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de los cuales es testigo presencial y en otros interviene como autoridad gubernativa de dicha provincia.

En trabajo, tan justamente ponderado por el Sr. Moret, está contenida con lujo de detalles la historia imparcial del bandolerismo español, su orí gen, sus causas, su ramificación por entre las clases acaudaladas, caciques de los pueblos y hombres de relativo prestigio, los medios de represión y procedimientos de rigor con que debe combatirse desde las esferas del poder, etc., etc., todo igual, todo lo mismo, todo aplicable, según queda expuesto, al bandidaje que tomó carta de naturaleza en la Mancha y dió ocasión al funcionamiento de nuestra vieja Hermandad. En la blandura y suavidad de las modernas costumbres, en la sensiblería actual, que por algún efecto de espejismo sin duda, siente menos terror y espanto ante la mortífera bomba explosiva que ante las Horcas de Peralvillo, buenas son las teorías y muy santas las esperanz .s de acabar con esa plaga nativa y endémica de nuestra raza por los medios de cultura y educación progresiva, que propone el eminente prologuista, empeñado en creer que entre nosotros se hace esc milagro con la misma facilidad que en los pueblos de la raza AngloSajona, que tienen por principio habitual de conducta el respeto á la Ley, pero la realidad dice otra cosa y la experiencia atestigua que esos tópicos al usɔɔ y á tan largo plazo son de estériles resultados en España para atajar enfermedad tan arraigada.

No quiere decir esto que hagamos la apología del asactamiento sin formación de causa, puesto en vigor por los intrépidos cuadrilleros al inaugu rar sus primeras campañas, no. Fué aquella una época de terror, en que los bárbaros y salvajes procedimientos usados en la comisión del crimen demandaban análoga crueldad en la imposición del castigo contra desalmados y empedernidos malhechores, por aquello de que á grandes males grandes remedios; se buscó la amputación del miembro podrido para evitar el contagio, pero había de resultar del modo de llevarla á cabo una lección, aunque dura y sangrienta, provechosa para enmienda y escarmiento de los demás, y por eso dejaban pendientes de los árboles los cadáveres con que toparon D. Quijote y Sancho, camino de Barcelona en el monte donde los sorprendió la cuadrilla de Roque Guinart. Menos premiosa la necesidad de poner dique á los horrorosos desafueros de los salteadores, contenidos á la vista de ejecuciones tan tremendas, disminuyó el rigor de los primeros momentos, aunque la exhibición de los cadáveres y el simulacro del asaetamiento duraron hasta que fué abolida la Santa Hermandad.

Nada recuerda ya la generación presente del aparato y lúgubre solemni

dad con que este rígido Tribunal ejercía sus funciones de justicia en el cerro de Peralvillo, y apenas hemos podido recoger husmeando papeles algún dato histórico para completar estos apuntes. Ajustados, casi en todo, sus procedimientos por lo que respecta á la averiguación del delito, prisión del delincuente, tramitación de la causa, etc., á la jurisprudencia general, seguida por los demás Tribunales del reino, cuando resultaban del expediente méritos bastantes para la aplicación de la última pena, se remitía la causa para la confirmación de la sentencia á la Chancillería de Granada, y, una vez devuelta con tal requisito, se reunía el Cabildo para acordar el día en que había de tener lugar la ejecución, acompañamiento que había de llevar el reo y demás formalidades propias del caso. El alcalde y escribano que habían entendido en el proceso eran los encargados de visitar al preso, notificarle la sentencia y suministrarle la asistencia espiritual y temporal que necesitare, quedando desde aquella hora recluído en Capilla por espacio de

tres días.

Llegado el momento se formaba la triste comitiva á la puerta de la carcel de la Hermandad por este orden: Cofradía de la Caridad llevando el hermano mayor el tradicional Crucifijo, que aun subsiste; detras los cuadrilleros y ballesteros designados de antemano, todos de á caballo con sus arcos y flechas y vestidos con el clásico uniforme verde, luego el reo asistido de religiosos que iban exhortándole á bien morir, y por último el Cuadrillero Mayor, á quien los Alcaldes hacían entrega del sentenciado, con su estandarte verde, á su lado un Escribano y detras el Alcaide. A la salida de la carcel se echaba el pregón con la publicación del delito y pena impuesta, que se repetía durante la carrera en algún otro sitio hasta llegar á la puerta de Toledo, desde la cual por camino directo marchaba el numeroso acompañamiento al lugar del suplicio, situado, como queda dicho, en el altozano de Peralvillo, término de Miguelturra, al pié del camino real que va á Toledo, distante unos siete kilómetros de la ciudad y medio poco más del Guadiana. (1) Allí se alzaba el cadalso frente á una tienda de campaña colocada al efecto, lugar de estrado que ocupaba el Tribunal presidido por los Alcaldes con sus varas altas y funcionarios de la curia con guardia á su alrededor de los demás hermanos, una mesa delante cubierta de paño de damasco verde y sobre ella un crucifijo, una escribanía y la sentencia del reo, que era leída antes de comenzar la ejecución y después de echar el último pregón.

Con tan imponente aparato se ajusticiaba al criminal aplicándole la pena

(1) El campo neutral para el ejercicio de su jurisdicción se extendía 150 pasos alrededor del rollo. El Cabildo pidió en 1820 al Municipio una parcela de terreno contígua á las murallas para Ingar del suplicio, con el fin de evitar Jas molestias de tan largo viaje.

del Garrote y clavándole las trece saetas de ordenanza; el cadáver quedaba pendiente del palo hasta su completa descomposición. Cerca del patíbulo había un arca de piedra con su tapa también de piedra, en cuyo centro se abría un hueco á modo de ventanilla y sobre uno de los extremos se alzaba una cruz enorme de hierro. Dicha arca estaba destinada para sepultura de los huesos del ajusticiado, que la piedad del transeunte al cabo de tiempo arrojaba en aquella fosa por la abertura referida, ganando con tal acto caritativo muchas Indulgencias que por Bulas pontificias tenía concedidas la Santa Hermandad.

El relato de estos detalles, que quisiéramos haber omitido para evitar el estremecimiento y penosísima impresión que causarán en el ánimo de nues tros lectores, como omitimos de buen grado otros referentes á la flajelación en público, cuarteamientos de miembros etc., demuestra con sobrada elocuencia el justificado terror y triste celebridad con que ha pasado á la Historia el recuerdo de las Horcas de Peralvillo. Ni un palabra más sobre esos horrores del pasado que tocó presenciar á los hijos de esta culta población en época todavía reciente. Cesaron, por fortuna, aquellos regueros de sangre cuando cesaron las circunstancias que aconsejaban tan crueles procedimien-. tos contra una horda de bandidos, que llevaban por lema en su bandera la destrucción de la Sociedad, anarquistas al uso de su tiempo, foragidos de oficio, desalmados incorregibles..... La Santa Hermandad cumplió una misión social empleando el fuego para estirpar el cancer. ¿Hubiera podido lograrlo por medios más suaves y humanitarios?

No hay que perder de vista los hechos que dieron margen á esas alian. zas populares, ora entre los municipios para común defensa de sus fueros atropellados por los ricos homes, por las desenfrenadas aristocracias y no pocas veces por las demasías del poder real, ora entre los habitantes de una extensa comarca amenazada de muerte en sus más caros intereses por una irrupción bandálica que lo arrasaba todo á su paso. Sin las Hermandades de Castilla el debil reinado de Fernando iv hubiera sido en la Historia de España una trajedia: sin la Santa Hermandad hubiera estado por siglos inhabitables gran parte de la región de la Mancha, y cerrado el paso en aquellas aciagas circunstancias á la comunicación del reino de Toledo con Andalucía, se hubiera demorado mucho tiempo la conquista de esta rica porción de nuestro suelo. Dos mujeres, dos reinas dotadas de singulares talentos en el arte de gobernar, figuras históricas ambas del más alto relieve, comprendiendo toda la importancia de esos organismos, le prestaron su aliento, le dieron su impulso haciendo de ellos un poder tutelar de la Nación y del tro

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no. Doña María la Grande, la mujer fuerte de la Escritura, simbolizada en La prudencia de la mujer de Tirso de Molina y ensalzada más tarde por el Marqués de Molins en el drama que lleva su nombre, y Doña Isabel la Católica, realizaron ese gran milagro. Corresponde á la primera, en los días de la tutoría de su hijo, la gloria de haber organizado dichas Hermandades; corresponde de derecho á la segunda el triunfo de su reorganización. Una y otra tuvieron tino bastante para asociar esas fuerzas populares al trono de San Fernando, logrando con auxilio tan poderoso sacar á puerto de salvación un reino que agonizaba destrozado por la más espantosa anarquía. El haber merecido nuestra Hermandad vieja de tan ilustres soberanas la incondicional sanción de sus leyes orgánicas, á la vez que los más escogidos privilegios, es un hecho que constituye su mejor apología y un título de imborrable gratitud para los hijos de esta desolada comarca.

Otras pruebas contestan á los desplantes de una crítica excéptica y negativa, que no sabe 6 que no quiere hallar disculpa razonada á los abusos que son inherentes á toda humana institución. Con fines más profanos y políticos que la Hermandad manchega se organizan las otras Hermandades generales consignando todas á la cabeza de sus severos Estatutos la invocación del nombre de Dios (1) y al calor de este bendito lema se hicieron fuertes los municipios de Castilla, el más democrático, á la vez que el más alto poder de los tiempos medioevales, y el único que supo hacer frente á los desenfrenos del feudalismo y á las tiranías de la Corona durante los siglos xiv y xv salvando á la nación de un seguro naufragio; y al calor de este bendito lema, que cual fuego encendió en sus almas la llama del patriotismo, surgieron de la oscuridad aquellos humildes cuadrilleros, verdaderos cruzados de su tiempo, que salvaron la Mancha de las garras del bandolerismo.

¿Quiénes eran? ¿quiénes fueron después? ¿quiénes fueron siempre? En sus Constituciones constan los títulos requeridos para ser hermanos.- « Han de ser hombres limpios, cristianos viejos, descendientes de tales, de buena vida y costumbres habidos y reputados por tales.--Que no hayan sido procesados por hurtos, robos, infamias, ni delitos en casos de Hermandad, ni otros algunos que no hayan ejercido ni él, ni sus padres ni abuelos oficio vil...-Que

(1) En el nombre de Dios e de Santa María: Amen. Sepan quantos esta carta vieren como muchos desafueros e muchos dannos e muchas fuerzas e muertes e prisiones e despachamientos sin ser oidos e deshonras e otras muchas cosas sin que saquen eran contra justicia e contra fuero e gran danno de todos los reynos de Castiella, de Toledo, de León, de Galicia e que recibimos del rey D. Alfonso fijo del rey D. Fernando (el IV) que nos otorgó e confirmó nuestros fueros et nuestros previlegios... et nuestras libertades que habiemos en tiempo de los otros reyes quando los mejor hobiemos. Por ende e por mayor sosiego de la tierra e mayor guarda del su sennorio.. et voyendo que es a sorvicio de Dios et de Santa María et de la corte celestial... et otrosi a servicio e a honra e a guarda de los otros reyes que serán después dél e pro e guarda de toda la tierra, facemos hermandat en uno nos todos los concejos del reyno de Castilla etc. etc. (Colección diplomática por la R. Academia de la Historia.) Así hablaban los concejos de la Hermandad, formada en 1295.

tengan posada de Colmenas en el monte y caudal bastante para mantener caballo y armas con que servir sus empleos, etc, etc.›

Solo con elementos tan valiosos se pueden construir edificios seculares. Solo con hombres de ferviente Fe y de espíritu sólidamente cristiano, que hagan de los sentimientos del honor, de la dignidad, de la hidalguía una religión y un culto y de su ministerio un sacerdocio, se pudo fundar aquella institución gloriosa, aquella Santa Hermandad, que resistiendo á los embates de seis largas centurias entregó el último aliento al traspasar los humbrales del siglo de las revoluciones. Oró hasta la muerte por sus heróicos hermanos y por los reyes que fueron sus bienhechores (1): recojan esta piadosa práctica los que aún viven entre nosotros, hijos ilustres de aquellos mártires del deber.

CAPÍTULO XLIV

Historia de tres siglos.-Ciudad Real desde el reinado de Carlos I hasta la época contemporánea.-Movimiento de la población.-Adelantos y retrocesos. Hechos más salientes.-Nuevas instituciones.— Fundaciones piadosas y profanas.-Hombres célebres.Conclusión y epilogo.

Terminada nuestra labor histórica sobre la Judería, la Inquisición y la Santa Hermandad, en la que hemos seguido paso á paso la Historia entera de Ciudad Real desde sus orígenes y en no pequeña parte la de esta provincia hasta fines del reinado de los Reyes Católicos, queda todo lo relativo á los tiempos modernos, campo de más facil recorrido, porque abundan ya las fuentes de investigación y han salido á luz no pocos trabajos particulares á partir del siglo xvii, de los que con buen ojo crítico se pueden extraer datos de provecho, que andan desparramados en las columnas de los Diccionarios Histórico-geográficos publicados en el pasado y presente siglo y en otras obras de cercana procedencia, que dejamos citadas en el comienzo de este libro. En nuestro poder estos materiales, al objeto de dar en Tomo aparte la Historia moderna de Ciudad Real, nos ha parecido oportuno adelantar por vía de complemento un ligerísimo extracto, especie de Indice, de todo lo más memorable y digno de atención.

(1) De tiempo inmemorial vino la Santa Hermandad consagrando una función de sufragios por las almas de su hermanos difuntos y por las de los reyes que habían sido sus bienhechores, que se celebraba el día de la Expectación de la Santa Virgen (18 de Diciembre) en la Iglesia parroquial de San Pedro Apostol, consistente en vísperas y Misa solemne. A ella acudía en corporación el Cabildo con todos los hermanos previamente reunidos en la sala Capitular.

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