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noche silenciosamente la ciudad (12 de octubre), y uniéndose despues al ejército por medio de una atrevidísima marcha que ejecutó por el llano, atravesando por entre destacamentos enemigos. Ya entonces no mandaba el sitio Saint-Cyr; habíale reemplazado el mariscal Augereau, llevando nuevos refuerzos para apretar el bloqueo.

En una de aquellas atrevidas empresas para el socorro de la plaza fué gravemente herido el brigadier conde de Pino-Hermoso (don Luis Roca de Togores), gefe muy querido del general Blake, y tambien del gobernador Alvarez, á cuyas órdenes habia servido en sus primeros años en guardias españolas: era el de Pino-Hermoso uno de los caudillos que más se habian distinguido desde el principio del alzamiento nacional (1).

Sentian ya los sitiados los rigores del hambre; repartíase parcaniente entre los soldados el escasísimo

(1) Habia en efecto este generoso patricio levantado en su país natal un regimiento con el nombre de Cazadores de Orihuela, que los soldados llamaban voluntarios de Pino-Hermoso, cuyo cuerpo pereció casi todo en Zaragoza, y en el cual hicieron sus primeras armas algunos que llegaron despues á los mas altos empleos de la milicia. El conde, que comenzó costeando de su patrimonio el mantenimiento de sus voluntarios, hizo mas adelante el donativo de todas sus rentas á la nacion; cuyo patriótico desprendimiento y cuyos servicios no impidieron que

en 1814 se le persiguiera y encausára por sus opiniones, como á tantos otros buenos españoles. De nuevo molestado despues de la reaccion de 1825, abrumado de disgustos, menguada su hacienda, y perdida su salud, murió en 1828 en Alicante, donde habia sido comandante general, sin que el gobierno permitiese siquiera poner sobre su féretro la espada que voluntariamente habia desenvainado y con tanto desinterés blandido en defensa del trono y de la independencia de la patria.

grano que quedaba, mal molido en almireces ó cascos de bomba, y peor cocido; y los paisanos á quienes este miserable alimento faltaba se caian por las calles de debilidad, y morian de inanicion. Compañeras siempre de la miseria las enfermedades, de tal manera se desarrollaban y propagaban, que solo en el mes de octubre murieron 793 individuos, faltando localidad, y hasta las medicinas en los hospitales. No habia medio de introducir víveres, ni siquiera á la menuda, porque era tal la vigilancia de los sitiadores, que de noche colocaban perros en los caminos y veredas para que con sus ladridos avisáran la aproximacion de cualquier transeunte, y además de trecho en trecho ponian cuerdas con campanillas para el mismo objeto, siendo víctimas de este artificio aquellos á quienes el patriotismo ó el interés impulsaba á intentar llevarles algunas provisiones. Y Blake, que hizo nuevos esfuerzos y tentativas para avituallar más en grande á los sitiados, aun á cesta de sérios combates con fuerzas superiores enemigas, se vió en la imposibilidad de ejecutarlo, teniendo que ceder al número, y siendo inútiles los rasgos de valor y de intrepidez con que se señaló O'Donnell. Las provisiones reunidas en Hostalrich fueron casi todas destruidas por los franceses, y Blake se retiró á Manresa.

Corria ya el mes de noviembrer Sentíanse á un tiempo en la ciudad los estragos de la peste y los horrores del hambre. Comprábanse á exhorbitantes pre

cios y se devoraban con ansia hasta los animales mas inmundos (1). Las bestias mismas, demacradas y no menos hambrientas que los hombres, se tiraban á comerse unas á otras. Faltaba á las madres jugo con que alimentar sus tiernas criaturas, y las veian perecer de inanicion en su propio regazo: muchas no podian sobrevivirles. Rebalsadas las aguas en las calles, llenas de inmundicia, esparcidos acá y allá los cadáveres in

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sepultos, sin abrigo ni descanso los vivos, infecto el aire, desarrollada la epidemia, henchidos los hospitales de gente y faltos de medicamentos, solo de la clase de soldados fallecieron de enfermedad en el mes de noviembre 1,378. Iban flaqueando ya hasta los mas animosos y mas fuertes. Y sin embargo, el impertérrito gobernador Alvarez ó prendia ó rechazaba con aspereza á los emisarios que el general francés le enviaba aconsejándole la rendicion, aunque fuesen religiosos, de quienes aquél llegó tambien á valerse. Y como en la plaza oyése á uno pronunciar la palabra capitulacion; «¡Cómo! le dijo con imponente acento: solo vd. es aquí cobarde. Cuando ya no haya víveres, nos comeremos á usted y á los de su ralea, y despues resolveré lo que más convenga.» Y uno de aquellos dias hizo publicar el bando siguiente: «Sepan las tropas que guarnecen los «primeros puestos, que los que ocupan los segundos << tienen órden de hacer fuego, en caso de ataque, con<< tra cualquiera que sobre ellos venga, sea español ó «francés, pues todo el que huye hace con su ejemplo «mas daño que el mismo enemigo. »

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Habíase entretanto reunido en Manresa, donde se hallaba Blake, una especie de congreso de personas notables de Cataluña, con el fin de promover un levantamiento general del Principado en favor de los de Gerona, impulsado tambien por la Junta Central. Mas con noticia que de esto tuvo el mariscal Augereau, apresuróse á renovar los suspendidos ataques: el 2 de

diciembre abrió nuevas brechas, ensanchó las que habia, y se apoderó del arrabal del Cármen. Otros ataques sucesivos le hicieron dueño del reducto de la ciudad y de las casas de Gironella (7 de diciembre). El 8 tenia en su poder casi todos los fuertes esteriores, incomunicados los que quedaban, con escasísima racion de trigo para solo dias, reducida ya toda la fuerza defensiva de Gerona á 1,100 hombres, ó rendidos de fatiga y escuálidos, ó contagiados de la enfermedad, siendo lo peor y más triste de todo que el mismo Alvarez, cuyo físico no era tan inquebrantable como su espíritu, postrado hacia cuatro dias con una fiebre nerviosa, agravóse tanto y considerósele en tan inmediato peligro de muerte que hubo de administrársele la Extrema-uncion. En uno de los pocos intérvalos que el delirio febril dejó despejadas sus potencias, habia delegado el mando de la plaza en el teniente rey don Juan Bolivar (9 de diciembre); mas, como dice elocuentemente un historiador, «postrado Alvarez, pos«tróse Gerona.» Bolivar, obrando prudentemente, congregó y consultó á una junta general. Iban ya muertas durante el sitio cerca de diez mil personas entre soldados y gente del pueblo; medios de resistencia faltaban ya de todo punto, y recibióse aviso de que los socorros del congreso catalan no podian llegar á tiempo de ser útiles. En tal conflicto, la junta, cediendo con gran pena á la dura ley de la necesidad, acordó enviar al brigadier don Blas de Fournas al

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