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franceses en todas direcciones, y engrosándose llegaron á formar hasta regimientos y acometer empresas ya sérias, como fueron los sitios de Vigo y de Tuy.

Gnarnecian la primera de estas ciudades mil trescientos franceses. Propusiéronse cercarlas, hasta reconquistarlas, varias partidas de voluntarios, á los cuales se agregó el alférez don Pablo Morillo, que estando al frente de la plaza tuvo que acudir al puente de San Payo, por donde amenazaba pasar una columna francesa: aseguró Morillo la defensa del puente con cinco cañones que se pudo proporcionar, y volvió al sitio de Vigo llevando en su compañía trescientos hombres de los que mandaba Cachamuiña y Colombo. Muy estrechada la ciudad é intimada su rendicion por el abad de Valladares, y repugnando el comandante francés pasar por la vergüenza de capitular con simples paisanos, acordóse, atendidas las prendas militares de Morillo y su procedencia, elevarle al grado de coronel. El nuevo gefe de los sitiadores intimó sin tardanza y en términos fuertes la rendicion (27 de marzo): accedió entonces el comandante francés á entregar la plaza al caudillo militar, á condicion de salir la tropa con los honores de la guerra y de que seria llevada prisionera á Inglaterra en buques ingleses. Mas como tardára en ratificar este ajuste mas horas de las convenidas, amostazáronse los españoles, acercáronse á los muros y comenzaron á derribar á hachazos la puerta de Gamboa manejando el hacha con su propia mano el terrible

Cachamuiña. Recibióse entonces la ratifiicacion, y entregáronse á Morillo (28 de marzo) cuarenta y seis oficiales y mil doscientos trece soldados prisioneros. Una columna francesa que vania de Tuy en socorro de los sitiados fué acometida y deshecha, con muerte de muchos y dejando en poder de los nuestros setenta y dos hombres. Mucho y con razon se celebró en Galicia y en toda España la reconquista de Vigo hecha casi solo por paisanos, y sin un solo ingeniero, ni una sola pieza de artillería.

No tuvo tan feliz remate el bloqueo de Tuy (donde Soult para entrar en Portugal habia dejado guarnicion con parte de la artillería y los enfermos), puesto tambien por el paisanage, y principalmente por el abad de Couto, al cual acudieron despues de la rendicion de Vigo Morillo, Tenreiro, Cachamniña y otros, y por otro lado el capitan Barrio, nombrado comandante general por la junta de Lobera. Por desgracia tal concurrencia de caudillos solo sirvió para escitar entre ellos celos, piques y rencillas. Gobernaba la plaza el general La-Martiniere, que en una salida se apoderó de cuatro piezas de los nuestros: socorriéronla tropas francesas por la parte de Santiago, y Soult desde Oporto envió tambien una columna al mando del general Heudelet; con lo cual los españoles levantaron el cerco, si bien no creyéndose alli seguro La-Martiniere en el momento que se retiraran sus auxiliares, recogió artillería y vituallas, desam

paró la ciudad (16 de abril), y pasó á incorporarse en Valenza de Miño á la columna de Heudelet que habia de regresar á Oporto.

Dedicáronse entonces los caudillos de Galicia á levantar mas gente y á organizar la que existia, formando de toda ella la que se denominó division del Miño. Incorporósele una partida que andaba por tierra de Salamanca, capitaneada por don José María Vazquez, titulado el Salamanquino. Y todas estas fuerzas vino luego á mandarlas y dirigirlas don Martin de la Carrera, uno de los gefes de la Romana, que se habia quedado en la Puebla de Sanabria recogiendo dispersos. Llegó, pues, á reunir Carrera un cuerpo de 16,000 hombres, con algunos caballos y nueve piezas de artillería. No tardó Carrera en derrotar, dirigiéndose á Santiago, al general Maucune que con 3,000 hombres le habia salido al encuentro; metiéronse los nuestros de rebato en la ciudad (23 de mayo), siendo el primero que penetró don Pablo Morillo. Allí encontraron un depósito de fusiles, vestuarios, y cuarenta y una arrobas de plata labrada recogida por los franceses de los templos.

Sigamos ahora al marqués de la Romana á quien dejamos marchando á Astúrias, y en cuyo principado entró poco despues del triunfo de Villafranca del Vierzo. La junta de Astúrias se habia señalado por sus vigorosas y enérgicas providencias, así de defensa у armamento como de administracion, y que por lo TOMO XXIV. 11

mismo, si bien eficaces para su patriótico objeto, habian descontentado y resentido á muchas clases, especialmente las privilegiadas, no habituadas como las otras á contribuir al procomunal. Tales eran, la de obligar á tomar las armas á todos los que pudieran llevarlas, sin excepcion, inclusos los donados y legos de los conventos; la de una derrama extraordinaria en toda la provincia, y otras imposiciones á los capitalistas y hacendados; la rebaja de sueldos á los empleados, y la de mandar poner á su disposicion los fandos de las iglesias, por si las necesidades de la guerra obligasen á echar mano de ellos. En punto á medidas militares, habia formado dos pequeños ejércitos para defender las dos entradas laterales de la provincia. El de la parte oriental, mas de cerca amenazada por los franceses, púsole á cargo de don Francisco Ballesteros, que de capitan retirado y visitador de tabacos habia sido elevado, en aquella época de improvisacion de ascensos, á mariscal de campo, pero que hizo, así entonces como después, servicios importantes á la patria, y descubrió y desarrolló prendas militares no comunes, y ahora defendió bien las orillas del Deva, sacando ventajas sobre los franceses que ocupaban aquella línea y penetrando hasta San Vicente de la Barquera.

Bastante menos acertado fué el nombramiento del general don José Worster para la guarda de la entrada oriental, ó sea las orillas del Eo. Aturdido y

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presuntuoso este general, hizo, con los 7,000 hombres que mandaba, una incursion en Galicia, de que, sobre haberse señalado sus tropas en Rivadeo con desórdenes y excesos brutales, sobre haber dejado malamente á los franceses retirarse de Mondoñedo donde pudo sorprenderlos, dejóse poco despues sorprender él mismo en aquella ciudad por el general MauriceMathieu, que le derrotó y dispersó penetrando tras él en Astúrias, y habríase visto en gran riesgo el Principado sin la eficacis y actividad de don Manuel Acebedo, hermano del malogrado general, en recoger y rehacer la desbandada division; con lo cual, y con la noticia de haber entrado en Astúrias el de la Romana, retrocedió el francés á Galicia y á sus antiguas posiciones.

En tál estado llegó el marqués de la Romana á Oviedo. Saliéronle á recibir los agraviados y descontentos de las providencias de la junta, de los cuales tuvo la desgracia de dejarse influir en términos que poniéndose á su cabeza se constituyó una especie de gefe de bandería. Excediéndose de las atribuciones que como á autoridad militar le correspondian y le estaban bien señaladas, tuvo con la junta ruidosos altercados, al estremo de hacerla disolver violentamente, mandando al coronel O'Donnell que con cincuenta soldados de la Princesa invadiese el salon de sesiones y arrojase de allí la diputacion, ridículo remedo, como observa uno de nuestros mas ilustrados

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