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Hamete-ben-Ajaín, principal de la tribu de los Ulet-Sayer, que tenía asentados sus aduares á 16 leguas de Orán, desde donde impedía á los Moros el contrato con la plaza, y que se rebeló de nuevo, apenas el Marqués había vuelto la espalda. Mas no era Flores Dávila hombre que dejase impunes la falta de fe y la rebelión. El 25 de Diciembre andando toda la noche, sorprendió sus aduares y cautivó á 26, siendo muertos cuantos quisieron resistirse. Los Moros de paz salieron al camino y dejando las lanzas tendidas en el suelo, le vitorearon por su triunfo. Otro igual consiguió en 1635 contra 120 aduares de Ben-Arajes.

Para que se comprenda el valor, la prudencia y la sagacidad necesaria en los Gobernadores, si habían de llevar á buen término las algaras; referiremos más detalladamente una de las que hizo el Marqués de Flores Dávila.

La tribu de Abra tenía sus aduares en los riscos más agrios de la sierra, y fiando en la fortaleza del sitio, se negaba á tomar seguro, hostilizaba á los Moros de paz, les impedían llevar víveres á la plaza y con entradas, cual si fuesen enemigos declarados, les saqueaba las haciendas.

El 27 de Noviembre de 1636, el Gobernador salió al anochecer de Orán con el mayor sigilo, caminó gran parte de la noche, se emboscó al día siguiente, siguió por la tarde su marcha, pasando el río Abra á la deshilada para no hacer ruído, avistando al amanecer los aduares. Los perros descubrieron á las tropas, y con sus ladridos alertan á los Moros, que se vieron asaltados por los Españoles casi al mismo tiempo. Escapan unos y alarman la tierra; otros, resisten. Cunde el movimiento y Flores Dávila, en vista de que engruesaban por instantes los defensores, hecha gran presa de esclavos, efectos y ganima 2, toca retirada. Cargan sobre él enjambres de Berberiscos, que con 2.000 peones y 600 caballos habían tomado el paso del río. Sereno Dávila, y siempre á retaguardia, rechaza sus acometidas, y mangas de arcabuceros desalojan á los que se oponen al vado. El enemigo, para desordenar á los Españoles, incendia los cañaverales que defendían el tránsito; Dávila entonces, prende fuego á los que protegían á los Moros, que al fin se ven forzados á dejar franco el camino. Aprovecha aquel la ocasión y vadea el río. Vencido tan peligroso obstáculo, llega á la plaza con 569 cautivos, hechos en

1 El 26 dice la Relación antes citada: debió ser en la noche del 25 al 26.

2 Así dice la Relación: probablemente será la palabra Ganima-Præda: rapina ovium genus.-Freycttung, Dicción árabe.

los aduares y pelea, muertos más de 1.000 Alárabes, y acrecentada la tropa con el botín 1.

Este movimiento y la salida que en 5 de Febrero de 1637 hizo contra las cabilas de los Ben-Arajes y Suetes que habían establecido campo á 16 leguas de la plaza, les convencieron de que ni la distancia, ni lo doblado de la tierra, ni el número, eran bastantes para no sufrir daños de Orán, y temiéndolo mayor, se sometieron por fin aquellas indómitas tribus hasta entonces independientes de España.

Los Gobernadores de Orán extendían su influencia de este modo, y á tal llegó el respeto con que se les miraba por los indígenas, que obedecían sus mandatos hasta 20 leguas á la redonda. Las tribus que se sometían y llamaban Moros de paz, estaban obligadas á tomar seguro 2, pagar la romía, según el número de tiendas de sus aduares, vender sus frutos á la plaza, ayudar á Orán si era sitiada por los Alárabes enemigos, y favorecer y conducir á ella á los renegados y cautivos que escapasen de manos de Infieles.

En cambio, los Gobernadores terciaban y componían amistosamente las diferencias que surjían entre los Moros de paz 3, les concedían moratorias por deudas y delitos 4 y les protegían contra sus adversarios, ayudándoles en sus guerras y tomando muchas veces á cargo suyo y como propias, las ofensas que se les inferían; de modo que aconteció sobradas veces, pelear los Españoles con los de Tremecén, en tanto que los Moros ofendidos, holgaban arma al brazo. A la menor alarma, recogían presurosamente el ganado en los ruedos de Orán, defendidos por el cañón de la plaza, y acudían al Gobernador para que los defendiese.

Todos los años, al son de cajas y trompetas, se prevenía á los Moros del campo que viniesen á tomar el seguro, sacar licencia de tiendas y pagar la romia, bajo pena al que no acudiese, de tenerle por Moro de guerra y tratarle como enemigo, cuyo bando fijaban en lengua arábiga en las puertas de la ciudad, y por bando igualmente se publicaba la declaración de guerra á alguna tribu, y la de los agravios que la motivaban 5.

4 Relación impresa en Madrid por Juan Sánchez Fernández, sin año de impresión, aunque del contexto se deduce lo fué en 1636.

2 Apéndice núm. 15.

3 Apéndice núm. 46.

Por orden original del Marqués de Flores Dávila, de 3 de Agosto de 1634, se mandó que no se reclamase durante tres meses contra los Moros, aunque fueran de guerra, por deuda ni delito que hubiesen cometido, si traían cebada, trigo ó ganado para abastecer la plaza.

5 Apéndice núm. 17.

En el mes de Junio, los Xeques, para sacar el seguro, se reunían en casa del Capitan general, que les obsequiaba con una comida y algún tabaco, cosa muy preciada por ellos. Allí concertaban la romía, una de las rentas con que se sustentaba Orán 2. Los Xeques, al pedir el seguro, marcaban el número de sus aduares, y por cada uno de ellos habían de llevar á los almacenes de la plaza, recibiendo su importe, el trigo, que al precio convenido, montaban cierto número de doblas. Repartían entre sus vasallos el temín, que satisfacían en cereales, según las tierras que cultivaba cada uno; siendo de cuenta de los Xeques la cobranza, por cuyo trabajo les abonaba el Gobernador un situado de 40 á 100 pesos, y además un real de á ocho por cada dobla recaudada, interesando así á los Xeques en que no se defraudase el tributo concertado con los Españoles.

Al mismo tiempo, para asegurarse de los de Tremecén, las cabezas de las parcialidades recibían de los Turcos el nombramiento de Xeques, obligándose á cobrar para ellos la garrama, que repartían entre las tribus; aunque cargando la mayor parte á las amigas de los Españoles, llegando el caso de que el Gobernador de Orán se ingeniase en arbitrar medios para que satisfaciesen el impuesto turco con el menor quebranto posible.

Cuando algunas tribus querían reducirse ó las reducidas se conmovían, canjeaban mútuos rehenes para tratar las condiciones y dar satisfacción á los agravios, bastando á menudo que el Gobernador enviase un guante, en fé de su palabra, para que los Xeques sin otra seguridad, se presentasen á pláticas en Orán.

Con el objeto de que las tribus independientes se sometiesen, los Gobernadores con frecuentes rebatos les destruían las haciendas y aduares, llevándose cautivas á las familias, respondiendo de la legalidad de sus actos administrativos, militares y políticos, en el juicio de residencia que les tomaba al fin de su cargo el Visitador Real, oyendo á los Moros agraviados 3. En la plaza, el Gobernador tenía derecho de vida muerte; la guarnición y los habitantes se hallaban sujetos á una severa disciplina. Bajo pena capital y perdimiento de bienes, habían de entregar previamente á los Intérpretes arábigos, que daban cuenta al Gobernador, todas las cartas que enviasen ó recibiesen de Berbería. Los Alcaides de las puertas de Tremecén y Canastel eran los encargados de regis

4 Apéndice núm. 18.

2 Apéndice núm. 19. 3 Apéndice núm. 20.

y

trar á cuantos entraban y salían: sólo se exceptuaba de esta inquisición, la correspondencia del Intérprete hebreo Yaho Za porta, por privilegio especial, que atendida su acendrada lealtad, se le concedió por cédula de 24 de Enero de 1626. Los artículos de consumo no podían venderse á mayor precio que el tasado por el Gobernador, y ni los vecinos ni los Moros de Ifre, comprar víveres fuera de Orán, de los Moros que la abastecían.

La dotación de la plaza era de 1.700 hombres, aunque en aquellos tiempos apenas llegó nunca á 1.300. Los cautivos no se rescataban ; el servicio de Mazalquivir servía de castigo para las faltas de disciplina; los mandos de los castillos de Orán, con habitación para las familias, se proveían en los Jefes más aventajados, sin nota y que hubieran servido por lo menos cuatro años, y de ellos dos, en el fuerte cuyo mando solicitaban. De las presas que se conseguían en los rebatos, á todos correspondía parte, y tantas se adjudicaban á algunos por privilegio ó por costumbre; que el derecho del soldado se cercenaba más de lo que la justicia y la razón de la guerra permitían 2.

4 En tiempo del Marqués de Velada hubo un rescate de cautivos á instancia del Obispo de Cirene: después pareció no ser conveniente para que los Turcos no examinasen la fortaleza con tal pretexto. En un memorial, sin fecha, que existe en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, proponía un Guillermo Garret, que se titula Capitán, «que en vez de redimir, se gastase el dinero en una escuadra de seis navíos, que guardasen las costas de Berberiscos.» Opúsose Fray Gabriel de la Asunción, General de la Orden de Descalzos de la Trinidad, fundándose principalmente en razones religiosas, que aconsejaban el rescate. 2 Apéndice núm. 21.

CAPÍTULO XXI.

Levantamiento de Cataluña.-Insurrección de Portugal.-Piérdense Mazaghán y Tánger, quedandó Ceuta por España.-Sitian á Orán, Turcos, Franceses y Portugueses.-Llega á Madrid un Embajador turco.-Rebélanse los Alárabes del campo de Orán.-Asalto á Ceuta. Sidy Gaylan se declara tributario de España.-Cesión de la plaza de Tánger á los Ingleses.-Trata Felipe IV de recobrarla.-Traición del Gobernador.-El Conde Peterborough se posesiona de la plaza.—Sidy Gaylan sorprende á los Ingleses.-Penuria de los presidios españoles.-Expedición del Duque de Beaufort.

Flaca y corrompida estaba la Monarquía Española, con mal gobierno y sin punto de reposo. En tal sazón, agraváronse sus males con el levantamiento de Cataluña, ocasionado por demasías del Conde-Duque, y sostenido por el carácter duro é inquieto de sus naturales.

Para apaciguarlo, desguarneciéronse las plazas portuguesas, con gran imprudencia ó con gran necesidad. Áspera cosa á quien se ha contemplado señor, obedecer al capricho ajeno: Portugal, que con su gloria había henchido al África y al Asia, no podía llevar resignadamente ser provincia de otro reino. El 1.° de Diciembre de 1640 se separó de Castilla, proclamando por Rey á D. Juan, Duque de Braganza 1. Separación fué esta, que si bien devolvió á Portugal su carácter de nación independiente, ha impedido con el de España, su futuro engrandecimiento. Portugal, como todas las naciones de escaso territorio, no puede ser, al menos de hecho; sino colonia de los grandes estados que ejercen en ella verdadero imperio, por más que se cubra con el nombre de protección; siervas á quienes la púrpura, antes parece parece escarnio que decoro.

Al separarse las dos Coronas, se hallaban Tánger, Céuta y Mazaghán, por un escrupuloso cumplimiento de los artículos de la incorporación 2, en manos de Generales portugueses. El Gobierno Español, con

4 Fueron alma de la conjuración, el Jurisconsulto Pinto Ribeiro, y la ambiciosa Doña Luisa Guzmán, hija del Duque de Medina Sidonia, que empujó y comprometió á su marido D. Juan, Duque de Braganza, á que prestase su nombre á los conjurados, con aquellas célebres frases: «Prefiero ser Reina una hora, que Duquesa toda mi vida.»

2 «Que lo mismo se entienda en todos los otros cargos y oficios (el ser proveidos en

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