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I.

Cómo entró España en el siglo XIX.

Un gran asunto encerrado en estrechos limites.-Lo antiguo, lo nacional en España es el sistema representativo; lo moderno, lo traducido, el absolutismo.-El mejor de los reyes de derecho divino.-El pacto de familia.-Lo que vale una guitarra bien tañida en palacio. Un bofeton por mano de principe.-Cartas entre una reina y un privado.-Un papel imprudente convertido en instrumento de amenaza.-Corrupcion de la córte.- Un rey como pocos y un marido como aún hay menos.-Godoy, columna de la fé, segun el papa. -Gobierno aborrecido y despreciado.- Un príncipe en busca de padre y mujer.Anónimo.-San Hermenegildo por modelo, menos en el martirio.-Sisberto, Gowinda, Leovigildo. Las revoluciones romanas.-Una trama en el Escorial.-Manifiesto sin igual. --Cartas á papá y mamá.-Acusacion fiscal.-Un principe que empieza á decir que le engañan.-A orillas del Tajo.-Un padre que se declara forzado. --Retrato pintado por mano de madre.-Un trono que se conmueve hasta los cimientos.-Invasion francesa.Primeras muestras de un reinado.-O rebelde usurpador, ó rey por la voluntad del pueblo.-Mandato de recibir como amigos á los invasores.-Duermen los que debian velar, y vela el pueblo que no tiene licencia para pensar.-Golpe de hoz sin resultado.Los grandes balbucean.-Napoleon mide á España por sus principes, y se equivoca.¿Y Manuel? ¿Dónde está Manuel?-Un padre que levanta el baston contra el hijo.-Una madre que levanta la diestra contra el mismo.-El hijo aconsejando á la vez la reunion de Córtes y la resistencia, la sumision al estranjero y la paz.-La corona de dos mundos cedida por un poco de oro.

Nunca se ha escrito la primera línea de un libro con seguridad más completa y más desconsoladora que la nuestra, de que el libro no pueda corresponder dignamente á su título ni al pensamiento que le dicta. Tiene el presente trabajo la mision de retratar uno de los hombres políticos más importantes que ha dado de sí nuestra revolucion, y vá á salir á luz rodeado de condiciones en que es imposible delinear ciertos períodos, y aparece en tiempos en que no es lícito aspirar á la verdad de importantes detalles. Lleva por título un nombre que obliga á recordar la historia moderna de un gran principio y, encerrada esta obra en determinados límites, apenas puede detenerse en la historia del nombre ni del principio que representa, y necesita apelar al apoyo prolijo y enojoso de documentos y autoridades irrecusables, que abran á estas páginas paso franco y sin tropiezo posible por entre las mallas de la censura.

Si se tratára de escribir la relacion de méritos de una notabilidad por obra de la Guia de forasteros, para que corriera entre un círculo de conocidos, nuestra tarea sería fácil, nuestro trabajo no tendria trabas: siendo llamados á hacer por la iniciativa de un gran partido y para que tenga por lector al pueblo, el primer ensayo biográfico de una figura que ha venido á simbolizar la revolucion española, necesitamos empezar

levantando un pedestal en que colocarla, tomando los materiales de la historia contemporánea.

Y para trazar sin equivocarse el croquis de una revolucion, es preciso remontarse á su orígen: el rio gira y serpentea muchas veces en su carrera; nunca podrá conocer bien su curso quien empiece á estudiarle desde un recodo del trayecto que recorren sus aguas.

Error es harto comun la idea de que el principio de la soberanía nacional y el sistema representativo que de él emana son una importacion esclusivamente estranjera, recibida ayer en la punta de las bayonetas francesas. Los que falsamente propagan esta especie, y los que sencillamente la admiten, han fabricado una filosofía particular de la historia, que tiene por objeto pintar á la nacion española como una raza de hombres que desde los primeros tiempos se ha complacido en servir de auxiliar á todos los ensayos, á todas las esperiencias de la tiranía; los que así disfrazan el pasado de la península ibérica, se desentienden de las variantes que esperimentó bajo las dominaciones romana, gótica y árabe, para ir derechamente al cesarismo del siglo xvi, y deteniéndose allí, sostener que el ideal de nuestra nacionalidad está representado por aquel monarca que rejía en silencio desde su sepulcro del Escorial el vasto imperio de dos mundos, por aquella institucion muda que, con el nombre de Inquisicion, desarrolló todo el pensamiento reaccionario en la Europa meridional.

Para los entusiastas del absolutismo; para los que interesadamente favorecen la reaccion, es inútil averiguar la fibra que ha formado nuestra nacionalidad: basta saber la cronología de los reyes, empezando por Cárlos I; segun ellos, la historia no debe investigar qué libertades se dieron los antiguos reinos de Astúrias, Leon, Castilla, Navarra, Aragon y Cataluña; lo único que interesa son las genealogías y los nombres de los monarcas de la edad media, las batallas que, ganadas ó perdidas, llevaron á España á la decadencia, las intrigas de los magnates, las maniobras de los palaciegos: todo esto esforzándose cuidadosamente en ocultar las instituciones y las garantías favorables al pueblo; todo esto haciendo flotar sobre la nacion la institucion monárquica; todo esto alegando como sistema único la voluntad de las casas de Austria y de Borbon, como única legislacion el código del Santo Oficio.

Una ojeada por la gloriosa época del nacimiento de nuestra nacionalidad bastaría para hallar y seguir despues con fruto el hilo de la historia, que ligando unas épocas con otras, á través de algunas interrupciones y de algunas contradicciones aparentes, conduce á demostrar: que España no cede á ningun país de Europa en amor á la libertad; que los precedió á todos en la práctica de las instituciones representativas; que fué el primero en que el elemento popular triunfó de las clases privilegiadas, y el primero tambien este suelo heróico donde corrió la sangre en defensa de la libertad política; que la mútua tendencia de los poderes nacionales tuvo aquí por base el principio de la soberanía nacional; que la salvaguardia de nuestra independencia, en los antiguos como en los modernos tiempos,

fueron siempre las instituciones populares, municipales y porvinciales, las asambleas reunidas en representacion del país; que lo antiguo aquí es el pacto con mútuas garantías entre gobernantes y gobernados; que lo moderno es el despotismo; que lo español, lo nacional, lo copiado despues de un siglo por los pueblos que más pronto reconocieron las ventajas de nuestra organizacion, fué el sistema representativo; que lo estranjero, lo austriaco, lo francés, lo importado, lo malamente traducido es el absolutismo en toda su escala gradual hasta el doctrinarismo; que si el yugo teocrático comprimió cruelmente el fuerte pulso de este pueblo magnánimo para llevarle á la más espantosa decadencia, ninguna contrariedad fué bastante á abatir su alto brio, ni á sofocar su natural tendencia.

Ya que no podamos remontarnos tan atrás, ni siquiera con breves indicaciones, recordemos en algunas muy breves páginas los acontecimientos de principios de este siglo, porque esos entrañaban y de esos arrancan los que corresponden al cuadro y al objeto de este libro, cuidando, aun á costa de un trabajo tan improbo como deslucido, de agrupar frases de documentos públicos y oficiales, trozos de escritores respetables y de historiadores que no puedan ser tachados de sospechosos de nuestras ideas, para que hablen y autoricen con sus propias reflexiones las nuestras, ya que algunos hechos se consideran ahora delicados, y los comentarios propios son peligrosos, y las circunstancias actuales criticas por demás.

El siglo XVIII iba á concluir: la antigua sociedad española crujía á la vez por el techo y por los cimientos; cuando se intentaba repararla y se descubria una parte del edificio, se le veia carcomido por la polilla y minado por el tiempo; á los primeros martillazos de la demolicion se desprendieron algunas piedras y se estremeció el artificio entero de aquella sociedad caduca, próxima á desplomarse y desaparecer entre escombros.

Antes de ocuparnos de la España moderna, recordemos de qué manera murió la España antigua, como los médicos que antes de estudiar la curacion de las enfermedades, procuran sorprender en cada órgano de los cadáveres las leyes de la vida.

Todo el absolutismo de los reyes, ejercido de lleno al advenimiento de los Borbones: todo el terror de la Inquisicion, pesando como una losa fúnebre sobre el corazon de los españoles, no habian bastado á arrancar de él por entero las tradiciones liberales, à que deben su nacionalidad: todos los cerrojos que corria el despotismo, todos los tormentos que empleaba el Santo Oficio, no impedian que, en los períodos más duros, hubiera plumas dispuestas á protestar de la tiranía como les era dado, y á ofrecer testimonios de que vivia siempre el recuerdo de las antiguas instituciones, la memoria de nuestras venerandas asambleas.

La accion irresistible del tiempo; el esceso de los abusos; la influencia inevitable de los filósofos y publicistas de la escuela revolucionaria estranjera, y la ilustracion de las personas de que se rodeó Cárlos III, empezaron á minar á las clases privilegiadas y a dar entrada á las reformas el clero especialmente, dueño de un poder moral y material,

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acumulado por espacio de siglos para dominarlo todo, la carne y el espíritu, la escuela y el trabajo, el suelo y la idea, sufrió contrariedades del trono, que espulsó á los jesuitas, rechazó con energía las exijencias desmedidas de Roma, y empezó á ocupar por cuenta del Estado una parte de las rentas de que disponian los clérigos: la prohibicion de amayorazgar y las restricciones á los señoríos, dieron un golpe trascendental á la aristocrácia, atacada tambien con haber opuesto á los rejidores perpétuos los síndicos y diputados del comun, devolviendo á las municipalidades el principio de eleccion, y dando así entrada al elemento popular, verdadera democrácia de nuestra sociedad: se fijó la atencion en la instruccion pública, señalando en una real cédula los males de que adolecia; se toleró, y aun protejió la fundacion de sociedades de Amigos del País, que fueron de mucha utilidad en algunas provincias, y se disfrutó de cierta tolerancia desusada (1).

España, sin embargo, no tuvo, no pudo tener para atravesar de una · á otra orilla de la vida nueva, lo que llaman una época filosófica los pueblos guiados al movimiento moderno por misioneros encargados de señalarles, antes de ponerse en marcha, el camino de la libertad. Carlos III que era un rey tipo del mejor monarca absoluto, que tenia una idea altísima de la prerogativa real y era codicioso de su autoridad suprema, fué modelo de tolerancia, comparado con sus predecesores; pero fiel al pensamiento de su ambicioso abuelo Luis XIV, cuyos tenaces esfuerzos levantaron la casa de Borbon, hasta sacar de ella cuatro dinastías para

(4) Hé aqui algunas pruebas de ella:

En el discurso leido el año de 1787 á la sociedad aragonesa, inserto en el tomo III del Correo de Madrid, cuyos suscritores eran Carlos III, Carlos su sucesor, los infantes D. Gabriel y D. Antonio, los condes de Floridablanca, Campomanes, el arzobispo de Toledo, etc., se decia :

«El estudio de hacer ignorantes á los hombres para que no reflexionen y conozcan la injusticia de los procedimientos, y el dominio de la ignorancia apoderada de todas las clases del Estado, producen la miseria, la supersticion y el fanalismo sublevador de los pueblos. Las cadenas y cadalsos son entonces los secretos y ciencia de reinar. De aquí provino la exoneracion del mando y el obligar á los monarcas á que no se impusieran pechos sin anuencia de los representantes del pueblo, nombrados para sostener sus prerogativas, obligando á los reyes á jurar el sostenerlas en el acto de su coronacion.>>

En el mismo tomo del Correo decia don Manuel Aguirre, coronel de caballería, hablando del origen de la sociedad civil :

«Que solamente la voluntad general ó sobevana puede dirijir las fuerzas del Estado al bien comun. Que el ejercicio de esta voluntad puede trasmitirse, y por eso son recibidas como determinaciones suyas las de los jefes supremos, cuando lo declara el consentimiento ó el silencio de la sociedad, fundamento el más sólido del poder y autoridad de los reyes."

En el mismo tomo se impugnó á Roselly, sosteniendo el 7 de mayo de 1788 que la tolerancia de cultos es conforme á las máximas del Evangelio, al decoro y pureza de la religion católica y al fomento y prosperidad del Estado.

Por último, en las Reflexiones sobre el nacimiento de un principe, publicadas el 27 de agosto del mismo año, despues de establecer principios de eterna verdad, se decia al recien nacido lo mismo con corta diferencia que Mirabeau en una carta al rey de Prusia:

«Te se dirá que estas ideas son falsas ó exageradas. Hallarás aduladores artificiosos. Si te dejas arrastrar de las pasiones, dirán que haces bien. Si derramas la sangre de tus vasallos, como si fuese agua, dirán que haces bien. Si los gravas con impuestos nuevos, si arriendas hasta el aire que respiran, dirán que haces bien. Si empleas el poder en proscripciones y venganzas de los que te halagan, dirán que haces bien..... La imprenta, don de una mano divina, te enseñará el oficio de rey. Ella te dirá verdades amargas con voz dulce, y aun cuando no siempre fuese moderada ¿dejarás de ser tan poderoso por haber oido una vez el lenguaje libre? El debe ser así porque mejor te instruyas, cotejándolo con las frases oratorias en que la verdad pusilánime se prosterna á tus pies, porque se siente oprimida en tu presencia y espera solo el momento de alejarse de tu trono. »

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