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APÉNDICE NÚM. 27.

(Pág. 318.)

EMBAJADA DE D. JORGE JUAN.

Habiendo cautivado las fuerzas españolas algunos Marroquíes, solicitó su redención el Emperador Sidy Mohammed, y para conseguirlo comisionó á dos Frailes españoles, encargados de presentar como regalo á Carlos III, varios tigres y leones. Accedió el Rey y mandó además, que se pusiera en libertad á todos los Marroquíes que estuvieran presos en España; retornando el regalo con otro de géneros de las fábricas del reino. Agradecido Sidy Mohammed, dió libertad á todos los cautivos españoles é italianos, mandando á sus corsarios y buques de guerra, que no molestasen á los barcos españoles; orden que también por su parte dió el Gobierno de Madrid á los navíos de la Real armada.

A poco, Sidy Mohammed indicó á los Frailes Franciscanos de la Misión, su deseo de entablar relaciones mercantiles con España, y sabido en ésta, el Gobierno comisionó reservadamente á Fray Bartolomé Girón de la Concepción, para que con maña procurase lograr ante todo una tregua de hostilidades, y luego, permiso para fundar un establecimiento en la costa africana; procurando mantener siempre viva la aversión que Sidy Mohammed profesaba á los Ingleses.

A últimos de 1765 marchó el P. Girón á Marruecos; captóse las simpatías de la Corte, logró audiencia en 2 de Febrero de 1766, leyó al Emperador un discurso traducido al arábigo por un Talbe de singular habilidad, en el que expresaba: la complacencia que tendría el Rey Carlos en que se acordase paz entre ambos Imperios, y la que experimentaba por el buen trato que recibían sus súbditos: que le enviaba algunos regalos, y si llegaba el caso de un convenio, nombraría un Embajador especial con mayores presentes, y concluirían un tratado de comercio, con el cual, los Españoles dejarían en Marruecos considerable cantidad de pesos fuertes redondos, del cuño mejicano, que era la plata más apreciada de toda Europa.

Gustó la proposición á Sidy Mohammed, que envió como Embajador á Sidy Ahmed-el-Gacel, acompañado del P. Girón, quien trajo relaciones de las fuerzas marítimas de Marruecos, que consistían en 16 buques con 306 cañones; de los pesos, medidas y precios de frutos y ganados en Marruecos; de las tarifas de importación y exportación en Larache, Mogador y Aghadir, y una apuntación del Emperador, en que solicitaba se le enviasen algunos marmolistas, carpinteros, albañiles, cerrajeros, plomeros y vidrieros, cuatro fabricantes de azulejos y dos pintores.

En cuanto el Gobierno supo la llegada de El-Gacel, envió al Aposentador Teniente de Carabineros Reales, D. Pablo Asensio, para que cuidase del alojamiento y

gastos de la Embajada marroquí, que entró en la Corte por la Puerta de Atocha el 14 de Julio de 1766, alojándose en el Retiro. Señaló el Rey á El-Gacel, cuarenta duros diarios para el gasto, y un coche y cuatro caballos de silla.

A poco indicó El-Gacel que era costumbre regalar á los Embajadores, que como él traían una misión extraordinaria, una vajilla de plata: suspendióse el hacerlo hasta que concluídas sus gestiones, se resolviese si se le daría la destinada para su uso, ó más bien el retrato del Rey, guarnecido de diamantes.

Pidió y obtuvo El-Gacel, por medio del P. Girón, la libertad de un Talbe argelino, y el indulto de siete presidiarios desertores, lo que se le concedió, y además, espontáneamente, la libertad de tres Marroquíes capturados en presas hechas á Argel; en cambio Sidy Mohammed permitió á los Españoles pescar por toda la costa, desde Tetuán hasta Santa Cruz; pudiendo los pescadores saltar á tierra con sus redes, y por añadidura dió libertad á nueve Catalanes.

Recibido El-Gacel en audiencia el 24 de Julio, y acordadas las bases del convenio con el Marqués de Grimaldi, despidióse el 4 de Octubre en la Granja, y, visitado el Escorial, se restituyó el 7 á su alojamiento del Buen Retiro, desde donde hizo todavía algunas peticiones, y muy ahincadamente, y como especial favor; la de que se le entregasen unos libros del Corán, que es probable fuesen de los tomados al Rey Cidán; á lo que contestó Grimaldi: que lo tendría presente y procuraría complacerle.

Para formalizar de un modo solemne lo convenido, se nombró en 10 de Noviembre de 1766 á D. Jorge Juan, Jefe de escuadra, Embajador en Marruecos, sin señalarle sueldo; pero consignándole 30.000 reales para ayuda de costa de los gastos de viaje. Diéronsele minuciosas instrucciones, firmadas por el mismo Rey en 30 de Diciembre, previniéndole que trabajase para lograr que en el tratado se estipulara paz perpetua y no tregua; cambio de géneros y frutos; modificación de los aranceles marroquíes; devolución de desertores; ensanche del radio de las plazas españolas en África; libertad de pesca para los Canarios, con un establecimiento en el Atlántico; señalamiento de una zona neutral en los mares que bañan ambos reinos, donde no se pudieran hostilizar Españoles y Berberiscos; auxilio á los Españoles náufragos, en las costas de Marruecos, y, sobre todo, que procurase fomentar la animadversión del Emperador contra Inglaterra, y la benevolencia con Francia, coadyuvando al buen éxito del tratado que ésta negociaba; aunque sin mezclarse en el pormenor de los artículos; y, por fin, sacar un plano de la ciudad y defensas de Mogador, con un proyecto de ataque, por precaución de futuros sucesos.

El P. Girón llevaba orden de comunicar toda su anterior correspondencia con Grimaldi, á D. Jorge Juan, y éste había de entregar en Marruecos los regalos comprados, según las instrucciones de aquél; consistentes en tisúes, damascos, terciopelos, paños de colores, telas de holanda, pañuelos, quitasoles, cinturones, armas, vajillas, espejos, arañas, cristalería, loza, los libros pedidos por El-Gacel, varias tiendas de campaña, algunos canarios, diez cardenales, dos osesnos domesticados, cuarenta y cinco perros de castas distintas y un anillo con un magnífico brillante, que con las credenciales había de presentar D. Jorge Juan al Emperador, como especial demostración del afecto que le profesaba el Rey. Después se le autorizó para aumentar los regalos y distribuirlos entre los hijos del Emperador y los Gobernadores de las provincias, según uso y costumbre.

Antes de zarpar de Cádiz D. Jorge Juan, meditados los puntos de su comisión, di

rigió al Marqués de Grimaldi en 6 de Febrero de 1767 un despacho acerca de la dudosa utilidad del establecimiento de pesca para los Canarios en la costa de África. «La >>pesca, decía, ni es ni puede ser como se pinta; porque ni es de la calidad, ni de la >>abundancia de la de Terranova, á más de hacerse en mares muy profundos; lo que >>la otra sobre un banco, cuya circunstancia facilita mucho la pesca. Para mayor >>prueba de ello no es menester sino considerar, que cuantas costas hay desde Ma>>rruecos, por España hasta Inglaterra, tienen la misma cantidad y calidad de pesca, »>y aun con más exceso las de más al Norte..... Las pescas de allí (en la costa de >>Africa) son como las de estos alrededores de Cádiz y Lisboa: se coge para mante»ner los lugares circunvecinos, pero no para comercio de toda Europa: son muy pe>>>queños y pocos los barcos que la hacen, no son navíos como en Terranova. Toda la >>>pesca de la costa que hacen los Isleños, remontará quizás á la carga de un solo >> navío. No estribaba en la voluntad de Glarr el aumentarlo; es preciso que el mar »>dé el pescado, y no se han encontrado aún medios para obligarle á ello..... Se dirá »><que aunque la pesca sea poca, se hace precisa para los Isleños que tienen necesi»dad de un establecimiento para salar. Es este un pensamiento equivocado, que re>>sulta de lo que se practica en Terranova, y no porque allí se hagan precisos, lo >>han de ser también en África. En Terranova se pesca con embarcaciones menores »y se va salando y guardando hasta completar la carga del navío; y en África no >>hay, sino sólo el barquillo en que se pesca. Para prueba de la poca necesidad que >>>tienen los Isleños de semejante establecimiento, y que les basta para salar el mis>>mo barco, es que puesto que ellos salan, ya sea al Norte ó al Sur de sus islas á 40 »ó 60 leguas de ellas, tan fácil les es arribar á la costa de Berbería como al Lan>>zarote: no lo hacen á este; luego es evidente la ninguna necesidad..... No siempre >> pueden pescar en el mismo sitio; deben alargarse ya á un lado ya á otro, y por con>>siguiente cualquier establecimiento que se les dé, será como si se les diera la isla >>de Lanzarote..... Si ningunas ventajas se logran por establecer á los Isleños en »Africa, tampoco se puede por ello conseguir que los Ingleses dejen de ejecutarlo..... >>>Si no lo hacen en el puerto de Vocid ó de Santa Cruz del Mar pequeño, porque los >>>Españoles lo hayan ocupado; lo harán en otro más ó menos distante, y el perjuicio >> siempre sería el mismo imaginado. No pudo ser la pesca lo que indujo á Glarr á >>sus solicitaciones; más bien parece que lo sea el comercio interior de África..... >>Supóngase, sin embargo, que fuese de alguna utilidad á los Canarios el estableci>>miento pretendido, en los términos expresados: ¿de qué gasto no le sería al Rey? >>>Es preciso fortificarse; ponerle un Gobernador y tropa que lo custodie, y en tiempo >>>de guerra con mucha más fuerza. Yo creo que aún fuera más barato comprar el >>pescado en Terranova y llevarlo á los Isleños. >>

No convencieron estos razonamientos al Marqués de Grimaldi, quien contestó á D. Jorge Juan en 9 de Febrero, diciéndole: «El asunto es en sí tan grave y serio, que >>parece justo tomarse tiempo, y adquirir cuantas noticias se puedan antes de plan»tificar el proyectado establecimiento; pero de todos modos tiene S. M. por preciso >>que se pida y logre el permiso del Emperador de Marruecos para hacerlo, dejando »así á nuestro arbitrio practicar lo que más nos convenga. Nunca se ha creído que >>la pesca en aquella parte del África pudiese llegar á comparación con la de Terra>>nova, ni aun remotamente; pero sentando que a veces no tiene otro alimento la gen>>te pobre de Canarias, y que los Moros bravos de dicha costa impiden sus manio

»bras á los pescadores, no cabe más arbitrio que establecerse allí con algún poder >>suficiente á contenerlos. Es cierto que sería inoportuno formar una fortaleza, que >>emplease bastante tropa y causase mucho gasto, sin estar seguros de unas ventajas equivalentes; pero por esta misma consideración no ha habido hasta ahora más de»signio que hacer (en el paraje que se juzgue más á propósito) un pequeño fuerte »>de tierra ó de faginas que bastase á precaver los insultos de los Moros bravos erran»tes; dejando que el tiempo y la experiencia indicasen, si convenía aumentarlo ó »>abandonarlo. Verdaderamente puede atribuirse á empresa de un aventurero la ten>>>tativa del Inglés Jorge Glarr; pero como esto no nos consta, cabe creer también que >>cuando hubo comerciantes que franquearon sus caudales, sus ganancias se prome>>tían. Y lo que no admite duda es, que la idea se siguió con noticia, aprobación y aun >>estímulo del Gobierno británico; el cual pasó con nosotros oficios muy fuertes sobre >>la prisión en Canarias del citado Glarr, y autorizó esta empresa con un acto del >> Parlamento. Suponiendo que la pesca se puede verificar en la costa de África, no >> debe retraernos de la idea de intentarlo, la reflexión de que no sería tan abundan»te como la de Terranova; pues á lo menos en la parte que alcanza, se disminuiría >>el consumo de bacalao inglés, y consiguientemente, la extracción de nuestra mone»da..... Es evidente que nunca podemos impedir á los Ingleses que se establezcan >>cuando quieran en las costas de África, aunque preceda un establecimiento nues>>tro; pero es igualmente cierto, que en este caso no lo intentarían ellos sin llevar >>hecho el ánimo á hacer uno considerable y costoso, por respeto al nuestro. Y para >>plantificar uno de esta especie, podrían tener mil reparos..... V. E. reflexione so>>bre este punto y busque cuantas noticias pueda.... Entre tanto, arréglese V. E. á la »>instrucción y al contexto de esta carta.»

A tan terminante mandato, nada podía replicar D. Jorge Juan; y el 14 de Febrero, y previo el consentimiento del Emperador para que desembarcase en Tetuán, salió de Cádiz la Embajada española, en los jabeques de guerra Gaviota y Cuervo, con otro jabeque y dos tartanas mercantes; llevando consigo á D. Tomás Bremond y Pacheco; al Ayudante D. Francisco Juan, Alférez de navío; D. Gonzalo Cañas y D. Rafael Orozco, muy diestros en el dibujo; á D. Francisco Canibel, Ayudante del Cirujano Mayor de la Armada; á D. Carlos Costa, encargado de armar las tiendas de campaña del Emperador; cuatro músicos y mas de 200 esclavos, á los que se había concedido libertad. El temporal que corría impidió á la escuadrilla embocar el Estrecho, viéndose obligada á volver á Cádiz; hasta el 19 en que salió de nuevo, dando fondo el 20 en la rada de Tetuán, saludándola el fuerte con tres cañonazos.

El 21 metióse la escuadrilla en el río Guad-el-Jelú, y entre las salvas de la artillería desembarcó la Embajada, á corta distancia, en el punto donde la esperaba el Gobernador en dos pequeñas tiendas de campaña, donde tenían dispuestos unos tazones con leche; símbolo entre los indígenas del gusto y amistad con que se recibe á una persona, y también de la dulzura y suavidad de la tierra. D. Jorge aceptó el obsequio y tornó á embarcarse en la casa de la Aduana.

El Gobernador y la escolta marchaban por la orilla, precedidos por dos negros con lanzas: detrás un Moro con un estandarte de lana blanca como de dos varas en cuadro, con una bola de latón por remate: luego la caballería y una música de cuatro grandísimos atambores tocando con lentos y acompasados golpes; una trompa delgada y larga de ásperos sonidos, y tres chirimías semejantes á las gallegas.

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En la Aduana, á media legua del mar, desembarcaron los Embajadores, y sin detenerse por la lluvia, continuaron el viaje á caballo. La caballería mora, cuando el terreno lo permitía, corría la pólvora. A un cuarto de legua de la Ciudad formaban 4.500 hombres con seis banderas; una de las del centro, blanca, con media luna dorada; encarnadas y azules las restantes. Hizo la tropa dos descargas, y al grito de viva el Rey, tomó puesto delante de los Embajadores. Con grandes muestras de júbilo y algazara, unos 10.000 espectadores acompañaron á D. Jorge Juan hasta su alojamiento, en donde le saludaron el Alcaide y los principales de la población, que no le permitieron que pagase ningún gasto.

Esperando órdenes de Marruecos permaneció la Embajada allí, hasta que en los primeros días de Abril llegaron 300 acémilas de Marruecos, Fez y Mequinez, para el transporte del equipaje; 12 caballos para la comitiva, y uno, presente del Emperador, para D. Jorge.

El 13 de Abril, regalados los Gobernadores primero y segundo, el Almocadén, el hermano del Alcalde de Tánger, dos Arráeces, el Mayor de la tropa, y todos los que directa ó indirectamente habían hecho algún servicio á la Embajada, salió de Tetuán con el Alcaide y 40 ginetes, andando dos leguas.

El 44 llegaron á Zinat, á tres leguas de Tánger; cuyo Alcaide le recibió con hasta 2.000 soldados que corrieron la pólvora, y regaló á D. Jorge Juan, uno de sus mejores caballos.

El 46 prosiguió el viaje con el hijo mayor del Gobernador de Tánger y 400 ginetes, á los que se incorporaron en el camino 400 soldados, acampando por la noche en Belita del Garbia, donde tuvieron que detenerse por estar impracticables los caminos y vados con las continuas lluvias.

El 48 llegaron al campo de Risana, donde los recibió el Alcaide con 50 caballos.

El 19 se detuvieron en la orilla del Mijasen; invadeable á la sazón; hasta el 20, en que llegaron á la ciudad de Alcázar, acampando en las cercanías por falta de regular alojamiento; haciendo una especie de honores militares, la guarnición compuesta de 1.600 hombres.

El 21 se empleó en pasar el rio Cús; las cargas y gente en barcas, y las caballerías á nado.

El 22 entró la Embajada en Larache. Hiciéronle los honores, maniobrando 4.000 hombres; con salvas, además, de la plaza y de dos buques de guerra, que consumieron 45 quintales de pólvora. El Embajador y su comitiva se alojaron en casa del Alcaide; El-Gacel y los suyos, extramuros.

El 24 siguió la marcha con 50 Negros de la Guardia y pernoctaron en el campo de Sefián, donde con 500 caballos aguardaba el Alcaide Sashmín, Xeque de la kabila de Sebú, hermano de una de las cuatro mujeres principales del difunto Emperador Muley Ismael, y dos sobrinos suyos, cuñados del actual Emperador Sidy Mohammet.

El 25 llegaron al campo de Benimelí. Detuviéronse el 26 en la orilla del Sebú, pernoctando el 27 en Salé.

El 29 salió el Alcaide con 3.000 ginetes y acompañó á D. Jorge hasta la orilla del río, para pasar á Rabat ó nueva Salé en la opuesta orilla. A punto estuvieron los Moros de ambas ciudades de venir á las manos, por querer unos y otros transpor

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