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Sólo su osadía y su indomable valor pudieron sacarle á salvo de tan terrible prueba; mas los Moros no tardaron mucho en repetir la tentativa. Validos de una obscura noche, acercan á Ceuta numerosos escua – drones, y con el mayor sigilo arman cuatro emboscadas, escondiendo casi toda la gente, y echando al amanecer alguna para escaramucear. Por las escuchas que rondaban al rededor de la plaza, se había enterado D. Pedro de las disposiciones de los Moros, y oponiendo á una astucia otra astucia, prepara cuatro contraemboscadas. Los Moros, creyéndole suyo, al ver que persiguiéndoles había rebasado la línea de su última celada; vuelven caras, y succesivamente salen á cargarle los emboscados; pero los Portugueses contraemboscados, cayendo de sobresalto en ellos, los desbaratan con grandes pérdidas.

Conociendo los Africanos que sus fuerzas no eran bastantes para desalojar á los invasores, acuden al Rey de Granada, quien les presta oidos. En su impaciencia, no esperan los naturales el arribo de los Andaluces, y con numeroso ejército, el 12 de Agosto de 1418, pónense sobre la plaza.

El Rey de Portugal había donado el valle de Bullones, contiguo á Ceuta, á Simón Pereyra, quien para defenderlo hizo á sus costas una torre, que denominó de Bullones, y que por su ausencia gobernaba en su nombre Fernán González del Arca. La atacaron los Moros el 14, y tantos sobrevinieron, que no pudiendo los defensores mover los brazos, con la fatiga del continuo batallar, hubieron de entrarla. Con tan buen suceso, intentan los vencedores desembarcar por la parte de la Almina, y rechazados, mandan el general asalto. Cargaron especialmente sobre la Coraza y sobre la Torre de Fez; por este lado, sin éxito; por aquél, completísimo apoderándose del fuerte.

Quedaban sólo con vida Gonzalo Vello, á cuyo cargo estaba, y un su compañero, que temerosos de la afrenta y no de la muerte, defendieron el paso con tan gran coraje, que pudo acudir refresco, y á cuchilladas desalojar á los asaltantes.

La guarnición no era mucha, pero las mujeres fueron de gran auxilio; ya trayendo proyectiles á los que estaban en las murallas, ya en gran número peleando varonilmente, trocado el vestido como el ánimo.

Aún no apuntaba el día 15, cuando los Moros, con sus fustas, amagan un nuevo desembarco por la Almina; llaman á ésta el grueso de la guarnición, y mientras, por la opuesta, crecido número de ellos se arroja á escalar los muros; pero son valientemente rechazados. En tanto, los que atacaban la Almina logran tomar tierra, y los Portugueses que la

guardaban, gente popular y bisoña, huye; y si no acudieran algunos veteranos, que restablecieron el combate, piérdese Ceuta.

y

Había en aquel sitio un albañal, alto que pasaba de un hombre ancho que cabían dos: por allí se precipitan los Moros, y al tiempo que el primero salta á lo interior del recinto; topa con Alfonso Pérez que lo mata de un lanzazo, deteniendo al resto, hasta que llegando otros, les impiden la salida.

Mas tan fuerte era el combate, que los Portugueses pierden la esperanza de defender los muros. Sabido por el Gobernador, echa algunos caballos á la playa; y aunque la marea estaba alta y casi nadando tuvieron que llegar al punto de pelea, dispersan á los asaltantes y los degüellan al querer recogerse en las naves. Desmayados con estas pérdidas, y con la falta de bastimentos, levantan el sitio y se dispersan por sus guaridas.

En tanto el Granadino, que había ofrecido auxiliarles, quedando para él la plaza; reune poderosa flota, que á los pocos días mojaba en las aguas de Ceuta. Regíala su hijo Muley Zaide, mancebo brioso y entendido Capitán. Divide en dos la armada, y con la una, durante la noche, boja el Cabo y se oculta en la parte de Barbazote. Acometen las otras galeras de frente; acuden los Portugueses á impedir el desembarco, y aprovechando la ocasión Muley-Zayde, sin disparar un tiro, gana tierra con 1.500 de los suyos, y se apodera de la montaña. Revuelve D. Juan de Noronha, que guardaba el puesto; mas hubo de replegarse hacia la plaza, al mismo tiempo que por la parte de tierra aflojaban los Portugueses, embestidos reciamente. Por fortuna, al abrigo de las murallas se rehacen, y el Gobernador, alentando con su ejemplo á los débiles timulando á los valerosos, provee á todas las necesidades, y resiste la furia de los Infieles, hasta que desanimados cesan en el asalto.

El Rey de Portugal, sabedor por continuos avisos de la angustia de la plaza, apresura el socorro; y el Infante D. Enrique, con crecido número de velas, pone la proa hacia el África. El Rey de Granada desde Gibraltar, con grandes ángaros, prevenía la novedad á Muley-Zaide, quien no entendió la señal; mas sí D. Pedro, que sospechando ser la del socorro apetecido, prohibió á los suyos aventurarse más allá de las trincheras. Divisábase ya la escuadra portuguesa; Muley-Zayde manda á la suya que desde Barbazote pase á la Almina á recoger la gente; pero los más de los buques, sordos al deber, huyen á boga arrancada hacia el refugio de Gibraltar, abandonando cobardemente á su Príncipe. Algunos, muy pocos, cumplen las órdenes de Muley-Zayde, y los soldados se desbandan para acogerse los primeros.

Contra el mandato de D. Pedro, los Portugueses bisoños salvan las murallas y acometen á los Andaluces: eran éstos gente principal, y hacen rostro, y les llevan en rota batida hasta el pié de los muros, y juntamente al refuerzo con que les había acudido Noronha. D. Pedro, que peleaba en el contrapuesto lado, sabe la desobediencia de los suyos y los apuros en que se encontraban, y vuela á socorrerlos; pero los Granadinos, firmes en el monte, contrastaban el ímpetu del veterano Conde, que manda tomar la Almina, y pródigo de sí mismo, pónese al frente y recibe una pedrada en la cabeza, que le derriba en tierra amortecido.

La escuadra portuguesa, á toda vela, avanzaba en tanto rápidamente, y en alas del miedo huía la andaluza. Muy pocas galeras quedaban, arrostrando el cautiverio por salvar al ejército, y tan cargadas de fugitivos, que temiendo el irse á pique, los que ya habían entrado cortaban inhumanamente los dedos á los que para subir se asían de las bordas; que si excusa el propio daño, no hay compasión de la ajena ruina. ¿Qué era en tanto del intrépido Muley-Zayde? Al ver la deshonrosa fuga de sus naves, rechaza á los que le suplicaban que se salvase en la Capitana, prefiriendo la muerte á abandonar sus tropas.

En torno suyo se agrupan la flor de los Caballeros granadinos. Por todas partes le cercan Portugueses; no decae un punto su corazón magnánimo; y sin esperanza de salvarse, pelea hasta que en medio de sus fieles soldados, muere con ellos cubierto de heridas. Ríndense los restos de los expedicionarios, y 980 cautivos coronan el triunfo. Con la derrota de la escuadra, los Moros de la sierra se desbandan, y queda Ceuta libre por el valor del invicto Conde D. Pedro de Meneses.

CAPÍTULO VII.

Muerte de Muley-Abu-Said.-D. Alfonso V de Aragón.—Envia su armada contra Argel. — Descripción de Argel.-Expedición de los Xerves.-Desafio y rota de Boferriz.-Expedición desgraciada contra Tánger, y cautiverio del Infante D. Fernando de Portugal.-Dos expediciones portuguesas. -Toman á Alcacer.-No pueden apoderarse de Tanger.— Enrique IV conquista á Gibraltar.-Muerte de Abd-al-Hak, y fin de la dinastia de los Benimerines.

La pérdida definitiva de Ceuta enfureció á los Africanos; culpan á Muley-Abu-Said por su debilidad y por su afeminación; estalla un horroroso motín, que dirige el Visir Abu-Babá; penetran en palacio las turbas, y el Soberano y seis hijos son víctimas del furor de los sediciosos. Arde la guerra civil, y triunfante la parcialidad del difunto Rey, corona en 1423 á Abd-al-Hak, único hijo de Abu-Said, que pudo salvar del puñal de los asesinos, su madre, esclava española.

Mientras que el Rey de Castilla fomentaba la desunión de los Moros granadinos, tan divididos como los Africanos, al aragonés Alfonso V punzábale el acicate de la emulación: la gloria y las ventajas adquiridas por los Portugueses, le estimulaban á mayores intentos.

Era el año 1418: abastecidas suficientemente las galeras aragonesas, al mando de D. Pedro de Moncada, y con gran copia de Caballeros valencianos, corrió las marinas de la Berbería y fué á combatir á Argel.

Dos puntas prolongadas largo trecho dentro del mar, y que tienen por nombre Cabo Matifuz la de la izquierda, y punta Pescade la contrapuesta, forman una rada semicircular; y doblando la primera, á poco, encuéntrase Argel. Perteneció en lo antiguo á la Mauritania Cesariense, de la que fué metrópoli; llamóse Yol después: Yuba II nombróla Yol Cesárea, en testimonio de su agradecimiento á los favores recibidos del Emperador Cesar Augusto; mas al apoderarse los Árabes de aquel territorio, la destruyeron casi completamente mudándole hasta el nombre de Julia Cesárea, en el de Alghezair ó Ghezaira (las islas), ya por su cer

1 Según Malte Brun, se llamó antiguamente Ycosium; y Yol ó Julia Cesárea, el puerto de Cherchell, á 20 leguas de Argel. El común de los escritores da la lección que hemos seguido.

canía á las Baleares, según Luis del Mármol, ya porque existían cuatro pequeñas delante de la Ciudad, que trabadas con un arrecife forman hoy el puerto. Sus muros, de 30 á 40 piés de elevación; los cimientos, hasta una corta altura, de sillares, el resto de ladrillo: cercábanla de trecho en trecho algunas torres cuadradas, ornato y defensa; fosos, en parte ciegos y la alcazaba; esto, con la estrechez suma de las calles, y las casas en anfiteatro, hacíanla á propósito para tenaz resistencia. Por ello, Queredín Barbarroja la llamó, andando los tiempos, Argel la bien guardada. Acometióla, sin embargo, el caudillo aragonés, deseoso de apoderarse de aquella guarida de corsarios, que devastaban las costas orientales de España; pero reunidos en gran número los Moros, pelearon con tanta bravura, que con mucho daño hubieron los Cristianos de recogerse á las galeras y levar anclas.

Mas el impulso estaba dado: era ya el tiempo en que preponderantes las armas cristianas, libre su país, buscaban á los enemigos en el suyo; de invadidos pasaban á invasores. El valeroso Rey de Aragón no podía olvidar la mengua de su Capitán Moncada, en Argel; ni menos la pérdida de los Xerves tan á propósito para atender desde allí á las cosas de Cerdeña; y el 23 de Mayo de 1432 salió de las playas de Barcelona con 26 galeras y 9 naves gruesas; tocó en Cáller, donde apaciguó algunas rebeliones; reforzó la escuadra con 70 buques, y surgió en los Xerves el 15 de Agosto. Dividió sus galeras; tomó el mando de una parte, y confió el de la otra á Gutierre de Nava, señalado Capitán en las cosas de mar, apoderándose con el primer ímpetu, del muelle y de la puente que une á la isla con tierra firme.

Regía á Túnez en aquel tiempo Boferriz, quien desdeñando sorpresas y descuidos, escribió al Monarca aragonés: «Que había sabido su llegada, y le rogaba que le esperase y diese manera que se viesen cara á cara, porque el huir entre ellos sería vergüenza.» Respondióle el Rey: «Que era contento de esperarle tanto tiempo que pudiese llegar, ó fuese á su culpa, y que entonces la vergüenza sería de aquél que no satisfaciese á su deber.» No se hizo aguardar mucho el Tunecí, que con gran pujanza acampó junto al muelle, barreando sus reales, y entreteniendo el tiempo con escaramuzas continuas. El lunes 15 de Setiembre ordenó el Rey preparar el ejército para el ataque del campo, al siguiente día. Prevínole Boferriz, y en el mismo, secundado por los Isleños, que embistieron por la espalda, acometió de frente con extraño ardimiento. Recio el choque, los Aragoneses, saltando por encima de las ba

A Abudefar, le llama Luis del Mármol.

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