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pitán de Guardias Españolas D. José Aramburu, secundado por el Marqués de Valdecañas, el Conde de Mahoni y otros, en que persiguieron á los sitiadores hasta el Serrallo, deshicieron trincheras, barracas, pozos y clavaron dos cañones, retirándose á la plaza después de siete horas de fuego, arruinados la mayor parte de los trabajos de sitio; y tan duramente castigados los Moros, que no osaron impedirles la retirada. Sangrienta, sin embargo, fué la acción, que costó á los Españoles 200 muertos ó heridos.

Seis años hacía ya de la marcha de Lede, y aún continuaba el pertinaz bloqueo, que sin comprometer su seguridad, era una perpetua amenaza contra Ceuta; hasta que en principios de Marzo de 1727, los naturales alzaron el campo, por la muerte de Muley Ismael, acaecida en Febrero, á los ochenta y cinco años de edad; quedando la plaza definitivamente libre de enemigos á los treinta y tres años de cerco.

Fué el Marroquí, Príncipe valeroso, pérfido y cruel; menos con los Misioneros, que protegía constantemente 1: ejerció un absoluto dominio sobre sus súbditos; porque era fiel representante de sus instintos, creencias y pasiones 2. Reunió bajo su imperio el de Fez y el de Marruecos, y sólo le faltó conquistar á Mazaghán y á Ceuta, para poder decir: «Africa es de los Africanos.>>

4 Tal fué el respeto que le merecieron los Misioneros franciscanos, que estando construyendo la alcazaba de Mequinez, y necesitando derribar algunas paredes del convento para la perfección de la obra, se lo propusieron así sus cortesanos; pero el Sultán contestó: «No permita Alláh que yo toque á ellas.» Así lo escribe el P. Castellanos.

Apéndice núm. 25.

2 Cánovas del Castillo, en sus Apuntes para la Historia de Marruecos, dice: «Lloróle entonces la mayoría del vulgo, no obstante su crueldad inaudita: así Nerón fué llorado por la plebe de Roma; y es que la tiranía iguala en vileza á los hombres, en todos los tiempos y en todos los climas.>>

CAPÍTULO II.

Felipe V decide la reconquista de Orán.-Combate en el monte del Santo.-Evacuan los Moros á Orán.-Se rinde Mazalquivir.-Sitia Mustafá á Orán. -Muerte del Gobernador Marqués de Santa Cruz de Marcenado. - Salida hecha por D. Bartolomé Ladrón.— Levantamiento del sitio.-Rota del Marqués de Villadarias.-Alí-Bajá se atregua con el Gobernador de Ceuta. --Es vencido y muerto por Muley-Abd-Alláh, Emperador de Fez. -Refúgianse sus partidarios en Ceuta.-Amistad entre los Ceuties y los Moros.

Sin grandes sucesos transcurrieron los años siguientes. España, dirigida por el Cardenal Julio Alberoni, había vuelto á recobrar su pujanza: la caída de este Ministro sagaz, osado y turbulento, y la enfermedad del Rey, atacado de una especie de tedio que le imposibilitaba para los trabajos de gabinete, la quebrantaron en su progresiva mejora. Cada día era mayor la repugnancia de Felipe á los negocios: solo de tarde en tarde, la idea de algún vasto proyecto le sacaba de aquella peligrosa atonía; pero llegó en el año de 1732 á un estado tal, que ni aun por este medio lograban sus más fieles servidores hacerle salir del marasmo en que se sumergía.

Se pensó entonces en recordarle el voto que había hecho de reconquistar á Orán, cuando le fuese posible, y la medicina surtió efecto prontísimo. Sacudió su inercia, pidió á la Santidad de Clemente XII el indulto, y facultado para gravar los bienes de los Eclesiásticos con la contribución de guerra contra Infieles, en Sevilla á 6 de Junio de 1732, nombró General de la empresa al Conde de Montemar 1, y con fecha del 18 2 se remitió á Madrid para su publicación el edicto en que se declaraba el propósito de reconquistar á Orán, cuando ya la armada había zarpado de Alicante el 15. ¡Con tanto secreto quiso llevarse la expedición! 3.

4 Se le concedió el título de Duque por la victoria de Bitonto contra Alemanes en 1754. 2 El Decreto se inserta en el Apéndice núm. X del tercer tomo de las Memorias políticas y militares, de D. Joseph Campo-Raso.

3 Asegura Patxot, que Felipe había reunido este ejército para hacer valer su derecho á los Ducados de Parma y Plasencia, vacantes por la muerte de D. Antonio Farnesio en 20 de Enero de 1731, creyendo encontraría oposición en el Emperador de Austria: pero que no habiendo sucedido así, para desmentir el objeto de levantar aquella armada, se proclamó

Componíase ésta de unos 22.000 hombres, con una escuadra á las órdenes del Teniente General D. Francisco Cornejo, de cerca de 500 velas 1. Mostróse el viento favorable; pero mudóse pronto y tuvieron que mantenerse las naves á la capa en el Cabo de Palos, por cinco días, y aunque mojaron en las aguas de Orán á poco; no hubo posibilidad del desembarco hasta el 29 de Junio en que, abonanzado el mar, dió orden el General para que se efectuase en el sitio llamado de las Aguadas, á legua y media al Poniente del Castillo de Mazalquivir.

Montaron las tropas 500 lanchas que adelantaron hacia la playa en líneas defendidas por los navíos y galeras que cubrían los flancos; mas todas las precauciones fueron sobradas, que los Moros no osaron resistir el empuje, y sólo partidas sueltas atalayaron, sin contrariar los movimientos de las tropas.

No oponiendo los Moros resistencia, saltaron á tierra los Españoles con los Generales, Marqueses de Villadarias y Santa Cruz de Marcenado, los Condes de Marcillac y Suveguén, y Mariscales de Campo, Condes de Maceda y de Cecil, Marqués de la Mina y D. Alejandro de la Motthe, formando en filas paralelas hasta componer un cuadrilongo, defendido en las alas y frente con caballos de frisa.

Aparecieron entonces algunos pelotones de Alarbes, que se adelantaron, escopeteando á los que habían desembarcado, haciéndoles espalda el grueso de ellos, que sería de unos 10 ó 12.000 hombres, guarecidos en las fragosidades de la sierra.

Ahuyentados por algunos piquetes de los regimientos, se replegaron

la empresa de Orán. Como opinión común de los politicos, consigna D. Joseph de CampoRaso que se hicieron los armamentos con tal propósito. Creemos que la jornada de Orán no se hizo para desmentir el objeto del armamento, sino para utilizar éste, ya que era inútil en Italia. En 1732 no tenía ya necesidad Felipe V de disimulo en aquella materia, que anduvo en vías diplomáticas todo el año anterior; además, harto declarada estaba su intención de sostener los derechos con las armas, al enviar á Italia desde Barcelona, el 17 de Octubre de 1731, una escuadra de 25 navios y 7 galeras con 43.000 hombres de desembarco. 4 En la Historia de Argel, de Mr. Laugier de Tassi, se añade una Relación que parece escrita por el ilustrador de la obra D. Antonio de Clariana, en que se afirma, que la expedición constaba de 26.000 hombres de desembarco, 108 cañones y 60 morteros, en una armada de cerca de 500 velas; entre ellas 109 navíos y 50 frayatas. En otra Relación que se halla en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, se consigna, que las embarcaciones de transporte eran 500 y 53 los buques de guerra. En las Memorias políticas y militares de D. Joseph de Campo-Raso, sólo se dice, que la armada iba custodiada por 42 navios de guerra, 7 galeras, 2 bombardas y gran número de jabeques ó galeotes armados, y que la artillería destinada para la expedición, eran 140 cañones y 60 morteros. Esto nos parece lo cierto.

los Moros con el objeto de defender una fuente, única que había en los contornos; lo que impidió Montemar lanzando contra ellos 16 compañías de granaderos, á las órdenes del Mariscal de Campo Don Lucas Patiño, y 400 caballos á las del Marqués de la Mina.

No quiso Montemar exponer la subsistencia del ejercito á la inconstancia de los vientos, allí tan variables, y el 30 mandó que al pié del Monte del Santo, se construyese un reducto, donde se custodiasen víveres, municiones y pertrechos.

Durante la ejecución, iban cubriéndose las montañas de Alarbes, reforzados por 2.000 Turcos de la guarnición de Mazalquivir, y adelantándose algunos pelotones, trabaron una fuerte escaramuza con las guerrillas españolas, que hubieron de retroceder. Para protegerlas, el Conde de Marcillac mandó una arremetida á 50 Dragones, y en la carga cayó muerto el Capitán D. Manuel Aparicio que los mandaba. Por momentos engruesaba el número de los Moros. Tomó Marcillac á punto de honra el rechazarlos, y, para continuar el ataque, hizo que le llevasen cuatro granaderos sobre sus hombros; porque lo áspero de la cuesta le impedía vencerla á caballo, y su obesidad y achaques el ganarla á pié.

Por socorrerle se hizo la acción general. Montemar dispuso que una columna flanquease la derecha del enemigo, mientras que por el centro Ꭹ la izquierda subía él de frente á ocupar el monte de los Galápagos, como lo logró con leves pérdidas; pero con tanta sed y fatiga del ejército, que le fué imposible pasar adelante.

Tres horas mantenían la pelea los granaderos de Marcillac, reforzados con cuatro batallones de Guardias Walonas, que acudieron con el Marqués de Villadarias, sin que pudiesen ganar la posición enemiga. Defendido el paso por un peinado barrancal, sosteníanse los Alarbes sin ceder un punto; hasta que, temiendo ser envueltos por su derecha, lo abandonaron, encumbrándose en las montañas vecinas, de las que succesivamente los desalojó Marcillac. Peleaban, no obstante, con arrojado valor, cuando al ver á la columna de la Motthe dueña de la cumbre del Monte del Santo, que domina á Mazalquivir; cesaron en la resistencia. Los 2.000 Turcos que habían salido de la plaza en auxilio de los combatientes, no pudieron entrar por haberse interpuesto la Motthe, y 90 que quedaban, resto de la guarnición, temerosos del asalto, capitularon, pasando libres á Mostagán.

Reparábase el ejército para seguir su conquista, cuando el 1. de Julio recibió Montemar aviso del Cónsul francés de Orán, de que los Moros habían evacuado la plaza. En efecto, el Rey, aquella misma noche,

con su guardia y 200 camellos cargados de riqueza, se había puesto en salvo. Montemar, al frente de sus tropas, se posesionó de Orán á seguida. No era, sin duda, el ánimo de los Oraníes ceder sin resistencia, á juzgar por los preparativos: 138 cañones, los 87 de bronce, 7 morteros, y gran cantidad de víveres y pertrechos se encontraron en la plaza, y tan arrebatada fué su huída, que dejaron entre los castillos de San Felipe y San Andrés, 12 cañones con sus afustes y avantrenes, y en el puerto una galeota y cinco bergantines con que pirateaban por aquellos mares. Si no mienten las relaciones de la batalla, la reconquista de Orán sólo costó 38 muertos y 150 heridos; número inverosímil, si se atiende á que sólo en la escaramuza del 29, murieron personas muy principales, y en la del 30 pelearon los Españoles con 22.000 Alárabes y 2.000 Turcos en posiciones formidables, que defendieron con valentía; pero así se publicó, y si nos asisten razones para dudar, carecemos de datos para negarlo.

Consagradas las mezquitas y dadas las disposiciones generales para la seguridad de la plaza, envió el Conde al Marqués de la Mina á dar cuenta del resultado, y en Sevilla á 8 de Julio fué recibido por los Reyes. Grande fué el júbilo con que oyeron la noticia, convirtiéndose en acciones de gracias las rogativas por el feliz suceso de la expedición 2.

Repuestos los Oraníes 3 del pánico que les había impulsado al cobarde

4 Apéndice núm. 26.

2 Celebróse mucho en España la toma de Orán, y en Madrid se hicieron grandes fiestas, de las que conservó el recuerdo un romance popular de la época.

Por seis días se publican
Generales luminarias,
Y el pueblo ofreció gustoso
Generales mogigangas:

Pues salieron varias tropas
De soldadescas mezcladas
Entre Moros y Cristianos,
Que con los bailes mostraban
En repetidas peleas

Que á los Moros sujetaban.....

Con fuegos artificiales

Las tres noches celebradas....

Por toda la villa tiros ....

En voladores cohetes

Los corazones volaban

Y el sábado día doce

En las Señoras Descalzas,
En tres árboles de fuego
Dieron la lucida salva
A la aurora más preciosa,

La perla más soberana.

El Conde de Montemar fué agraciado con el collar del Toison, é igualmente D. José Pa

tiño, á cuya iniciativa se debió el que se emprendiese la reconquista.

3

Entre los Españoles se le conocía con el nombre del Rey Bigotillos.

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