Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO II.

Los Califas Ommíadas ú Omeyas.-Los Abásidas.-Los Omeyas Cordobeses.-Los Edrisitas y los Aghlabitas.-Los Fatimitas.-Rebelión de Muza.-Protectorado de los Ommíadas en el Mogreb.-Toman á Túnez.-Guerras entre los Fatimitas y los Ommiadas.-Tratado de paz.-Al-Hassán el Edrisita, Emir de Fez.-Se rebela y es vencido.-Los Fatimitas establecen el califato del Cairo.-Vuelve à rebelarse Al-Hassán.-Se entrega y es decapitado.-Fin de la dinastía de los Edrisitas.-Comienzo y fin de la de los Zeyritas.

Las vicisitudes de nuestras posesiones africanas no han de estudiarse aún en la historia patria: un puñado de héroes sostenían en Asturias la nacionalidad ibera. Los Árabes, raudal irresistible, habían inundado las Españas transfretana y peninsular, y suyos Tingis, Septa, Ghezira, Tarifa y Ghebal Tharic cruzaban el Estrecho nuevas expediciones.

En nombre de los Califas de Damasco, sus Gobernadores regían el África. Corría el año 740 del Señor, cuando los Bereberes, publicando agravios, alzáronse contra sus dominadores: el espíritu religioso coadyuvó á sostener el político y á reanimar el amor á la independencia.

Mohavia, afortunado usurpador, fué siempre para el pueblo, ilegítimo Califa, y los hijos y descendientes de Alí, perseguidos unos, muertos otros, vencidos todos; con periódicas insurrecciones protestaban contra la fuerza entronizada.

Por fin, en el año 754 la dinastía de los Omeyas ú Ommíadas, que reinaba en Asia, fué volcada por la de los Abásidas, descendientes de Abas, tío de Mahoma y uno de sus mejores Generales. Triunfantes los Abásidas por la muerte del Califa Merván II, trataron, según costumbre, de extinguir la estirpe vencida. En Damasco, entre los brindis y la alegría de un banquete, fueron asesinados todos los miembros de esta familia; sólo el príncipe Abderrahmán pudo librarse en los desiertos de Tahart. Allí supo que en España aumentaban de día en día los descontentos; envió emisarios que explorasen los ánimos, y encontrándolos en sazón; con algunos parciales desembarcó en Almuñécar en el año 755. Se declaran por él muchos, y Sevilla le reconoce como Señor: el Gobernador abásida Yuseph sale en contra suya, el Guadalquivir los

separa; vadéalo Abderrahmán y derrota á su enemigo. Ábrele las puertas Córdoba, donde establece su córte, y se proclama independiente de los Árabes africanos y Califa supremo, desconociendo la supremacía de los de Bagdad. Rebélanse algunos, y afirma su dominio con las armas; protege las artes y las ciencias; «organiza y pelea; administra y reina ',» y la dinastía Omeya, proscrita en Asia, brilla con nuevo esplendor entre los Árabes españoles.

En África mientras, Mohammed Edris, descendiente de Alí, creyendo favorable la mudanza de dinastía para hacer valer sus legítimos derechos, sale á campaña con sus partidarios. Abú- Giafar-Almanzor, segundo Califa abásida, lo vence, y pasea su cabeza por las ciudades rebeladas, mudas de terror. De la batalla de Medina escapó un hermano del infeliz Mohammed, que succesivamente se refugió en Cairován, en Tremecén, en Tánger, y tras largas aventuras se le proclamó Rey en el año 778, muriendo envenenado por arte de su enemigo el Califa HarunAr-Raxid, quinto de los Abásidas.

Juran los Fecíes á Edris segundo, Príncipe magnánimo, fundador de la ciudad y del califato de Fez, y venerado por los Bereberes todavía. Así tuvo comienzo la dinastía de los Edrisitas que, tras cruelísimas guerras, se apoderó de todo el Mogreb, hasta el reinado de Yahya III, Príncipe literato y más dado á los ocios de la paz, que á las fatigas de la guerra; quien para contrabalancear el poder de los Califas de Bagdad, se alió estrechamente con el de Córdoba Al-hakén.

En tanto, en el Este del Imperio se levantaba Ibrahim-ben-Aghlab. Los Xeques de Marruecos eran de hecho independientes de los Califas orientales; Ibrahim proclama la independencia de derecho, y erigió, á imitación del de Córdoba, el Califato de Cairován, sometiendo á toda el África occidental, quedando á su muerte entronizada la dinastía Aghlabita.

Pero no duró largo tiempo la tranquilidad de estos reinos. La tribu Beni-Mequineza se subleva en Fez, en Tremecén otras; pónese al frente un Morabito, y los Edrisitas tienen que cederle aquella ciudad para pelear con los Beni-Mequineza, á quienes no pueden vencer. Fez queda desgarrado; Tremecén forma un Reino independiente; los Beni-Mequineza constituyen otro en Sidda, cuyo nombre cambian en el de Mequinez, en honra del apellido de su tribu.

Al mismo tiempo un aventurero llamado Obeydalla ó Ali-Mahadí, verdadero ó supuesto descendiente de Fátima, la hija del Profeta, apa

4 Cabanilles: Historia de España.

rece en el África oriental, junta prosélitos, y derrota á los Aghlabitas; mientras su General, Muza-ben-Alí-Afiya vence á los Edrisitas, apoderándose del reino de Fez y luego de la capital.

Aún se mantenía la costa mediterránea á la devoción de los Edrisitas; pero Muza con su ejército, en breve tiempo, hace suyas las plazas de Arcilla y Tánger.

Sometido completamente el reino de Fez, creyóse Muza por un momento con fuerzas bastantes para erigirse en Soberano; mas temiendo luego no poder resistir á Meysur, General fatimita, enviado contra él; rehuye su encuentro, internándose en las provincias meridionales, donde perdió la vida á manos de los indígenas.

Divididos los Fatimitas, los Edrisitas á las órdenes de Al-Kassim, abren la campaña, reconquistan en breve el reino entero, á excepción de la capital, que permaneció obediente á la nueva dinastía.

Muere Al-Kassim y deja la corona á su hijo Abul-Ayx; sus enemigos se rehacen, le asedian por todas partes; acude al Califa de Córdoba, ofreciéndole tributo si le sostenía en el trono de sus mayores. El que fundó Abderrhamán I, había sido ocupado succesivamente por Hixem en 788, por Al-Hakén en 795; por Abderrhamán II en 822; por Mahomat en 852; por Al-Munda en 886; por Abdala en 888, y por el magnífico Abderrhamán III, Anasir Ledinala (defensor de la ley de Dios) que había elevado el califato de Córdoba al apogeo de su esplendor y grandeza, en 911 á 912.

Desde el principio observaba Abderrhamán á los Fatimitas con recelo; mayor, cuando les vió extenderse progresivamente por toda el África, y penetrar por fin en el Mogreb. El título de Emir-el-Mumenin (el Miramamolin) ó Jefe de los creyentes que usaba y que se apropiaba tambien el Califa fatimita, convirtió su recelo en odio manifiesto.

Innecesario es encarecer con qué satisfacción acogió la demanda del Edrisita; pero prudente ó ambicioso, exigió que le entregase á Ceuta y á Tánger; y negándose Abul-Ayx, declaróle la guerra, y envió un ejército que puso en trances al desgraciado Rey, de entregar las plazas exigidas. Abderrhamán, sin embargo, siguió apoderándose del reino de su aliado, so color de conservárselo contra los Fatimitas, á los que venció en diferentes encuentros, expulsándolos por fin del reino de Fez. AbulAyx, sin fuerzas para romper el yugo, y sin resignación para sufrirlo, pidió á Abderrhamán licencia para pelear contra los Cristianos de España, donde murió á poco tiempo en una algara.

Quedaron, pues, frente á frente el Califa español y el Califa africa

no. Organiza éste una flota numerosa, y aliado con los Sarracenos de Sicilia, bloquea todos los puertos españoles. Abderrhamán reune sus fuerzas para reprimir la insolencia de los Fatimitas, y nombra General de una poderosa armada al Haghib Ahmed-ben-Said.

Desembarca en Orán, conquista los pueblos de la costa y sitia á Túnez. Los Zenetes, tribus feroces, se unen á los invasores, derrotan en repetidos encuentros á los Fatimitas, que se guarecen tras los muros de Cairován; mientras Túnez se entrega á discreción y es saqueada. Tanta presa hubo, que todos los soldados quedaron ricos, y los presentes de Ahmed al Califa fueron de tal valor, que sobrepuja á la fábula lo que las historias relatan.

Los Fatimitas esperaron pacientemente ocasión propicia de desquitarse. En el momento en que Abderrhamán disminuyó su ejército de África para atender á las necesidades de España; Moez-ben-Ismail, cuarto Califa fatimita', envia á su General Gehvar ó Djeverel el Rumí con 20.000 caballos á que se apodere del Mogreb.

El Valí de Abderrhamán Yalí-ben- Mohamad-al-Yefruní, con las pocas fuerzas españolas que le quedaban y las tribus Zenetas y Masamudas, le presenta batalla, y junto á Tremecén es derrotado y muerto. Gehvar toma á Sigilmesa, después en el 960 á Fez, y por último se apodera de todo el Mogreb cordobés, excepto Tánger, Ceuta y Tre

mecén.

Grandemente despechado el Emir-el-Mumenin Abderrhamán, con el revés sufrido, envía nuevas tropas que recobran á Fez por asalto; el Mogreb se somete de nuevo á su yugo, y por un tratado reune al califato de Córdoba el de Fez, y reconoce en los Fatimitas el de Cai

rován.

Lleno de años y gloria muere Abderrhamán y succédele su hijo AlHakén II, que encarga el gobierno del Mogreb á Al-Hassán, único descendiente de los Edrisitas despojados por su padre. En 968 se rebela Balkín-ben-Zeirí, Xeque de los Zanayas. Acude Al-Hassán á apaciguar la rebelión y es derrotado 2; pero hombre astuto y prudente el Zeirí, comprendió, que á pesar de aquel triunfo casual, no podía luchar contra la potencia de los Califas cordobeses. Trató, pues, de lograr con artes y aliados lo que no podía solo y á fuerza abierta; y como no se le ocultaba

4 Moad-ben-Ismail, le llaman algunos.

2 Lafuente escribe que, Balkin-Ben-Zeiri, era General del Califa fatimita Moad-benIsmail.

que Al-Hassán, de la estirpe de los Califas de Fez, con trabajo se resignaría á ser un lugarteniente del de Córdoba; al propio tiempo que halagó su ambición, le ofreció su apoyo; en términos que, seducido el vencedor, enarboló el estandarte de independencia, traicionando la confianza é ingrato á los beneficios de Al-Hakén.

Envía éste á Ghiafar con nuevas tropas, que triunfan de los insurrectos; pero los Zenetes se pasan, y abandonado de las tropas, tiene que volver á Andalucía sin ejército.

Al-Hakén manda á uno de sus mejores Generales, Mohamed-benAlkassim, atácale Al-Hassán y es derrotado y muerto el Cordobés. Triunfan los Edrisitas, todas las ciudades les abren sus puertas, menos Tánger y Ceuta, cuya fidelidad al Califa es inquebrantable.

Al-Hakén encarga nueva expedición al astuto Al-Galib, quien da treguas á la espada y combate con el oro. Comprados la mayor parte de los Xeques edrisitas, derrota al resto; huye Balkín-ben-Zeirí al desierto; refúgiase Al-Hassán en la Peña de las Águilas; capitula, y es llevado á Córdoba, donde el generoso Al-Hakén le trata como huésped, no como prisionero. Sigue Al-Galib el curso de sus conquistas; toma á Fez, y en el 974 se embarca en Ceuta para Algeciras.

El Califa Moez, cuando por el tratado con Abderrhamán perdió la esperanza de enseñorearse del Mogreb, atacó á los Califas de Bagdad, conquistó el Egipto y la Siria, y estableció un nuevo Califato en el Cairo.

A Moez volvía los ojos Al-Hassán, siempre suspirando por recobrar su perdida grandeza, sin que hiciese mella en su corazón la generosidad de los Ommiadas, y quizá irritándole más el apetito, el espectáculo de aquella corte, centro de la magnificencia musulmana. Así fué que en el 975, obtenida licencia de Al-Hakén para marchar á Túnez, se embarca en Almería colmado de regalos; llega á Túnez, sigue á Egipto, habla con el Califa, vuelve á Berbería, y en el siguiente año se proclama de nuevo Señor de todo el Mogreb.

Para desgracia suya, había fallecido en tanto el magnánimo Al-Hakén y reinaba Hixén, y en su nombre el terrible Almanzor, quien á la primera noticia envía á su hermano Abu-al-Hakén-Omer-ben-Abdallah, que es batido y bloqueado en Ceuta.

Apresta entonces Almanzor un poderoso ejército; nombra para comandarlo á su hijo, el valiente Abd-al-Malik. Atérrase el Edrisita, y sin combatir ofrece someterse, y bajo seguro pasar á Córdoba á disposición de Hixén. Acepta Abd-al-Malik, y llévalo preso. En el camino, mensa

« AnteriorContinuar »