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que, aunque larga, transcribiremos aquí para suplir en parte la falta de su artículo.

"De todas las obras que dejó escritas este prelado religioso, ninguna hay mas importante que la Historia general de las Indias en tres volúmenes, que alcanzan hasta el año 1520, y se conservan originales manuscritos, los dos primeros en la Real Academia de la Historia, y el tercero en la biblioteca Real. Tuvo á la vista muchos documentos originales, de los cuales copió unos á la letra y extractó otros con puntualidad, y entonces solo es digno del mayor crédito y estimacion. Por esta causa, y por haber presenciado el autor muchos de los primeros sucesos de Indias, ha sido su obra como la fuente donde han bebido sus claras noticias muchos escritores, especialmente Antonio de Herrera en sus Décadas y en otros opúsculos. No merece tan entera y absoluta fe cuando refiere los hechos que le contaron otros; porque habiendo comenzado á escribir esta historia (segun dice en el prólogo) en 1527, á los 53 años de su edad, y concluídola en 1559, cuando ya tenia 85, y confesando además que escribia siendo muy viejo lo que vió y no vió, y habia pasado en el espacio de mas de sesenta años, no es extraño que ya le flaquease la memoria, confundiendo unos hechos con otros, alterando su cronología, y aun los incidentes y causas que intervinieron. Pudiéramos citar muchos ejemplos, pero bastará el siguiente."

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Supone que despedido Colon de sus primeras negociaciones en la Corte, y de las que despues entabló en Sevilla con el duque de Medina-Sidonia, le llamó el de Medinaceli al puerto de Santa María,

donde le recibió con sumo agrado, y aficionándose á su conversacion le mantuvo en su casa, oyó sus proposiciones, comprendió la importancia de la empresa, aprontó el caudal necesario para ella, mandó construir los navíos, y solicitó real permiso para ejecutarla; pero la reina, dándole las gracias, le rogó cediese aquella negociacion á la corona; para lo que llamó de nuevo á Colon y mandó pagar al duque cuanto habia gastado hasta entónces en la construccion y apresto de los navíos; y en ellos diz que se hizo el primer viaje y descubrimiento. Añade Casas que esto le contó muchos años ántes un Diego de Morales, sobrino del mayordomo que tenia el duque, y fué causa de que este oyese á Colon y aceptase su ofrecimiento. Si se compara esta narracion con los documentos señalados con los números VII y XIV que publicamos, se verá que aun cuando hay en ella cierto fondo de verdad, varian notablemente las circunstancias, y entre ellas la de no haber hecho Colon su viaje en las naves que se dice habia preparado el duque y comprado la reina, sino en las que aprestó la villa de Palos, como estaban obligados sus vecinos por sentencia del Consejo."

"Para dar á conocer el carácter singular de este escritor, es preciso presuponer que su sistema sobre la conquista del Nuevo-Mundo, se reducia á que solo la autoridad del Papa pudo lícitamente constituir á los príncipes por soberanos de las tierras descubiertas, concediéndoles únicamente cierta supremacía, sin perjuicio de quedar los naturales reyes y señores con sus mismos é inmediatos señoríos, y con los súbditos que cada uno tenia anteriormente; pues

así, dice, era conveniente para establecer allí la religion cristiana, que es el solo título que en su concepto se podia alegar. En suma, la mansedumbre evangélica, la dulzura caritativa, la pacífica predicacion, eran las únicas armas que deseaba el obispo se empleasen en esta conquista espiritual. Por consiguiente, cuanto se desvia de este principio, es á sus ojos un crímen, una usurpacion, una tiranía, un desórden. Si el almirante propone los medios que juzgaba mas prudentes para dominar la isla Española, el obispo no ve en ellos sino la opresion y de'struccion de los indios: si escoje algunos para que sirvan de intérpretes, ó para presentarlos á los reyes, mira como una injusticia y ofensa de Dios y del prójimo el llevarlos contra su voluntad y separarlos de sus familias, aunque temporalmente: si les impone obligaciones de pagar algun tributo para sufragar los gastos de la empresa, y que los reyes viesen la riqueza ó las producciones de aquellos paises, califica estas operaciones de tiránicas y violentas. En fin, siempre se nota al historiador dirigido, mas que por un juicio recto, por una imaginacion acalorada; mas que por la sana crítica, por un celo inoportuno y acre; mas que por la política y conocimiento del mundo, por cierta austeridad propia del claustro, y mas propenso siempre á reprender, zaherir y vituperar, que á referir los hechos, pesando su valor y consecuencias, examinando sus circunstancias y graduando su verdadero mérito. Irritado con las censuras y controversias que aun delante del emperador sostuvo con el obispo de Darien, y despues con Juan Ginés de Scpúlveda y otros, no es estraño que los resentimien

tos de su ánimo, las sugestiones del amor propio y las impertinencias de la vejez, quedaran estampadas en su historia al manifestar tan singulares aunque benéficas opiniones. Sus mismos apologistas lo han conocido así. Robertson las califica de manifiestamente exajeradas, y le abandona frecuentemente, buscando otro guia mas seguro é imparcial en varios lugares de su Historia de la América. El padre Charlevoix en la que escribió de la isla de Santo Domingo, despues de alabar la virtud, la erudicion y el celo de Casas, dice que su único defecto fué tener una imaginacion demasiado exaltada, y haberse dejado dominar de ella con exceso. Y, en fin, la Real Academia de la Historia formó igual concepto despues de haber examinado detenidamente el primer libro de esta obra célebre, juzgando inoportuna su publicacion, especialmente cuando de sus noticias históricas se han aprovechado otros escritores castellanos, con mejor crítica y con mayor prudencia y circunspeccion. Casas, en suma, aparece siempre un prelado y religioso lleno de virtud y de erudicion, un escritor diligente y verídico, digno por todo de respeto y estimacion; menos cuando tropezando en el punto de su tema ó idea dominante, se contraría su sistema de dominacion en las Indias. De aquí dimana tambien la inconsecuencia de sus juicios y descripciones relativamente al carácter de las personas que intervinieron en los hechos, como tendremos ocasion de manifestarlo mas adelante. Este es el inconveniente en que se incurre cuando se abandona la moderacion y la prudencia; porque la verdad no se conoce jamás, ántes bien es desatendida entre el

tumulto de las pasiones exaltadas. Acaso el mismo obispo lo conoció así, cuando en 1560 puso de puño propio una nota, que se conserva en los dos primeros libros ó volúmenes, expresando que los dejaba en confianza al colegio de la órden de predicadores de San Gregorio de Valladolid, rogando á sus prelados que á ningun seglar ni á los colegiales diesen á leer su historia por tiempo de cuarenta años, y que pasado este término se pudiese imprimir si convenia al bien de los indios y de España."

Es posible que sabiendo el Sr. Navarrete el crédito de este autor y el intéres que han tenido los extranjeros en aumentarlo, por servirles de apoyo para zaherirnos y acriminarnos con no menos lijerezą que injusticia, es posible, que hubiese dejado pasar sus escritos sin poner alguna observacion sobre ellos, contentándose con hacer referencia á los parajes en que los tiene analizados? Lo mismo decimos de Andrés de Poza, de cuya Hidrografia hemos hallado un breve juicio crítico de letra del autor, de que vemos no tuvo noticia D. Agustin de Lerma al compilar la Biblioteca, y lo mismo decimos de otros. Por fortuna no todos los artículos tienen esta falta, pues á la mayor parte de los principales se les verá acompañados de eruditas y razonadas críticas.

que

Otros defectos se notan, en que, aunque indirecta, no dejó de tener parte el autor, que no creyó sin duda la muerte le sobrecogiese ántes de poder dar la última mano á los artículos. Poco apegado á los partos de su pluma, temeroso de que la obra saliese excesivamente voluminosa, y no queriendo hacer escribir tanto á su generoso auxiliador, le encargó ex

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