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es digno de admiracion. Hay en ellos muchas, muchísimas cosas buenas; pero tambien hay otras que no lo son tanto, y algunas conocidamente

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Garcilaso, hablando en su primera Egloga con
un Grande que le protegia, le dice que escuche
el dulce lamentar de sus pastores, y que luego
su pluma se ocupará en alabar sus muchas virtu-
des
Y famosas obras, y añade:

En tanto que este tiempo que adivino
viene á sacarme de la deuda un dia,

el árbol de vitoria,

que

cine estrechamente

tu gloriosa frente,

dé lugar á la yedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta

poco a poco, arrimada á tus loores.
á

Aquí es claro que, presentándose el poeta bajo la imágen de una yedra y á su Mecenas bajo la del árbol á cuya sombra crece la yedra, ya no debe decirse que esta se levanta arrimada á los loores de aquel; porque las yedras no se arriman ni pueden arrimarse á las alabanzas, ni estas pueden sostener yedras.

Fernando de Herrera, en su hermosa cancion á la muerte del Rey D. Sebastian, despues de haber comparado á los portugueses y su poder con un cedro del Líbano, y dicho de este, quizá con demasiada extension, cuanto en rigor pue

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de convenir á un árbol; como es, que tenia ramas y hojas, que las aguas le criaron poderoso, que creció sobre todos los otros árboles, que las aves anidaron en él, que podia cubrir con su sombra mucha gente &c., continúa así:

Pero elevóse con su verde cima
y sublimó la presuncion su pecho,
desvanecido todo y confiado,

haciendo de su alteza solo estima.

Aquí ya se mezcla con impropiedad el sentido literal con el figurado, porque un árbol no tiene pecho, ni le sublima la ambicion, ni se desvanece, ni confia.

Valbuena, á quien siempre encontraremos en el camino del mal gusto, hace (Egloga v.) que un pastor, hablando con otro que iba á escribir unos versos en la corteza de un árbol, le diga: Ahora, en tanto que con la corteza

del álamo silvestre te entretienes,

y escribes tu tesoro en su pobreza &c. Pasémosle que á la cancion que el pastor queria grabar en la corteza del álamo, la llame su tesoro; pero presentada bajo esta imágen, ya no se puede decir que la escribe, porque un tesoro se guarda, se deposita, se pone en alguna parte, mas no se escribe, y mucho menos en la pobreza de una corteza de álamo.

Regla sexta,

la cual no es en rigor mas que una conse

cuencia y aplicacion de la antecedente. » Cuando » una metáfora se continúa en dos, tres ó mas pa"labras; esto es, cuando de un objeto se dicen » dentro de un mismo pasage varias cosas con » términos metafóricos, todos deben ser tomados »de objetos de la misma clase que el primero." El tomarlos de varias clases es lo que se llama metáfora mixta; defecto grosero, contra el cual nos previno suficientemente Quintiliano. Esta regla se funda en que, como queda probado en la anterior, una vez puesto el nombre de un objeto por el de otro, es ya necesario que cuanto se diga de él pueda convenir tambien al otro cuyo nombre ha tomado y cuyas veces hace. Por eso Blair censura justamente estas metáforas de autores ingleses: >> tomar las armas contra un mar de tur» baciones”, »apagar las semillas del orgullo"; pues claro es que no se toman las armas contra ni se apagan las semillas. Tambien censura, y con igual razon, aquel pasage de Horacio, en el cual, diciendo que los ingenios superiores abrasan con su resplandor á los que les son inferiores, añade que los oprimen ó abruman con su peso.

el mar,

Urit enim fulgore suo, qui prægravat artes infra se positas.

Pues si de un gran talento se puede decir, comparándole con el resplandor que arroja de sí un cuerpo luminoso, que nos deslumbra y ofusca punto de no permitirnos mirarle de hito en hito; no se puede, hecha ya esta compara

hasta el

cion, representarle por otra nueva como una gran mole que abruma con su enorme peso.

Regla séptima.

» Aun conservándose bien la analogía, no se » prolonguen demasiado las metáforas continua»das." Esto se funda en que si se insiste mucho en la semejanza extendiéndola á todas las circunstancias del objeto, no puede menos de oscurecerse el pensamiento y degenerar en alambicado. Por esto las metáforas demasiado largas y oscuras se llaman tambien alambicadas, como los pensamientos demasiado sutiles; porque en efecto, cuando queremos que todas las partes y circunstancias de un objeto tengan otras tantas correspondientes y semejantes en el otro con el cual le comparamos; tenemos que recurrir á tales sutilezas, que al fin la semejanza entre ambos, ó no existe, ó es sumamente ténue y ligera. Daré un ejemplo señalado de estas metáforas demasiado prolongadas, tomado no de un escritor de ínfima clase, sino de un orador como Bossuet. Hablando del estado del hombre despues del pecado, dice: »el hombre es un edificio arruinado que entre » sus mismos escombros conserva algo todavía de » la hermosura y grandiosidad de su primera for»ma.” Hasta aquí la metáfora está perfectamente sostenida, y es coherente y clara; pero la oscu

ey alambica lastimosamente cuando la continúa en estos términos: el se arruinó por su volun

>> tad depravada: el techo está caido sobre las pa>> redes y los cimientos; pero quítense los escom»bros, y se hallarán en los restos de este arruina»do edificio, su primera planta, la idea del pri»mer diseño y la marca del arquitecto." En efecto, si preguntásemos á Bossuet qué cosas son las que en el hombre corresponden al techo, á las paredes y á los cimientos de un edificio; qué semejanza pueden tener estos objetos materiales con el entendimiento y la voluntad del hombre; qué es quitar los escombros, ó cómo pueden estos quitarse; qué significan aquí la planta de un edificio, la idea del primer diseño, y la marca de un arquitecto; y finalmente, qué quieren decir todas estas expresiones traducidas al lenguage literal: ¿qué podria decir para justificar su larga metáfora, y hacer ver que si cada una de estas cosas suele decirse de un edificio material arruinado, pueden todas ellas aplicarse tambien al hombre por una semejanza clara Y natural? Tendria que recurrir á sutilezas y metafísicas que ni él mismo podria entender. Dígase del hombre enhorabuena » que es un edificio arruinado, que » todavía en el estado en que hoy se halla mani>>fiesta lo que fué"; pero déjense las paredes, el techo, los cimientos, los escombros, la planta, el diseño y la marca, porque con estos objetos materiales ninguna analogía tienen ni pueden tener las potencias del alma; de las cuales sin embargo es de las que Bossuet quiere decir que, aun despues del pecado, conservan algo de lo que

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