Imágenes de páginas
PDF
EPUB

UNIV. OF

Allí, en efecto, tropezaron los españoles con el imperio en todo su esplendor, y con la república en todo su auge; en ésta concediendo á la ancianidad el don de la sabiduria, como en los tiempos patriarcales; en aquel cediendo el cuidado directivo de los negocios á la eleccion ó á la herencia, lo mismo que entre nosotros se acostumbra: de donde resultan en ambos continentes las mismas ideas orgánicas; no por tendencia natural de difícil explicacion, sinó por un principio de constantes y largas relaciones, que no se podria negar con los más refinados argumentos.

Ni en los restos de una ciencia mejor cultivada en tiempos anteriores, ni en el uso que de la pintura y de dos geroglíficos hacian los mejicanos, dejaban de asimilarse á las naciones orientales de nuestro continente. Ellos tenian su almanaque perfectamente comprendido y hábilmente manejado, con sus divisiones lunares y sus signos zodiacales; tan semejante al almanaque de los ejigcios, al de los griegos y á los de los otros pueblos cultos de la antigüedad, que por este rasgo de la comun civilizacion se echa de ver, sin gran dificultad, hasta qué punto fueron tambien unánimes sus relaciones y su trato. Y aun despues de regenerarse la humanidad por medio del santísimo sacrifició del Hombre Hijo de Dios, todavia la comunicacion entre ambos mundos de tal manera debió de subsistir, que hasta reminiscencias de nuestra propia religion se pueden observar aun en la América anti-colombiana, en sus ruinas más antiguas, y en la científica aplicacion de sus observaciones astronómicas. (1)

Con lo dicho en el párrafo anterior no intentamos destruir las relaciones que una erudicion más moderna atribuye á los pueblos de la América Septentrional

(2) Véase & Humboldt, en su Atlas general, y en su libro intitulado, Vista de las cordilleras y monumentos célebres de América, particularmente al tratar de las ruinas de Palenque, y del calendario de los mejicanos.

con los europeos de la Escandinavia en los siglos IX y X de nuestra era: por que si bien á éstos no podrian en buena ley atribuirse en todo ni en parte los monumentos ni las ciencias de los mejicanos, porque su cultura estaba muy distante de la que ya entónces habia en Nueva-España, tampoco hay para qué despojar á nuestros normandos de la verdad de unos viajes que ni aumentan sus glorias ni multiplican su fama, sin embargo de la importancia que les atribuyen modernos comentadores.

Referímonos al voluminoso libro que en diversos idiomas ha publicado ahora poco en Copenhague, con el título de Antiquitates Americance una Sociedad de anticuarios del Norte: tratando de demostrar, y sin duda consiguiéndolo, que en la época aludida algunos aventureros impelidos por la tempestad llegaron á las regiones de la América Septentrional, haciendo escalas en Islandia y Groenlandia. Estos viajes lograron tan pocos resultados para el mundo de las ciencias geográficas y naturales, que su noticia llegó á perderse por completo; hasta que la más exquisita investigacion en el siglo estudioso que atravesamos, desenterró los escasos recuerdos que de ellos quedaran: y no para arrebatar á sucesos más recientes su imperecedera gloria, como al parecer en la citada obra del Norte se pretende; sino para convencernos más y más de la facilidad con que, por las regiones comprendidas dentro del círculo polar, era fácil á la ventura la comunicacion entre ambos mundos. A esto y nada más pudieran extenderse nuestras concesiones respecto á un acontecimiento tan inesperado, y no despues repetido más que vagamente, segun las susodichas memorias; pero clamando siempre contra las pretensiones de aquellos que, por un suceso tan somero y trivial, se atreven a poner las lenguas de su escrutinio en la inmensa fama de Colon, tratando de eclipsar la novedad de su heróico descubrimiento.

Pues qué, ¿tienen igual importancia en la esfera de la sana razon los acontecimientos debidos al acaso, y los que se verifican por medio de la más brillante combinacion y de la aplicacion más perfecta de todas las ciencias exactas? Luego, que si hemos de apreciar debidamente al sábio y juicioso Malte-Brun, que se hizo cargo con particularidad de algunas memorias de las publicadas, vendremos á parar en que los antiguos dinamarqueses ó escandinavos llevados á América contra su voluntad, no descendieron más que hasta el estrecho de Bella Isla (1), á lo ménos en sus viajes averiguados; por más que los Anticuarios sus comentadores pretendan hacerlos llegar, sin datos justificativos, hasta la altura de la Florida, quiere decir: hasta los 30° de latitud en el hemisferio del Norte.

Si, como parece por el resúmen de los trabajos compendiados en una ingeniosa memoria escrita por Cárlos Cristiano Rafn, secretario de la Sociedad de Anticuarios, los viajes de los escandinavos fijaron la atencion de sus compatriotas y se reprodujeron hasta colonizar alguna parte de la América Septentrional, todavia concederemos alguna influencia á sus costumbres, respecto á las que en ciertas cosas militares tenian los mejicanos en tiempo de la conquista; por ser muy fácil la comunicacion insensible de distintas razas, cuando en un mismo continente se juntan á la ventura; mas no por eso concederemos que ellos fuesen los aztecas del siglo IX; los cuales, como se supone por algunos historiadores de conciencia, descendieron del Septentrion á civilizar por entonces la mayor parte del Nuevo-Mundo.

A

pesar de lo dicho, no nos obstinaremos en negar

(1) Geografia Universal.

la hipótesis de los Anticuarios del Norte relativa á la extension que desean dar en las citadas memorias á los viajes de sus nautas de la edad media; porque si bien se examina con detenimiento la historia anti-colombiana del hemisferio occidental, no será extraño averiguar que, sin ser los escandinavos los aztecas á que la tradicion geroglífica de Méjico se refiere, hubiesen descendido hácia el Austro y á la par mezcladas ambas razas: que no de otro modo tendria fácil explicacion la presencia de la cruz latina descubierta en las ruinas de Palenque, ni la ciencia heráldica del Blason, producto de la edad media, en el escudo de armas con que se engalanaba la puerta imperial del palacio de Motezuma (1). Lo que queremos mantener y afirmaremos siempre, con el crédito que nuestros débiles trabajos sepan conquistar en el palenque de la filosofia histórica, es: que tuvo otro nombre y fué más antigua en el Nuevo-Mundo que la raza de los escandinavos, aquella otra que con su aparicion en lo más bajo de la América del Norte, sembró aquellos campos de suntuosos monumentos, é ilustró aquellos pueblos con una civilizacion oriental de más remotas edades.

(2) Humboldt: Nueva España.-Malte-Brun: Geografia Universal.-Bernal Diaz del Castillo: Conquista de Mójico,-Solis, idem, i dem.

COMBATE NAVAL

Y

BATALLA DE TABASCO.

La conquista de Méjico con todos sus episodios y caracteres, es uno de los acontecimientos más grandes del mundo en el terreno de la política, de la civilizacion y de la guerra. Por esto las elocuentes plumas de Bernal Diaz y Pedro Mártir: de los Oviedo, Gomara y Herrera: del inspirado Solis, y de los cultísimos, bien que apasionados, Robertson y Prescott, se han ocupado de ella para dar fama á sublimados nombres, más que con la elegancia del estilo, con la aureola de gloria que circunda tan portentosos sucesos: y por esto tambien, aunque otras razones no militaran en abono de la conveniente economía que nos imponemos al tratar dicha conquista, nos veriamos precisados á callar, porque contrario proceder no acudiese, forzado

« AnteriorContinuar »