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VIDA LITERARIA

DEL CANCILLER MAYOR DE CASTILLA

D. PEDRO LOPEZ DE AYALA,

RESTAURADOR DE LAS LETRAS EN CASTILLA.

POR DON RAFAEL DE FLORANES.

MÉTODO Y ÓRDEN DE ESTA OBRA.

Los que se determinan á escribir historia de varones ilustres, conviene que antes de emprenderla queden de acuerdo con el que piensan seguir, y le prevengan para que despues no tenga que andar discurriendo el lector los motivos de la colocacion de esta ú la otra especie. A mí me parece el mas arreglado aquel que ni pierde de vista la economía, ni se aliga de tal suerte á ella, que por no vulnerarla deja fuera de la obra materias considerables. tienen conexion con el asunto príncipe se hallan con

Aun las

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derecho á que se las toque á lo menos por incidencia, pues el geógrafo que desea ser entendido no limita sus descripciones à solo la provincia ó reino que tomó por objeto: pasa adelante, excede los límites, y abarcando un huen trecho de las inmediaciones, da idea del pais confinante. Observar siempre unos mismos linderos es propio de las carretas y del yugo y los bueyes que las arrastran: los cuales entonces se exponen á volcar la carga con despeño suyo cuando exceden la carrera impresa. En fin en esto debe mirarse como decia el sabio Feijóo, si la especie de cuya inclusion se duda, utiliza ó no al público ó conduce à la ilustracion y advertencia del lector. Si lo primero, no hay que dejarla por el melindre de que se salta fuera del plan: si no trae utilidad ni tiene conexion, mejor es no hacer misterio de ella; pues no todo lo que se sabe ó se ha observado por un largo estudio se debe vaciar en la primera obra que ocurra, como neciamente hacia aquel abogado conocido del M. Paton, que cuanto leia la noche ántes en Florisel de Niquea (1) lo embocaba al dia siguiente en sus alegaciones.

Con todo me temo que algun melindroso por no entender lo que digo, ha de hacer lo posible por incluirme en la censura del colector del Parnaso español, en el prólogo á su temo 8.o, aunque alli mismo está mi excepcion, diciendo no habla del que se ciñe á la Vida de un solo autor, porque en ese reconoce otros ensanches. Persigue este erudito à dos clases de escritores de vidas de otros, que en el siglo presente se lamenta han corrompido el método de escribir las historias de hombres ilustres, sucediendo en cierto modo á los glosistas pesados del anterior: unos que hacinando una ruda é indigesta mole de especies extrañas fatigaron al lector sin darle a conocer el sugeto de su asunto: otros tan molestos en dársele á conocer con todos los pelos y señales, como dicen, que le empalagaron con un sin fin de apuntes, los mas de ellos superfluos, solo por echar à volar su gran caudal de centones y lograr crédito

(1) Feliciano de Silva cacribió Historia de D. Florisel de Niquca.

de doctos entre simples. Yo no sé que haya habido en el siglo presente tan gran turba de escritores de vidas de otros, que se les pueda contar por clases como hace este docto. Solo conocemos tal cual que se dedicó á escribir de uno u otro autor, y eso con mucha alabanza y magisterio. Ojalá que las vidas de todos hubieran corrido por semejantes manos, pero no ha sido tan grande nuestra suerte y la suya. No estamos por la misericordia de Dios tan escasos de pecadores que los hayamos de inventar de capricho para lucir nuestras premeditadas reprensiones sobre sus insultos. La correccion no es como la poesía y las novelas que se contentan con sugeto quijotesco ó verosimil para desahogar sobre él sus ficciones: es menester que le tenga real y verdadero como la herida de Aquiles. Si tanto necesita amontonar el referido autor para poner en salvo sus vidas de los poetas, podrá reparar alguno que confundió las ideas, contando en su obra por vidas los que son elogios ó meros juicios críticos, y en las agenas por juicios ó elogios las que son vidas é historias completas. No fuera malo que para la mera noticia de un poeta de quien á veces solo se extracta en el Parnaso un soneto ó cuando mas una ú otra pieza selecta (quedando las otras en gran peligro de ser olvidadas por tales florilegios) se escribiese una historia completa como la de D. Alvaro de Luna ó del marqués de Pescara, y que para todas las acciones y memorias de los hombres ilustres no hubiese arbitrio de salir á espaciarnos extramuros de su idea. Los que temen que su pluma se vaya en sangre, recétenla en buena hora esos astringentes; pero no impidan que otras se curen con laxantes. Lo cierto es que para desarollarse y darse á conocer, agua tibia.

necesita le fomenten con baños de

Pero prescindamos de esto. Es menester considerar que trabajando cada cual en su destajo tiene gran derecho á que nadie le ate las manos. El que quiera reducirse à poco, lo puede hacer; y el que estenderse á mucho, suyo es el campo para explayarse á discrecion. En esto sucede como en todas las cosas de libre albedrío. Querer cada uno que su método sea preferido, y por no tener contra

rio al de los otros clamorea contra ellos, es empeño vano, porque ¿qué se adelanta con dar leyes al que acaso no las ha de recibir? ¿De qué sirve inculcar preceptos al que está exento de ellos? El quiera esclavizar á su genio, á su humor, á su modo de pensar á los escritores, capitule con ellos, asígneles buenos estipendios y cogiéndolos bajo de escritura, podrá luego sujetarlos a lo que guste. De no ser así, la república literaria es pais libre; y lo que contribuyen sus individuos, tal cual sea, debe recibirse como un presente, no como feudo, considerando que ni aun á aquello estaban obligados.

En la obra presente no podemos dejar de extendernos á una multitud de observaciones curiosas que da de sí el asunto, y conducen sobre manera á la ilustracion de la historia literaria, que á la verdad necesita reunir los sufragios de muchos para que alguna vez se vea completa. Además tropezamos por fuerza con un héroe que nada escaso en ilustres acciones nos da motivo de decir otras tantas hasta el extremo de haber de vindicarle de algunas en que está su crédito malamente ultrajado, pues el rayo de la envidia de no mejor intencion, que el de las nubes, siempre estrella su coraje contra las alturas, teniendo à cosa de menos valer emplear la artiHlería con que guerrea contra menores edificios. Don Pedro Lopez de Ayala, sugeto de esta historia, no fué así como quiera un mero poeta: : sobre haber sido célebre escritor en varios ramos de literatura, se halló tambien ministro de la paz y la guerra en las mayores empresas de su tiempo. En una palabra fué, como dijo D. Diego de Colmenares, el primer restaurador de las letras en Castilla y al mismo tiempo tan brillante soldado, que por él tuvo principio el adagio: Las letras no embotan la lanza. Hasta su edad fué prolija y toda ella testigo de grandes evoluciones dentro y fuera de nuestra monarquía. Las memorias pues de un hombre de estas prendas no pueden reducirse á breves líneas. El lector á quien nada cuesta mas que leerlas, no deberá ser de menos paciencia que yo que he tenido la de recogerlas de unas partes y otras no sin estudio y observacion,

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