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un embajador nuestro en ocasion en que aquel Monarca le dijo muy acalorado, porque nuestra Corte no accedia á sus propuestas. » Pues bien, yo » iré á Madrid", dando á entender que conquistaria la España. »No hay inconveniente, respondió el embajador, en tono irónico y maliciosamente burlon, tambien estuvo en Madrid Francisco 1." Lo cual era recordar á Luis XIV la prision de un predecesor suyo, suceso vergonzoso para la Francia.

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De estos hay varios en Homero y Virgilio que es inútil copiar, porque no son para imitados. Estos dos grandes poetas, fieles pintores de las costumbres de sus personages, ponen con mucha propiedad en boca de algunos de ellos amarguísimas y atroces ironías, con las cuales insultan á los enemigos que acaban de vencer. Mas, como esta costumbre de burlarse del enemigo muerto ó moribundo era todavía en aquellos siglos heróicos un resto de la primitiva barbarie, haria mal hoy el poeta que, tratando de guerras acaecidas en siglos mas civilizados, prestase á sus guerreros el lenguage feroz y brutal de los héroes de la Ilíada. En aventuras de los siglos caballerescos sería tolerable hasta cierto punto, porque las costumbres tenian todavía mucho de groseras; pero en los modernos seria impropio, y envileceria al héroe en cuya boca se pusiese.

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Mimesis.

Ciceron las tiene muy graciosas, en Luciano las hay admirables, y en los poetas cómicos de todas las naciones son frecuentes; pero Cervantes nos ahorra el trabajo de buscarlas fuera de casa, porque en su Quijote se encuentran varias, las mas oportunas y felices que pueden desearse. Sirtodas la que pone en boca de Sancho cuando desengañados él y su amo de que eran de batanes los golpes que tanto miedo les habian causado (se entiende á Sancho, porque D. Quijote no le conocia) dice que este enmudeció y pasmose de arriba abajo, y continúa. » Miróle Sancho, "y vió que tenia la cabeza inclinada sobre el pe>> cho con muestras de estar corrido. Miró tambien

>>D. Quijote á Sancho, y vióle que tenia los car>> rillos hinchados y la boca llena de risa, con evi>> dentes señales de querer reventar con ella; y no » pudo su melancolía tanto con él, que á la vista » de Sancho pudiese dejar de reirse. Y como vió >>Sancho que su amo habia comenzado, soltó la >>presa de manera que tuvo necesidad de apre>>tarse las hijadas con los puños por no reventar »riendo. Cuatro veces sosegó, y otras tantas vol» vió á su risa con el mismo ímpetu que prime»ro, de lo cual ya se daba al diablo D. Quijote; » y mas cuando le oyó decir como por modo de »fisga: has de saber, ó Sancho amigo, 'que yo »nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad

» de hierro, para resucitar en ella la dorada ó de »oro: yo soy aquel para quien estan guardados »los peligros, las hazañas grandes, los valero"sos fechos y por aqui fue repitiendo todas ó » las mas razones que D. Quijote dijo la vez pri»mera que oyeron los temerosos golpes." Para conocer toda la gracia que tiene esta burla que Sancho hace de su amo, repitiendo sus palabras, imitando su tono de voz, y remedando su ademan, léase lo que antecede..

Estas son, entre las muchas figuras que han distinguido los retóricos, las que mas importa conocer para saberlas manejar, pues de su buen uso depende en gran parte la belleza del estilo. Para emplearlas con discernimiento y oportunidad, puede bastar lo que sobre cada una de ellas se ha dicho en orden á la situacion en que se debe su poner al que las usa; pero á mayor abundamien“ to añadiré algunas reglas generales.

en En el uso de las figuras, es necesario atender siempre á lo que permiten ó no el genio de la lengua, y la práctica de los buenos escritores. Han de ser oportunas, atendidas las circunstancias de persona, lugar, tiempo, situacion &c. C 163 a. niet

-3a Han de ser acomodadas al género en qué se escribe, y al tono general y dominante de la obra oldu.his was

4

el

b4a Deben serlo igualmente al fin que se proque habla, es decir que han de ser acopara producir el efecto que desea.

pone

modadas

5a Deben convenir sobre todo al pensamiento particular que se enuncia bajo aquella forma; esto es, deben presentarle con toda la claridad, fuerza, energía y gracia que sea posible.

62 Ademas es menester no repetir una misma muchas veces, porque la monotonía en las formas es una de las cosas mas fastidiosas y molestas para los lectores ú oyentes.

LIBRO III.

De las expresiones.

Se llama expresion en general „la imitacion »ó representacion de un objeto"; y contraida á la de los pensamientos por medio del lenguage oral, se llama así el signo total de una idea, ya cons»te de una sola palabra, ya de muchas." -Las reglas para hacer una buena eleccion entre las varias que pueden ocurrírsenos al tiempo de hablar ó de escribir, unas son comunes á todo género de expresiones; otras peculiares de aquellas en que una ó mas palabras se toman en cierta acepcion secundaria que se llama sentido figurado; porque á este uso de las palabras una significacion que no es la literal y primitiva, le han dado tambien los retóricos aunque impropiamente, como ya noté, el titulo de figura.

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CAPITULO PRIMERO.

Reglas generales para la eleccion de las expresiones.

Para que una expresion sea completamente buena ha de reunir todas estas cualidades. Ha de ser pura, correcta, propia, precisa, exacta, concisa, clara, natural, enérgica, decente, melodiosa; ó grata al oido, y acomodada á la naturaleza de la idea que representa.

ARTICULO PRIMERO.

Pureza.

La pureza de las expresiones es su confor>midad con el uso", árbitro, legislador y norma del lenguage, como le llama Horacio.

ra,

Para asegurarnos de que una expresion es pudebemos examinar cada palabra de por sí, y su combinacion cuando hay varias; ó lo que es lo mismo, para que una expresion sea pura, es necesario que lo sean los términos de que conste, la manera de combinarlos, ó su construccion, y que en esta y en las acepciones de aquellos se huya de todo neologismo.

y

Pureza en los términos.

Examinada cada palabra de por sí, ó es ac

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