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CAPITULO VII

EXPEDICIÓN Á CATALUÑA DE UNA DIVISIÓN DEL EJÉRCITO CARLISTA DEL NORTE

La operación militar cuya recomendación fué objeto ostensible del viaje de Cabrera al real de don Carlos, si bien no acogida en los momentos que aquél la inició, fué idea que trabajó la mente de los consejeros del Pretendiente, por los que en los primeros días de agosto se dispuso la salida para Cataluña de una fuerte columna cuyo mando fué confiado al brigadier Guergué, realista de larga tradición, pues ya había militado en las facciones alzadas contra el régimen constitucional de 1822 y 23, en cuya época sirvió á las órdenes de Eguía (Coletilla) y de Quesada, siendo por consiguiente Guergué hombre de cuya larga carrera en la milicia y de cuyos servicios esperaba mucho la causa de don Carlos.

Púsose dicho jefe en marcha el 8 de agosto al frente de 2,433 infantes y 150 caballos.

Habíanse hecho bastante notorios los preparativos de la proyectada expedición para que no se tuviese anticipada noticia de ella en el cuartel general del ejército de la reina, en cuya atención dispuso Córdova que el brigadier Gurrea saliese al encuentro de Guergué. Mas logró éste evitar la acometida, y pasando por Zubiri, Nagorin y Oscoide, penetraba en Aragón el día 13.

Aunque Gurrea fué destacado en su seguimiento, habíase quedado atrás en su marcha y no pudo impedir que la expedición entrase en Huesca el 16. Halló el jefe carlista la ciudad sin defensores por haberla abandonado el depósito de quintos. Hizo su ostentación de celo religioso y de táctica política, asistiendo á un solemne Te-Deum y entregando al obispo de Barbastro la plata de las iglesias que había mandado recoger el gobierno Indultó á los nacionales que se presentasen haciendo entrega de sus armas en el término de 48 horas; llamó al servicio activo á todos los ex oficiales de la milicia realista y dirigió á los habitantes del alto Aragón una exhortación en la que aludiendo á los desórdenes de Zaragoza, de Barcelona y otros puntos, decía:

«¿Será posible que en medio de tantos males, como tan de cerca os amenazan, permanezcáis por más tiempo en un criminal silencio? No cabe tal pusilanimidad en pechos aragoneses: la nación entera espera salvarse por vuestros esfuerzos; dejad vuestras faenas y corred presurosos á inscribiros en las banderas de vuestro legítimo soberano, bajo las cuales hallaréis á los heroicos navarros y castellanos, que no dejando ya enemigos que combatir en aquel país, vienen á abrazaros como amigos y ayudaros como vecinos; en sus filas brilla la virtud, la subordinación militar y el honor, prendas que también os son inherentes, con las cuales quedan en todas partes desvanecidas las diatribas con que nuestros enemigos han tratado de denigrarnos; abrazad esta resolución con la lealtad que os es característica, y en breve acabaremos de allanar el camino del trono del mejor de los Reyes. -Vuestro comandante general y compañero, Juan Antonio Guergué.— Huesca 16 de agosto de 1835 »

Completó el jefe expedicionario las medidas adoptadas en aquella primera etapa de su marcha, con la formación de un batallón compuesto de los voluntarios que se unieron á sus filas

Además de la columna de Gurrea, el general Montes, jefe militar de Aragón, se había puesto en seguimiento de Guergué, pero éste eludió el encuentro pasando el río Cinca, habiendo tenido además la suerte de encontrar en su marcha y de hacer prisioneros á los urbanos de Tamarite y de Alcamper que iban á reunirse á Montes. Continuando su marcha llega ron los expedicionarios á Tremp, cuya guarnición había evacuado aquel punto, en el que se engrosó la expedición con 500 hombres que la trajo el partidario Borges.

En los siguientes días presentóse el coronel de voluntarios realistas don Jacinto Ortéu con un refuerzo de 3.500 reclutas, y el 26 del mismo mes dos oficiales del regimiento de Zamora de destacamento en Orgañá, desarmaron á los urbanos de dicho pueblo y se pasaron á los carlistas con los treinta soldados que mandaban.

En los últimos días de agosto ocupó Guergué el pueblo fortificado de Oliana, cuya guarnición lo había abandonado; pero los liberales de la comarca tocaron á somatén, y su estrépito, oyéndose en dirección de la comarca que habia de atravesar Guergué, le impuso y detuvo algún tanto su marcha. No encontraba la expedición recursos, la tropa iba despeada y descalza y empezaron las murmuraciones oyéndose voces de volver á las provincias.

Quebrantada la confianza del jefe carlista, pensó éste en regresar á Navarra y al efecto dividió su gente en dcs columnas, confiando una al coronel don Juan O'Donnell y conservando la otra bajo sus inmediatas órdenes. Sabedor de que Montes ocupaba á Barbastro, y no pudiendo vadear el Cinca, crecido por las avenidas, retrocedió Guergué á Graus donde se reunió con don Juan O'Donnell con intento de atravesar el río en las barcas, de las que no pudo al cabo hacer uso, por haberlas retirado Montes río arriba. Al mismo tiempo vióse Guergué contrariado por otra novedad. Recibido que hubo la noticia de que la legión francesa ocupaba á Tremp, era su situación de tanto mayor apuro cuanto que Pastors se hallaba en Gerri. Encontrándose cercado y sin salida deliberaba Guergué con los jefes de su columna, entre si tendría que capitular ó buscar refugio en el territorio francés, cuando vinieron á sacarlo de aquel conflicto las falsas confidencias que dejaron ignorar á Pastors la situación del enemigo, por lo que evacuando aquél prematuramente á Gerri dejó abierto el único paso por donde los carlistas podían escapar. Tomaron éstos entonces la dirección de la alta Cataluña y encontráronse el 14 de setiembre entre Orgañá y la Seo de Urgel con la gente descalza y hambrienta, teniendo á Gurrea á retaguardia, á Pastors á la izquierda, otras fuerzas liberales á la derecha y delante el río Segre. La indisciplina había hecho progresos entre los expedicionarios y para aquietarlos recurrió Guergué al expediente de repartirles el dinero de que pudo disponer, medida que permitiendo á su gente comprar vituallas, apaciguó su descontento, logrando por último la columna pasar el Segre y entrar en Oliana, donde tuvieron un descanso de tres días y pudieron proveerse de calzado.

La retirada de la brigada de Gurrea llamado por órdenes superiores á reincorporarse al grueso del ejército de operaciones y el hallarse de nuevo Guergué en territorio catalán, colocó á Pastors en situación muy crítica, toda vez que tenía delante y á los costados todas las facciones del país que se habían reunido á Guergué.

Corta y abigarrada fué la campaña que en las comarcas fronterizas de Aragón y Cataluña se afanó por mantener Guergué al terminar el año 1835. Al grueso de las facciones vinieron á reunirse por aquellos días los batallones primero de Vich y primero del Ampurdán, fuertes de setecientos hombres cada uno, fuerzas que levantadas por don Jaime Guitart conducía éste en auxilio de Guergué. En marcha para Castellfollit la vanguardia carlista, encontróse con dos compañías del regimiento de América, las que retrocedieron y ocuparon un caserío vecino en el que se hicieron fuertes, resistiendo por espacio de 24 horas, al cabo de las cuales tuvieron que rendirse. Tres oficiales y 130 soldados tomaron partido con los carlistas, los que cumpliendo lo estipulado con los que tan bizarramente se habían defendido, dejaron fuesen á incorporarse libremente á sus banderas á dos oficiales y 23 soldados.

Llegados los carlistas al pueblo de Lledó, intimaron á su guarnición que les franquease la entrada, propuesta que fué valerosamente resistida por los urbanos á quienes cupo la buena suerte de que Guergué, que sin duda daba superior importancia al movimiento que había emprendido, no quisiese detenerse á un asedio formal.

Pero los defensores de Lledó, en la persuasión de no tener ya carlistas delante, salieron al campo, y hallábanse por él diseminados, cuando vinieron á caer en manos de un batallón de los expedicionarios que habiendo quedado algo rezagado seguía á incorporarse con la división.

Como las fuerzas liberales que operaban en Cataluña eran muy inferiores en número á las facciones, Guergué pudo recorrer impunemente el rico Ampurdán, haciendo abundante acopio de armamento, de caballos y de dinero.

El 5 de octubre hallábanse concentradas las facciones de Valls, Tristany, Masgoret, Grau y otros cabecillas en fuerza de 5.000 hombres y quiso aprovechar Guergué la circunstancia de hallarse en fuerza para sitiar á Olot, punto que tampoco se rindió y del que se alejaron los carlistas, más aficionados á merodear que á combatir. Quedó O'Donnell encargado de vigilar la comarca, ínterin Guergué se dirigía hacia la frontera francesa con ánimo de proteger la entrada del conde de España, que no llegó á efectuarse por haber sido dicho general detenido por la policía del vecino reino.

Con motivo de este suceso corrió válida la especie de que el de España había dado él mismo aviso á la autoridad francesa para que su arresto le sirviese de pretexto para sustraerse al compromiso de entrar en Cataluña, donde no era por lo demás querido ni deseado por los cabecillas, temerosos de la conocida rigidez del antiguo capitán general del Principado.

Al internarse Guergué en el corazón de las provincias catalanas, la junta que se titulaba gubernativa y que componían don Roque Carral, don José Montaner, don Juan Pedro Sanz, don Narciso Ferrer, don Sebastián Mun

tades y don Mauricio Carria, brindó al jefe de la expedición con la presidencia y el mando de todas las fuerzas, pero negóse Guergué al ofrecimiento del mismo modo que lo hizo al que en iguales términos le fué hecho por el agente de don Carlos en Perpiñán, al ser invitado por éste á que aceptase dicho mando, al menos hasta que se recibiesen órdenes de Navarra.

El 22 de octubre hallábase concentrada en Torá la antes diseminada fuerza carlista que guerreaba en las cuatro provincias, ocasión que pareció oportuna á Guergué para organizar, aunque más bien lo hizo sobre el papel que de una manera eficaz, el ejército de que disponía.

Determinó en su consecuencia la formación de cuatro divisiones; la que tituló de Gerona se componía de dos brigadas, mandadas por Brujo Albert y Zorrilla.

Componían la división de Lérida otras dos brigadas, mandadas por Borges y Porredón, siendo su jefe principal el coronel don Juan de Torres.

La división de Manresa y Cervera constaba de otras dos brigadas, mandadas por Caballería y Galcerán, ambos bajo las órdenes de don Benito Tristany.

Por último, la división llamada de Tarragona y Villafranca la mandaba don Matías Valls. siendo la fuerza nominal de las referidas cuatro divisiones la de 22,370 infantes y 400 caballos.

Mas toda aquella fastuosa organización no bastó para que los cabecillas, animados de celos y de rivalidades unos contra otros, obrasen con el acuerdo y disciplina, sin las que era vano pudieran obtener resultados ventajosos.

Las fuerzas liberales del Principado se hallaban reducidas por entonces á las que Pastors pudo sacar de Barcelona y con las que se propuso combatir á los carlistas en campo raso, á cuyo efecto comenzó por dirigirse á Cervera para abastecerse, viéndose allí reforzado por un batallón de la legión francesa con lo que pudo restablecer sus comunicaciones con Gurrea.

Concertó con éste entonces Pastors su plan de campaña dirigido á arrojar á Guergué del suelo catalán. Prometióronse ambos jefes recíproca y constante ayuda, y cumplió Pastors su compromiso rindiendo á Guimerá y haciendo prisioneros á los 500 hombres que la guarnecían; restableció la línea del Llobregat y del bajo Segre, proveyó á la seguridad del distrito de Talarn y recuperó la posesión de la cuenca de Tremp.

Había por entonces evacuado Guergué el territorio catalán, y de sus resultas desalojó Pastors á los carlistas de las salinas de Gerri, que habían estado explotando con utilidad, y recibido que hubo aviso de que el enemigo andaba en tratos para apoderarse por traición de la Seo de Urgel, trató de impedirlo, á cuyo efecto dividió sus escasas fuerzas contando con la cooperación de Gurrea, de quien recibió aviso de que no podía cooperar al movimiento á que era invitado, si no lo socorría con 6,000 raciones y 25,000 reales.

Con apresuramiento, y quedando exhausto de recursos, satisfizo Pastors el pedido de su compañero; mas cuando avanzaba contra el enemigo, en los momentos en que Guergué contramarchaba volviendo á internarse en el territorio catalán, encontróse Pastors abandonado por Gurrea, ale

gando éste en disculpa una real orden del ministro de la Guerra que imperiosamente le prescribía su regreso á Aragón. Al transmitir Gurrea copia de la real orden á Pastors le añadió lo siguiente: «Conozco mejor que nadie la posición en que V. E. va á encontrarse y el grave compromiso en que se hallará, pero la Reina me manda marchar á Navarra y es preciso obedecer. Mañana diré á V. E. con exactitud la dirección del enemigo y las posiciones que ocupa.»>

Sorprendido Pastors por la inesperada novedad que venía á trastornar todos sus planes, reunió un consejo de guerra cuyos miembros unánimemente participaron de la indignación motivada por el abandono en que los dejaba Gurrea, pero en situación tan crítica nada se adelantaba con recriminaciones y era lo urgente buscar salida á la comprometida situación en que se hallaba el capitán general interino de Cataluña.

Informados los carlistas de la marcha de Gurrea ocuparon posiciones que encerraron á Pastors en una hondonada, de la que tuvo la suerte de escapar por una marcha de flanco, y desplegando la mayor actividad salvó inmensas dificultades y se abrió paso hasta Agramunt.

En aquel punto encontró un batallón de la legión francesa, cuya presencia miró como un don de la Providencia, esperanza bien fugaz, pues el jefe de aquella fuerza tenía orden de recoger el otro batallón francés que estaba con Pastors y de marchar unidos con dirección al Norte.

Al paso que se veía de esta suerte abandonado de todos los auxiliares con los que creyó poder contar al salir de Barcelona, recibía Pastors comunicaciones de Mendizábal en las que el ministro le exhortaba á acabar con las facciones de Cataluña.

La carta de aquel ministro y la orden del de la Guerra Castroterreño dicen más de cuanto pudiera añadirse, sobre cuán errado es pretender dirigir los ministros una campaña desde su gabinete.

Quedó Pastors, dice el Sr. Pirala, sin soldados, sin dinero, privado de comunicaciones y sin fuerza para perseguir á los carlistas dueños del país. Entregado á sí mismo y no recibiendo refuerzos de ninguna clase, regresó á Barcelona, sabedor de haber sido nombrado Mina capitán general del Principado.

A despecho del tratado de Elliot había tomado la guerra en Cataluña un odioso carácter de crueldad. En el mes de setiembre rindió el coronel Niubó al pueblo de Guimerá, donde hizo quinientos prisioneros, de los que fusiló un centenar.

El 24 de octubre, en San Quintín, batió Patxot á 1,200 carlistas, y no perdonó la vida á ninguno de los que hizo prisioneros.

Coincidió con la fecha de la organización de que queda hecha referencia haber dado Guergué á las fuerzas carlistas de Aragón y de Cataluña, el acto del reconocimiento de su autoridad como jefe de todas las facciones que operaban en aquellas provincias. Revestido de aquel carácter envió instrucciones á Cabrera, á Quiles, á Miralles, á Forcadell y á Torner, al mismo tiempo que confió el mando de la brigada de Lérida y del batallón de Barbastro al coronel don Juan de Torres.

Pero todas aquellas medidas de organización no condujeron á otro resultado que al de dar Guergué paseos militares por Cataluña, cansando

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