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sentarlas en los tronos de Francia, Italia y España, y hacerla dueña del Mediodía de Europa, quiso unir la familia borbónica y establecer una liga ofensiva y defensiva entre los príncipes de España, Francia, Nápoles y Parma, celebrando el pacto de familia, que arrastró á la nacion á una conducta impolítica en el esterior, orígen de funestas guerras y de inmensas calamidades en el interior; y cuando vió agruparse sobre el Estado vecino las nubes que habian de deshacerse en la revolucion más trascendental del mundo moderno, no repugnó las persecuciones y las tropelías, con menosprecio de las leyes fundamentales del país: dejó que el clero persiguiese los estudios económicos, que antes se habian fomentado, como sucedió en Zaragoza, donde Fr. Diego de Cádiz consiguió que se denunciasen las conclusiones sobre usuras, inconvenientes del celibato eclesiástico y prematura profesion religiosa, poniendo en peligro al profesor D. Lorenzo Normante; permitió que D. Pablo Olavide, cuya ilustracion tuvo gran parte en la real cédula sobre instruccion pública, arriba recordada, y á quien se debian las nuevas poblaciones de Sierra Morena y notables mejoras en Sevilla, fuese tratado como hereje por la Inquisicion, sin más delito que no ser afecto á los frailes y defender el sistema de Copérnico, condenado por Paulo V, que le creyó contrario á la Escritura. Ni fueron estos solos los testimonios de lo que hay que fiar en la tolerancia de los reyes absolutos, por buenos que parezcan.

Más que las concesiones de Cárlos III, contribuyó á preparar la revolucion el contagio filosófico y liberal que venia de fuera, avivando el recuerdo de nuestras tradiciones constitucionales, aunque al principio no saliera del círculo ilustrado de la capital, porque el influjo de la Inquisicion, los hábitos de obediencia y de terror, y la escasez de comunicaciones de los pueblos entre sí, tenian á las masas sumidas en la ignorancia y en la abyeccion más completa, en los momentos en que un gran suceso venia á cambiar las relaciones políticas, á innovarlo todo, á fundar un nuevo órden y un equilibrio nuevo.

Cárlos IV, María Luisa y Godoy se encargaron de preparar la nacion para el cambio que la aguardaba, no ciertamente con medidas morales y materiales que abriesen paso á las nuevas ideas, á las nuevas ideas, porque Carlos IV, aunque hizo una reforma estrepitosa, iniciada con su ejemplo, la supresion de la coleta, no renunció á la coleta de señor de vida y muerte en un documento oficial, sino al contrario, con el esceso de la torpeza y de la inmoralidad, que obligó al país á fijar los ojos en palacio. «Cuando la mano de Dios señala para los pueblos la hora del precipicio, su omnipotencia les destina semejantes reyes. En tiempos bonancibles, ellos crean las tempestades; en épocas de borrasca, su impulso mismo lanza en la perdicion á las naciones » (1).

« Cárlos IV demostró desde su exaltacion al trono cuán inepto y débil era para llevar sobre sus hombros la pesada carga de la monarquía. No se le notaba en sus principios otra pasión que la de la caza, cuya diversion

(1) Historia de la regencia de la reina Cristina, por D. Joaquin Francisco Pacheco. Tomo I.

y entretenimiento avivaba más y más en su pecho su astuta esposa María Luisa, para poder ella así disfrutar con más libertad de los ilícitos amores que ardian ya en el suyo, con la persona de D. Manuel Godoy.... jóven de muy buena presencia y con mediana disposicion y destreza para tañer la guitarra» (1).

«Carlos IV, si bien dotado de algunas bellas cualidades, mostró tal debilidad por la reina, que la suerte de la monarquía se vió abandonada á merced de sus amorosos devaneos.»

«Varios favoritos se disputaron la preferencia y confianza, pero el que fijó más su atencion y alcanzó más permanentemente sus favores fué un guardia de corps llamado Manuel Godoy» (2).

«La reina, siendo princesa de Astúrias, habia gozado del favor popular en grado no corto.... Su educacion habia sido muy descuidada, no habiéndose aprovechado en la córte de Parma de los preceptos de Condillac.... Sus faltas á la fidelidad conyugal, sospechadas ó casi sabidas, segun se ha referido en esta historia (3), habian acibarado la vejez de Carlos III, y merecen particular mencion por haber influido notablemente en los negocios y las desdichas de la monarquía mientras la rijió su marido. »

«Apenas se hubo firmado su contrato matrimonial, manifestó la princesa el carácter imperioso con que se distinguió más tarde. Exijió que la tributasen los honores debidos á su nuevo rango, ocasionando de este modo contínuas rencillas entre ella y su hermano el duque Fernando. Un dia, arrebatada de cólera, le dijo: «Yo te enseñaré á respetarme como debes, porque llegará dia en que seré reina de España, mientras tú tendrás que contentarte con el ducado de Parma.» Su hermano là respondió: «En ese caso tendré el honor de dar un bofeton á la reina de España; » y así lo hizo acto contínuo. Cuando vino á España á reunirse con su esposo, Carlos IV la recibió con frialdad muy notable, y dispuso vigilar sus pasos cuidadosamente, sobre todo desde que descubrió que daba de incógnito sus paseos por las calles de Madrid, acompañada de dos damas jóvenes de la corte, y algunas veces sola. Gradualmente tomó sobre su marido un ascendiente irresistible, que conservó hasta el fin de sus dias. Sus relaciones íntimas con Godoy tuvieron tambien dias de borrasca, y una vez intentó perderle en el ánimo del rey; pero el cariño de Cárlos IV á su favorito, destruyó esta tentativa de la reina, que en el fondo procedia de un acceso de celos. En sus últimos años se hizo devota » (4).

«Uno de los asuntos que más cebo daban á la maledicencia pública contra Godoy, era su conducta privada,-dice Lafuente;-sus relaciones amorosas con la reina y con la Tudó, y las de aquel y estas, con otras ú otros, que entonces y despues, lenguas y plumas, sin miramiento ni reserva alguna han vociferado» (5).

Este historiador, el primero que ha revisado las cartas privadas y confidenciales entre la reina y Godoy, que se conservan en el archivo del ministerio de Estado, dice, haciendo notar que ningun rival disminuyó el ascendiente de Godoy:

(4) Resúmen histórico de la revolucion de España, por el P. Maestro Salmon, del órden de San Agustin. Cádiz, Imprenta Real, 4842. (2) Apuntes histórico-críticos para escribir la historia de la revolucion de España, por el marqués de Miraflores.

(3) Historia de España redactada y anotada con arreglo á la que escribió en inglés el doctor

Dunham, por el Excmo. Sr. D. Antonio
Alcalá Galiano. Tomo VI.

(4) Memorias históricas sobre el reinado de Fernando VII, rey de España, publicadas en inglés y en francés por Michael y Quin; traduccion impresa en Valencia, 1840. Tomo I. (5) Historia general de España, por don Modesto Lafuente. Tomo XXII.

Esplicán este compromiso por una carta imprudente, que dicen haberle escrito en momentos en que el apasionamiento no dá lugar á la reflexion ni á la prevision, y que el favorecido guardaba como una arma de segura defensa para cualquier evento, bien de inconsecuencia, bien de enojo, y era como su áncora de salvacion en las borrascas » (1). La reina, con sus costumbres relajadas, juntaba asimismo cierta devocion supersticiosa, continúa Galiano (2), y algunas ideas de dignidad aparente; de modo, que si disfrazada, segun es fama, solia salir á tomarse vituperables libertades, cuando hacía el papel de reina le desempeñaba con la majestad antigua. »

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Las consecuencias de hechos como los que refieren esas citas, siempre pasan las puertas de los palacios para alcanzar á los pueblos que los presencian y los sufren: no se necesita una corrupcion tan escandalosa en la córte, para que las clases altas se den á seguir el ejemplo, para que la ambicion haga del desenfreno la escala del engrandecimiento, para que se olviden y trastornen todas las ideas de moral: el rey, que toleraba esa desgracia, con que no se conforma el hombre menos celoso de su honra, y que sancionaba con su tolerancia ó su negligencia los desórdenes más incompatibles con el bienestar de la nacion, perdió su prestigio: la reina, que así se conducia, fué objeto del ódio general; Madrid, que, en su calidad de capital, tenia más motivos y más ocasiones de apreciar y manifestar el estado de la opinion, llegó á ser antipático á los reyes, que en los dos últimos años de su reinado preferian la estancia en los Sitios.

La tiranía religiosa perdió mucho de su fuerza en aquel período, aunque á veces era empleada como auxiliar de la política: lo que de ella quedaba era más aborrecible, porque contrastaba con la disolucion dominante: combatido Godoy por enemigos de opuesta naturaleza, se apoyaba en el clero cuando creia peligrosos á los reformadores, y apelaba á estos

(4) Historia general de España, por don Modesto Lafuente. Tomo XXIII.

Son curiosas, como muestra de un estilo jovial y una familiaridad que solo se permite y se usa entre iguales, las siguientes frases que entresacamos de las interesantes cartas publicadas por Lafuente, todas pertenecientes al período de la caida de Godoy:

Manuel,-decia la de 26 de setiembre de 4798,-aquel hombre que ha dado tantos ratos de placer á VV. MM., no quiere incomodarles ya ni un momento. P. D. Repare V. M. por Dios ese mal de garganta: cuidado no sea como el fuerte del Escorial.» «Mi alma no se hermana con los miserables miembros de mi cuerpo,—decia en la de 2 de agosto de 99;-ellos aman el descanso y la independencia, cuando aquella les impone ejercicios de obligacion; el espíritu se resiste, señora, y ya no piensa Manuel en su existencia; los ojos se me bañan espresándome con amiga en el lenguaje de la realidad; ahora sí, ahora sí, señora, que se ven las cosas á ojos claros; ahora ya se moderó el calor de mi buen celo, es ya otro mi lenguaje, y convencido de no haber sabido ejercer bien los

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dones que me dispensó la naturaleza, ansio, señora, por el perdon..... Dénme VV. MM. su perdon.» Hablando de las gentes que chismeaban, escribia en 44 de setiembre de 1800: «Digo esto por las consecuencias, por si algun dia se me ofrece darles con el baston, único castigo que siendo de mi mano pudiera estarles bien.» «Cuando yo leia latin,-decia en carta de 9 de setiembre, -me ocupaba mucho con las cartas de San Gerónimo, y el carácter de aquel viejo me embelesaba, pues su firmeza hasta con Dios probaba bien su recta razon y reconocimiento; ¿quién sabe si el santo habrá pedido que mi chiquillo se le parezca? Mañana es, y espero que mañana salgamos de todo, pues ayer nada hubo, y hoy hace el año del mal parto. En fin, señora, yo avisaré, y repito gracias sencillas por cuanto tengan la bondad de hacer. » En otra carta decia: «La chiquilla sigue bien y, vaya una aprension de padre y viejo, me parece que se rie cuando la acaricio; ello es que no llora.»>

Dejamos al lector que descifre aquellas frases que le parezcan misteriosas. (2) Obra citada.

cuando se le iba sobreponiendo el clero: intercedióse por el papa, cuyos Estados se veian en grave peligro, y Godoy se vió llamado en una carta del pontífice¡ columna de la fé! Imagináronse guerras costosas y estériles: en suma, en el interior no habia más mira que vivir al dia, ni en el esterior hubo al fin más política que prestarse á cuanto exijiesen la Francia y el hombre estraordinario, pero ambicioso y tirano, que la rejía, sirviéndole de peor ó mejor voluntad, tratando de eludir, pero acatando al fin sus mandatos. En los curiosísimos artículos que el Sr. Galiano acaba de publicar acerca de aquella época, pinta así el estado de la opinion:

«Veíase el gobierno en general aborrecido y despreciado. Lo merecia sin duda; pero tal vez escedia en punto tal lo sentido á lo merecido. No alcanzaba el ódio al rey; pero sí el desprecio, haciéndole favor la voz popular en cuanto á las intenciones que le suponian; pero teniendo en poco su carácter. El aborrecimiento á la reina llegaba á un estremo increible, solo igualado por el en que se miraba al príncipe de la Paz, su privado y valido, reputado con bastante, pero no completa razon, el verdadero monarca. Al revés el príncipe de Astúrias, despues Fernando VII: era, no solo un mytho, sino varios, figurándose gentes diversas y contrarias opiniones en su persona imaginaria, todas las prendas que en un futuro monarca deseaban.

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No faltaba en España quienes soñasen en una monarquía de las llamadas constitucionales; republicanos habia ya pocos, aunque habia habido bastantes entre la gente ilustrada hácia 1795, y aun hasta 1804. Pero la conversion en imperio de la república francesa, habia dividido á los que, dándole culto, aspiraban á tomarla por modelo, Muchos se adherian á Napoleon como representante de la revolucion en su dictadura, ya consular, ya imperial; otros, mirándole como destructor de la libertad, le abominaban.... No está demás añadir, que entre el clero, y aun entre los frailes, gozaba Napoleon de alto y favorable concepto » (1).

La nacion, que hacía responsable de todos sus males á Godoy, puso los ojos y las esperanzas en Fernando, el príncipe heredero. Habia sido su profesor un canónigo nécio y presuntuoso, que antes de instruirle en los clásicos y las matemáticas, le habia enseñado á conspirar para satisfacer la impaciencia de ser rey que manifestaba el discípulo, teniendo la perspicacia de buscar como apoyo á Napoleon, «el héroe mayor de cuantos le habian precedido, enviado por la Providencia para salvar la Europa del trastorno total que la amenazaba, para consolidar los tronos vacilantes y para dar á las naciones la paz y la felicidad.» Así le decia, escribiéndole á escondidas del rey, «para depositar en su pecho (el de Napoleon) los secretos más íntimos como en el de un tierno padre» (2). Esta carta y una traduccion del primer tomo de Las revoluciones romanas, por Vertot, servian de entretenimiento al jóven príncipe entre las conspiraciones que, contra el autor de sus dias, tramaba en el Escorial.

Para que la oportunidad de tales frases fuese completa, Izquierdo escribia al mismo tiempo á Godoy estas otras desde París:

(4) Recuerdos de un anciano, por D. Antonio Alcalá Galiano. La América.

(2) Carta de 44 de octubre de 4807 desde el Escorial.

Todos los amigos de Luciano suponen que dentro de un año será rey de España. Dicen unos que esta corona vá por ahora á darse á V. E., para por este medio echar del trono á los Borbones, y que luego se le despojará de ella para colocar en el trono español á Luciano.... Dicen otros, que el proyecto por ahora se limita á formar para el mismo Luciano un reino de Iberia, tomando las faldas españolas de los Pirineos, etc., y dando á Castilla el Portugal. Algunos, con mucha reserva, comunican que la destruccion total de los Borbones está resuelta; pero suspendida para tiempo más oportuno.

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Descubierta la trama de Fernando por un anónimo (1), fué comprobada por la ocupacion de los papeles del príncipe, que consistian en una esposicion de más de doce hojas, letra de Fernando, pintando á Godoy con colores tan repugnantes y con estilo tan indecoroso, que no se presta á la reproduccion; una instruccion de cinco hojas y media para intentar la caida del privado por medio de la misma reina, interesándola el hijo, como mujer, como reina y como madre: en esta instruccion, en forma de diálogo, se llamaba al rey, D. Diego, á la reina, doña Felipa, al príncipe, D. Agustin, á Godoy, D. Nuño, y á su cuñada, doña Petra; una carta cerrada, sin sobrescrito, de letra del príncipe, en la que decia, entre otras cosas, que «se habia penetrado bien de la gloriosa vida de San Hermenegildo, y que, llegado el caso, no careceria del esfuerzo de aquel santo para pelear por la justicia; pero que no tenia vocacion por el martirio, y queria asegurarse á todo trance de si estaban bien tomadas las medidas, por si el escrito (la esposicion indicada) producia mal efecto y trataban de oprimirle.» Encargaba que estuviesen prontas las proclamas y todo dispuesto anticipadamente para el momento en que entregase la esposicion, y concluia ordenando que si estallaba el movimiento, cayese la tempestad sobre Sisberto (Godoy) y Gowinda (¡su madre!), y que á Leovigildo (Cárlos IV) le atrajesen á su partido con vivas y aplausos; pero que llegado á tal estremo, obrasen con firmeza y asegurasen para siempre su triunfo completo» (2). Mezclando lo sagrado con lo profano, recomendaba,» ante todo, «implorar la divina asistencia de la Vírgen» (3).

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Concluida la lectura de la carta, el Rey, volviendo los ojos á Caballero, le preguntó: «¿Qué castigo imponen las leyes al hijo que obra así?» Señor, á no mediar vuestra real clemencia, á no mediar el convencimiento de que todo es obra de los malvados que han estraviado tan horriblemente al príncipe de Astúrias, es éste reo por siete capítulos de la pena de muerte.... En otro caso semejante....» «¡Cómo!-le interrumpió la reina,—¿has olvidado que es mi hijo? Yo, con el derecho que me dá mi título de madre, destruiré las pruebas que le condenan.... ¡Le han engañado! ¡Le han perdido!...» Y se arrojó llorando en una silla, arrebató

(4) El anónimo decia: «El príncipe Fernando prepara un movimiento en el palacio: la corona de V. M. peligra: la reina María Luisa corre riesgo de morir envenenada: urje impedir tales intentos sin dejar perder los instantes: el vasallo fiel que dá este aviso no se encuentra en posicion ni en circunstancias para

poder cumplir de otra manera sus deberes.» (2) Memorias del príncipe de la Paz, t. V. Historia de la vida y reinado de Fernando VII. Madrid, 1842: tomo I.

(3) Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España, por el conde de Toreno. Tomo I.

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