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ejército del Centro. Aun así se perdieron treinta cañones y siete banderas, murieron bastantes soldados, y fueron mas de dos mil los prisioneros. Las reliquias de los aragoneses, y casi todos los valencianos y murcianos con los mas de sus gefes, se metieron en Zaragoza; Castaños con las divisiones andaluzas llegó el 25 á Calatayud, y el misuro dia entró el general Maurice, que iba persiguiéndole, en Borja, donde se le unió Ney al dia siguiente (26 de noviembre). Todavía hizo el general francés en Borja cerca de otros dos mil prisioneros.

Recibió Castaños en Calatayud aviso y órden de la Junta Central para que acudiera en su auxilio, porque Napoleon avanzaba ya por Somosierra á la capital. Con tal motivo partió de Calatayud (27 de noviembre) la via de Sigüenza, dejando á retaguardia al general Venegas con un cuerpo de cinco mil hombres. Situóse este caudillo el 28 en Buvierca, resuelto á defender aquel paso allí le acometió al dia siguiente MauriceMathieu con dobles fuerzas: defendió Venegas heróicamente y palmo á palmo su posicion, y aunque no pudo evitar que algunos coroneles y oficiales suyos quedáran prisioneros, protegió cumplidamente la marcha de nuestras divisiones á Sigüenza donde se incorporó á ellas al otro dia, quedándose Maurice por órden de Moncey en Calatayud. En Sigüenza fué relevado Castaños del mando en gefe del ejército del Centro, llamándole el gobierno supremo á la presidencia de la junta militar, y

confiriendo interinamente aquel mando al general don Manuel de la Peña. El nuevo gefe, dejando prevenido á Venegas que permaneciese con la retaguardia en Sigüenza hasta el 3 de diciembre, salió el dia 1.° con el grueso de las tropas por Jadraque, dirigiéndose luego á Guadalajara, donde se le unió el 4 Venegas. Las noticias que tuvieron de las operaciones del emperador sobre Madrid les hicieron variar de propósito y de rumbo, como luego veremos.

Aunque el 13 de noviembre habian llegado á Salamanca veinte mil ingleses mandados por sir John Moore, despues de haber desembarcado en la Coruña otros diez mil al mando de sir David Baird, Napoleon no se movió de Burgos hasta el 22, porque su objeto era marchar desembarazadamente sobre Madrid despues de destruidos los ejércitos españoles de Galicia Ꭹ Extremadura, de Andalucía y de Aragon, para presentarse á los ojos de la Europa como aquel á quien nadie osaba resistir y se apoderaba cuando queria de la la capital de España. Detúvose unos dias en Aranda de Duero hasta saber la derrota del ejército de Castaños: entonces, y despues de mandar á Ney que continuára su persecucion, á Moncey que fuese sobre Zaragoza, á Soult que tuviera en respeto á los ingleses, y á Lefebvre que marchara con su caballería por la parte de Segovia, partió él mismo de Aranda camino de Somosierra con la guardia imperial, la reserva, y el primer cuerpo que guiaba ́ el mariscal Victor, y sentó su cuartel general en Boce

guillas (29 de noviembre). La Junta Central habia encargado la defensa de Madrid á don Tomás de Morla y al marqués de Castelar, y la del puerto de Somosierra á don Benito Sanjuan con los restos del ejército de Extremadura y algunas otras tropas disponibles, en todo sobre doce mil hombres. Un pequeño cuerpo colocado en Sepúlveda para protegerle, asustado con voces alarmantes malévolamente esparcidas, se replegó á Segovia, dejando á Sanjuan solo, atrincherado en las alturas con algunas obras de campaña levantadas de prisa y algunos cañones.

Dominada aquella posicion, aunque alta, y fuerte al parecer, por elevadas montañas laterales, una gruesa columna enemiga de infantería comenzó á flanquearla por derecha é izquierda al amanecer del 30 de noviembre a favor de una densa niebla que encapotaba aquellos cerros. Rechazábala no obstante nuestra artillería vomitando mortífero fuego, cuando llegó Napoleon al pié de la sierra. Impaciente por vencer aquel estorbo que le impedia su paso á Madrid, mandó á los lanceros polacos y á los cazadores de la guardia que á toda costa se apoderaran de nuestra principal batería. A galope embistieron aquellos intrépidos ginetes; escuadrones casi enteros caian derribados delante de los cañones, pero otros los reemplazaban y cargaban con mayor furia, hasta apoderarse de las piezas, hacer cejar la infantería y franquear el paso á su ejército. «Esta accion, dice un historiador francés, es una de las mas brillan

tes y mas atrevidas que el arma de caballería cuenta en sus gloriosos fastos.» A la cabeza de aquellos célebres lanceros iba el insigne conde Felipe de Ségur, el distinguido autor de la Historia de Rusia y de Pedro el Grande, de la de Carlos VIII., de la de Napoleon y el Grande Ejército, el cual en aquellas terribles cargas tuvo su caballo muerto, sacó su sombrero y su vestido acribillados á balazos, y en su cuerpo multitud de contusiones y heridas; pero curado por el cirujano de' emperador, tuvo mas adelante la señalada honra de ser elegido por él para presentar en el Cuerpo legislativo las muchas banderas cogidas en esta jornada á los españoles. Fueron éstos perseguidos por la caballería hasta mas acá de Buitrago. Sanjuan, herido, se refugió, marchando por rochas y atajos, en Segovia, donde se unió á don José Heredia.

Con la derrota de Somosierra quedaba descubierta la capital y en grave riesgo la Junta Suprema. Habia hecho ésta quemar por mano del verdugo unos escritos que los ministros españoles del rey José se habian atrevido á dirigir á su presidente, así como al decano del Consejo y al corregidor de Madrid, exhortándolos á someterse á Napoleon y á no prolongar una resistencia tan temeria como inútil (1). Mas ya

(1) «Igualmente ha decretado (decia el documento) que estos <infames escritos, en que con dolor se ven firmas españolas, sean quemados por mano del verdugo, y sus autores abandonados á

la execracion pública, tenidos «por infidentes, desleales y malos servidores de su legítimo rey, indignos del nombre español, y traidores á la religion, à la patria y al estado..... etc.. -Gace

no era tiempo sino de pensar en salvarse; se acordó abandonar á Aranjuez, se designó por punto de residencia á Badajoz, y despues de nombrar una comision activa para el despacho de los negocios urgentes, compuesta del presidente Floridablanca, del marqués de Astorga, Valdés, Jovellanos, Contamina y Garay, en la noche del 1.° al 2 de diciembre salieron unos en pos de otros y en grupos camino de Extremadura, y llegaron sin particular contratiempo á Talavera de la Reina.

La defensa de Madrid se habia confiado, como dijimos, al capitan general marqués de Castelar, y á don Tomás de Morla. De tropas regulares solo habia dos batallones y un escnadron de nueva leva. Agolpó se el pueblo á la casa del marqués pidiendo á gritos ser armado; ofrecióselo el de Castelar, y se trabajó activamente para ello, logrando poderse distribuir entre los vecinos ocho mil fusiles, armando á otros con chuzos y con cuantos instrumentos ofensivos pudieron encontrarse. Las municiones no alcanzaron para todos, y como además se descubriese que algunos cartuchos contenian arena en vez de pólvora, irritóse estrepitosamente la muchedumbre. Súpose que el marqués de Perales como regidor habia intervenido en la construccion de los cartuchos, y no obstante ser el

ta extraordinaria del viernes 25 de noviembre de 1808.-Las cartas las firmaban Azanza, O'Farril, Romero, Urquijo, Arrivas y Ca

barrús.-Ya Cabarrús habia escrito ántes en el mismo sentido á la junta de Soria, á la cual debia atenciones y servicios especiales.

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