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Conquistada Túnez, el Emperador dió libertad á 20.000 cautivos. ¡Magnífico momento aquel en que rotas sus cadenas y colmados de dones, oyeron, puestos de rodillas, de los augustos labios del vencedor, que estaban libres, y se derramaron por los cuatro ángulos de Europa cantando las alabanzas del nombre español!

No descuidaba el Emperador un punto las cosas de la guerra. Incompleto había quedado el triunfo, libre Barbarroja, y envió en su seguimiento á Adán Centurión, sobrino de Andrea Doria; mas encontrando ya apercibido al pirata, no se atrevió á acometerlo, y volvióse con no mucha honra; murmurado de todos. Sintióse vivamente el tío; acudió con 40 galeras; pero Barbarroja ya había hecho rumbo hacia Argel con las suyas. Tomóse ȧ Bona; y se dejó á Alvar Gómez Zagal en el gobierno; pero después, no creyendo fácil el conservarla, fué destruida.

El Emperador, celebrado el día de Santiago en Túnez, salió para Rhades, á fin de que volvieran los moradores que habían huido; y en 6 de Agosto entregó el Reino á Muley-Hacén, que se reconoció tributario, obligándose á mantener los 1.000 hombres que de guarnición quedaban en la Goleta; á pagar anualmente, el 25 de Julio, seis caballos y 12 halcones en reconocimiento del dominio, y otros varios capítulos acerca de favorecer á los Cristianos y oponerse á la piratería de los Berberiscos.

Firmados estos asientos, al despedirse cuentan que le dijo Carlos: «Yo gané este reino derramando la sangre de los míos; tú lo has de conservar ganando el corazón de los tuyos; no olvides los beneficios que has recibido, y trabaja por olvidar las injurias que te hayan hecho.»>

de los vencedores la crecida mortandad de Infieles, hemos de suponer como muy probable, el que se abultase por vanagloria. Roberston lo aumenta hasta 30.000, con 10.000 cautivos. Escritores españoles hay que afirman murieron en aquella jornada 60.000 personas, quedando 40.000 cautivas. No había tantas en Túnez. Mármol, de quien probablemente lo tomaron todos, dice: «que por los campos de Túnez se veían grandes montones de mujeres y de criaturas sofocadas y muertas de pura sed; tanto, que nos certificó el propio Rey de Túnez, que perecieron aquel día, huyendo en los campos, más de 70.000 ánimas, sin los muertos á hierro, y que los cautivos pasaron de 40.000. » Suponiendo cierto el relato del Rey, murieron de sed, buyendo por los campos, no á manos del ejército. Nosotros lo creemos imposible; porque si á estos 440.000 asfixiados y cautivos, se añaden los 40.000 muertos á hierro, los que se libraron de la Ciudad y los que se ampararon en los montes al saber la venida de la armada, y después, cuando se perdió la Goleta, resultaría Túnez con una población doble de la que le conceden los más exagerados cálculos.

CAPÍTULO X.

Embárcase el Emperador.-Hernando de Gonzaga emprende el sitio de Mehedia.-Barbarroja saquea á Mahón. -Pónese al frente de una armada turca.-Sitio de Susa.- Motin en la Goleta.-Combaten los Turcos el castillo de Oropesa, á Villajoyosa, Ibiza, Peñíscola y Gibraltar.-Captura de Dragut.-Toma Andrea Doria algunas poblaciones. -Tratos frustrados entre Barbarroja y el Emperador.—Publicase la jornada de Argel. -Desembarca el ejército.-Piérdese gran parte de la armada. -Acometen los Turcos al ejército.-Valor de Carlos V.-Determina levantar el sitio.-Oposición de Hernán-Cortés.-Mensaje de Doria.-Retirada á Metafuz.-Reembarco.

Destruidas las Torres de la Sal y del Agua, dejada una guarnición. de 1.000 hombres en la Goleta, según los conciertos con Muley-Hacén, y por Alcaide á D. Bernardino de Mendoza, la galera capitana zarpó el 17 de Agosto de 1535, con dirección á la ciudad de África ó Mehedia, que pensaba el Emperador tomar de paso, y para cuyo efecto había mandado adelantarse al Príncipe de Salerno con 30 bajeles: un recio temporal dispersó la escuadra, y obligó al César á refugiarse en Trápani. Desde allí dió órdenes á Hernando de Gonzaga y á Andrea Doria para que llevasen á efecto la empresa, quienes con 30 galeras y cinco navíos, en que iban 5.000 Españoles é Italianos, hicieron rumbo á Mehedia. Entraba el invierno y el tiempo se mostró contrario; detuviéronse en la isla Fabiana, mas luego recibieron cartas del Emperador en que les ordenaba alzar mano en aquel negocio, y tornasen á Sicilia, como lo hicieron.

Cuando, según hemos dicho, Centurión fué á combatir á Barbarroja, y no osó; conociéndole el miedo, pensó el corsario en perseguirlo; pero como muy astuto temió malograr la ocasión de salvarse en Argel, donde ocultó cuidadosamente los sucesos de Túnez, dando otro color á su arribo: fortalecida su escuadra con galeras de allí y de los Xerves, y al frente de 35, cayó sobre Mahón, y llevóse cautivas más de 800 personas; débil compensación del reino perdido. Con esta presa volvió á Argel, desde donde hizo camino en busca de Solimán, que guerreaba con los Persas, é incitóle á que dirigiese nuevamente sus armas contra el Emperador. Vencido de sus razones, Solimán le confió potentísima armada,

con la que, corriendo las riberas de Italia, tomó á Castilnovo, y derrotó á Andrea Doria, orgullo de los marinos cristianos.

Muley-Hacén al poco tiempo pidió auxilio al Emperador para echar de la plaza de Susa á los Turcos, que estaban apoderados de ella y de otros burgos de la costa. Encargóse la empresa al Virrey de Sicilia, y éste al Marqués de Terranova, que en 1537, con 14 galeras y cuatro naos, desembarcó 2.000 Españoles y Sicilianos, que reforzó el Rey de Túnez con 7.000 Alarbes y Moros. Mal colocada la artillería, apenas decentó los muros, y sin estar practicable la brecha, se mandó el asalto. Muertos el Maestre de Campo, D. Diego de Castilla, y Lope de Melo, Capitán de una galera sanjuanista, batieron retirada los asaltantes. Faltaban en el campo municiones, porque pensando ganar la ciudad de rebato, la provisión fué poca; con lo cual se reembarcaron los expedicionarios.

En 1538, desesperada de no recibir el sueldo, se amotinó tan resueltamente la guarnición de la Goleta, que pensó en entregarse á los Moros. Por fortuna acudió D. Bernardino de Mendoza, con las galeras, y pudo persuadirles que se embarcasen para Italia, con promesa de que les satisfaría los atrasos el Virrey de Sicilia, Hernando de Gonzaga, hermano del Marqués de Mantua.

Seguía, en tanto, cada vez más viva la guerra de los corsarios. El 7 de Junio de 1536, dos galeras, dos galeotas, dos fragatas y algunas fustas argelinas, fondearon en el Cabo de Oropesa, y combatieron el fuerte que acababa de construir D. Juan Cervellón. Acudió refuerzo de Castellón y pueblos circunvecinos; encastilláronse los Turcos en el fuerte viejo; fueron sitiados; pero sabedores los de la armada, desembarcan en número de 400, dispersan á los Cristianos, y, salvos sus compañeros, recobran las naves.

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Pocos días después, Zalé Arráez, famoso corsario argelino, surca las aguas de Villajoyosa con 34 buques, y el 29 de Julio toma tierra, y, escala vista, asalta la plaza; «pero como ningún entretenimiento sea de más gusto para los de aquella villa que el de las armas,» se defendieron valerosamente. También las mujeres, desde el adarve, con gruesos cantos, descalabraban á los Moros, que conociendo alarmada la tierra, se retiraron á toda prisa, cargados ya por algunas compañías de los Montañe. ses, que se iban agavillando.

Andaban á la vez los de Francia muy encrespados con el Emperador, y unidos á los Infieles, con gran escándalo de la Cristiandad. Para hacer el corso en compañía, pasaron 12 naves francesas de Marsella á Argel, y se juntaron con las de Barbarroja. A últimos de Setiembre desembarcan

en Ibiza 800 Franceses y Turcos, y acometen á la ciudad; mas salen los Ibicencos de espolonada por un portillo, y dan tan recio sobre los sitiadores, que los meten en grandisima confusión, hasta el punto de que, incendiado el arrabal, hubieron de acogerse á la flota.

Corre ésta las marinas de Cataluña y de Valencia; se acerca á Peñíscola, y los del castillo le dan rudo combate con la artillería, y maltrecha una nao de Franceses, pasa de largo.

El 10 de Setiembre de 1540, Caramán y Alí-Hamet cayeron de improviso sobre Gibraltar, llevando gran botín, y esclavos á muchos de sus moradores. D. Bernardino de Mendoza reune 14 galeras tripuladas con gentes de Sevilla y ruedos, que á la noticia habían salido contra los Berberiscos; topa con ellos en la isla de Arbolán; los derrota, y rescatada la presa, vuelve triunfador á España.

Entre los más audaces corsarios se contaba á Dragut Arráez, terror del Mediterráneo: un sobrino de Andrea Doria le apresó nueve galeras, de once que llevaba, y el mismo Dragut quedó prisionero. Creyendo Doria buena la ocasión de saquear las costas africanas, cae con D. García de Toledo sobre las de Túnez, y toman á Monaster, desamparado por los habitantes; á Mahometa y á Calibia, donde pasaron á cuchillo á los Moros de pelea, cautivando al resto; á los Sfacos y África, que abrió sus puertas, y á otros muchos pueblos que se entregaron voluntariamente; posesionándose de todos, en nombre de Muley-Hacén, su hijo Muley Bucar, que logró ser reconocido por los de Susa.

Deseaba el Emperador, sobre todo, quedar algun tanto desembarazado para habérselas con Francia, y antes quiso quebrantar el poder turco que la apoyaba. Con este objeto, desde algún tiempo que discurría en ganar al famoso Barbarroja, proponiéndole que abandonando el servicio del Sultán, se viniese al suyo. Fué al principio intermediario Dragut, á quien Doria, por orden del Emperador y á petición de Barbarroja, había concedido libertad. Llevóle cartas de Alonso de Alarcón, encargado de las negociaciones dirigidas por Andrea Doria y el Virrey de Sicilia Hernando de Gonzaga, con poderes y comisión del César. Ofrecíanle á Barbarroja las ciudades de Bona y Bugía; ayudarle á la conquista del reino de Tremecén; tenerle como amigo y aliado, con franca contratación entre sus vasallos y los Españoles, é influir para que los Caballeros de la Orden de San Juan le restituyesen á Trípoli. En cambio le exigían que al dejar el servicio del Sultán incendiase parte de la armada turca, y se llevase consigo á Berbería el resto.

En la misma ciudad de Constantinopla tuvieron secreta conferencia

Alarcón y Barbarroja: pretendía éste que se le reconociese como Rey de Túnez, y sin comprometerse á lo del incendio de la escuadra turca, ofrecía venir al servicio de S. M. con 50 ó 60 galeras, enviar á su hijo á la corte de España, limpiar el mar de corsarios y ayudar al Emperador en las guerras que tuviese con el Sultán, Francia ó Venecia. Insistía Alonso de Alarcón, siguiendo las instrucciones recibidas, en que había de destruir la armada turca, y negábase á lo de que se le hubiera de nombrar Rey de Túnez; porque colocado Muley-Hacén en el trono con el favor y ayuda del César, no podía privársele del reino, mientras cumpliese, como cumplía, las capitulaciones que se le habían impuesto 2.

Seguida la negociación por el Capitán Juan de Vergara, llegaron á sospechar los encargados del Emperador, que Barbarroja andaba en tratos dobles, entendiéndose con el Sultán; sospechas avivadas, porque sabiendo que éste había tenido, por medio del Capitán Antorio Rincón, hombre ruín, que siempre andaba de negocio con los Turcos; puntual aviso de cuanto en su daño tramaba Barbarroja; siguió dispensándole su confianza. Esto, ei haber casado en Constantinopla al hijo que había de enviar á España, y otros hechos, fueron motivo para que se rompiesen las pláticas que, de haberse llevado á buen término, hubieran influido poderosamente en los ulteriores destinos de la África berberisca.

En tanto que andaban estos manejos, Hasán-Agá, Gobernador de Argel 3, con una actividad prodigiosa, ejercitaba sus rapiñas contra los paises cristianos, de suerte que su nombre llegó á emular á los de Dragut y Barbarroja. De todas partes acudían al Emperador, haciéndole

1 La carta que en 4539 escribía el Rey de Túnez al Emperador pidiéndole auxilio para recobrar algunas plazas de su reino que estaban en poder de los Turcos, la encabeza Ilamándose Mahomad-al-Hacén.

2 «Pero estos señores (Doria y Gonzaga) me dicen que la principal cosa que conviene hacer es procurar que la palabra y promisión del Emperador, en manera ninguna se quebrante con amigos ni enemigos, por mal ni bien que pueda seguirse; porque S. M. ha tenido y tiene siempre por cosa muy principal el mantener su palabra, y no consentir que direte ni indirete se quebrante; y que hablar de dar á V. A. el reino de Túnez, por la orden que se ha platicado, no se podría hacer, si primero V. A. no mostrare razones bastantes y suficientes para que todo el mundo vea y sepa como el Rey de Túnez le ha faltado á lo que tiene capitulado y prometido; y que si el dicho Rey hubiese faltado á su promesa, el Emperador, en tal caso, no seria obligado á guardarlo ni defenderlo en el dicho su reino, ni á darle ningún favor ni ayuda, y podría libremente capitular con V. A.»-Carta de Alonso de Alarcón á Barbarroja de 21 de Setiembre de 1538, inserta por Lafuente en su Historia de España, parte 3.a, lib. I, cap. 24.

3 Renegado corso. Sandoval le llama Hasán. Lafuente, Patxot, Cavanilles y otros, Hascén y Hacén.

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