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lidades las abundancias. No es delinqüente S. A. en que los maliciosos lo digan, y los cándidos lo crean; mas te admirará que algunos Ministros se pongan de la vanda del daño, y que se hagan cómplices con su tácito consentimiento de la maldad, quando no sean autores de la voz.

Despacharon á algunos inferiores Ministros para conducir granos; y estando las troxes de muchos ricos llenas, entrando á regristar sus cámaras, no encontraron con el trigo, porque tropezaron con el escritorio.

Quiero, Esperanza amiga, revelarte una reconcentrada malicia, que habiéndola padecido, no la has penetrado. Ha corrido tan ciego engaño en los que mandan y obedecen, que tú has juzgado que te han imperado los Reyes, Validos, y Presidentes. Pues has de saber que no te han mandado los dichos, sino los panaderos, mercaderes y obligados.

La primera insignia de la regalía es la tasa de lo público; y siendo esta regalía privativa de la Corona, insensiblemente la han usurpado, siendo su codicia edicto, y sumalicia pragmatica.

Estos tres linages de gentes suben las monedas, los alimentos, y los vestuarios. Su interes hace la tasa, y su libertad los aranceles. La necesidad, que no discurre mas arbitrios, que buscar medios para no padecerla, se halla obligada á pasar por el arancel de su codicia, porque no tiene otra tienda. Tan ciego ha corrido este desórden, que ha obedecido á la ley de los interesados la alta dignidad de lo soberano, haciéndole creer, que es precepto de la necesidad, la que es reflexion de su inte rés. No me atrevo á decidir las causas de haber obedecido algunos Ministros á estos baxos órdenes; porque no es de mi jurisdiccion condenar las personas, sino revelar las verdades; pero te digo, que afirmes la atencion, y

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consideres, que siendo tan zelosos de su dominio, han partido, y no con Júpiter su imperio.

El remedio de los alimentos pende, como de raiz, de los tributos. La suma de estos ha hecho pobres á Príncipes y vasallos; porque es firme práctica, que los modera¬ dos sustentan, y los excesivos arruinan,

Siempre ha tenido la real Hacienda Consejo; pero en las distribuciones no ha seguido consejo la Hacienda. Se ha visto el tribunal para el respeto y no para el fruto. Divídese el real Herario en tantos inutiles arroyuelos, que parece el rio de Xerxes sangrado en gotas, mas que en caudales. Anegándose esta real Hacienda en quarenta mil hombres, que se sustentan de sus sangrias, ni hay hombres para las campañas, para los oficios, ni para los campos; ni la hidrópica sed de tanto diverso genio dexa una gota, que pueda correr ázia Palacio. Este abuso se puede atajar para en lo futuro; pero no es remedio pronto, porque no se recoge lo usurpado, cautelando que no se usurpe, ni hay humana providencia que pueda coger el agua una vez vertida.

La tercera quexa era, que los señores antes afectos, viven quexosos. Á este cargo responderé templado, porque como temporal, sé que el trato con los señores ha de ser melindroso. Yo los conozco, porque me conozco á mí¿‹y algunos se ignoran, porque no me conoceny aunque me galantean.

La fortuna mi hija, que no dá prenda de valde, do ró las cunas á toda costa de los dueños. Ilustró sus venăs de la amada joya de una altísima nobleza; pero los sujetó á una escrupulosísima censura. La misma sangre, que por su pureza y sutileza es madre de heroycos pensamientos, suele ser por lo sutil ocasion de afectos inconstantes. A todos los mortales son muy variables lds afiTom. V

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ciones, porque yo con mis minutos resfrio los más encendidos afectos; pero á este achaque de mi genio arriman los Soberanos el punto de no rendirse aún á sus mismas inclinaciones. Tan alterado es el golfo de las pasiones en los juicios humanos, que hoy aprueban lo que mañana acusan, y mañana califican lo que hoy condenan,

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A Siglos há que escucho á los necesitados quejas dė los poderosos, lamentándose de las desigualdades de forfuna y naturaleza. Para los rudos es la queja justificada; para mi comprehension es indiscreta; porque son tan -iguales los Soberanos, y los ínfimos, que no se distin iguen en la calidad de los pasos, sino en el impulso de los movimientos.

Debes estimarme que te revele el escondido secreto de esta no penetrada igualdad. Has de saber, que necesidad y ambicion, siendo de tan opuestas gerarquías, viven con políticas iguales; porque á lo que obliga la necesidad, fuerza la ambicion. Los mismos remedios que obra por remediarse un necesitado, executa por mandar un ambicioso. ¡Ó, alta reflexion permitida de los astros, para igualar en miserias Soberanos y plebeyos!

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Los pasos de la necesidad son públicos. Los de la ambicion son mas secretos. No, se distinguen en el camino, sino que á uso de Roma, caminando en público, dicen, que van incognitos. La necesidad manda tan imperiosa-menté, que se roza en ser vil, importuna y lisonjera. La ambicion es tan eficáz, que por..conseguir lo que -anhela, se sacrificará primero al ídolo de su conveniencia, que al altar de su fama. Esta violenta compañera tiene escondida la soberanía, y necesita grande nobleza de juicio para no degenerar en sus abatidos efectos.

Dexára de ser quien soy, si hablára de los señores

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con universalidad; pero me hás de permitir, que no los individue, porque no nací para ofender, sino es para, avisar.

Ardió en algunos (despues de una mal vista toleran cia) la apagada llama de sus venas, y llamaron á S. A. para que tomase el timon de este fracasado baxel. Si penetráras los impulsos de llamarle, no extrañáras ahora las difidencias de seguirle.

El motivo fue un Sombrero, impulso justo, pero personal y propio.. Quien sufrió mudo tantos agravios del comun, faltó impaciente al verse igualado de un particular. El amor propio no es muy limpio; el de lo, público es siempre hidalgo. Vengar ofensas propias es antiguo pundonor de Soberanos. Sacar el rostro por las agenas es de finos. Quien consintió en las ruinas agenas, silencioso, clamó por su venganza osado.

Afectos movidos de cólera, pasion ó ira, no tienen mas perpetuidad, que el lógro de su pretension. La execucion es su sepulcro, y el lógro su arrepentimiento. En eso se distinguen pasiones ciegas, ó aficiones sábias. La verdadera aficion vive despues de lograda ; y la cegue dad de la pasión muere al verse cumplida. Aficiones de venganza mudan, al conseguirse, de clima. Y quien anhela á vengarse., en vengándose se arrepiente,..

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Nunca es constante el impulso de la voluntad, si no se mueve por la firmeza del bien. Sin su objeto nativo no será el acto real, sino es fantástico. El mundo llama al amor pasion, y yerra torpemente; porque el amor es un: dulce movimiento natural, y la pasion es un impulso. violento, y una arrebatada exâlacion, que se enciende, de los vapores mal dirigidos del dolor. Y como nunca puede ser estable lo violento, sino lo nativo, permane-. cen los amores como hijos de la razon, y se mueren lasi pasiones, como abortos de la ceguedad... D 2

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Yo, que con mi vigilante providencia he presidido desde mi cuna la contingente rueda de esta hermosa fábrica, he notado en algunos Príncipes mas movimientos en sus empleos, que circulos en mis pasos. En su origen fueron guerreros ; en su altura pararon en odiosos; y en su declinacion cayeron en hipócritas. Te reirás del delito, viendo que son mas amigos de gastar las ceremonias en sus casas, que en las Iglesias, y las adoraciones mas en los Palacios, que en los templos; pero yo te correré las cortinas de esta oculta hipocresía.

Los humildes son hipócritas ácia lo santo; los poderosos ácia lo político, Los unos fingen para comer ; y los otros para mandar. Los primeros gastan su hipocresía en los templos: los segundos en los palacios. La ficcion es igual, aunque desigual el fin. La hipocresía es estimada en lo moral, por el mas negro vicio de la razon; pero en lo político es reputada por altísima virtud. Tanto pudo en Luis XI.o de Francia, que ha hecho dogma su proverbio, de que: No sabe reynar, quien disimular no sabe. Tan poderoso ha sido el Florentin Machiavelo, que ha querido introducir por cánon este engaño.

Como distintas estas hipocresías en los fines, son tambien opuestas en los medios; porque la hipocresía moral es fingir virtudes, y la política intenciones.

Dias há que corrí esta disimulada cortina á mi amigo Enrique IV.o el grande: amigo mio íntimo; pues amparándose mas de mis dias, que de sus tropas, me debió poseer por conquista lo que le tocaba por herencia. Este valeroso Príncipe, en el cartél que fixó año de 11593 de desafio contra España, era la querella de hipocresía por intentar casar Felipe II.° á su hija mayor Doña Isabel con el Duque de Guisa, hijo del malogrado Enrique de Lorena; y siendo éste el oculto trato, el

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