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CAPITULO III.

Derrota ESPARTERO á los caudillos Fernandez, Prudencio y otros.-Accion del Pepinal.-Es destinado á Oruro,-Accion de Inquisive.-Idem de Marchacomarca.-Espedicion de Jujuí y Salta.-Reseña sobre la situacion de la Península.-Restablecimiento de la Constitucion de 1812.-Júrala en América el ejército espedicionario.-No es cierto que ESPARTERO quisiese adelantarse á verificarlo antes de recibir la órden del Gobierno. - Situacion de aquella parte de América.-Marcha de ESPARTERO á Oruro.-Conspiracion de id.

ERA á principios de marzo de 1818, y ESPARTERO obtenia justamente

en el ejército una brillante reputacion que habia sabido adquirirse por su decidido valor. Encargado en aquella época del mando de una columna de 300 hombres, salió sobre Pomabamba y ribera del Pilocomayo con el objeto de perseguir á los caudillos Fernandez, Prudencio, Aldonayre y otros, sujetando los pueblos de aquella parte que todavia estaban insurreccionados. El éxito mas completo vino á coronar su infatigable actividad, pues ahuyentó completamente á los enemigos de aquel pais, tomándoles varias armas, caballos y 800 cabezas de ganado vacuno.

No menos satisfactorio resultado obtuvo el 20 del mismo mes en el sitio conocido con el nombre del Pepinal, donde batió completamente al cabecilla Cueto, haciéndole algunos prisioneros, y tomándole la mayor parte de su armamento y municiones.

En esta clase de encuentros parciales se ocupó hasta fin de mayo de 1819, combatiendo siempre con gloria, sin desperdiciar ocasion alguna de escarmentar á los insurgentes, y de probar con hechos que jamás podrán desmentir las estudiadas y mal hurdidas fábulas de sus enemigos, su decisión y el entusiasmo de que se hallaba poseido.

La activa é incesante persecucion que por do quiera esperimentaban los rebeldes en la provincia de Charcas les obligó á abandonarla y á limitar sus hazañas á los valles de Potosí,. Cochabamba y la Paz, cuyo terreno áspero y fragoso se prestaba mas á propósito para sus planes. El general La Serna, que lo era entonces en gefe de aquel ejército, dispuso inmediatamente su activa persecucion en aquellos terrenos, y con este objeto situó al regimiento de ESPARTERO en Oruro y Sicasica, estableciéndose él en persona en Cochabamba con otros de infantería y caballería.

Organizadas despues diferentes columnas volantes á las órdenes de gefes decididos, entre ellos ESPARTERO, dióse principio á la mas activa persecucion que jamás esperimentaron los insurgentes.

A principios de junio de 1819 volvió á salir ESPARTERO de Sicasica con otra division de 500 hombres con objeto de perseguir al cabecilla Chinchilla, que vagaba por los valles de la Paz, y en 7 de aquel mes logró prender en Inquisive al rebelde Orihuela, que fue hecho prisionero con toda su partida.

El 27 del mismo se encontró en las alturas del citado pueblo de Inquisive á los caudillos Chinchilla, Castro, Videla, Contreras y otros que con 200 fusileros y multitud de indiada se le presentaron, y á quienes batió, persiguiéndoles en su fuga hasta lograr alcanzarlos el 29 en Machacomarca, donde los destrozó completamente, haciéndoles multitud de prisioneros, tomándoles todas sus armas y equipages y 55 quintales de azogue; dando fin á estas operaciones en 15 de julio con la sorpresa hecha en Capiñata al rebelde Castro, de cuya partida completamente se apoderó.

Estas brillantes jornadas dieron por resultado la completa pacificacion de aquellas comarcas, llevada á cabo por los coroneles D. Joaquin German y D. Agustin Antesana, y los comandantes D. Manuel Ramirez y D. BALDOMERO ESPARTERO, de cuya decision y firmeza hace el citado Torrente los mayores elogios, como asimismo de los felices resultados de sus escursiones, durante las cuales fueron completamente destruidas las partidas revolucionarias.

Mas abandonado luego el pais por nuestras tropas, fácil fue á los cabecillas insurgentes rehacerse de nuevo, y hasta llegaron á sorprender una partida leal que conducia á Oruro algunos fusiles, de los cuales se apoderaron. Esta circunstancia obligó á los gefes militares á disponer su nueva persecucion, y ESPARTERO salió de la capital al frente de su fuerza, y despues de una incesante persecucion y de tres meses de contínuas marchas, logró dar muerte á varios cabecillas, cogiéndoles bastantes pri

sioneros y considerable número de cabezas de ganado, dejando en esc tiempo completamente tranquilas las demas provincias.

En esta ocasion tuvo lugar la espedicion de Jujuí y Salta, compuesta de siete batallones, siete escuadrones y la correspondiente artillería que salió de Tupiza al mando del general D. Juan Ramirez, y que tuvo por objeto proveerse de ganado. El batallon del centro al mando de ESPARTERO, ya entonces coronel, formó parte de esa espedicion, y no fue el que menos contribuyó á su resultado, tan completo y feliz como podia desearse.

Mientras nuestros valientes soldados combatian en América, la situacion de la Península española era por cierto digna de atencion. Anulado cuanto en la época constitucional se habia hecho; presos ó proscritos los ilustres diputados de Cádiz, y perseguidos cuantos abrigaban ideas constitucionales, el pais gemia bajo el fiero despotismo de un partido ambicioso, intrigante, egoista, cuyo principal interés era mantener en el pueblo la venda para que no pudiese conocer sus sagrados derechos. Pero afortunadamente la luz ya habia penetrado algun tanto; y aunque el humo de la pólvora francesa no la habia permitido brillar en toda su claridad, se habian descubierto ya importantes verdades, hasta entonces consideradas como crímenes ó como heregías. La espantosa reaccion de que habia sido testigo la nacion; las atroces venganzas ensayadas por los palaciegos, todo tenia escandalizado al pais, que si en algo apreciaba al rey Fernando, era, como muy oportunamente se ha dicho por otros historiadores, porque, como el pueblo, habia sido desgraciado, y porque sus desgracias reconocian el mismo orígen que las del pueblo; no por sus dotes para gobernar, los cuales por cierto no hacen mucho honor á su memoria.

Entregado á los consejos de palaciegos ignorantes é imbéciles, Fernando habia sido ingrato, habia abandonado su reino contra la voluntad de sus pueblos que unánimes le advirtieron el peligro; y si veia rotas sus cadenas, dar las gracias debia al pueblo que sangre, tesoros, propiedades, industria, todo lo habia perdido por rescatar á su cautivo soberano. El trono de Fernando era, pues, dos veces del pueblo: primero, porque el pueblo es el único dueño de los tronos; segundo, porque Fernando habia abandonado el suyo. La camarilla que le rodeaba no le dejó ver la verdad. El pueblo pedia justicia', el trono no le daba sino venganzas; el pueblo exigia mejoras, el trono hacia cada vez mas precaria su suerte; y el éxito de la lucha entre el pueblo y trono no podia desde luego ser dudoso, porque la razon acompañaba al primero, y no estaba de parte del segundo.

Una revolucion santa y justa, porque santas y justas son las revoluciones cuando se dirigen al bien de la humanidad, cuando son en defensa de los derechos del pueblo, cuando combaten el despotismo, obligó á Fernando á jurar la Constitucion, juramento que habia de infringir posteriormente recurriendo al soy forzado de su padre, y el pais acogió de nuevo la promulgacion del sagrado Código con el mayor entusiasmo, porque en él veia garantidos sus derechos y sus intereses.

Los militares que peleaban en América, hoy dia tan escarnecidos, pertenecian á esa juventud noble y entusiasta que de los claustros de las universidades y de los talleres del pueblo habia acudido entusiasmada á los acentos de Independencia y Libertad, y que vertiendo su sangre en Ocaña, Talavera, Madrid, Bailen, Tarragona y Zaragoza, habia tan directamente contribuido á líbrar el pais de la opresion estrangera. Todos ellos respiraban patriotismo y libertad; y si bien recibieron con entusiasmo las felices nuevas de su patria, falso é inexacto es que quisiese ninguno de ellos adelantarse á proclamar la Constitucion antes de recibida la correspondiente órden, como de ESPARTERO ha querido decirse; porque, sea dicho en honor de la verdad, los gefes que en América defendian los intereses de la nacion española estaban firmemente convencidos, y la esperiencia desgraciadamente ha hecho ver que no estaban equivocados, de que el dia en que se concediesen ciertas garantías á los habitantes de aquellas regiones, eran aquellos paises, como lo han sido, completamente perdidos para nosotros; de suerte que aunque deseasen para su pais toda la libertad posible, no la querian en modo alguno para unos pueblos que no habian de corresponder á los beneficios que recibiesen; y esto es tan exacto, que el general La Serna no dió cumplimiento á varias disposiciones de las Córtes por juzgarlas en oposición á los intereses de la España, como demostró al gobierno en sus partes oficiales y en sus comunicaciones amistosas, de las cuales transcribiríamos aquí algunas si no nos contuviera el temor de hacer demasiado pesada nuestra obra.

Ninguno de aquellos bravos militares desplegó sus labios, y solo, repetimos, cuando las órdenes del gobierno lo dispusieron, prestaron el juramento á la Constitucion; y lo prestaron con entusiasmo, porque estaba en perfecta armonía con los sentimientos que abrigaban en sus corazones, y con la completa observancia de sus deberes.

La situacion de aquella parte del mundo complicábase cada vez mas y mas; las intrigas estrangeras exacerbaban cada dia mas el ódio que los indígenas profesaban á los españoles, ódio que imbuian en el corazon de los niños á quienes enseñaban un catecismo, en el cual pintaban al

al español como el enemigo de su felicidad, definiéndole un señor intruso, infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y fin de todos los bienes; compendio y depósito de todas las maldades, como podrán ver nuestros lectores en el siguiente

CATECISMO DE LOS INCAS.

CAPITULO I.

Pregunta. Decidme, niño, ¿cómo os llamais? Respuesta. Patriota. ¿Qué quiere decir patriota? R. Hombre de bien.

P.

P.

¿Cuál es la señal del patriota? R. La Santa Libertad.

P. ¿Y por qué? R. Porque por ella han muerto los grandes héroes por redimirnos y libertarnos del cautiverio español.

P. ¿Cuándo usaremos de esta señal? R. Siempre que comenzáremos á pensar sobre la buena obra de nuestra independencia, cuando sea tentada de los godos, y morir por ella siempre que esté en peligro de perderse.

P. Mostrad cómo. R. Diciendo asi: muramos con valor y constancia en defensa de la libertad, en el nombre de la religion, de la patria y de la union.

P. ¿Y cuántas son las obligaciones del patriota? R. Tres.

P. ¿Cuáles son? R. Saber ser cristiano católico, apostólico, romano; defender su religion, patria y ley; y morir antes que ser vencido. P. ¿Quién es nuestro presidente? R. El Excmo. Sr. D. José de la Riva Agüero.

P. ¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad? R. El español.

P. ¿Y quién es este hombre? R. Un señor intruso, infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todas las maldades.

P. ¿Cuántas nuturalezas tiene? R. Dos: una diabólica y otra inhumana.

P. ¿Cuántos de estos hay? R. Uno verdadero, pero trino en personas falsas.

(1) Es tan curioso y original este documento, que nos ha sido facilitado entre otros, por el Sr. General D. Rafael Maroto, que no titubeamos en transcribirlo, aun á riesgo de parecer copiado de otra historia del personage que nos ocupa, escrita en nuestros dias por D. José Segundo Florez.

TOMO I.

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