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rial convendría en la paz por mar y tierra. Acompañó el discurso con algunos regalos y esperanzas de otros mayores, si se convenía en el tratado. Oyóle benigno el Emperador, y para iniciar las negociaciones, nombró á Sidy-Ahmed-el-Gacel, acompañado del Padre Girón, quienes hicieron su entrada en Madrid el 11 de Julio. Mandó el Rey se tratase al Embajador espléndidamente, y se le señaló para residencia el Buen Retiro, un situado de 800 reales diarios, cuatro caballos de montar y coche para su servicio.

Estaba la corte de jornada en San Ildefonso, y por la muerte de la Reina madre no pudo ser recibido el-Gacel hasta el 21 de Julio, en que aliviado el luto, fué introducido ante el Rey y los Príncipes, visitando á los Infantes al siguiente día.

Tras detenidas conferencias con el Marqués de Grimaldi y habiéndose dado largas sobre la devolución de la librería del Rey Cidán, que reclamó con empeño repetidas veces, el 26 de Septiembre se fijaron los puntos que había de abrazar el convenio.

Para su aprobación y para ratificarlo solemnemente, se nombró por Embajador al célebre marino D. Jorge Juan 1, con instrucciones firmadas por el Rey en 30 de Diciembre de 1776.

Se reducían á asentar paz perpetua con el Emperador; ultimar un tratado de comercio y cambio de géneros y frutos; procurar que se señalara algún punto donde establecer una factoría; que se ensanchase el radio de los presidios, y conseguir un establecimiento en las costas de África, señalándose una zona neutral en que no pudieran hostilizarse los Españoles y los súbditos de las Regencias berberiscas; devolución de los desertores, y libertad de todos los que naufragasen en las costas de Marruecos. Encargábasele también mucho, celase todas estas cosas de los Ingleses, fomentara la aversión que les tenía Sidy Mohammet, y se procurase un plano de la plaza de Moghador.

4 Tenía á la sazón D. Jorge Juan 33 años, y era Jefe de escuadra. Como Sub-Brigadier de Guardias Marinas había sido uno de los expedicionarios de Orán. A los 24 años fué nombrado con D. Antonio Ulloa, también Guardia Marina, para unirse á la expedición francesa que marchaba á la América Meridional, con el objeto de medir grados debajo del Ecuador, donde permaneció once años; hasta que en el de 1746 volvió á Europa. Ascendido á Capitán de navío, le confirieron una comisión secreta para Londres. A sus gestiones é influencia se deben los Arsenales de Cartagena y el Ferrol y el Observatorio de Cádiz, donde vivía cuando se le nombró Embajador de Marruecos, el 10 de Noviembre de 1766. Concluído el Tratado de 4767, se le confirmó en Mayo de 4770 la Dirección del Seminario de Nobles. Al saber el nombramiento, aludiendo á sus viajes á América y Marruecos y á haber estado al frente de las Guardias Marinas, dijo con mucha gracia: «Está visto que estoy destinado á tratar siempre ó con salvajes ó con chiquillos.»>

Las mismas instrucciones se dieron al P. Girón, que acompañó á el-Gacel hasta Cádiz, donde ya estaba D. Jorge Juan, con su Secretario D. Tomás Bremond y el Intérprete D. Francisco Pacheco. Antes de emprender la jornada, el Embajador hizo presente á Grimaldi la escasa utilidad y difícil conservación del establecimiento en la costa de África, para fomentar la pesca de Canarias; pero insistiendo el Ministro, el 14 de Febrero de 1767 zarparon para Tetuán, punto designado por el Emperador, los jabeques de guerra Gaviota y Cuervo, con algunos buques mercantes, llevando al personal de la embajada, cuatro músicas y más de 200 esclavos, á quienes se había concedido la libertad. El viento contrario les hizo recalar en Cádiz, hasta el 19 de Febrero en que, abonan zando el tiempo, salió la escuadrilla, que en la mañana del 20 dió fondo en la rada de Tetuán, y desembarcó el 21 entre las salvas de los buques, contestadas por los tres cañones que artillaban la Torre cuadrada, defen sa de la boca del río Guad-el-Jelú.

Con gran aparato y no menores demostraciones de júbilo fué recibido el Embajador, que emprendió su marcha á Marruecos, escoltado por fuerzas del ejército regular, cuyos ginetes; cuando el terreno y la lluvia no lo vedaban; corrían la pólvora para distraer lo enojoso del camino, que duró hasta el 9 de Marzo, en que fué aposentado á un cuarto de legua de Marruecos, en un jardín perteneciente á la Corona.

El 10 de Marzo fué el-Gacel á buscar á D. Jorge Juan, de parte del Emperador, que encargó también á Muley Dris, su primo hermano, le manifestase, que aun cuando el Rey de España le hubiera llenado el reino de oro y diamantes, no lo habría tenido en tanta estima, como el haberle devuelto los cautivos.

El 16 fué la recepción: con encarecidas palabras manifestó Sidy Mohammet su afecto al buen Rey Carlos, añadiendo que tuviese por concedido cuanto solicitase. A pesar de las palabras del Emperador, el-Gacel, que había de concluir el tratado, opuso tenaz resistencia al establecimiento para la pesca en la costa oriental de África; porque el Emperador no consentiría que se fortificase punto alguno en su territorio: resistió también la exención de derechos de entrada y salida de los buques en los puertos; alegando que las otras naciones la reclamarían para sus naturales, y no menos difícil encontraba el señalamiento de la zona marítima neutral; temiendo que los Argelinos no la respetasen. Accedió gustoso á que pudieran abastecerse los presidios españoles en Africa, cuando fuera necesario; quedando acordes en que la extensión del campo neutral se determinaría por Comisarios especiales; aunque esto lo impugna

ban los Talbes ó altos dignatarios religiosos, que insistían en que respecto al radio de las plazas, nada se innovase.

Aflojando en unos puntos, insistiendo en otros, llegóse á un común acuerdo, firmando D. Jorge Juan el 28 de Mayo de 1767, en nombre del Rey Carlos III, el Tratado de paz con Sidy Mahomet-ben-Abdalá-ben-Ismael, Rey de Fez, Mequínez, Algarbe, Sus, Tafilete y Draa.

Acordóse paz firme y perpetua por mar y tierra, debiendo ejecutarse la navegación por ambas naciones con los pasaportes correspondientes, dispuestos de suerte que, para su inteligencia, no fuera necesario saber leer, y declarándose el comercio libre entre Españoles y Marroquíes, aun en lo interior de ambos reinos: podía S. M. Católica establecer en Marruecos un Cónsul general, y Vicecónsules en los puertos que conviniera, á fin de que procurasen por los individuos de su nación, les distribuyesen la justicia correspondiente, dieran pasaportes á las embarcaciones 2, y entendieran en todos los negocios civiles y criminales de los Españoles. No podrían pescar sin licencia; pero de Santa Cruz al Norte, S. M. Imperial concedía á Canarios y Españoles la pesca; sin permitir su ejercicio á ninguna nación en ninguna otra parte de la costa, que había de quedar enteramente por aquéllos 3: habían de entregarse mutuamente los desertores; pero los Cristianos y los Renegados que se refugiasen en los presidios ó en los buques de guerra que fondearan en los puertos de Marruecos, quedarían libres; lo mismo que los Mahometanos y los Renegados que se refugiasen á los buques de guerra mahometanos, que estuviesen en los puertos de S. M. Católica.

Negóse Sidy Mohammet á conceder ensanches al radio de los cuatro presidios españoles, y á entrar en negociaciones sobre el establecimiento que Carlos III pretendía fundar al Sur del Río Non; porque no le era posible responder de los accidentes y desgracias que sucedieran, á causa de no llegar allá sus dominios y ser la gente que habita el país, errante y feroz, que siempre había ofendido y aprisionado á los Canarios.

que

Llevado á término feliz su empeño, y convencido D. Jorge Juan de no recabaría mayores ventajas, que procuró hasta última hora; dejando de Cónsul en Larache, á D. Tomás Bremond; de Vicecónsul en Tetuán, al Griego D. Jorge Patisiati, y en Tánger, á D Francisco Pacheco; se embarcó en el navío Triunfante, llegando á Cádiz el 27 de Agosto de 1767 .

4 Artic. 2.°

2 Artic. 7.o

3 Artic. 18.

4 Apéndice núm. 27.

CAPÍTULO IV.

Declara Carlos III la guerra al Emperador de Marruecos.-Sitio del Peñón y Melilla.-Tratado de paz de 1780.-Expedición contra Argel y rota de los Españoles.

Pronto se arrepintió el Emperador de Marruecos de las concesiones. hechas á España al reconocer su legítima dominación en las plazas de la costa septentrional; mas no quería llegar á trances de absoluto rompimiento. Con el deseo de conciliar propósitos tan contrarios, en 19 de Septiembre de 1774, escribió á Carlos III una carta y después publicó un manifiesto en que; tratando de demostrar, contra la letra del Tratado de 1767 y contra el texto de las negociaciones que le produjeron; que la paz se había limitado á la marítima; declaraba no hallarse en ánimo de sufrir por más tiempo establecimientos cristianos en las costas, y que de acuerdo con los Argelinos los atacaría; sin que por ello se entendiese quebrantada la alianza entre ambas naciones, ni por tal motivo cesase la paz ni se interrumpiese el tráfico entre los dos estados. A pretensión tan singular, contestó el Gobierno español en 23 de Octubre de 1774, con una declaración de guerra.

Los Marroquíes tomaron la ofensiva, y en los primeros días de Diciembre, un cuerpo numeroso atacó al Peñón, y desde la cumbre del Mampuesto arrojó gran cantidad de bombas; pero el Gobernador D. Florencio Moreno resistió valientemente.

El 9 se presentó el Emperador delante de Melilla con 13.000 hombres é intimó la rendición á la plaza. Desprecióla el Gobernador, Mariscal de Campo D. Juan Sherlok, y los sitiadores comenzaron el bombardeo y los trabajos de zapa. Dos navíos, con seis fragatas y nueve jabeques que componían nuestra armada, impidieron que por el Estrecho viniesen artillería de batir y municiones, que con impaciencia esperaba de Inglaterra el sitiador;. logrando además la fragata Santa Lucía, que mandaba el Jefe de escuadra D. Francisco Hidalgo Cisneros, desembarcar en Melilla abundante provisión; con lo cual, consumidas 9.000 bombas por los Marroquíes, rechazados en los dos asaltos del 12 y 13 de Febrero de 1775, con baja de más de 8.000 hombres y sin esperanza de

reconquistar la ciudad; levantaron el sitio, que costó á Melilla 94 muertos y cerca de 600 heridos 1.

Inmediatamente hizo Sidy Mohammet proposiciones de paz al Gobernador, quien no creyéndose autorizado para admitirlas, lo remitió todo á la Majestad de Carlos III, que por medio del Marqués de Grimaldi, contestó al enviado Sidy Hamet-el-Gacel; que no escucharía tratos de avenencia, mientras no se dieran eficaces garantías para lo futuro. Excusó la conducta del Emperador, si bien á la postre hubo de confesar que S. M. Sherifiana era la que había infringido el tratado.

Acordes por fin, en 30 de Mayo de 1780, se firmó otro en Aranjuez por el Conde de Florida Blanca y el Excmo. Señor, Mohamet-ben-Otomán; ajustando la paz, y estipulándose ventajas comerciales en perjuicio de los Ingleses, con quienes España se hallaba entonces en hostilidad abierta. Propuso asimismo el Embajador marroquí, que en razón á que los comerciantes de Fez, que por lo común traficaban en Oriente, tenían que cambiar la moneda de plata por oro, porque allá la plata perdía; se les permitiese enviar todos los años dos comerciantes á Cádiz, para cambiar plata, por el oro que necesitasen. Otorgóselo Florida Blanca, siempre que abundase el oro, que entonces era muy escaso; pagando por su extracción los derechos que pagase la nación más favorecida. En cambio, permitía el Marroquí, que los Cónsules, Vicecónsules y comerciantes españoles pudieran construir casas y enajenarlas á voluntad en el territorio del reino 2.

Durante estos sucesos, iba madurando el Rey de España el propósito de dirigir todas sus fuerzas contra los Argelinos que pirateaban nuestros mares, pillando cruelmente las riberas.

4 Aseguran algunos, que los asaltos determinados por el Sultán los días 12 y 43 de Febrero, no llegaron á darse, en vista del parecer del Consejo de guerra tenido ante el Emperador la vispera de efectuarlos.

2 Una advertencia se hace en el tratado, que puede estimarse lección provechosa para los Plenipotenciarios de Reyes Católicos. «Hemos recibido la carta de V. M. (decía el Emperador en las instrucciones dadas à su Embajador, y que sirvieron de base para el convenio) y nos hemos enterado de su contenido con gran complacencia. Viendo la traducción elegante de un intérprete, hemos quedado en duda si éste es mahometano ó cristiano. Si es mahometano, debía empezar la carta de este modo: Alabanza á Dios solo y á nuestro Señor, Apóstol de Dios, último Profeta. Y si es cristiano, debía empezar así: Alabanza á Dios y la paz á nuestro Señor Jesucristo, hijo de María, Apóstol y palabra de Dios. Y no habiéndolo hecho dicho intérprete, hemos dudado de su religión.»>

Florida Blanca hubo de contestar: «El traductor es cristiano y se ha arreglado al estilo que aquí se observa, dando á Dios la alabanza en nuestras oraciones, con que nos preparamos para todas las obras que hacemos.>>

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