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INTRODUCCION.

I.

Desconocer la influencia que ha ejercido el comercio en la marcha progresiva de la humanidad, es negar lo que de consuno nos enseña la historia y nos demuestra la razon. Siendo por su naturaleza el lazo de union de las industrias y de los pueblos, es por sí mismo el comercio un poderoso elemento civilizador y humanitario, cuya accion tiende constantemente á ensanchar y engrandecer la sociedad económica; á reunir á los hombres por medio de la identificacion de sus goces, de la trasmision de sus ideas y del cambio de sus productos; á destruir las prevenciones y los ódios que existen entre las naciones, y a desarrollar entre ellas los sentimientos de solidaridad y benevolencia.

Pero al hablar del comercio no lo hacemos en el sentido ni como sinónimo de cambio, porque esta palabra designa una operacion comun á todas las industrias y á todas las profesiones, sino que nos referimos á la industria cuya especialidad consiste en comprar para vender, poniendo los productos á disposicion de los consumidores por medio de la importacion ó esportacion de las mercaderías.

No vamos tampoco á considerar el comercio bajo el punto de vista económico, ajeno por completo á la índole de este trabajo: bástanos para nuestro objeto tener en cuenta que su origen y fundamento está en la desigualdad de las condiciones de los hombres y de los pueblos, y que por lo mismo es un hecho constante en todos ellos, cuya

existencia data desde las primitivas relaciones de los hombres entre sí.

No siempre, sin embargo, ha sido considerada ni apreciada en su justo valor la civilizadora influencia del comercio; pero contra la casi general opinion de los filósofos antiguos y aun de algunos de los modernos, la mayor parte de éstos le han hecho la justicia que se merece y le han concedido la influencia que de derecho le corresponde: así que Herden dice que «la nacion comerciante es útil á sí misma y á los demás pueblos, puesto que comunica los bienes de la inteligencia al mismo tiempo que los de la industria y la naturaleza.» Destutt de Tracy vé en el comercio «la sociedad en sí misma, el único lazo entre los hombres, la fuente de todos sus sentimientos morales, la primera y más poderosa causa del desenvolvimiento de su benevolencia recíproca.» Para Montesquieu «la historia del comerciante es la de la comunicación de los pueblos>>; finalmente, Ballanche afirma que «el comercio nos hace ciudadanos de todos los paises, y que el dogma de la fraternidad de todos los hombres nos lo muestra la necesidad que tenemos unos de otros.» La existencia del comercio en todos los pueblos antiguos y modernos, prueba, de un modo incontestable, que constituye uno de los medios que emplea la Providencia para unir á los hombres, y como tal indispensable á las sociedades humanas.

Remontándonos á los pueblos antiguos, encontramos á la India que, á pesar de su doctrina brahmánica, poco favorable á las relaciones comerciales, presenta testimonios históricos que demuestran estuvo por el comercio en constantes relaciones con los pueblos del Mediodía del Asia y del Africa. Los indios aparecen ya como pueblo navegante en los Vedas, el más antiguo de sus libros sagrados, donde se hace mencion de barcos ó naves que conducen á los que buscan fortuna viajando por el mar, llamando traficante al que se arriesga con la esperanza de conseguir algun lucro. En su Código de Manů, no solo no se prohibe el comercio, sino que se consagra su legitimidad reconociendo fuerza obligatoria en los contratos que al mismo se refieren. La historia nos dice que en aquellos tiempos los indios del Norte iban en numerosas caravanas

á buscar los productos de la China, ya para esportarlos por sí mismos, ya para hacerlos esportar por sus vecinos de la Bactriana.

Esto por lo que respecta al comercio terrestre, pues en cuanto al marítimo, tenemos una muestra de su desarrollo en que Ceilan fué durante la antigüedad la principal factoría del comercio entre la Arabia y la India, asi como Java y las demás islas del Archipiélago.

Egipto, si bien por su constitucion teocrática y por su horror al mar y á todo lo que de él procedia no tuvo casi puede decirse comercio esterior, en cambio lo tuvo activísimo en el interior, pues situado entre Asia y Africa, era el camino natural de los mercaderes, siendo Meroe el punto de reunion y la factoría de los viajeros.

Pero habia un lazo que unia el Oriente con Europa, y éste era el genio comercial de los fenicios.

No sin razon ocupa Fenicia uno de los primeros puestos en los anales del comercio. Escasa en productos naturales por su exiguo territorio y contraria por carácter á las conquistas de la guerra, buscó su gloria y poderío en el comercio.

Conocidas son las colonias que los fenicios establecieron al dirigirse en sus espediciones á la parte occidental del Mediterráneo. Málaga, Sevilla, Córdoba y otras poblaciones de Andalucía fueron sus principales fundaciones, sobre todas Cádiz, término de navegacion por aquel mar y punto de partida para sus espediciones por el Atlántico, que prueban la importancia y desarrollo que alcanzaba en ellas el

comercio.

La importancia comercial de Grecia nos la demuestran las colonias que tenia en el Asia Menor, en las orillas del Mar Negro, en Chipre, Creta, Sicilia, Galia, España y Africa, y la prosperidad y riqueza que, debidas al comercio, alcanzaron Efeso, Smirna, Rodas y Corinto.

Cartago, heredera del poderío marítimo de los fenicios, de sus recursos y talentos mercantiles, continuó la brillante carrera de su antecesora. Ciudad á la vez industrial y mercantil, que proveia á todos los puertos del Mediterráneo con sus mercancías y primeras materias, obtuvo una superioridad comercial que fué prontamente reconocida en

aquella época por las colonias griegas y fenicias del Norte de Africa.

Pero el pueblo mercante por escelencia quiso convertirse en conquistador, aspirando á la supremacía política, y al apoderarse de España surgieron las guerras púnicas que dieron fin á su poderio, siendo vencidas sus legiones de mercenarios por los numerosos y aguerridos ejércitos de Scipion.

La destruccion de Cartago abre, digámoslo así, un paréntesis en la historia del comercio, puesto que la vencedora Roma, nacida para subyugar y gobernar naciones y no para ser factor de ellas, buscaba en la conquista y en el saqueo los recursos que, dadas sus teorías, hallaba indigno deberlos al trabajo: tuvo, no obstante, necesidad de sostener el comercio para satisfacer su lujo desenfrenado, si bien arrastró una vida lánguida y penosa, quedando reducido al cambio del oro de los paises conquistados por las mercancías que de los mismos se importaban.

La omnimoda dominacion romana ejerció, sin embargo, favorable influencia en las relaciones mercantiles de los pueblos que le estaban sometidos; porque los ódios nacionales y la piratería habian sido un obstáculo á las empresas de los fenicios, griegos y cartagineses, y la reunion de tantos pueblos sujetos á unas mismas leyes, hizo que una gran parte del comercio, que en otros tiempos habia sido internacional, lo fuese entre ciudades y provincias de un solo imperio, de modo que la unidad y vigor de la administracion romana daba una completa seguridad á los comerciantes.

A medida que los últimos destellos del poder romano se estinguian en el torrente de corrupcion, de infamias y debilidades, que acabó por derrumbar el imperio, los bárbaros aparecieron en el horizonte para repartirse sus podridos restos.

Verificada la invasion, pronto tuvo lugar la feudalidad, que nació en el siglo V, y se constituyó definitivamente en el X.

Durante este período «ofreció la Europa, como dice Blanqui, el aspecto de un vasto circo, en donde el más fuerte inmolaba sin piedad al más débil. Ni habia capital

para dar impulso al comercio, ni grandes ciudades para recibirle. El espíritu de libertad, único que puede darle vida y desarrollo, se estinguia en el aislamiento general de todas las inteligencias y de todas las localidades; y al pasar la vista por la historia de aquella época, no encontramos más que un cúmulo confuso de acontecimientos, sin enlace ni objeto, más propios de un pais de salvajes que de habitantes de un pais civilizado.»

En medio de este caos que nos presenta la anarquía feudal, sobreviene la caballeresca y religiosa empresa de las Cruzadas, que tan decisiva influencia ejerció en el desarrollo de las instituciones europeas. Esta influencia se dejó sentir de una manera más brillante y vigorosa en los progresos del comercio y navegacion, en términos que, como dice el autor citado últimamente, «pareció en un momento que los navegantes de todos los paises se habian dado cita para los mares de Oriente. >>

Antes que las Cruzadas, se formó en Alemania una asociacion poderosa que debia más tarde completar la obra por aquellas comenzada, y cuyo establecimiento es una prueba patente de los esfuerzos que desarrolla la actividad humana para conquistar los grandes elementos de la riqueza pública; para recabar proteccion y ausilio contra los abusos de la fuerza, y repeler las arbitrarias é injustas exigencias de la tiranía. Nos referimos á la célebre Liga anseática, constituida desde el siglo XIII por las ciudades marítimas de la baja Alemania, para su defensa comun y dar proteccion á su comercio. «Sus principios fueron débiles, dice el sábio historiador de estas ciudades, sus progresos rápidos, sus resultados admirables, y sin duda sus mismos fundadores no pudieron prever que llegaria dia en que su opulencia reinaria como soberana sobre los dos mares del Norte y haria gran peso en la balanza política de Europa.» Por todas partes se estendieron sus factorías dieron estraordinario impulso á la industria y al comercio. La factoría de Brujas, uniendo al Norte con el Mediodía, vino á constituir un depósito de todas las producciones europeas, á ser el punto de reunion de todos los negociantes y á crearse una plaza de primer órden para la circulación de las especies y las combinaciones del crédito.

歲大

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