é inquilinos de los presidios. Á estos siguen los delincuentes por costumbre adquirida, en los que la costumbre de delinquir, aun sin tener los caracteres antropológicos apuntados, se ha hecho crónica por razones ajenas á su voluntad en mucha parte, dirigiendo casi siempre sus ataques contra la propiedad. Los delincuentes por impetu de pasión, variedad genérica de los de ocasión, ofrecen los rasgos determinantes de la fuerza bruta: su temperamento es sanguíneo ó nervioso, su sensibilidad, en oposición con los incorregibles y habituales, exagerada, y són, al revés de aquéllos, de fácil enmienda; delinquen, llevados de alguna pasión exaltada, generalmente en edad juvenil. La categoría final corresponde á los delincuentes de ocasión, sobre quienes influyen señaladamente el ambiente social ó el incentivo de una tentación y la debilidad del ánimo para resistirla.

IV

Los dos restantes capítulos del libro de Ferri tratan de estadística criminal, procedimientos y régimen penitenciario. En el primero, después de repetir estas palabras de Krohne <<la estadística criminal es la primera condición del éxito en la lucha contra los ejércitos de la delincuencia, y cumple el mismo encargo que en la guerra el servicio de exploración;» y de reconocer que «la estadística se presta tanto al uso racional como al abuso empírico ó premeditado, en vista de una tesis concebida a priori,» admite que aquélla nos dice solamente si en un año se cometieron más o menos delitos que en otro, quedando á esto reducida su misión, en cuanto al aspecto sociológico; y en el biológico, á la deducción que de sus datos se verifica sobre la varia participación proporcional de las diver sas edades, sexos, profesiones, etc., en la vida criminal. Y añade Ferri: «Las fuerzas naturales sólo se vencen con el au

xilio de otras fuerzas naturales, opuestas ó divergentes. He aquí por qué, abandonada la estéril ilusión de que el delito nazca del fiat de la libre voluntad individual, el sociólogo criminalista debe acudir ante todo á investigar la dirección y la intensidad de las fuerzas naturales, que dan por resultado el delito, para oponer á ellas otras fuerzas naturales protectoras del Derecho y fecundas en actividad jurídica inclinada al bien.» Cada fase de la civilización tiene su criminalidad correspondiente, y el aumento de ésta es consecuencia precisa del progreso de la civilización misma y de las relaciones sociales, que producen un campo mayor, y más numerosos alicientes al crimen.

La escuela positiva admite tres clases de factores de los delitos, y en general de todas las acciones buenas y malas: los factores antropológicos, físicos y sociales. Los factores antropológicos, inherentes á la persona del delincuente, constituyen el coeficiente primero del delito, y comprenden la constitución orgánica de aquél, su constitución psíquica y caracteres personales. Los factores físicos dicen relación al ambiente físico, al clima, naturaleza del suelo, variedad de días y noches, estaciones, temperatura anual, condiciones meteorológicas y producción agrícola. Por último, los factores sociales resultan del ambiente social y se refieren á la densidad de la población, estado de la opinión pública, costumbres, religión, constitución de la familia, producción industrial, alcoholismo, estado económico y régimen legislativo. Con esta doctrina combate Ferri los puntos de vista unilaterales de la escuela clásica y del socialismo, según los que el delito procede ó de la libre voluntad del hombre ó del ambiente social, de una manera exclusiva. Apreciar la parte en que cada uno de estos factores concurre á la producción del delito corresponde á la estadística, porque el nivel de la delincuencia se determina, año por año, por las diversas condiciones del ambiente físico y social combinadas con las tendencias congénitas y los impulsos ocasionales de los individuos, conforme á la ley, que, por analogía con la química, llama Ferri de saturación criminal, según la cual así como en un volumen de agua, á cierta temperatura, existe determinada cantidad de sustancia química, invariable, así en un particular

ambiente social, dadas ciertas condiciones individuales y físicas, se cometerán tales ó cuales delitos, sin notable discrepancia. La criminalidad es, pues, para Ferri, el efecto necesario del ambiente físico y social, y por la ley de saturación criminal es inevitable en éste un mínimum de delincuencia, debido á los factores antropológicos, físicos y sociales.

Dos son las consecuencias deducidas de la ley de saturación: la inexactitud de la regularidad de los fenómenos criminales, de un lado; de otro, la ineficacia de las penas señaladamente para aquellos delincuentes que lo son por vicio de su organización ó por herencia, aunque no tanto para los de mediana cultura y regular sentido moral, no condenados irremediablemente al mal, como los primeros, y á los cuales la pena, en todo caso, puede servir de motivo psicológico eficaz, dentro de ciertos límites, para apartarlos del crimen.

La última consecuencia es la más importante y uno de los ejes, digámoslo así, del libro del escritor italiano, y con su auxilio defiende su tesis de que es urgente acudir ya á otros remedios ó métodos diversos de las penas, para sostener el orden jurídico. «Apliquemos-exclama-á los males sociales remedios sociales.>>

Cita ejemplos históricos ep apoyo de su aserto, alegando la ineficacia de las leyes promulgadas en Roma para el castigo de los célibes, adúlteros é incestuosos, la inútil persecución á que condenaron á los cristianos los emperadores, la no menos inútil ejercida en la Edad Media sobre los heresiarcas, que no logró sofocar la reforma religiosa, antes bien, dió pábulo notable al libre pensamiento, y los escasísimos resultados de las feroces penas impuestas en Francia desde los tiempos de Luis IX hasta los de Luis XV á los blasfemos; apareciendo, por el contrario, que la blasfemia aumentó en la Edad Media y desapareció ó se atenuó en nuestra época, cuando ya nadie se ocupa de hacerla objeto de sanciones penales.

En suma: Ferri entiende que las penas, en su momento más característico de amenaza legislativa, como motivo psicológico, poseen, en realidad, escasísima potencia contra el delito, y no pueden luchar, ni remotamente, con los verdaderos factores físicos y sociales de aquél: el clima, las costumbres,

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el aumento de población, la producción agrícola, las crisis po líticas y económicas; elementos todos que la estadística señala entre las causas más sensibles y evidentes del aumento ó disminución de los delitos. En todo caso, si la pena como motivo psicológico, puede oponerse, con algún fundamento, á los factores psicológicos del delito, y aun de éstos, con verdaderas probabilidades de éxito, solamente á los factores ocasionales, jamás llegará á contrarrestar la fuerza de los orgánicos y hereditarios, que descubre en sus recientes investigaciones la antropología, y condenan al delincuente, de una manera fatal é inexorable, á infringir las leyes de la sociedad con actos de depravación y de salvagismo.

Á esta consideración añade la de la influencia que en el ánimo del delincuente ejerce la incertidumbre de la aplicación del castigo, por remota que sea, la esperanza de que el crimen no se descubra, de que se equivoquen ó se muestren indulgentes los Tribunales al juzgarlo, y aun de que el indulto haga el fallo ilusorio.

Además, hay que contar con la imprevisión, rasgo característico de los criminales, común á los niños y á los salvajes, sello distintivo de imperfección psicológica, cualidad que por todas partes se manifiesta, lo mismo en el estudiante que arriesga á una carta su fortuna, preparándose una iliada de privaciones, que en la mujer que se hace madre, á pesar de la mala conformación de sus órganos genitales y del peligro de sufrir la operación cesárea, y, en todo aquél que sin temer las consecuencias probables de un acto, y aun teniéndolas ante su vista, ó bien impresas en su memoria, lo ejecuta, obedeciendo ciegamente los impulsos naturales. .

Ni alcanza siquiera una completa virtud de intimidación la pena de muerte, á la cual, como ya notaban Montesquieu y Beccaria, se acostumbran los hombres, no menos que á otra cualquiera de las más temidas.

<<El hombre es siempre igual á sí mismo-observa Ferriy no habrá jamás Código alguno que acierte á cambiar sus tendencias naturales é invencibles, como la de dejarse dominar por el atractivo del placer y la esperanza de la impunidad.>>

La eficacia de todo procedimiento está en relación inversa

de su dureza ó violencia. Así, es indudable que la lucha entre la sociedad y los malhechores tiende á trasformarse, siguiendo una ley civilizadora, de igual manera que se trasformó el sistema de educación en la familia, sustituyendo al intento bárbaro de domar con la fuerza las pasiones, el empeño blando y suave de atenuarlas y aun de dirigirlas hacia el bien, sin exacerbarlas torpemente.

No juzgando que cumplan las penas su misión de defensa social, Ferri acude á medios preventivos que denomina sustitutivos (1) penales en reemplazo de aquellas, á fin de que sólo á título de último y poco eficaz remedio, deban las penas apli

carse.

En el orden económico, los sustitutivos son diversos y de excepcional importancia, contándose entre ellos el libre cambio, que evitará la carestía de los artículos de primerà necesidad, la libertad de emigración, especie de válvula de seguridad para la salida de los elementos nocivos de la poblacion, el sistema tributario proporcionado á las ganancias del contribuyente, las obras públicas, que procuran trabajo á los pobres, las tasas y demás restricciones á la fabricación y venta del alcohol, cuyo abuso ha aumentado la criminalidad en alarmantes proporciones, y dado origen á toda clase de inmoralidades, produciendo la depravación y el embrutecimiento de muchos desgraciados; la sustitución del papel moneda, por la moneda metálica, eficaz contra la falsificación, por la mayor dificultad de falsificar la segunda, en atención á ser más conocida que la primera, del público; los Institutos de crédito popular y agrícola contra la usura; la distribución de leña, durante el invierno, á los necesitados; la iluminación nocturna, los barrios de obreros, los establecimientos para inválidos del trabajo, etc.

En el orden politico confía Ferri en la eficacia de los gobiernos nacionales y verdaderamente liberales, en la libertad

(1) Traduzco así la voz italiana sostitutivi, introduciendo tal vez un neologismo, ó un italianismo más en nuestro lenguaje cientifico, porque además de parecerme dicha palabra, después de traducida, de fácil formación castellana, no encuentro otra que exprese, sin alguna variante de importancia, el mismo pensamiento.

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