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viuda que Alfonso de Castilla renovára las antiguas pretensiones de los monarcas castellanos sobre Navarra, acogióse al amparo de Jaime de Aragon, el cual acudió presurosamente á Tudela, donde hizo · confederacion con la reina Margarita, prometiendo ayudar á su hijo y protegerle contra todos los hombres del mundo, ser amigo de sus amigos, y enemigo de sus enemigos, no hacer paz ni tregua con nadie sin la voluntad de la reina, y dar á su hija Constanza por esposa al rey Teobaldo, ó si este muriese, á su hermano Enrique, ofreciendo que nunca casaria ninguna de sus hijas con los infantes de Castilla, herinanos del rey don Alfonso, á pesar de ser ya su yerno. La reina de Navarra por su parte y á nombre de su hijo prometió tambien ayudar al rey de Aragon contra todos los hombres del mundo, esceptuando al rey de Francia y al emperador de Alemania, y que no daría nunca ninguno de sus hijos en matrimonio á hermanas ó hijas del rey Alfonso de Castilla, sin consentimiento del aragonés, cuyo pacto juraron los prelados y ricos-hombres de Aragon y Navarra que se halla ban presentes, y habia de ratificar el romano pontífice (1).

Bien habia hecho la reina de Navarra en prevenirse y fortalecerse con la alianza de don Jaime de

ra obtener la absolucion del Santo tulo 48.-Moret. Anal. de Nav. toPadre. mo III., lib. 21.-Mordejar, Me(1) Zurita, Anal., lib. III. capi- mor. lib. II., e. 21.

Aragon, porque Alfonso de Castilla no tardó en ponerse con sus gentes sobre las fronteras navarras, con ánimo al parecer de apoderarse del reino y de los príncipes. Fiel á su promesa el Conquistador, acudió á defender al navarro, y una batalla entre el suegro y el yerno y entre aragoneses y castellanos amenazaba como inevitable. Pero algunos prelados y ricos-hombres interpusieron su mediacion entre ellos, y lograron hacerlos venir á partido y que se ajustára una tregua (1254), quedando de este modo por entonces seguro el jóven rey de Navarra, que á los quince años comenzó á gobernar el reino con el nombre de Teobaldo II. (1).

(1) Mariana, Zurita y otros autores, fiados en la antigua crónica de don Alfonso el Sabio (que en verdad no nos parece la mejor fuente histórica), hablan de otra causa anterior que desavino á los reyes de Aragon y de Castilla. Dicen que disgustado Alfonso X. de que su esposa doña Violante en seis años de matrimonio no le hubiese dado sucesion (cuya esterilidad debia consistir en la reina, puesto que el rey tenia ya hijos bastardos), determinó divorciarse de ella, y pidió al rey Haquino de Noruega le diese por esposa su hija Cristina; que éste se lo otorgo, y la princesa vino á España: mas cuando llegó á Castilla, habia dado ya la reina doña Violante sintomas ciertos de próxima maternidad. Comprometido era el caso para el rey don Alfonso, que ce sando el motivo de repudiar á su esposa queria volverse á ella: el no hacerlo era acabar de enojar al rey de Aragon su suegro, que lo

estaba ya bastante, y haciéndolo desairaba de una manera bochornosa al rey de Noruega y á la princesa su hija. Alfonso halló medio, dicen, de salir del paso, casaudo á la princesa estrangera, su prometida, con su hermano den Felipe, abad de Valladolid y arzobispo electo de Sevilla, que la aceptó sin inconveniente, y renunciando la clerecía se casó con ella, quedando todos contentos, menos la novia, que murió al poco tiempo de melancolía, rensando en que era solo princesa habiendo venido á ser reina de España.

El ilustrado marqués de Mondejar en sus Observaciones á la Crónica antigua de don Alfonso el Sabio, hacer ver de un modo convincente la falsedad de este caso, tal como la crónica y los historiadores que la ban seguido lo cuentan. Es cierto que la princesa Cristina de Noruega casó con el infante don Felipe de Castilla, el cual renunció para ello al sacerdocio y

No mostraba en verdad el sucesor de San Fernando en Castilla ser hombre de mucho teson para proseguir las empresas, así las que acometia por propia voluntad como las que la suerte le deparaba y se le venian á la mano. En el número de estas últimas podemos contar la recuperacion de Gascuña. Mal contentos los gascones con el dominio y gobierno de los ingleses, y acordándose de que aquel ducado habia pertenecido á Castilla como traido en dote por la princesa Leonor de Inglaterra, hija de Enrique II., cuando vino á casarse con Alfonso VIII. de Castilla llamado el Noble, acordaron ponerse bajo el señorío del hijo de San Fernando, cuyo ofrecimiento vino á hacerle, á nombre de aquellos naturales, el más poderoso príncipe de aquel estado, Gaston, conde de Bigorra vizconde de Bearne. Dióle, sí, Alfonso X. socorro con que pudiera hacer la guerra á los ingleses y sacudir su yugo, y la guerra se comenzó con gran furia, declarándose por don Alfonso la mayor parte de Gascuña. Mas como el rey de Inglaterra, Enrique III., por el temor de perder aquel rico ducado solicitase la amistad del de Castilla, enviándole para ello embaja

y

al episcopado para que habia sido electo; pero ni esto se realizó en la manera y tiempo que aquellos autores han dicho, sino algunos años más adelante, ni la princesa fué buscada por el rey Alfonso para esposa suyǝ, ni viuo en 1234 por el motivo que alegan, puesto que en 1253 habia dado ya á luz la reina doňa Violante á la infanta

Berenguela, prueba bien patente de fecundidad, de que tantas otras dió despues. Pueden verse las razones y les documentos auténticos en que se apoya esta recuficacion, en dichas Observaciones, en Florez, Reinas Católicas, tom. I., y en Sabau, Ilustraciones a Mariana.

da solemne y rogándole cesase en sus hostilidades, pidiéndole al propio tiempo la mano de su hermana Leonor para el príncipe Eduardo, hijo primogénito de Enrique y heredero del trono de la Gran Bretaña, á quien su padre cedia la Gascuña; el castellano con admirable docilidad y condescendencia accedió á todo, hizo confederacion y amistad con el rey de Inglaterra, aceptó el matrimonio del príncipe Eduardo con la infanta doña Leonor, que se celebró en Castilla con toda solemnidad (1254), y lo que es más, renunció en el príncipe Eduardo y en sus herederos y sucesores todo el derecho que tenia ó pudiera tener á los dominios de Gascuña, ofreciendo entregar al mismo príncipe todos los instrumentos que sobre esto tuviese de los soberanos sus predecesores: renuncia estraña y perjudicial á los derechos de la corona de Castilla, de que dudariamos, si no nos certificáran de ella los documentos (1).

Fuese la conducta del rey, propia para escitar el descontento de sus vasallos, fuese objeto de la indocilidad de algunos de estos y de su tendencia á la insubordinacion, comenzó Alfonso X. á esperimen

(1) El instrumento de esta cesion, de que no hacen mérito nuestros historiadores (que ni siquiera hablan de este suceso), le produjo el arzobispo Pedro de Marca, segun se conserva en el archivo de Burdeos, metrópoli de la Gascuña, y le ha reproducido el marqués de Mondejar en sus Memorias. Está

TOMO VI.

fechado en Burgos á 1.o de noviem bre de 1254, y le firman don Alfonso, señor de Molina, hermano del rey, y los infantes don Enrique, don Fadrique, don Manuel, don Fernando, don Felipe, electo arzobispo de Sevilla, don Sancho, electo de Toledo, y el arzobispo de Compostela.

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tar defecciones y aun rebeldías de parte de sus más principales súbditos: defecciones y rebeldías que más adelante habian de llenar de amargura el corazon y la vida del monarca y de agitaciones y disturbios la monarquía. Abrió el primero este fatal camino don Diego Lopez de Haro, señor de Vizcaya, que por desavenencias con el rey fué á ofrecerse al servicio de don Jaime de Aragon. Siguió algun tiempo despues por la misma senda don Lope Diaz, su hijo, con muchos caballeros vizcainos; y lo que fué peor, pasó tambien á confederarse con el aragonés en contra del de Castilla, el infante don Enrique, hermano de don Alfonso, el mismo á quien éste habia encomendado los gobiernos de Arcos y Lebrija que el infante de su órden habia conquistado de los moros. Don Jaime de Aragon, receloso siempre del castellano y temiendo á cada paso un rompimiento despues de la mal segura tregua de Navarra, acogia gustoso aquellos personages, dábales caballerías, heredamientos y señoríos, y pactaba con ellos alianzas contra el de Castilla, á pesar de ser el marido de su hija, ofreciendo defenderlos y no abandonarlos hasta que se concordasen á satisfaccion del infante y del señor de Vizcaya las diferencias que traian con su soberano.

Alfonso por su parte ni abandonaba ni cumplia su propósito constante de pasar á Africa á guerrear en su propio suelo contra los enemigos de la fé. Un nuevo breve apostólico que impetró del papa Alejandro IV.,

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