Imágenes de páginas
PDF
EPUB

decisivo con los catorce mil infantes y tres mil ca

ballos que el rey José acababa de revistar en Aranjuez. Sospechólo Venegás, y consultó con el Infantado si se replegaria á Cuenca: Infantado no contestaba, ocupado siempre en idear nuevos planes y en no ejecutar ninguno: en su vista acordaron Venegas y Senra reunirse en Uclés con los ocho á nueve mil hombres que entre los dos juntaban; tomar allí posiciones y esperar las órdenes del duque, y así lo verificaron al amanecer del 12 de enero (1809).

Ventajosa era la situacion por la naturaleza y calidad del terreno, y de seguro no pensaron aquellos españoles en que siglos atrás habia sido aquel mismo sitio teatro de la gran catástrofe en que Alfonso IV. de Castilla habia perdido y llorado la muerte de su hijo querido á quien llamaba la luz de sus ojos. Alli fué á buscarlos el mariscal Victor, siendo el general Villatte el primero que en la mañana del 13, avanzando intrépidamente con sus aguerridos batallones, arrojó la derecha de los nuestros del pueblecito de Tribaldos que ocupaba. Mas flacamente defendidas las alturas de la izquierda, tarde acudió Senra á reforzarlas, y ya no pudo impedir que fuesen los nuestros arrollados. Situado Venegas en el convento, desde donde se divisaba y dominaba todo el campo de batalla, intentó tambien detener al enemigo, aunque inútilmente; gracias que pudo salvarse él mismo, contuso, y con principio de fiebre. Al querer la infante

ría retirarse sobre Carrascosa tropezó con la division de Ruffin, y tuvo que rendirse casi toda. De tres cuerpos de caballería que guiaba el marqués de Albudeite fueron muy pocos los que no quedaron ó prisioneros ó muertos, contándose entre los últimos el mismo marqués. El esfuerzo y la serenidad de don Pedro Agustin Giron salvó algunos cuerpos, que con las reliquias de otros se unieron en Carrascosa, legua y media distante, al duque del Infantado que perezosamente marchaba hácia el lugar del combate. Desastrosa como pocas fué la jornada de Uclés; perdiéronse casi todas las tropas que mandaban Venegas y Senra: Venegas el Infantado se acusaron recíprocamente de aquella calamidad, y creemos que por desgracia ambos podian hacerse cargos fundados: no sabemos cómo Infantado podria cohonestar el no haber respondido á los oficios de Venegas.

y

Pero lo mas calamitoso y lamentable no fué la derrota que sufrimos; lo deplorable, lo horrible de aquel dia fueron las crueldades inauditas, los actos de barbarie cometidos por los franceses en Uclés. Lo de menos fué el pillage, y aun los tormentos empleados con los vecinos para que descubriesen donde tenian las alhajas: aun no fué tampoco lo mas atroz el aparejarlos como á bestias y cargar sobre ellos los enseres y hacérselos conducir á las alturas para hacer hoguera de ellos; lo mas cruel pareceria haber sido el

acto de degollar á sesenta y nueve personas que atrailladas condujeron á la carnicería, vecinos ilustres, clérigos y monjas, si no tuviéramos que añadir, ¡estremece el pensarlo, cuánto mas el estamparlo! el haber abusado torpemente de mas de trescientas mugeres que acorraladas tenian, sordos é insensibles á sus ayes y clamores. Nunca aprobarémos nosotros los asesinatos de franceses que en los pueblos aisladamente se cometian; ¿pero no daban ellos mismos ocasion, ellos sujetos á unos gefes y á una ordenanza y disciplina militar (1)?

El duque del Infantado con el resto del ejército y las cortas reliquias del de Uclés, volvió desde Carrascosa por Cuenca camino de Valencia (14 de enero). En su persecucion fué enviado el general Latour-Maubourg. Hundida nuestra artillería, que consistia en quice piezas, en los lodazales de los caminos, hubo que abandonarla casi toda. Desistió luego Infantado de ir á Valencia, y entrése por el reino de Murcia. Pero desde Chichilla varió

(1) Sobre nuestra pérdida en la desgraciada accion de Uclés, hemos visto cálculos muy diferentes en las historias francesas y españolas. Unos dos mil fueron los muertos: á diez mil bacian subir el número de prisioneros los partes que se publicaron: á trece mil le eleva un historiador francés. La verdad creemos que está en el parte del mariscal Jourdau al mayor general, fecha 20 de enero, en que decia: Tengo el «honor de comunicar á V. A. que

otra vez de movimiento

la columna de prisioneros hechos en Uclés ha llegado hoy á Madrid. Compónese de cuatro ge«nerales, diez y siete coroneles, diez y seis tensentes coroneles, doscientos noventa oficiales, y cinco mil cuatrocientos sesenta indivíduos de tropa. He pedido el estado nominal de los oficiales, y el de los sargentos, cabos «y soldados por regimientos: lue«go que le reciba tendré la honra de dirigirle á V. A.»

(21 de enero), y tomando rumbo hácia Sierra-Morena, fijóse en Santa Cruz de Mudela. Hácia allí se encaminó tambien después el mariscal Victor, llegando el 30 á Madridejos.

Dejemos allí al Infantado, siempre discurriendo planes sin efecto, hasta que fué relevado del mandɔ por la Junta Central; y traigamos, que ya es tiempo, hasta la fecha en que nos encontramos los sucesos de otras partes, que hemos dejado retrasados y pendientes, dando una necesaria preferencia á lo que pasaba allí donde figuraban en persona ó dirigian los movimientos el emperador y el rey.

Habíanse meneado tambien, y no flojamente, en este tiempo las armas en Cataluña. El general Duhesme, á quien en últimos de agosto (1808) dejamos en Barcelona de regreso de la jactanciosa espedicion y malogrado sitio de Gerona (1), viéndose cada vez más estrechado en aquella plaza por las tropas del marqués de Palacio y del conde de Caldagués, que desde Gerona habia acudido tambien á reforzar la línea del Llobregat, dispuso otra salida con seis mil hombres, y atacó con ellos nuestra linea en Molins de Rey y en San Boil, con ventaja en este último punto, sin éxito en el primero, fijándose luego en sus alturas para mejor asegurarle en lo sucesivo el conde de Caldagués. Desde primeros de setiembre en que esto sucedió has

(1) Véase el capítulo segundo de este libro.

TOMO XXIV.

7

ta últimos de octubre, no pudo hacer Duhesme otra cosa que sostener escaramuzas y reencuentros en los alrededores de Barcelona, siendo tál el que sostuvo en San Cugat del Vallés, que juzgó prudente no alejarse de los muros de la ciudad.

No iban sin embargo las operaciones de nuestras tropas tan á gusto de los catalanes como la impaciencia en aquellos tiempos solia exigir de los que las mandaban y dirigian. Victima de esta impaciencia fué en esta ocasion el marqués de Palacio, á quien la Junta Central, condescendiendo con la opinion pública de Cataluña, relevó del mando, sustituyéndole con el capitan general de las Baleares don Juan Miguel de Vives (28 de octubre, 1808), que fué cuando Palacio, segun indicamos en otro lugar, se trasladó á Andalucía. Vives reunió un ejército de veinte mil hombres con diez y siete piezas, que se denominó de la derecha, y cuya vanguardia confió á don Mariano Alvarez, á quien veremos luego adquirir justa cslebridad. El sistema de Vives fué tener bloqueada y estrechada á Barcelona, lo cual produjo á Duhesme conflictos y apuros interiores, no tanto por la escasez de mantenimientos, que tambien se hizo sentir, cuanto por el aliento que esto daba á los barceloneses leales, y por la facilidad que para la emigracion les ofrecia: tanto que para contenerla tuvo el general francés que acudir á confiscar les bienes de los que desaparecian, ó á permitir la salida con tales condiciones que quebran

« AnteriorContinuar »