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a. De qué modo en la Ley antigua se les podía perdonar á las mujeres el pecado original, siendo la circuncision solamente para los varones; y cómo podían salir de él los varones antes de llegar á los ocho dias.

b. La virginidad perpétua de la bienaventurada Virgen María, que ha sido siempre creida por la Iglesia, y con todo no consta en la Escritura.

c. Que la Pascua debe celebrarse en Domingo, lo cual debe creerse por necesidad contra los Cuartodecimanos.

d. El bautismo de los párvulos, que debe admitirse necesariamente; pero que ni los romanistas ni los protestantes pueden probarlo por la Escritura.

e. Que hay un Purgatorio, cosa que creía el mismo Lutero, el cual admitía tambien que no podía encontrarse en la Escritura.

Si á estos se reducen todos los puntos sobre que calla la Escritura, no necesitamos estar muy solícitos acerca de su deficiencia. De seguro, ninguno de ellos puede ser esencial á nuestra salvacion. Ninguno, escepto los dos últimos, concierne materialmente á nuestra fe ó á nuestra conducta personal. Y de estos, el último no solo decimos que no consta en la Escritura, si que tambien negamos de un modo terminante, que sea verdadero. El penúltimo, el bautismo de los párvulos, creemos que se puede inferir con claridad de la Escritura,

bien consultada sobre este asunto; y estamos muy reconocidos por tener respecto de este punto, el testimonio adicional de la primitiva Iglesia, testimonio que nunca rechazamos, como una ayuda y una guía para conocer la verdad y la propia inteligencia de la Escritura, pero sí cuando se le considera como una autoridad distinta é independiente. La cuestion de la Pascua es cuestion de ceremonia y no de fe, y nosotros seguimos con placer á la primitiva Iglesia en materias de esta naturaleza; aunque no sostenemos que las ceremonias deban ser unas y las mismas en todas partes. La doctrina concerniente á la perpétua Virginidad, es mas bien una opinion piadosa que un artículo necesario de fe. Y aun nuestros mas grandes teológos se han adherido en su mayor parte á la opinion primitiva en este particular*. Pero no podemos imaginar que la salvacion del hombre sea mas o menos segura, por creerla ó dejarla de

creer.

La cuestion del pecado original y del modo con que á las mujeres se les perdonaba en la Ley antigua, y mas aun, la cuestion relativa á los recien nacidos, antes de llegar á los ocho dias, la ha dejado en tanta oscuridad la Tradicion como la Escritura. Es una de aquellas cosas, acerca de las cuales no tenemos revelacion ninguna.

• Pueden verse las siguientes obras inglesas: Andrewes' Devotions Prayers for Monday. Jer. Taylor, Life of Christ, § 2. Pearson, On the Creed, Art. "Born of the Virgin Mary." Bishop Bull, Works, Vol. i. p. 96.

(5) Pero se dice que algunos de los principales artículos de fe, aunque deducidos de la Escritura, sin embargo no se podrían probar por ella sola sin la ayuda de la Tradicion y el testimonio de la Iglesia. Entre otros se enumeran: la igualdad de las Personas Divinas en la Trinidad, la Procesion del Espíritu Santo del Padre y del Hijo, el Descendimiento al Infierno, el pecado Original, la sustitucion del Sábado por el Domingo.

La prueba de la mayor parte de estas doctrinas, sacada de la Escritura, se ha presentado ya en los Artículos precedentes. Nosotros sostenemos que la igualdad de las Personas en la Divinidad, y las otras grandes doctrinas relativas à la Trinidad, como tambien el Descendimiento al Infierno y el pecado Original, son claramente deducibles de la Escritura sola. No rechazamos el testimonio de la antigüedad, sino que lo miramos como una guía preciosa para el verdadero sentido de los Libros Sagrados; pero mantenemos que estas doctrinas podrian probarse, aun sin su ayuda. En cuanto á la Procesion del Espíritu Santo, si la Escritura no la probase, tampoco la probaría en manera alguna la Tradicion. Al esplanar el anterior Artículo, vimos que la tradicion de la Iglesia Occidental y la de la Oriental se diferenciaban en ciertos puntos. El Credo niceno careció por algunos siglos de la palabra Filioque. Y por la evidencia que en favor de esta doctrina dedujimos de las Sagradas Letras, consta que la Escritura habla acerca de ella con mas claridad que la Tradicion ó la Iglesia.

La sustitucion del Sábado por el Domingo no es un artículo de fe; pero es sin duda una materia algo importante. Es verdad que sin la ayuda de la historia podríamos encontrar algunas dificultades en averiguar si los primitivos cristianos dejaron de observar el Sábado judáico, y guardaron fiesta en el dia primero de la semana; pero aun así, creemos que la Escritura por sí sola nos daría pruebas de que había de observarse el Domingo, y dejarse de guardar el Sábado judáico. En efecto, leemos que el primer dia de la semana era el en que los cristianos tenian sus asambleas, administraban la Cena del Señor (Hechos xx. 7), y recogían las limosnas para los pobres (1a Corint. xvi. 2). Así el apóstol S. Juan, "fue en espíritu un dia de Domingo" (Apocal. i. 10). Pero los "Sábados" son enumerados como una de las "sombras de las cosas venideras," que pertenecían á la antigua dispensacion, y así no debían ser obligatorios para los cristianos (Colos. ii. 16, 17). Con esto, el Nuevo Testamento nos da una buena razon para creer, que la obligacion de guardar el dia séptimo de la semana había cesado, y que la fiesta semanal de la Iglesia Cristiana no era el Sábado sino el Domingo. Si no se concediera que tal autoridad bíblica basta para satisfacernos, podemos responder, que la observancia del Domingo no es un punto esencial para nuestra salvacion, como las grandes doctrinas de fe; y que por consiguiente, aun cuando en adicion á la Escritura requiramos en este punto la evidencia histó

rica ó tradicional, esto no se opondrá al presente Artículo de nuestra Iglesia, que habla solo de artículos de fe y de cosas necesarias para la salvacion.

(6) Por último, se dice que la Escritura es en muchos puntos tan oscura, que se hace necesaria la Tradicion para esplanar su sentido.

A esto replicamos, que indudablemente hay á veces alguna dificultad. Pero la Iglesia de Inglaterra no desecha el uso de ninguno de los ausilios propios para la esplicacion de la Escritura; antes bien incita á recurrir á la humana ciencia para aclarar el lenguaje de los Sagrados Libros, y bajo ningun concepto rechaza luz alguna que se derive de la antigüedad primitiva, estando por demas ansiosa de contar con un clero ilustrado para la instruccion de sus miembros mas pobres é ignorantes. Ni tampoco enseña con respecto á la Escritura, que cada persona no instruida deba tomar en sus manos las Sagradas Letras, y sacar de ellas para sí un sistema de Teología; sino que instruye á sus hijos por medio de catecismos y de otros métodos sencillos, que conducen al conocimiento de la verdad. Todo lo que ella sostiene es, que como á tribunal supremo de apelacion, la Escritura es perfecta y suficiente; y sus hijos pueden, por un estudio inteligente y humilde de las Escrituras, hallar en ellas una completa autoridad para todo cuanto les enseña, y no necesitan de una segunda autoridad independiente.

Los Padres reconocen que la Escritura es sufi

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