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CAPÍTULO XI.

Los patriotas se quedan en Santafé. Órdenes de Morillo para prenderlos: alarma que se difunde. Arribo inesperado de Morillo y Enrile á Santafé. Noticias históricas sobre ambos.. Carácter duro del general Morillo; revoca el indulto publicado por el coronel Latorre. Multiplica las prisiones, y desaira á las señoras de Santafé. Concede un indulto insignificante. - Establecimiento de tribunales militares para juzgar á los patriotas: modo de proceder en los juicios: leyes que aplican los consejos de guerra. Creacion de un consejo llamado de purificacion : sus facultades. Se establece una junta de secuestros.- Morillo es señor absoluto en la Nueva Granada. - Primera sentencia del consejo permanente. Víctimas ilustres que envia al cadalso. Circunstancias inventadas para agravar la pena de muerte. - Situacion lamentable del Nuevo Reino. Morillo presencia el suplicio de algunos patriotas. Establece los consejos

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verbales. Providencia inicua contra várias señoras de Santafé. El jefe español manda abrir multitud de caminos: estos aumentan la miseria y opresion de las pueblos. - No producen utilidad, y en breve se pierden. -Frecuentes reclutamientos: excesos del coronel Warleta en Antioquia, Mompox y Popayan; los de Tolrá y Valdes en esta misma provincia. Revista de los atrocidades cometidas por los jefes y oficiales expedicionarios. - Morillo retablece la Inquisicion, y manda quemar libros; aparenta que tambien restablece la religion católica. Reina en la Nueva Granada como un déspota. Envía á los presidios á varios patriotas; eclesiásticos que deporta contra las instrucciones del rey. - Conducta del ex-presidente Madrid.-Juicio crítico sobre las operaciones sanguinarias de Morillo. Premios que Fernando VII concede á los opresores de la Nueva Granada. Ideas quijotescas del general español sobre sus futuras empresas. Las revueltas de Venezuela se las trastornan. Determina volver á la Costa-Firme. Enrile sigue á España; se lleva los trabajos de la expedicion botánica de Mútiz y otras preciosidades. Morillo se dirige á Casanare y continúa fusilando patriotas. Mala conducta de su asesor Martínez. Sámano, gobernador militar de Santafé. Morillo le deja fuerzas bastantes. — El virey Montalvo reside en Cartagena ; recupera algun tanto su autoridad. Proclama falaz de Morillo á los Granadinos. - Parte de Sogamoso hacia los Llanos; penalidades y pérdidas que sufre en su tránsito. Montalvo manda cesar los trabajos de los caminos. Instalada la real audiencia, principia á restablecer el imperio de las leyes.

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Año de 1816. Anteriormente hemos visto que á la entrada de los coroneles Latorre y Calzada, la mayor parte de las personas comprometidas en la revolucion se quedaron en Santafé, confiadas en el indulto que Latorre publicó en Cipaquirá. Para interesar en su favor á los vencedores, se dedicaron á obsequiar á los comandantes y oficiales que fueron alojados en sus casas; conducta que surtió buen efecto: formáronse conexiones entre varios jefes y oficiales del ejército español y algunos de los primeros patriotas. Muchos de estos concibieron esperanzas de que los Españoles usarian de benignidad y olvidarian lo pasado; á lo ménos tal era el sistema de Latorre, que á ninguno faltára por el tiempo que duró su gobierno.

Entre tanto el general Morillo y su segundo el mariscal de campo don Pascual Enrile se acercaban á la capital. El primero, luego que supo la conducta de Latorre, le dirigió desde el camino las órdenes mas severas para que aprehendiera y asegurára en estrechas prisiones á todos los que hubieran tenido parte ó figurado en la revolucion, especialmente á los principales que denominaba con el apodo de cabecillas. De nada sirvió que Latorre le representára el indulto publicado en Cipaquirá, y su palabra comprometida solemnemente á nombre del rey. Morillo permaneció inexorable, no dando valor ni á lo uno ni á lo otro. Latorre tuvo que obedecer, y el 22 de mayo por la noche fueron sorprendidas en sus casas muchas personas de las principales de Santafé y puestas en estrecha prision. Esta providencia, inesperada para muchos, difundió un alarma general. Desde aquel momento, ningun patriota creyó ni pudo creer seguras su libertad ni su vida, aun cuando hubiera tenido muy pequeña parte en la revolucion. La cuchilla española pendia sobre todas las gargantas, y podia inferirse con seguridad que se derramaria mucha sangre americana.

En tales circunstancias se hacian en Santafé grandes preparativos para recibir á los generales Morillo y Enrile, pensando acaso los patriotas, que de este modo dulcificarian algun tanto la acrimonia de estos jefes; empero Morillo, sin admitir obsequio alguno, entró en Santafé por la noche del 26 de mayo, víspera del dia en que se le aguardaba. Esto dió á conocer cuáles eran sus intenciones, y que ninguna clemencia debia esperarse de él. Teniendo en lo sucesivo que hablar con frecuencia de Morillo, no será fuera de propósito dar algunas noticias de la

vida pública de este general, que se hizo tan famoso en la revolucion de Venezuela y de la Nueva Granada, como el duque de Alba en los Países-Bajos.

El teniente general don Pablo Morillo sirvió en los batallones de marina en las clases de soldado, cabo y sarjento, hasta la invasion de los Franceses en España en 1808, en que la Junta de Sevilla le ascendió á oficial de infantería de línea. Con este carácter hizo en Galicia la guerra de partidas, y levantada la poblacion contra sus opresores, concurrió al sitio de Vigo, en que poniéndose á la cabeza de la multitud, se supuso coronel para concluir la capitulacion con el jefe frances que mandaba en la plaza, el que se resistia á hacerla con un oficial de inferior graduacion. La Regencia de España aprobó su procedimiento, y confirió á Morillo el empleo de coronel. Destinado á la Extremadura, levantó allí el regimiento de la Union, con el que hizo la guerra á los Franceses con reputacion, y á los pueblos con mucha dureza. Cuando el mariscal Soult se aproximaba á Badajoz, Morillo entró en la plaza con su regimiento, de donde salió por medio de una operacion brillante, estando ya próxima á rendirse. Sirvió despues bajo las órdenes de lord Wellington hasta la conclusion de la guerra de España, en que ya era mariscal de campo. Á la entrada de Fernando VII fué Morillo recomendado, segun se dijo, por el mismo Wellington, como el jefe mas á propósito para venir á la América con un ejército y sujetar á los rebeldes. A su arribo recibió el despacho de teniente general.

Su segundo el mariscal de campo don Pascual Enrile era natural de la Habana, é hijo del marques de Casa-Enrilė. Por los años de 1790 á 92 comenzó á servir en la clase de guardia marina. Estuvo en la escuadra que ocupó á Tolon; vino despues á Santo Domingo con el general Aristizábal: de allí regresó á la Península, donde continuára sus servicios en la escuadra que regía el general Mazarredo, siempre con la reputacion de buen oficial. En la guerra de España con los Franceses pasó al ejército, hasta que fué nombrado segundo jefe del expedicionario de Costa-Firme y comandante general de la escuadra que lo condujo. Habia adquirido mucho influjo sobre Morillo.

Anuncióse este en Santafé con un terrible carácter. Reprendió ásperamente á los coroneles Latorre y Calzada, porque habian admitido obsequios de sus moradores, y porque desde los

primeros momentos despues de su entrada, no redujeron á pri sion á todos los insurgentes ó rebeldes; estos eran los nombres que daban á los que habian sostenido la noble causa de hacer independiente á su patria. En castigo de su benignidad, ordenó que marchára inmediatamente Latorre para los Llanos de San Martin en persecucion de Serviez, dulcificando algun tanto la píldora con hacerle brigadier; Calzada salió con el destino de mandar en los valles de Cúcuta. Dió por nulo y de ningun valor el indulto publicado por Latorre en Cipaquirá, que solo sirvió para engañar á los crédulos, único efecto que por lo comun han surtido en América las promesas españolas.

Bajo las órdenes é inspeccion de Morillo, las prisiones se multiplicaron, así en la capital como en las provincias. Diariamente se ponia en los calabozos á multitud de personas, y por todas partes no se oían sino los lamentos del hijo que iba á perder á su padre, de la esposa que lloraba á su marido, ó del anciano que deploraba la temprana muerte de sus hijos. En esta horrible situacion llegó el 30 de mayo, festividad de san Fernando, en que se celebraban los dias del monarca español. Las señoras que tenian en las cárceles á sus hijos, esposos y hermanos, se reunieron para ir á la casa de Morillo á implorar su indulto en favor de personas tan queridas; esperaban conseguirlo por la solemnidad del dia. Empero fueron recibidas por Morillo con la mayor incivilidad, y despedidas con voces duras y con gritos descompasados, mas propios de un soldado raso que de un general que tuviera la menor cortesanía. Es verdad que tal era el estilo ordinario de Morillo, quien jamas olvidó que habia sido un sarjento que se rozaba con las ínfimas clases del ejército.

En aquel dia publicó Morillo otro indulto idéntico al de Ocaña, el que principalmente se dirigia á los oficiales subalternos que pasáran con sus compañías al partido real. Contenia tantas excepciones, que nadie era capaz de confiar en él, y tampoco fué comprendido alguno de los presos. Verdaderamente era una burla hipócrita del general español, que pretendia aparentar benignidad para cubrir su nombre, y que no se dijera que solo amaba el derramamiento de sangre. Sin embargo estos eran sus verdaderos sentimientos. Pasaba dias enteros registrando los archivos del gobierno general y del de Cundinamarca, que por un descuido culpable dejaron íntegros los jefes republicanos, y por la menor expresion ó documento que hallára en

ello, se ejecutaban nuevas prisiones. Eran ya tantos los supuestos reos, que estando llenas las dos cárceles ordinarias de Santafé, destinó para tales el convento de la Órden Tercera de San Francisco y el colegio del Rosario, edificios capaces que en breve estuvieron llenos.

Para juzgar á los desgraciados patriotas, se formó por órden de Morillo un tribunal militar, llamado Consejo permanente de guerra, presidido por el gobernador de Santafé, coronel don Antonio María Casano, y compuesto de oficiales del ejército expedicionario dependientes de Morillo. Este con su asesor, que lo era el doctor Faustino Martínez, natural de Antioquia, debia confirmar las sentencias. En consecuencia siete, cinco, y aun tres oficiales españoles, ignorantes de las leyes y enemigos implacables de los Americanos, decidian de la vida, del honor y propiedades de los primeros hombres de la Nueva Granada, á quienes denominaban rebeldes y traidores.

El método de los juicios de este tribunal de sangre y proscripciones era el mas singular. Un oficial con título de fiscal formaba el sumario con los testigos y documentos que le acomodaban. Se tomaba despues su confesion al reo, á quien se careaba con los testigos, y el fiscal ponia su acusacion. El proceso se entregaba en seguida al acusado por el término de veinte y cuatro horas, por medio de un oficial tambien español, que se llamaba defensor, y muchas veces no era otra cosa que un verdadero acusador. Sin permitir á los reos hacer pruebas ni buscar documentos para sincerar su conducta; sin dejar á muchos hablar con su defensor, ni con sus familias ó personas mas allegadas, pues encerrados en prisiones estrechas se les privaba de toda comunicacion, eran arrastrados al lugar del juicio, y de antemano llevaban el terrible fallo de muerte. Tan cierto era esto, que Morillo tuvo la impudencia de anunciar en una proclama de 1o de junio á los habitantes de las provincias de Popayan y del Chocó, que los Villavicencios, Valenzuelas y Lozanos moririan en un cadalso, haciendo tal anuncio cuando aun se les estaba siguiendo el proceso. ¡ Bella imparcialidad por cierto el dar por reos de muerte á los que aun no habian sido juzgados!... Desde entónces todo el mundo creyó que irian al patíbulo cuantos quisiera el déspota Morillo.

Las leyes segun las cuales juzgaba el consejo de guerra á los infelices patriotas, de ningun modo se les debian aplicar : eran

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