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de los tres órdenes de muros, que aún asoman en la superficie del terreno, y en el perímetro de los alrededores, donde se descubren todavía con toda claridad restos y vestigios de edificación antiquísima, pudo haber durante unas y otras dominaciones, y el que más tarde, en la era de relativa bonanza alcanzada por Fernando el Santo, hizo vivienda sobre tantas ruinas y despojos, parécenos lo bastante para poder apreciar en buena crítica cuanto las tradiciones populares extendidas por el país y la vista de los terrenos que sirvieron de teatro á aquellos sucesos, denuncian respecto á la famosísima villa de Alarcos.

Fuera ó no ésta por completo desmantelada al hacerla suya el afortunado Almanzor, cosa improbable si se tiene en cuenta que la batalla decisiva se libró en las llanuras y desfiladeros de los alrededores, no en la fortaleza contigua á la población, donde entró por una puerta y salió por otra» el esforzado rey Castellano, abandonada luego por la imposibilidad de la defen. sa, ó por los móviles poco honrosos que algunos atribuyen á D. Diego López de Haro, Alférez del pendón de Castilla, resulta cierto que al acampar allí nuestras tropas diez y siete años adelante, después de haber entrado triunfantes en Malagón y Calatrava, se hallaba poblada de Moros, los cuales huyeron, dicen nuestros historiadores, al verlas llegar (1), dejando aquel lugar en poder de los cristianos. Ninguna razón ni motivo hay para creer que éstos la destruyeran en aquellos momentos, aunque fuera mucho el odio que abrigaran contra tan funesto sitio, ni su breve estancia, pues marcharon en seguida en dirección de Salvatierra y el Puerto del Muradal, les concediera ocasión para tanto; y es un hecho el que una vez felizmente terminada la campaña con el triunfo de las Navas, que puso en posesión del rey de Castilla todo el territorio de la Mancha, conociendo mejor que nadie el mismo D. Alfonso la importancia militar de Alarcos, verdadera llave de las Andalucías por aquel lado, procuró, como lo hicieron sus sucesores Fernando y Alfonso el Sabio, según éste manifiesta en la Carta-Puebla de VillaReal, poblarla por cuantos medios fueron á su alcance, á fin de que continuara siendo antemural seguro contra las bruscas acometidas sarracenas.

Hasta dónde lo lograran y qué incrementos adquiriera durante los 43 años, que transcurren desde aquella fecha hasta que da principio la fundación del pueblo llamado á recoger su herencia, no es fácil saberlo. Puede, no obstante, asegurarse que reparados, como primera medida, los desperfec

(1) «Gran disminución, dice Lafuente, padeció con esto (se refiere á la retirada de los extranjeros desde Calatrava) el ejército cristiano, y muy enflaquecido quedaba. Pero no se entibió por eso el ardor de los españoles, que llenos de fé y de confianza en Dios prosiguieron su marcha hasta Alarcos, lugar de funestos recuerdos para el rey don Alfonso VIII de Castilla, pero en el cual entró ahora triunfante huyendo á su vista los Moros». El P. Mariana sólo dice moradores, dando por destruído y desmantelado aquel lugar pocos años antes.

tos que hubo de sufrir en las vicisitudes de la guerra, las franquicias y privilegios ofrecidos de costumbre en estos casos por los reyes y la protección dispensada por la Orden de Calatrava, en cuyo Bulario figura siempre Alarcos entre las villas de su Señorío, hicieron afluir gran número de moradores á su sucló, tanto cristianos como Moros y Judíos, con cuyos elementos se formó la nueva población en condiciones de prosperidad, que le aseguraban largos siglos de vida, si lo insano del clima, debido á las pestíferas emanaciones del Guadiana, no hubiese mermado la de sus habitantes hasta obligarles á desampararla y buscar otro hogar más saludable.

Acaso la tradición y la leyenda apoderándose más tarde de los escasos datos históricos, que pudieron salvarse al cabo de tantas revueltas y trastornos sobre este último período de la vida de Alarcos, abultaron los he chos dando á la villa proporciones que no tuvo, y régimen y organización que no alcanzó su Concejo, todo al propósito de conceder mayor importancia y aumentos prematuros á la humilde Aldea de Pozuelo 'de D. Gil. Mezcladas andan de ordinario, como es bien sabido, en los orígenes de los pueblos la fábula y la historia, lo real y lo maravilloso, y aunque nacida VillaReal en época relativamente madura, como lo era el siglo décimo tercio en su segunda mitad, bien puede afirmarse que no se sustrajo á esta especie de ley de naturaleza, que la llevó á quemar incienso en aras de su propia vanidad rodeando de sombras y misterios aquellos lugares que le sirvieron de cuna. No hay sino leer las pocas crónicas locales que han llegado hasta nosotros en lo relativo á los comienzos de Ciudad Real para convencerse de ello. En la historia manuscrita del Sr.' Díaz Jurado, párroco de San Pedro, por fines del siglo XVII, persona grave y escritor de no vulgar ilustración, se hace una descripción tan minuciosa y detallada de Alarcos á la hora de fundarse Villa-Real, y se pintan con tal realismo su estado social, sus gremios, clero, autoridades, etc., que cualquiera diría que había vivido allí, á pesar de los cuatro siglos y medio que le separan del teatro de los sucesos, el autor de tan prolijo trabajo. En ella da también cuenta de los esfuerzos llevados á cabo por San Fernando y Alfonso x para repoblar este lugar, ċitando al intento varios privilegios que «existen, dice, en Ciudad Real», entre ellos uno del último fechado en Villarrubia en 18 de Enero de 1254, cuyo texto, reducido á conceder exención de todo pecho, pedido, moneda fonsadera é yantar á los que moren en Alarcos de muros adentro, copia íntegro en su parte esencial, extendiéndose en otros pormenores concernientes á la construcción y fábrica de edificios, á las condiciones del clima, nobleza y calidad de los habitantes, atraídos allí por el cebo de los fueros, etc.

Arreció el furor de tales exageraciones al suscitarse las disputas en ma

la hora entabladas desde fines del siglo xvi entre las Parroquias de San Pedro y Santa María y sus correspondientes vecindarios sobre antigüedad y preeminencia. Más de 800 folios de los 1.500 de que se compone el llamado Libro mu lo ó Becerro, perteneciente al archivo parroquial de la primera de dichas Iglesias, están consagrados á tan esteril como enojosa cuestión, á la que puso término para siempre la instalación del Priorato de las Ordenes Militares y la designación de Santa María para Iglesia Prioral. El curioso que quiera enterarse de las razones y fundamentos alegados por una y otra parte en defensa de sus respectivos derechos, no tiene más que hojear el expresado libro y en él verá lo que la tradición venía consignando acerca de la famosa Villa de Alarcos y su traslación al Pozuelo de D. Gil, aducido como alegato en favor de su causa por los partidarios de la prelacía de San Pedro; y verá como las personas ilustres.de Ciudad Real, entre las cuales descuellan los Velardes, D. José y D. Juan Tomás, señor éste de Santa María de Guadiana y alguacil mayor de la ciudad, testigos juramentados, decların haber visto la pila bautismal que perteneció á la Iglesia de Alarcos y la manga parroquial de terciopelo con las armas de la ciudad, las mismas que estaban puestas en la piedra clave de la capilla mayor de San Pedro, y éstas iguales á las que tenía grabadas en la techumbre la Iglesia de Nuestra Señora de Alarcos, y que era voz derivada de los mayores haber sido trasladado á dicha primitiva Iglesia el Cabildo eclesiástico de tan importante Villa y otras cosas de no menor novedad de que hablaremos en lugar oportuno.

Dejando este camino y esta fuente tan enturbiada por los apasionamientos locales, es para mí indudable, y por cierto lo tengo después de haber inspeccionado muchas veces las ruinas de Alarcos, desde cuyo cerro quiere la vista distinguir todavía aquel ejército compuesto de parthos, árabes, africanos, almohades... «que era innumerable y como la arena del mar la muchedumbre, al decir del historiador Arzobispo, la extensión de los terrenos comprendidos entre las líneas de fortificación de la murada Villa y los que de fuera acusan población en los restos encontrados á flor de tierra, que Alarcos fué en alguna de las épocas mencionadas una Villa de crecido vecindario bien fortificada y guarecida por el inexpugnable castillo (1) que corona su cima. Es asimismo histórico que si fué entrada á saco la Villa y des

(1) Ocupa éste un rectángulo casi perfecto, fácil de reconstruir hoy mismo, tomando por guía la parte de cimientos respetada por las injurias del tiempo, con cuatro torres situadas en los vértices de los ángulos y otras cuatro en los centros de los muros laterales. Lo terraplenado al pie del sitio conocido desde antiguo con el nombre de la Mazmorra, junto al algibe, oculta la altura de dos pisos, y no bajaría de otra tanta la de la muralla en el exterior. La vista domina desde el un horizonte inmenso y tiene a sus pies por el poniente al río Guadiana con el cual se comunicaba por un camino subterráneo. En sus cercanías so descubre el arroyo de la sangre y la tradición habla también del sitio llamado hasta hoy la Celadu, donde se cree que se ocultó la retaguardia del ejército enemigo con Aben-Yussuf, con cl propósito de sorprender y cerrar el paso á los cristianos.

mantelada la fortaleza en más de una ocasión desde que el Emir de Sevilla la ganó al de Toledo y la entregó á Alfonso vi por arras de su hija Zaida, reedificada siempre y reparada por el vencedor en vista de la importancia estratégica del sitio, especialmente por Alfonso VIII antes de la terrible derrota y después de la victoria de Las Navas, y por los árabes en el intermedio de estos dos acontecimientos, estuvo durante todo ese transcurso de tiempo habitada, ya por moros, ya por cristianos. Y finalmente, que reconquistada de una manera definitiva y garantida la paz del territorio, como nunca lo había estado, en el largo reinado de San Fernando y en el de su hijo D. Alfonso, el empeño que éstos pusieron en repoblarla otorgando ge. nerosas franquicias á cuantos quisieran morar en Alarcos, atrajo á ella buen número de moros, cristianos y judíos, dispersos por las cercanías y por el reino de Toledo, formándose de elementos tan heterogéneos la nueva población, que permaneció allí hasta que los miasmas palúdicos del Guadiana la fueron empujando poco á poco á la llanura, donde alrededor del caserío de Pozuelo Seco, situado á una legua de distancia, se fundó Villa-Real. (1)

CAPÍTULO V

Fundación de Villa-Real.-Carta-Puebla.-Crónica de D. Alfonso X. -El Pozuelo de D. Gil.-Las vistas de Fernando el Santo y Doña Berenguela.-Primeros pobladores.

Llegamos á los orígenes de la que es en el día capital de la Mancha, asunto tan embrollado por los pocos cronistas que han escrito de Ciudad Real, que apenas si ha quedado dél un punto claro. Concretándonos nosotros á lo puramente histórico, nos servimos al objeto del presente capítulo de la Carta-puebla otorgada por Alfonso el Sabio en 1255, dándole nombre y señalando sus términos, y de la Crónica de su reinado, documentos ambos de indiscutible autoridad. (2)

La crónica de Alfonso x de Castilla en el capítulo xi, que lleva por epí

(1) Al período que precede à la fundación de Villa-Real debe atribuirse, con otras construcciones indispensables á la vida social de un pueblo, la del templo cristiano, que podremos llamar primitivo, del que, en mi sentir, son restos las columnas de estilo bizantino que hoy sostienen el cobertizo del atrio. Una tradición antiquísima refiere que fué respetado por las tropas de Aben-Yussuf. So conserva también parte del muro y el ventanal donde estuvieron colocadas las campañas, Cuándo y en qué momento se construyó el actual, dedicado á Nuestra Señora de Alarcos no es posible asegurarlo con fijeza, pero por su estilo de transición bien caracterizado en sus ojivas, capiteles y bajos pilares, pertenece, á no dudarlo, al siglo XIII, tal vez á la época de florecimiento de Villa-Real en tiempo de Alfonso X. (2) Aunque no se nos oculta el concepto desfavorable que merece ante la sana crítica esta Crónica por los muchos erroros que contiene, de ella echan mano nuestros mejores historiadores, como Mariana, Zurita y Lafuente, al dar cuenta de las cosas ocurridas en el reinado de D. Alfonso X, y no veo el por qué no haya de ser digna de crédito en lo que dice concerniente á la fundación de Villa-Real, máxime cuando no se puede discurrir móvil alguno politico que hiciera engendrar esta fábula en la cabeza del Cronista, tan duramente fustigado por Mondejar en sus «Memorias históricas y en sus observacioncs á la Crónica antigua de D. Alfonso el Sabio,

grafe-De como el rey D. Alfonso fizo á Villa-Real é la pobló yendo camino de la frontera-dice lo siguiente:

«En el décimo año del regnado de este rey D. Alfonso, que fué en la era de mill é trecientos años, andaba el año de la nascencia de F. C. en mill é docientos é sesenta é dos años, estando el rey en Segovia llegaronle las nuevas de como el rey de Granada le había quebrantado las treguas que con el avia, é otrosi que en el regno de Murcia que se la avia alzado Alhoaguez... é otrosi que los moros de Xerez que le habian tomado el Alcazar... E envió el llamar por sus cartas los infantes é los ricos homes é todos los Concejos de su regno que se fuesen luego para el á la frontera. E partió de Segovia, é fue á Toledo é dende á la frontera é pasando por un lugar que dicien el Pozuelo de D. Gil, que era en termino de Alarcos, entretanto que llegaban las compañas por que habia enviado, mandó venir gentes de su comarca, é ordenó en cual manera se poblase allí una villa é mandó que la dijesen Villa-Real é ordenó luego las calles é señaló los lugares por do fuese la cerca. E fizo facer luego una puerta labrada de piedra, é esta es la que está en el camino que viene de Toledo é mandó á los del lugar como ficiesen la cerca. E partió dende, é fuese para Cordova, é dende para Sevilla, é mandó facer la guerra contra los mo

ros, etc.»

La Carta-puebla, cuyo documento original obra en el Archivo del municipio, y que insertamos íntegra en el primer apéndice de los que acompañan á este tomo, (1) está fechada en Burgos XX dias andados del mes de Febrero, Era de mill é docientos é noventa é tres annos» y no hay fundamento ni razón valedera alguna para dudar de su autenticidad que garantizan de un lado las condiciones, formalidades y requisitos legales con que aparece revestida, de otro el respeto y veneración en que siempre y por todos desde tiempo inmemorial fué tenida, y más que nada avalora su autoridad la verdad de los sucesos contemporáneos, á que hace referencia.

Con la fecha estampada al pié coinciden, en efecto, la estancia del Rey Sabio en Burgos, el hecho de haber sido armado caballero D). Eduardo, hijo primogénito del rey D. Enrique de Inglaterra en dicha ciudad, y la existencia de los Reyes Arabes, Príncipes, Magnates, Obispos y Maestres de las Ordenes de Calatrava y Santiago, que lo confirman, circunstancia importantísima esta última y de obvia comprobación viendo otros privilegios otorgados por el mismo rey de Castilla en la Era de mil doscientos noventa y tres (1255) y en la de mil trecientos (1262) consignada por la crónica de su

(1) Está escrita en pergamino ya muy deslustrado y borroso por el tiempo y lleva el sello real de plomo pendiente de una cinta de color, À ella va unido un traslado sacado por el escribano de Villa-Real Miguel Pérez, en cumplimien to del mandato del Concejo y sellado con el sello de éste: su fecha=Sábado VII dias andados de Marzo: Era MCCCI.

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