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muerto alevosamente por la misma guarnición que salvaba del cautiverio. Su succesor, Abul-Hegiag, conocido también con el nombre de Yusef, volvió á formar alianza con el Jefe de los Benimerines. Éralo entonces Alí-Abul-Hassán ', que determinado á la conquista de España, y dolorido por la muerte de su hijo Abul-Melik 2, ocurrida cerca de Arcos; reunió en Ceuta toda su caballería y una armada de 250 velas, y en la primavera de 1340 desembarcó en Gibraltar y Algeciras. Murmuróse del Almirante de Castilla, D. Jofre Tenorio, porque desde Tarifa, donde estaba con 36 buques, no había impedido el paso, y herido el valiente marino profundamente en su honra, no tuvo el corazón bastante levantado para sufrir paciente la injusta nota de cobarde. Determinó esperar á la armada infiel, que á velas desplegadas venía á acometerle. Brava y sangrienta fué la pelea, pero el esfuerzo cedió al número: cinco galeras tan sólo pudieron escaparse, y entrada la capitana, D. Jofre fué hecho pedazos, abrazado al estandarte de su galera. Sin obstáculos en el mar, numerosas bandas atraviesan el Mediterráneo; las playas de Tarifa son estrechas para el campamento de los Bárbaros; los Granadinos con sus mejores tropas se les unen. Alí-Abu-Hassán levanta los reales; encuéntrase con los ejércitos cristianos en el Guadacelito (el Salado), el 29 ó el 30 de Octubre de 13403. La caballería pesada de los Cristianos rechaza á la ligera de los Moros, que al desbandarse atropella á su infantería; siguen los Caballeros cristianos; cuando aquel huracán de hierro hubo pasado, el campo de batalla quedó convertido, según expresión de un autor, «<en un inmenso cadaveral.» Los Moros se refugiaron en Gibraltar, otros en Algeciras. Abul-Hassán pudo alcanzar sus naves con el Rey de Granada, tomando éste la vuelta de Marbella, aquél la de Ceuta. Para colmo de desgracias, la armada aragonesa mandada por su Almirante, llena de ufanía con el triunfo del ejército, acometió á la berberisca é incendió la mayor parte.

El golpe de la derrota resonó en toda África; el poder de los Benimerines quedó vacilante. Los Reyes de Granada y Marruecos pidieron treguas por diez años; Abul-Hassán, tras varia fortuna, murió derrotado por su hijo.

Rebélase Gibraltar, y Tremecén y Túnez proclaman su independencia. El desnaturalizado Abu-Ynán, dueño ya del imperio, recobra á Gibral

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Llámanle otros Abul-Hacén-Alí: Mariana Albo-Hacén.

2 El Príncipe Abomelique, le llaman nuestros Historiadores.

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Mariana dice: que por certísimos memoriales tenía averiguado que la batalla fué el 30.-López de Ayala la fija en el 27.

tar y hace morir en Ceuta, entre cruelísimos tormentos, al Gobernador Phares-Abu-Anán; toma por asalto á Tremecén, y Túnez se entrega por capitulación. Al año siguiente muere, legando á su reino la discordia y la guerra civil.

Lucha fratricida entre sus hijos: triunfa Abu-Beker-Said. En 1362, su tio Abrahán, con el auxilio de D. Pedro el Cruel de Castilla, se alza con la Gomera, Ceuta, Tánger y Arcilla; los de Tremecén decláranse de nuevo independientes; atrévensele todos.

Su tío Ibrahim, que huyendo de las persecuciones de Abu-Ynán, se había refugiado en España con sus parientes; desembarca con ellos, seguido de gran número de Árabes andaluces, y se hace dueño de Velez de la Gomera. Ceuta y Tánger abrazan su causa; los Bereberes de la costa acuden; reune un poderoso ejército, y la cabeza de Abu-Beker, desamparado de sus tropas, rueda ensangrentada por mandato del rebelde Ibrahim, destronado á su vez por otro usurpador, y éste por MahomadAbu-Feián, á quien succede Muley-Said.

En tanto la España cristiana adquiría progresivo aumento. Divididos los Árabes en Berbería como en la Península; en perpetuas guerras civiles; tributarios unos, aliados otros de los Reyes de Aragón y Castilla, menguaban en fuerza y en nombre. Los Africanos ya no pasarán el Estrecho; harto harán defendiendo su territorio.

CAPÍTULO VI.

Expedición contra Berbería del Rey D. Martin.---Descripción de Ceuta.-Conquistala Don Juan I de Portugal.-La atacan los Moros de improviso.-La vuelta de D. Pedro.-Emboscadas y contra-emboscadas.-Los Moros sitian la plaza por tierra y por mar.—La escuadra andaluza se apodera de la Almina.-La portuguesa socorre à Ceuta. - Muerte de Muley-Zaide y cautiverio de los expedicionarios.

D. Martín, Rey de Aragón, en Agosto de 1398, equipa una poderosa escuadra en Valencia y Mallorca: Nombrado Capitán General el Vizconde Rocaberti, discurre por las costas de África y entra por fuerza de armas en Tedelíz, pueblo del Rey de Bugía; mételo á saco y lo incendia, teniendo que reembarcarse con alguna pérdida, quebrantada su flota por fuertes temporales, hasta que se abrigó en el puerto de Denia.

Los Reyes de Granada rendían parias á los de Castilla: nególas Mahomad-Ab-el-Gualid á Enrique III, y temiendo la saña del Castellano, confederóse con los Reyes de Fez y de Marruecos, enviando á Gibraltar sus escuadras compuestas de 23 galeras. El Infante D. Fernando, que gobernaba el reino por la minoría de D. Juan II, reune á sus cinco; ocho que le enviaron de Vizcaya, y sin cuenta con la desproporción del número, el Almirante de Castilla D. Alfonso acomete y destruye la flota berberisca á mediados del año 1407.

En Portugal, D. Juan I, después de la batalla de Aljubarrota, ganada contra el Rey de Castilla por el valor del Condestable D. Nuño Alvarez Pereyra, y el esfuerzo del escuadrón de los Enamorados y Caballeros del estandarte verde; hecha la paz en 1399, afirmaba su poder y acrecentaba, con la buena gobernación, las fuerzas de su reino. Dolíale verse tan crecido de ánimo y tan pobre de territorio, barrera insuperable por un lado, Castilla; más insuperable por el opuesto, el Océano.

Dolíale también el que teniendo cinco hijos, no pudiese dejarles á cada uno un reino. Soberbios eran sus pensamientos, y creyó que en el África los realizaría. Con gran sigilo fué aparejando numerosa armada; todos recelaban; ninguno más que los Reyes de Granada y de Aragón, que habiendo tratado vanamente de comprar el secreto, se aparejaron por si descargaba contra sus dominios aquella preñada nube.

Indiscreciones calculadas hicieron creer que se dirigía el armamento contra la Holanda. La verdad, sabíanla tan sólo el Rey de ésta y D. Juan Alfonso Alanquer, Consejero del de Portugal, hombre de gran seso y prudencia. Por fin, entre los regocijos de palacio, trátase de armar Caballeros á D. Duarte, D. Pedro y D. Enrique; el Rey les llama y les dice: <«<Hijos míos, vuestras espuelas debéis ganarlas en guerras contra los Infieles, no entre danzas y regocijos. Dentro de breves días en Ceuta probaréis que sois dignos de ser Caballeros.>>

Declarado el intento, tras corta detención por la enfermedad de la mujer de D. Juan, que murió clamando: «á Ceuta, á Ceuta,» salió la armada portuguesa. Era la mayor que se había reunido en aquellos tiempos: componíanla 33 naos, 27 galeras trirremes, 32 birremes y 120 buques menores, y la mandaban D. Alonso, Conde de Barcelos, hijo bastardo del Rey; Gonzalo Velázquez Coutinho, Juan Gómez de Silva y otros famosos Capitanes. Atravesó el canal felizmente, y dió fondo á la vista de Ceuta el 21 de Agosto de 1415.

En la embocadura oriental del Estrecho, en la parte más al norte del Reino de Fez, se alza el monte del Hacho, antigua Ábila. En frente ostenta sus tajadas cumbres el de Gibraltar, ó Calpe, formando ambos las columnas de Hércules, el non plus ultra de las excursiones marítimas de los pueblos antiguos, que creían que más allá no había sino mares sin límites, tinieblas horrendas, deshechas y contínuas tempestades. El gigantesco Ábila entra en el Mediterráneo largo trecho, y se une á tierra firme por un istmo, que se angosta hasta 230 varas de latitud. En este istmo, arrullada por las olas de dos mares, duerme la antigua Elisa ó Septa; llamada así, según se dice, por las siete montañas que á lo lejos se descubren, y que los Romanos bautizaron con el nombre de Septem-fratres. Era ciudad muy considerada en África, desde que la había reedificado Yacob-Aben-Yusef - Almanzor '.

Una lengua de tierra forma su puerto, que es mediano; algunas fortificaciones con una alcazaba la defendían, y más aún, su natural posición, que permite, fortificada la angostura del istmo, fácil defensa contra sus sitiadores. El Rey D. Juan fingió el desembarco por la parte del

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Calderón dice á este propósito en su comedia El Príncipe constante:

Fué tu intento que llegase

A aquella Ciudad famosa
Llamada en un tiempo Elisa;

Aquella que está en la boca
Del freto herculeo fundada,

Y de Ceido nombre toma:
Que leido Ceuta en hebreo,
Vuelto en el árabe idioma,
Quiere decir hermosura,

y ella es ciudad siempre hermosa.

castillo; acudieron los Moros al contraste, y llevóse á efecto por la opuesta orilla. Revolvieron los Ceuties contra los invasores, peleando bravamente; pero no pudiendo resistir el ímpetu de los Portugueses, huyeron perseguidos tan de cerca, que en confuso tropel entraron juntos en la plaza. El Alcayde del alcázar, Zala-Ben-Zala, huyó por la noche, y el 22 las quinas portuguesas flotaban en la cumbre del gigantesco Ábila, proclamando el valor de sus conquistadores 1. Señaláronse entre todos, el Príncipe D. Enrique, Vasco Yañez Cortereal, el primero que escaló el muro, y Vasco Martínez de Alberguería, que antes que todos penetró en la ciudad, á vueltas con los Infieles. Los valerosos Infantes fueron armados Caballeros al siguiente día. Once permaneció el Rey en Ceuta; nombró Gobernador al Conde D. Pedro de Meneses, y proveido lo necesario, dió la vuelta á Portugal, desembarcando entre los vítores de la entusiasmada multitud; mientras Abu-Said, que recibió la noticia de la pérdida de la plaza en medio de un festín, mandaba el silencio á los mensajeros para que no se entristeciesen los convidados.

Apenas habían desaparecido las naves portuguesas, cuando los Moros, que estaban en acecho, caen sobre Ceuta, tan de improviso, que ni tiempo tuvieron los soldados de avisar al Gobernador. Ellos por sí mismos, sin Jefe y sin bandera, acuden á las murallas y rechazan á los asaltantes, con muerte de los más atrevidos. A poco el Rey de Fez envía contra la plaza 10.000 caballos y gran número de peones, con 26 buques. El Gobernador, el intrépido D. Pedro Meneses, con 230 caballos, sale á hacer un reconocimiento; los Moros, según su táctica, cébanle con algunos peones y lo envuelven. No pudiendo sostener el empuje de tantas fuerzas, se repara contra los perseguidores en los vallados; mas no tan holgadamente, que á la mezcla no lo haga mucha caballería mora. Acuchílala D. Pedro, y se retira hacia la plaza, siempre perseguido. A prevención, en los buques habían cargado los Moros buen golpe de peones, que, al ver la retirada de D. Pedro bacia la plaza, saltan á la playa del Arenal, á fin de interponerse entre Ceuta y el Gobernador; mas antes, algunos de la guarnición le refuerzan. Hallábase D. Pedro en el pasaje llamado el Chafarís, cuando al ver á los que desembarcaban, antes de que pudiesen reunirse, vuelve sobre los Moros con tal furia, que los arrolla; pasa á cuchillo á cuantos se le oponen, y entra vencedor en la ciudad. El punto aquel se ha llamado desde entonces, la vuelta de D. Pedro.

1 Mr. Augusto Bouchot, en su Historia de Portugal, afirma que se entró Ceuta el 24 de Agosto.

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