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Son tan ligeros, que apenas se convinieron, quando llegaron; y aunque fue la conversacion muy secreta, la percibí toda, porque ya se sabe, que las paredes de Pala

cio oyen.

Desahogando, pues, la Esperanza unos suspiros, que tenian de voces los sonidos, y de llanto los acentos, impacientemente discreta, y discretamente impaciente, rompió en estas tristes cláusulas sus altos silencios.

Esperanza: ¿Qué es esto, Tiempo amigo? Te desconozco, y te veo. ¿ No eras tú el fiador de inis prudentes ansias, el consuelo de mis inquietudes, el alivio de mis sobresaltos, el remedio de mis temores, y el norte en la tempestad de mis males? Tú solo fuiste el juez de mis apelaciones, y la suprema sala de mis causas. Miraban anegados en llanto mis ojos las públicas calamidades de esta dominante Monarquía, y viendo que los males no sucedian, sino se heredaban, y que mas parecian meditaciones voluntarias del error, que calamidades contingentes de la infelicidad : juzgué prudente que tú solo podias, si no desacer la rueda de tanta eslabonada desdi cha, corregirla con tu providente mudanza.

No quiero obligarte al remedio con la triste relacion 'de lo padecido, sino con la alegre memoria de lo esperado. No pretendo ser eloqüente en mis males, ni retórica en mis dolores. No merecen los errores eloqüencias, ni tengo por discrecion, que se eternize lo errado en la sábia pluma de lo reprehendido; porque si ha sido venerada política, que se deben escribir los aciertos para fama, y los errores para justicia, sospecha no en vano mi temor, que de las ambiciones políticas altamente reprehendidas, y hermosamente acusadas, toma nuestro mal genio mas el camino, que el escarmiento.

Ahogue mi dolor en el capacísimo golfo de mi pecho tantas injurias á cielo y mundo, á lo temporal y eterno, á

lo

lo moral y político, y á lo sacro y profano. Esconda mi discrecion, y mi respeto en el sepulcro del olvido, los indecorosos instrumentos de ruinas tan invencibles. Quiero, Tiempo mio, engañar lo pasado con lo futuro. No prerendo entristecerme, sino engañarme. No busco la quexa,

sino la medicina.

Á tí pongo por testigo, que registras los mas escondidos movimientos de esta volante rueda del corazon humano. Tú sabes que no tenia mi dolor otra ancora de que aferrarse para no zozobrar en el mar alterado de este golfo político, sino es tú curso. Todos tus minutos eran mis altares; todos tus instantes mis templos. Mas hamos de sacrificios me deben tus aras, que yo te debo respiraciones; mas invocaciones, que yo alientos. Debes creer, que no eran mis votos supersticiosos, porque cultos de necesidad, aunque no sean tan hidalgos, siempre fueron verdaderos. No te pedia mi congoja milagros, ni que te parases como con Josué, ni que retrocedieses como con Ezequías; solo te suplicaba corrieses veloz tu carrera, y que me cumplieses tu condicion, pues profesas desigualdad.

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No puede negarte mi dolor, aunque me roze en la cortesia, que fuiste tan sordo á mis clamores, que parece fijaste el clavo al ardiente carro de tus luces. Diez años (que si para tu luz son instantes, para mi desdicha eran siglos) paraste tu curso, sin dar paso á mi anhelado remedio. No sé cómo tuviste ojos para mirar nuestros males. Estrañé tu suspension: porque si paraste por Josué para una victoria; ¿quién te detuvo para nuestra ruiná? Pero no vuelen tan alto las quexas, que pretendan imprimirse en esas ojas azules.

Menos desatento á mis miserias me prometiste el remedio á 6 de Noviembre del año pasado de 1675, me jorando con la aurora de una mañana, los ocasos de dos

lus

lustros. Amaneció Madrid con dos soles, siendo verdad

lo que lisonja en Tácito, que se vieron dos soles al en→ trar en Roma Augusto. Alumbró el sol politico de S. A. á esta grande Corte con aparatos de deidad hermosa, pues á su vista resucitaban los ya difuntos corazones. Derramóse en los pechos tanta alegria, que se perdió la tristeza de la memoria. Embarazaba el gozo á el discurso, y hacia la voluntad oficios de entendimiento. Aquí, Tiempo, me quexo de tu engaño, y aunque sea indiscresion enojar á quien es menester, puede mas la justificacion de mi quexa, que la necesidad de mi política.

¿Si habias de arrebatarnos el remedio, para qué le presentaste á los ojos? ¡O compasion cruel' Mostrar que tienes medicina, para quitarla. Mejor nos estuviera el engaño de desahuciados, que la desgracia de infelices. Al mirar incurable nuestra llaga, no procuráramos la medicina. La aprendida imposibilidad de sanar, nos obligará á la resignacion de morir. Supieramos que moriamos de mortales, y no de infelices. ¿ Quién da una joya ટં para arrebatarla? ¿Quién alargó el vaso para derramar el antidoto? ¡O Tiempo riguroso! pues anochecernos tan arrebatadamente la medicina, ó fue despreciar nuestros males, ó duplicar nuestras muertes.

Arrepentido sin duda de esta fundada quexa, dis. pusiste con providencia sábia, que á 22 de Enero de este año amaneciese en esta Corte fixo aquel soi, entonces errante, ya en este deseado trono. Correspondiste fiel á mis ansias; pero no has desempeñado cabalmente mis

yotos.

Entró S. A. con el aplauso igual al deseo ; y concebí de su alta mente, y soberana idea, la salud universal de esta enferma Monarquía; quedando con sus primeras lineas mejorada mi Esperanza, pues siendo tan grande el achaque, empezó á ser mayor la medicina,

No

No he depuesto este fixo dictamen; pero en la intimidad que profesamos, y en la comprehension que de mi genio tienes, fuera imprudencia negarte, que soy melin drosa, Ya sabes, que los rumores me asustan, las quexas me impacientan, las dudas me sobresaltan, y los recelos me ahogan. Conozco mi fragilidad; pero no es remedio á mi flaqueza mi comprehension, pues no fuehumana Esperanza, á no vestirme de tan caducas libreas.

Hasta aquí, Tiempo amigo, te he invocado piadoso; ahora te necesito discreto. No pueden los rumores que escucho alterarme; pero son poderosos para entristecerme. Despreciándolos como falsos, me sobresaltan como peligrosos; no me vuelven infiel, sino recelosa; no me mudan, sino me inquietan: tan obscura es mi enfermedad, que huyendose de mi juicio, se concede solo á mi dolor. Vivo en una conjurada complicacion de dudosas olas, y estoy firme y alterada, sosegada y inquieta, turbada y pacifica, segura y recelosa. No sé si acertaré á explicar mi complicacion. Me parece que siendo muy dificil para el asenso, soy muy fácil para el cuidado. Tengo para mi quietud la constancia, y para las contingencias una astuta providencia.

.

Esta alterada y maligna complicacion de reñidos humores, nace de mi fácil, y achacosa complexion. No puedo esconderte, que soy tan medrosa como muger. Si pido á mi entendimiento, que me destierre la vanidad de mis sustos, me responde que ya lo manda; pero que ha siglos que la voluntad le ha negado la obediencia. Si suplico al corazon no me ahogue con sus sobresaltos, se excusa con decir, que mal puede amar sin temer. Si ruego á la memoria no me ahogue con lo pasado, me dice: que no puede borrar lo que á tanta costa escribió. Si

pido á la fantasía que no me encienda, se escusa diciendo, ¿que si no apago la hoguera para qué acuso la llama? Si baxo á los sentidos exteriores, tampoco los hallo com pañeros, sino Fiscales: tan combatida respiro, que solo se que vivo, porque siento.

Ya que he delineado mi achaque, diré en borron la raiz, que presumo de tanto accidente. Estoy firme y constante, porque del soberano entendimiento de S. A. prudentemente concibe mi idea, quanto de su ideado Cyro escribió en Xenophonte la lisonja. Es Príncipe tan excelente en prendas, que no puede pintarse, porque no puede comprehenderse ; y excede mis colores, por. que excede las esperanzas.

Pasando de lo que conozco á lo que escucho, me asustan los rumores que corren; y aunque no pueden derribarme, se conjuran á combatirme. Oygo decir, que en desterrar á la Reyna nuestra señora, obró mas el poder, que la razon; y qu: arrepentidos, volverán á la Reyna al Gobierno. Que lo público no se ha remediado ; que los señores afecviven sobre disgustados, quejosos. Que no ha beneficia-· do a sus leales afectos. Que es muy alto su espíritu para las bumanidades del Gobierno. Que pues no ba becho justicia, no debia de baber delitos; y para decirlo en compendio, que corre el mismo tiempo que el pasado.

tos,

Gongojada con estos infieles rumores, que aunque no me persuaden, me enfadan, y aunque no me convencen, me alteran, busco en tu amistad amparo, pues eres mi único patrocinio. Á tí te ofende la queja: pues querer confundirte con el tiempo pasado, ni lo tolerará tu justicia, ni podrá disimularlo tu paciencia. Revelame. un poco tus futuros, y merezca la grandeza de la causa, y la compasion de mi inocencia, que me descojas los largos lienzos de tus arrebatados minutos. Ya conozco,

que

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