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za: "puesto que no hay manera de torcer vuestra voluntad, haced, Hernando, lo que mas os plazca; solo debo advertiros, que segun lo que colijo de las expresiones de la Reina, será vano vuestro ofrecimiento: S. A. no recogerá los dones que ya hizo, sin que acepteis otros en cambio."

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Quedóse callado Pulgar, como quien no esperaba que en tal estrecho le pusiesen; mas recobrando en breve su serenidad, clavó los ojos en el ilustre caudillo, y le dijo estas meras palabras: ❝de Dios está, por vida mia, que habeis de vencer siempre.»--"Y mas me huelgo de este triunfo que de haber escarmentado á los moros.>> "Pero no creais que me entrego á merced; sino con pactos y ciones." --"¿Teneis mas que dictarlos vos mismo?» —— “Una cosa demando en pago; y decid de mi parte á SS. AA. que no tomo ni mas ni menos.» "Yo os lo ofrezco en su nombre: ¿qué demandais?» "Los molinos de Tremecen.»

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"Donoso estais (le dijo el de Tendilla, despues de mostrarse suspenso unos breves instantes): ¡á los Reyes de CastiIla pedís que os concedan molinos en África!" ¿Pues hay mas que ganarlos (le repuso Pulgar)?» —“No dudo que algun dia lleguen allá los españoles; ¿mas, y si tarda el plazo?.......» "Si no tomo posesion dellos, la tomarán mis hijos. >>

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En los miserables tiempos que alcanzamos, apocados los ánimos y enmohecidos con el vil interés, casi miramos con sonrisa de lástima la extraña demanda de Pulgar, cual si ya frisase en locura; pero en aquella era de gloria y de heroismo, se creian los españoles, como los antiguos romanos, destinados al imperio del mundo.

Acogieron los Reyes con afable benevolencia la generosa oferta del caudillo; y le otorgaron en cambio la merced que pedia, en términos tan lisongeros, que no los trocára

Pulgar por todos los tesoros de la tierra. "E vos con mucho celo é amor á nuestro servicio (le decian en su carta los príncipes), nos volvísteis dichos heredamientos, que nos vos habiamos dado en remuneracion de muchos gastos que aviais fecho de vuestra propia facienda; é en alguna enmienda de vuestros muy señalados servicios, é nos pedisteis que en pago, equivalencia é satisfaccion dellos, vos ficiésemos gracia é merced de todos los molinos que son é por tiempo fueren en el reino de Tremeeen, en Africa, lo que en buen hora se reduzca á nuestro servicio.....> Prosigue despues la Real Cédula haciendo como alarde y reseña de los esclarecidos hechos de Pulgar; en remuneracion de los cuales, y en pago de los bienes y heredamientos que devolvia, le hicieron los Reyes merced, para él y sus sucesores, de los molinos de la ciudad y reino de Tremecen, desque en buen hora se ganen. Así decian aquellos magnánimos monarcas, aceptando el favorable agüero (71).

El emperador Carlos V, en cuyo glorioso reinado no cabia que se desvaneciesen aquellas esperanzas, ratificó la gracia hecha por los Reyes Católicos, confirmando á Pulgar y á sus descendientes la propiedad de los molinos de Tremecen, para cuando aquella ciudad se ganase; y á peticion del mismo Pulgar, que tenia en sumo precio tan honroso título, le otorgó que se incorporasen perpétuamente en el mayorazgo del Salar, quedando vinculados en su casa (72).

Lo mas singular es (como si hubiese querido la suerte satisfacer en alguna manera el gallardo presentimiento de aquel caudillo), que á pocos años de acaecido su fallecimiento, su hijo Hernan Perez del Pulgar, que habia heredado del padre el denuedo y el nombre, acompañó con

trescientas lanzas al famoso conde de Alcaudete, en varias expediciones contra el África; y habiéndose apoderado de la ciudad de Tremecen, requirió Pulgar al conde, haciendo valer los títulos con que habian honrado los Reyes su linage, á fin de que en su cumplimiento le hiciese formal entrega de los molinos de aquel reino. Escusóse el conde de hacerlo, como quiera que se disponia á sentar otra vez en el trono, si bien como tributario del Rey de Castilla, á uno de los mezquinos tiranuelos que entre sí disputaban la presa (73); mas poco satisfecho Pulgar de la no esperada repulsa, y para que en ningun tiempo se creyese menoscabado su derecho, tomó posesion de los molinos delante de testigos valederos, haciendo plena informacion dello, así que volvió á España (74).

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Tambien ha quedado en Granada la fama y tradicion de que luego despues, por larguísimo tiempo, al principio de cada año se sacaban á pregon y puja los molinos de Tremecen, delante de la casa de los Pulgares, como en reconocimiento de propiedad y para perpétua memoria (75).

No sé si me seduce el entusiasmo; pero la cesion que hizo Pulgar de tierras, casas, bienes, conquistados á punta de lanza, sin aceptar en cambio la menor recompensa, es tal vez á mis ojos el rasgo mas glorioso de su vida: y al ver tan bizarro desprendimiento, tal grandeza de alma, á la par de tanto denuedo, no parece sino que vemos revivir en él uno de aquellos héroes de la antigüedad, dignos del pincel de Plutarco.

Por cuya razon causa mas desconsuelo el contemplar que aquel es el último de sus claros hechos, de que haya quedado memoria; siendo así que el insigne caudillo se hallaba á la sazon en su mayor vigor y lozanía, y que el

cielo le concedió despues largos años de vida. Pero por mas esmero y diligencia empleados al efecto, no ha sido posible rastrear lo que Pulgar hiciera, desde poco despues de la conquista de Granada hasta que se verificó su muerte (76). Mas de una vez me ha pasado por el pensamientosi hallándose en Andalucía, siendo compañero de armas y amigo de Gonzalo de Córdoba, y tan dado por inclinacion y por costumbre al ejercicio de las armas, acompañaría á aquel caudillo en las guerras de Italia; pero en ninguna crónica, de las que han trasmitido á la posteridad la mémoria de aquellos hechos, he encontrado siquiera el nombre de Pulgar; y cierto que si se hubiera hallado en tan célebres batallas y conquistas, bajo el mando del Gran Capitan y al lado de un Garcia de Paredes y otros soldados de prez y nombradía, no era posible que quedase confundido entre la muchedumbre, sin dar buena cuenta de su persona, quien tales hazañas obró en la conquista de Granada.

Tambien es cosa extraña que en un tiempo en que á todos los guerreros de Castilla les latía el corazon con el anhelo y ansia de ir á vengar en Africa la larga servidumbre de su patria: cuando en el mismo reino de Granada, y en la ciudad de Loja (77), y alguna vez bajo el calor y amparo del famoso Gonzalo de Córdoba (78), se apercibian los tercios que habian de llevar el pendon de la cruz á aquellas bárbaras regiones: Pulgar, aquel Pulgar que por tantos años habia guerreado contra los infieles, corriendo cada dia tras nuevos peligros y lauros, permaneciese tranquilo en sus hogares, viendo ociosas y colgadas sus arinas. Sea de esto lo que fuere, solo sabré decir que he hallado un mero indicio de que tal vez pasó Pulgar en Africa,

cuando al nacer el siglo décimosesto se trababa la larga lucha que habia de costar tanta sangre; pero ni hay certeza del hecho (79), ni consta la menor circunstancia, ni menos cumpliera á su gloria andar á la rebusca de servicios livianos y dudosos, cuando la menor de sus proezas

basta á inmortalizarle.

Muy escasas son tambien las noticias que hasta nosotros han llegado respecto de la vida doméstica de Pulgar, de sus costumbres y aficiones; y en verdad que despues de admirarle tan grande y generoso, como que se desea con mas ansia seguirle á la callada dentro de sus hogares, escudriñar sus acciones mas leves, escuchar hasta sus pálabras; conocemos al héroe, y quisiéramos conocer al hombre.

Es lícito sin embargo conjeturar, y sin correr el riesgo de engañarse, que habiendo nacido con índole tan noble, acostumbrado desde mozo al áspero ejercicio de las armas, aficionado á las letras humanas que cultivó hasta en su vejez, y mal avenido con el ocio y regalo, no es dable que estuviese sujeto á aquellas pasiones bastardas que avasallan el corazon, le estragan y envilecen. Sus costumbres debieron de ser no menos sencillas que puras, á juzgar por lo que sabemos de su vida, por la robustez de sus fuerzas, por lo despejado de su entendimiento hasta en una edad muy avanzada, ó por mejor decir, hasta la víspera de su muerte.

Tres veces contrajo matrimonio: la primera con doña Francisca Monte de la Isla (80), en la ciudad de Alcalá la Real, donde tal vez pensaba Pulgar avecindarse; por cuanto consta que los Reyes Católicos le prometieron darle en aquella ciudad oficio de república (81). Casóse, á lo que se deja entender, por los años de 1485 (82), y de aque

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