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Al Ilmo. Sr. Dr. D. Remigio Gandásegui y Gorrochátegui,

OBISPO-PRIOR DE LAS ÓRDENES MILITARES

Los graves quehaceres y perentorios cuidados anejos al ejercicio del Ministerio Pastoral no han impedido, por fortuna hasta ahora, el que la inteligente y prodigiosa actividad de V. I. se desparrame por otros espacios y preste atención á otros empeños, perfectamente compatibles con las altas funciones episcopales y siempre realizables en la vida social sin desdoro ni menoscabo de los intereses morales y religiosos, á cuyo acrecentamiento venís consagrando con asiduidad y celo harto encomiables la mayor suma de vuestros desvelos. Y ya la opinión sensata de las gentes cultas, haciendo justicia à vuestros heróicos esfuerzos en este diario batallar, vos aclama como el tutor y amparador de toda noble idea, de todo pensamiento levantado, de toda iniciativa generosa, de toda obra, en fin, que por algún concepto tienda á mejorar, en las varias formas del progreso humano, la situación del pueblo confiado por la Providencia á vuestra paternal solicitud y gobierno.

En este número, aunque ocupando el último lugar, abrigo yo la fundada esperanza de que V. I. inscriba, y por tal consideración acoja con benevolencia, el humilde bosquejo histórico que, como homenaje además de leal adhesión á vuestra sagrada persona, tengo el honor de ofreceros, para

lo cual os bastará saber que en él se retrata con fidelidad y por modo documentado, vista á traves de sus grandiosas Instituciones, la vida de aquella Aldea que elevada por Alfonso el Sabio al rango de Real Villa y al de M. N. y M. L. Ciudad por Juan II, recostada siempre sobre las gradas del Trono de Castilla, pudo alcanzar en nuestros dias, como preciado timbre de nobleza, la gloria singular de ser destinada á Corte, donde reposará, respetada y venerada por todos, la memoria ilustre, nunca muerta en las páginas de nuestra Historia patria, de las esclarecidas Or

denes militares.

Supla, pues, Ilmo. y Revmo. Sr., la sanción de vuestro prestigioso nombre, puesto á la cabeza de tan desaliñado trabajo, lo que le falta en valor real y mérito literario, y aceptad por ello el testimonio de la más profunda gratitud de vuestro devoto capellan y afectisimo súbdito

Q. B. V. P. A.

Luis Delgado Merchán.

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Entre los estudios que han logrado en nuestros días más potente desarrollo, á virtud de circunstancias y facilidades bien notorias, merecen á no dudarlo ventajoso lugar los de carácter histórico. La afición por desenterrar el pasado y reconstruir en presencia de datos positivos y ciertos la historia de nuestros pueblos y de nuestras civilizaciones, ha llegado á constituir una especie de pasión entre las gentes cultas, á quienes el cansancio y el mareo producidos por el vértigo y la febril actividad de la vida moderna, arrastran instintivamente en busca dol dulce solaz y útil recreo que proporcionan al espíritu humano la contemplación y conocimiento de lo antiguo y su comparación con lo nuevo, y los contrastes y afinidades, las analogías y diferencias entre lo uno y lo otro.

Se escarba con afanosa solicitud la tierra; se inspeccionan con cuidadoso y detenido examen los restos y vestigios de aquellas ciudades, emporio otras veces de las ciencias y de las letras, de la industria y del comercio; se registran minuciosamente los empolvados archivos, y allá los libros de piedra, las lenguas de metal, la medalla y la moneda, invenidas al azar por el arado del agricultor, aquí el blasón heráldico, el manuscrito pergamino respetado por la carcoma y las injurias del tiempo, todo acude á la voz de mando del laborioso é incansable arqueólogo, que con apa-. sionado entusiasmo persigue el empeño de remover y traer á juicio las cenizas y despojos de la muerte para descubrir á través de misteriosos y lejanos indicios, lo que fué admiración de los vivos y pasó á la nada dojando marcada huella de su rápido cruce por los espacios del planeta, y presentarlo y exhibirlo á las generaciones contemporáneas como cátedra de útil y provechosísima enseñanza.

La geología, la geografía, la arqueología, la paleografía, la heráldica, la numismática, la epigrafía, la indumentaria, todas las ciencias auxiliares y complementarias de la historia están aportando con su trabajo de acarreo inmensos materiales para la construcción del edificio histórico, no habiendo día que no se reflejen sus portentosos adelantos en infinidad de obras y tratados, crónicas, historias regionales y particulares, monografías y biografías, en las cuales se rectifican errores aceptados de mucho tiempo como verdades indiscutibles, se aclaran hechos de dudosa y problemática existencia y se aumenta y enriquece con nuevas noticias y pe regrinos datos el capital atesorado por las diligencias y pacientísima la

bor de nuestros mayores, siendo de notar como á medida que los medios de información abundan y se dilatan los horizontes históricos, se aviva y crece la curiosidad y se despiertan los estímulos del amor propio en hombres y pueblos, municipios y regiones, corporaciones y clases que so aprestan influídos por el ejemplo y acicate del honor á hacer el inventario de sus glorias.

No tomar parte en este saludable movimiento que de las naciones más cultas trasciendo á las más atrasadas y de los centros de mayor población y vitalidad llega en nuestros días hasta la ignorada aldea; hacerse atrás en esta liza abierta á las más nobles ambiciones del humano espíritu, público y honroso palenque donde acude cada cual á exhibir los timbres y blasones de su cuna, los títulos y remembranzas de su ayer, es algo así como negarse al pago de lo que son deudas sagradas del corazón y de la sangre, y contraer adrede la responsabilidad de un delito, en que no puede incurrir una región, un pais que como la Mancha conserva vivo en el altar del patriotismo el culto á su pasado y alardea de su hidalguía clásica y linajudo origen y hace gala de ser ferviente adorador de sus tradiciones venerandas, y es además dar solemne y vergonzoso testimonio de que en su dilatado suelo, cuyo nombre ha popularizado el genio de Cervantes llevándolo con su inmortal Novela al último rincón del mundo civilizado, no ha ocurrido nada memorable y digno de consignarse en letras de molde, cuando si la Providencia no le ha hecho teatro tan vasto como el de otras regiones españolas de heróicas hazañas y de epopéyicas empresas, tampoco tan menguado y pobre en hombres, instituciones y hechos, que á los ojos del historiador sólo merezca desdeñoso olvido.

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Abundan hechos sobrado honrosos de interés regional y nacional, fastos unos y gloriosos otros, pero todos grandes y merecedores de preforento lugar en nuestra patria historia. La Batalla de Alarcos, de triste y amarguísimo recuerdo para las armas cristianas; la de las Navas de Tolosa, la más brillante y decisiva entre las que forman la epopaya de la Reconquista, supremo esfuerzo del valor hispano contra la morisma y página indescifrable sin la sombrìa luz que arroja aquel día de luto en que el coraje español quedó demandando á gritos la más justa de las represalias, por el Cielo más tarde concedida y por la Iglesia Católica consagrada en ol Triunfo de la Santa Cruz; la fratricida y sangrienta lucha de Montiel, que cambió los destinos de España en una hora y cuyos lúgubres ecos aún resuenan por entre los derruídos muros del famosísimo Castillɔ de la Estrella; la fundación y progresos en el Campo á que dió nombre de la inclita Orden de Calatrava, cuya grandeza vive todavia en los restos de sus inexpugnables conventos que desafían erguidos el furioso vendaval do los siglos; la Santa y Vieja Hermandad de Villarreal, grandiosa institución de la Edad Media, con sus célebres cuadrilleros, sus horcas de Peral

villo y sus ordenanzas de hierro, terror y espanto de los foragidos de Siorra Morona capitaneados por el legendario Carchena; la invasión mansa de Moros y Judios, instalados en ella al amparo de la regia prerrogativa y al calor de las ricas producciones de su suelo y la influencia social que durante su largo afincamiento ejercieron en las ideas, usos y costumbres del pueblo manchego; la Inquisición y la Chancillería, instituciones ambas de indiscutible alcance creadas por los Reyes Católicos, la primera al objeto de consolidar la paz entre sus súbditos mediante la unidad política y religiosa, la segunda al de facilitar á los reinos de Andalucía un centro más cercano á donde llevar sus litigiosas querellas; estos y otros sucesos de verdadera magnitud ocurridos en la edad moderna, estas y otras instituciones que dan singular relieve á la región de la Mancha ¿acaso no son valiente asunto para sacar á la estampa su desconocida historia?

Siquiera por tal concepto y al fin de rectificar el desfavorable juicio que han formado de este país los pocos escritoros que de memoria ó por referencias de mal orígen conociéndolo no más como campo de las imaginarias excursiones del Ingenioso Hidalgo, se ocuparon incidentalmente de su historia, importa mucho desdoblar á la vista de autorizados documentos su pasado y darlo á conocer como es en la actualidad, pues no parece según el retrato trazado por algunos de ellos sino que el Africa comienza, no en los Pirineos sino al trasponer la cordillera Mariánica, que asoma á sus inmensas llanuras y se cierra por los famosos montes de Toledo.

Así me expresaba yo en el Prólogo de la 1.a edición de la Historia de Ciudad Real, que vió la luz pública en 1893, estimulando por este modo el sentimiento patrio de los naturales de esta provincia, á la vez que me extendía en otro orden de consideraciones que por haber perdido en gran parte su oportunidad omito en el prosente de buen grado. Impórtame ahora consignar como razón de tan prolongado paréntesis, que animado por la lisonjera cuanto inesperada acogida que tuvo aquel ensayo histórico agotándose en pocos días la tirada, y más que ésto por el juicio encomiástico que mereció de la Real Academia de la Historia y de personas de tanta autoridad literaria como los señores Cánovas del Castillo, D. Antonio María Fabié, P. Fidel Fita, Uhagón, Bosch y Fustegueras y otros que me honraron con cartas de felicitación que conservo, acarició el proyecto de darle mayor ensanche haciendo de la Historia local de Ciudad Roal una general de la provincia, idea que después de haber empeñado todos mis esfuerzos durante ese largo vagar, he tenido que abandonar á última hora ante las enormes dificultades que me han salido al paso, pues son tan espesas las sombras que se ciernen sobre el pasado de esta dilatadísima comarca, tan deficientes los datos, tan escasas y turbias las fuentes de

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