Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO II.

Algara desgraciada del Alcayde de los Donceles.-Sentimiento del Cardenal.-Sus instancias al Rey para la prosecución de la guerra de África.-Descripción del Peñón de Velez de la Gomera.-Tómalo el Conde Pedro Navarro.-Enójase el Rey de Portugal. -Funda á Mazagán.—No puede tomar á Azamor.-Reconquistan los Moros á Arcilla y acude el Rey Católico al socorro del castillo.-Insta Ximénez de Cisneros la continuación de la guerra. —Acuérdala el Rey.-Vacilaciones de éste y constancia del Cardenal.-Motín del ejército. —Vianelli es herido por Villarroel.-Se embarcan los expedicionarios.-Descripción de Orán.—Ataques de la sierra.—Gánase Orán.-Resuelve el Cardenal su vuelta á España.-Palabras de Cisneros á la Diputación de la Universidad de Alcalá.

Vuelto el Alcayde de los Donceles á su gobierno, sostuvo una guerra continua de algaras y rebatos contra los Moros, que casi siempre salían maltratados. Creciéndole los bríos con el próspero suceso, y reforzado con gente vieja de los tercios de Nápoles, que montarían bien 100 caballos y 3.000 peones, vínole en ánimo hacer una cabalgada é internarse en país enemigo. Espoleábale también, el que habiendo saqueado los corsarios de Orán las costas de España, anunciaban otro tanto contra Mazalquivir. Parecióle afrentoso en demasía para sus armas el sufrirlo; y más arrojado que prudente, en un día de Junio de 1507, salió de la plaza, puesto ya el sol, y metiéndose tierra adentro saqueó tres lugares, recogió considerable presa, con más de 4.000 cabezas de ganado y 1.500 cautivos, durmiendo por la noche en el campo.

Los que huían dieron aviso á los pueblos inmediatos, que se alzaron en armas: el mismo Rey de Tremecén púsose al frente de sus tropas, y juntos 11.000 caballos y 30.000 peones (número quizá aumentado por los vencidos, que en la muchedumbre excusaron la derrota), cayeron sobre el reducido ejército, que se recogía apresuradamente. El Alcayde de los Donceles se hallaba tan quebrantado de fuerzas, que á la vista de Orán se hubo de detener, mientras el grueso de la expedición seguía su camino para ponerse en cobro. Faltos de Jefe, desbandáronse los soldados al pasar por cerca de unos pozos, donde perecieran miserablemente, cargados por el enemigo; si el Alcayde, con grande esfuerzo, no los hubiese alcanzado, hécholes guardar su ordenanza y formádoles en apretada mue

la, colocando en el centro la caballería. Los enemigos los rodearon por todas partes, hasta que D. Diego, vista la imposibilidad de salvar las tropas; con gran esfuerzo, al frente de los 80 caballos que le quedaban, arremetió por lo más apiñado, y rompiendo las líneas, pudo guarecerse en Mazalquivir. Entonces la rota fué general: sólo 400 se recogieron en la plaza, pocos menos quedaron cautivos, y más de 2.000 muertos en el campo; que tan brava fué la pelea y tan sin piedad el alfanje de los Moros. Hondamente apenado el Gobernador, cuidó perder el sentido al entrar en Mazalquivir.

No fué menor la pesadumbre de Cisneros. Hallábase á la sazón rigiendo el gobernalle de la monarquía y el Rey en Nápoles, á donde le llevaron recelos del Gran Capitán. Los Nobles descontentos; pobre de seso la Reina y D. Fernando ausente; no osó el Cardenal, como quería, juntar grueso ejército, y á su cabeza marchar á África, donde estaba en balanzas la dominación española. Afortunadamente llegó el Rey á las playas de Valencia el 20 de Julio, y, con noticias de lo acontecido, envió al momento algunas galeras para socorrer á Mazalquivir, si, como se creía, era atacado por los Infieles.

Grandes turbaciones ocasionó la muerte del Rey Filipo: D. Fernando pasó á Andalucía, y concertadas las diferencias y castigados excesos de los Grandes, volvió á su asiento y corte. Cisneros, lastimado de la rota pasada, celoso por la Religión, afligido por las depredaciones de las marinas, representaba al Rey incesantemente: Que un Principe católico no cumplía sus sagrados destinos, ciñendo espada ociosa mientras sus vasallos gemian en duro cautiverio. Oíale con benignidad Fernando y dábale con la entretenida; que por la astucia, no por fuerza de armas, se prometía el logro. Andaba á la sazón en pláticas con Muley-Yahya, Rey de Túnez, quien, alegando derechos sobre Tremecén, solicitaba auxilio para la conquista. Ofrecía, en cambio, ceder todos los lugares de la ribera, quedándose tan sólo con la capital y ciudades inferiores, pagar tributo, y á la seguridad del concierto dar en rehenes á su hijo. Para ultimarlo, en Noviembre envió Embajadores al Rey Católico, que con ello puso entera la voluntad en la conquista de África, mandando acrecentar la flota y proveer las galeras de las Órdenes, para cuando se creyera sazón oportuna.

No aflojaban en molestar las costas, los Berberiscos, que en aquel entonces habían saqueado la de Sevilla; y el Rey, mientras se llevaban á cabo sus tratos con el de Túnez y los planes del Cardenal, mandó al Conde Pedro Navarro que se pusiera con su escuadra donde les impidie

se la vuelta. El General dióles caza, y apresándoles algunas fustas y porción de cautivos, llegó al Peñón de Velez de la Gomera, fortaleza avanzada de la ciudad.

Está el Peñón á 25 leguas al Este de Ceuta y á unas 100 varas de la playa. Fórmalo una masa de rocas calcáreas de 350 varas de longitud, 100 de latitud y altura, escarpada é inaccesible por todo su circuito, calva, escueta, sin agua potable y con un fondeadero mediano.

En lo superior de la peña elévase la fortaleza que protegía á la ciudad de Velez de la Gomera, una de las mayores guaridas de piratas que corrían el Mediterráneo. Presidiábanla hasta unos 200 Moros con artillería, que disparó sobre la escuadra del Conde. Interpuso éste en el canal, formado por el Peñón y tierra firme, una nao guarnecida con sacos de lana que apagaban la fuerza de los tiros, y envió á toda prisa dos galeras para remolcar las naves, que por falta de viento se habían atrasado.

Entendiendo la guarnición que el objeto de la armada era apoderarse de Velez, abandonó precipitadamente el fuerte que la sirve de antemural. Aprovechó el Conde la ocasión con que le brindaba el mal consejo de los contrarios; apoderóse de la isla en aquel día, 23 de Julio de 1508, artilló convenientemente el castillo, y fortificó toda la peña con tapias de tierra; que otra cosa no había más á mano. Careciendo de agua, envió á pedirla á Velez, dominada por sus cañones, con la amenaza de arrasarla si no le acudían. Siguió á la negativa el bombardeo, al bombardeo el abandono de la ciudad. Sus habitantes, guarecidas las familias en las cuevas, se limitaron, ocultos tras las asperezas del Baba y Cantil que dominan la isla, á cambiar algunos espingardazos con nuestras tropas.

Grandemente se regocijaron los Cristianos al saber la toma de aquella fortaleza, que impedía las depredaciones en las costas de Andalucía y Murcia, y grande fué el dolor de los Moros al conocer lo errado de su determinación. A par de muerte sintiólo el Rey de Portugal, quien envió al Católico quejas de que se entrometiese en terrenos que caían, según la línea divisoria, en conquistas de su reino 2. Contestóle agridul

4 El Conde Pedro Navarro, que tanto figuró en estas guerras de África, se llamaba Pedro Bereterra, y le apellidaron Navarro por ser del reino de Navarra, de la villa de Gorde en el Valle del Roncal. Fué el más hábil ingeniero de su tiempo é inventor de las minas que empleó por primera vez en el sitio de Cefalonia..... estando al servicio de Florentinos en el año 1500. Esto dice Paulo Jovio: otros alargan este invento al año 1503 en los sitios de los fuertes de Nápoles, llamados Castel Nuovo y Castel d'il Ovo.

2 A propósito de esta división de tierras, decía la Reina Católica en su codicilo, otorgado en 23 de Noviembre de 1504, en Medina del Campo, ante Gaspar de Crisio: «Item, por

ce el Rey Fernando: «Que no había sido su objeto apoderarse de tierras de Portugal, sino hacer guerra á Infieles y castigar las piraterías de los corsarios que le entraban las suyas: que si á Portugal pertenecían, se las entregaría, pagándole, según costumbre, los gastos de la conquista, y que de cosas se había apoderado el Portugués en Africa, que claramente pertenecían á Castilla, según las capitulaciones hechas por medio de Rui y Juan de Sousa.» Siguiéronse negociaciones por medio del Comendador Ochoa de Isasaga, apoyado por la Reina de Portugal; más inclinada á creer justas las peticiones de su padre, que las exigencias de su marido. Pretendía el Rey Católico que las conquistas de los Portugueses en el Cabo de Aguer, pertenecían á Castilla, y por ello que se viese esto juntamente con lo del Peñón, y además, proponía un tratado de alianza y una liga aduanera que abriese las puertas de reino á reino, para la introducción de moneda, caballos, pertrechos y mantenimientos. Repugnábalo en gran manera el Lusitano, que exigía, como condición previa de todo arreglo, la devolución del Peñón de Vélez; «porque esto era claro de Portugal y dudoso fuese de Castilla lo del Cabo de Aguer, sobre lo cual tratarían.» Al fin doblóse á la voluntad del Rey de Aragón; pero ya extendidas las capitulaciones, con inexcusable veleidad, se mudó alegando frívolos pretextos. Quedaron por ello recelosos y desabridos suegro y yerno, holgando éste de los embarazos que por lo difícil de las circunstancias ocurrian á D. Fernando.

D. Manuel, en posesión de Arcilla, pensó en consolidar sus dominios. del litoral africano, y al efecto, en 1506 levantó, á unas tres leguas al Oeste de Azamor y á otras tantas al Sur de Salé, á Castelho-reale, conocido después por Mazagán, y que los Árabes llamaron Barydiah. Cercóla con ancho foso por la parte de tierra, y con espeso muro por todas partes. Recias fortificaciones defendían el pequeño fondeadero que allí forma el Océano, abrigo de buques de corto calado; aunque insuficiente para de gran tonelaje, que han de anclar á dos millas de la plaza.

los

Desde el momento en que el Rey de Portugal tuvo en Castelho-reale freno para los piratas de Salé, punto de escala para sus tropas, y depó

cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas y tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir; nuestra principal intinción fué al tiempo que lo suplicamos al Papa Alexandro VI, de buena memoria, que nos fizo la dicha concesión; de procurar de inducir á traer los pueblos dellas é los convertir á nuestra Sancta Fé Católica é enviar á las dichas islas é tierra firme, Perlados e Religiosos, etc.» Se ve, pues, que nunca se movió aquella gran Reina por sed de conquistas, sino por celo religioso.

4 Apéndice 1.°

sito de donde aprovisionar ejército y escuadra, dirigió los ojos á la ciudad de Saffi, de que se apoderó en el año siguiente. Fortificado el castillo del Cabo de Aguer, faltábale la plaza de Azamor, que le haría dueño de una posición ventajosa, en la divisoria de Fez y de Marruecos. Creyendo poder tomarla por inteligencias, envió á D. Juan de Meneses en 1508 con una armada que estuvo á punto de perderse con todo el equipaje, por haber jugado de espías dobles, los Moros con quienes contaba. Dicen, sin embargo, los Portugueses, que la expedición fué muy ventajosa, porque degollaron 1.200 Marroquíes. Los posteriores sucesos dieron fé de lo contrario; aunque los Portugueses tuvieron compensación de la afrenta de Azamor, en la heróica defensa de Saffi, que por entonces hizo el Capitán Nuño Fernández de Ataide contra innumerable morisma.

Al mismo tiempo que el Rey de Marruecos, Muley-Cidán, atacaba las plazas que los Portugueses poseían en sus estados, el Rey de Fez, Muley Mahomed, el Oataz, á pesar de la obstinada defensa de su Gobernador, el Capitán D. Vasco Coutinho, se apoderó de Arcilla, degollando sin piedad á cuantos no pudieron recogerse á la fortaleza. Recibió la noticia el Rey de Portugal en Évora, donde estaba cazando, y pesóle mucho; pero no teniendo dispuestas tropas, acudió á su suegro en demanda de auxilio.

El Rey Fernando, sin cuidar de sus tibiezas con los Portugueses, mandó socorrerla. A toda furia acude el Conde de Oliveto, ancla en la rada de Arcilla el 30 de Octubre y hace levantar el cerco 2. Repitelo el Oataz al siguiente año con mayores fuerzas, y nuevamente Tánger y Arcilla son socorridas por el Rey Católico, con armas, municiones, tropas y víveres. Aunque agradecido D. Manuel 3, persistió, sin embargo, en reclamar como suyos la ciudad de Velez y el Peñón. El Rey Católico se allanaba á entregar la ciudad, pero no el Peñón, sin ciertas condiciones, y por si podían venir á concierto, envió á Évora á Gómez de Santi

4

[ocr errors]

Que el otro día, andando yo en Évora á caza de liebres, y estando à la noche con la Reina y con los Fidalgos y demás, en fiesta y placer, fuera de cuidados, me vino este sobresalto de Arcilla, que no sabe onbre cuando está seguro.»-Carta del Comendador Ochoa de Ysasaga al Rey Católico, inserta en el Apéndice 4.o

2 Apéndice núm. 2.o

3

D. Manuel quiso regalar al Conde 6.000 ducados de oro, quien los rehusó contestando: «Haber hecho lo hecho por causa y servicio de! Rey D. Fernando, cuyo sueldo recibía, y cuyo súbdito era, y que de solo él, como tal, y no de otro ninguno, esperaba el premio y la recompensa de sus tareas y fatigas.» --Hieronimus Osorius, de rebus Emmanuelis Lusitaniæ Regis.

« AnteriorContinuar »