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jeros de Almanzor traen la terrible orden de muerte, y en el acto decapita á Al-Hassam-ben-Kemiz 1.

Cuentan los Árabes que en el momento en que caía su cabeza, un torbellino le arrancó el albornoz de los hombros, sin que nunca haya podido encontrarse; suceso que miran como sobrenatural y milagroso 2. La dinastía, como el albornoz del último de los Edrisitas, desapareció para siempre en el año 984.

Al volverse á Córdoba Abd-al-Malik con el desventurado Al-Hassán, dejó por Emir de Fez á Zeirí-ben-Atu, quien combatiendo contra los succesores de Balkín-ben-Zeirí, sujetó á su imperio todo el Mogreb, arrojando al Egipto los últimos restos de los Fatimitas. Entonces, como AlHassán, se declara independiente de los Ommiadas 3, y como Al-Hassán fué por ellos vencido; pero, generosos, no le despojaron del gobierno ni á sus succesores, que continuaron después incontrastables en su fidelidad á los Califas españoles.

Revueltas, luchas intestinas, prolongadas guerras, hoy triunfantes los que mañana decapitados; tal es el cuadro que presentó el Mogreb desde que los Omeyas, obligados á concentrar sus fuerzas para defenderse en la Península, no pudieron atender á las cosas de África.

En tal estado de anarquía y discordia; siempre combatidos los Zeiritas, nunca completamente vencidos, nunca definitivamente vencedores; concluyó su dinastía el año 1070, con Temín, muerto á manos de los Almoravides.

1

Alhassam-ben-Kenuz le llama D. Modesto Lafuente en su Historia general de España. 2 Histoire de l'Algerie, por la Condesa Orohojowska.

3 Niéganlo otros Autores, que aseguran que Zeyrí siempre se reconoció dependiente.

CAPÍTULO III.

Los Almoravides.-Fundación de Marruecos.-Yusuf-ben-Texefín se apodera de Ceuta y Tánger. Pasa á España.-Prende al Rey de Granada y al Gobernador de Málaga.—Su General Sir-ben-Bekir se apodera de Sevilla.-Le succede su hijo Alí.—Batalla de Uclés.— Los Portugueses atacan á Ceuta.

En los confines del Sahara existía la tribu de Gudala, feroz, ignorante, sin agricultura, sin artes, sin ciencia, sin letras, sin más religión que una estúpida idolatría. Invitado por un peregrino fué alli Abdallaben-Yafín, docto Africano, perito en el corán y enseñado en las escuelas de Córdoba.

Pronto mandó á la tribu, hizo guerra á la de Lamtuna, vencióla, y al poco tiempo influía igualmente sobre ambas. A la fama de sus conquistas, de todos puntos del África acudían Musulmanes á alistarse en sus banderas. El valor y la fé religiosa eran sus cualidades distintivas, y por ello Abdalla llamó á sus partidarios Moravitines (Voluntarios de Dios), nombre que, corrompido por los Historiadores, cambióse en el de Almoravides.

Aquellas turbas feroces y fanáticas se adelantaron hacia el Occidente, confiando Abdalla su mando á Abu-Zakaria, Jefe de la tribu de Lamtuna, y por muerte de éste, á su hermano Abu-Beker.

En una refriega murió Abdalla: Abu-Beker siguió la conquista, fundó á Marruecos, y marchó á sosegar unos disturbios ocurridos entre las dos tribus matrices, dejando por Lugarteniente á su primo Yusuf-benTexefín.

Era Yusuf de ánimo levantado, valiente en las lides, austero en sus costumbres, justo con todos. Aumentó el ejército, adquirió la realeza por renuncia de Abu-Beker, sojuzgó á todos los belicosos pueblos del Mogreb, y pronto los Reinos de Fez y de Marruecos le obedecieron como único Señor.

Faltábanle empero Tánger y Ceuta, ciudades fortísimas del Estrecho. Bien que le solicitase Alfonso VI de Castilla, á ruegos de su suegro el Rey moro de Sevilla que, con la ayuda del Africano, pensaba agregar

á sus dominios los de los Reyezuelos colindantes; bien á instancias de todos para que les auxiliase en la guerra santa que iban á declarar al Monarca leonés, fué Yusuf llamado á España. Placióle, con tal de que le ayudasen á conquistar á Ceuta y Tánger, que le aseguraban la retirada. El Rey moro de Sevilla convino, y Yusuf sitió á Tánger. Los defensores hicieron una salida con más ardimiento que fortuna, y la ciudad cayó en poder de los Almoravides. Para evitar mayores males, capitularon los de Ceuta al poco tiempo. Yusuf, que estaba ya á las puertas de la Península, entró por fin en ella en 1086; venció en Zalaca á los Cristianos; pero la muerte de su hijo llamóle al África, donde meditó la ruina de los Muslimes peninsulares.

Después de varias invasiones, como auxiliar, hízola como conquistador llevando ejército poderosísimo: prendió al Rey de Granada y al Gobernador de Málaga, y volvió á su reino encomendando á su General Sir-ben-Beker el ejército que desde Ceuta reforzaba diariamente con los feroces Bereberes, á quienes el celo religioso, el ansia de nuevas conquistas y el amor al pillaje, traían desde los confines del desierto.

El Rey de Sevilla osa resistir al General de los Almoravides; pierde el reino, y por capitulación marcha al Africa á morir de pesadumbre y de miseria, hondamente gimiendo por el apacible Guadalquivir.

Casi todos los Reyes moros de la Península habían sido despojados por los Almoravides á la muerte de Yusuf, que designó por succesor á su hijo Alí-Abul-Hassán, nacido en Ceuta de una cristiana cautiva.

Apenas en el trono, el joven Rey pasa á España, recibe el juramento de obediencia de los Jefes almoravides y confía las tropas á su hermano mayor Temín, que gana la batalla de Uclés ó de los siete Condes, con muerte del tierno Infante D. Sancho.

Reinaba entonces en Portugal Alfonso I, y las conquistas de Santarem, Cintra y Lisboa sobre los Mahometanos, diéronle alientos para atacarlos en sus propias tierras. D. Fuas Rufinho, con una poderosa armada, invade la patria de Alí: Ceuta se defiende valerosamente; muere Don Fuas, cunde en sus soldados el desaliento, abandonan la empresa y vuelven maltratados á Lisboa.

Sin embargo, Alí-Abul-Hassan sostenía ya trabajosamente la gloria de su linaje. Era destino de los Árabes que nuevas razas, con su barbarie primitiva, triunfasen de las que se ostentaban cultas. Comenzaba á palidecer la estrella de los Almoravides, asomando ya por el Mediodía los feroces Almohades.

CAPÍTULO IV.

Principio de los Almohades.-Mohamad-Abu-Abdilla.-Muerte de Alí.-Coronación y muerte de Taxfín. -Abdol-Mumén se apodera de las costas.-Expulsa á los Almoravides de España.-Conquista todo el Mogreb.-Batalla de Alarcos.-Batalla de las Navas. Reinado de Almamón.-Rebelión de los Benimerines.-Destronamiento de AbuHafi.-Muerte de Edris.-Abu-Dabbus.-Fin de la dinastía de los Almohades.-Expedición de San Luis á Túnez.

Un Africano de la tribu de Herga, Mohamad Abu-Abdilla el Mehedí ó Mahdi (Director), comparece en Bagdad enseñando una nueva doctrina contenida en el libro de Abu-Amid, libro declarado herético, y como tal, quemado públicamente en el soco de Córdoba. Pasa á Mehedía, predica contra los vicios y desafueros de los Almoravides; temen éstos que, según acontece casi siempre, la predicación de reformas sea el primer paso para la rebelión; tratan de prenderlo, y avisado el Mehedí á tiempo, huye á Bugía. Perseguido, se esconde en Melilla, pasa al Africa Oriental, reune prosélitos, alza bandera contra Alí y ayudado por las tribus de los Masamudas, derrota en repetidos encuentros á los Almoravides.

Creyéndose bastante fuerte, descuélgase de sus riscos, baja á la llanura, desafía de poder á poder á sus enemigos, dispersa dos ejércitos y sitia á Marruecos. Por fortuna de Alí, se encontraba con él un Moro andaluz, ó según otros, y el apellido abona esta opinión, un Caballero catalán, por nombre Revertér, que le aconsejó variar la táctica y reformar las armas de sus tropas. Trábase á los pocos días una batalla campal, y el ejército almohade queda destruido. Con los fugitivos llega la noticia á Mohamad, que ansioso pregunta si se había salvado su General Abdol-Mumen, y al saberlo «nuestro Imperio aún existe,» dice gozoso: consideraba que nada había perdido, aunque había perdido todo su ejército.

Encastillado en las asperezas de donde había salido, las fortifica de nuevo, y pronto reune á sus dispersos partidarios, que se aumentan con incesantes refuerzos; rechaza varias veces á los Almoravides, y arrollándolos en todas partes, avanza de nuevo hacia Marruecos, y aun

que no puede tomarlo, domina en aquel extenso territorio. Enfermo, vuélvese á sus montañas, reune á los principales de su corte en la mezquita, les dice que va á descansar eternamente, entrega su libro de oraciones al General Abdol-Mumén y muere en 1130, dejando fundada la dinastía de los Muahedim (Almohades 6 Unitarios), que proclaman succesor al intrépido Abdol-Mumén.

Alí, el gran Jefe de los Almoravides, consumido por la tristeza, llama á su hijo Taxfín que peleaba en la Península, quien con la ufanía de la juventud y de las victorias adquiridas, ataca á Abdol-Mumén, le acorrala en las sierras de Tremecén, trata de forzar aquellas formidables posiciones y pierde su ejército en el asalto. Muere Alí y ocupa el trono Taxfín: indomable su espíritu, no desmaya, crea recursos, junta nuevas fuerzas, ataca otra vez á Abdol-Mumén, y otra vez queda derrotado. La acción es decisiva, acabó en ella el imperio de los Almoravides: Taxfín huye á uña de caballo, refúgiase en Tremecén, lo sitia el Almohade; pero cansado de la resistencia, levanta el campo y ponese sobre Orán ó Guarán, donde custodiaba Taxfín sus mujeres y sus tesoros. Temeroso de perderlos, el valiente Almoravid rompe las líneas de los Almohades, entra en la plaza y defiéndela reciamente. Prolongándose el sitio, falto de recursos para levantarlo y no queriendo caer en manos del vencedor, una noche obscura salva el campo enemigo en busca de las naves que para refugiarse en España tenía de largo tiempo prevenidas en Mazalalquibir, resbala su mula y rueda hasta el fondo de un precipicio, donde encontraron al siguiente día su destrozado cadáver. Poco tiempo después el sitiador penetra á viva fuerza en la ciudad y pasa por la espada á sus defensores.

No reposa un instante Abdol-Mumén; por la violencia ó por la astucia se apodera de todas las costas de la Mauritania, la guerra es de exterminio: el Almohade triunfa de todos sus adversarios; rinde las plazas del Estrecho, entra en Túnez por capitulación, se apodera de Sifakis,

1 Las condiciones fueron, según el historiador árabe et Tidjani: 1. Entregar al vencedor la mitad de sus bienes inmuebles los habitantes de Tunez, y la mitad de los muebles, los de los pueblecillos de los alrededores: 2.o destierro á Bugía del Gobernador de la ciudad Ali-ben-Ahmed-Ebu-Khorassán.

Forzó á los Cristianos y Judíos à abrazar la religión mahometana, degollando à los que se negaron.

Habiendo jurado pasar á cuchillo á cuantos Tunecies encontrase al apoderarse de la ciudad, para no faltar á su juramento ni á la capitulación, mandó que el día de su entrada se encerrasen los habitantes en sus cas is; obedecieron, excepto un viejecito que quedó en la calle, y que en cumplimiento de su voto mató Abdol-Mumén en el acto.

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