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1824.

tad y sus amigos. Al propio tiempo que escitaba á su esposo á trabajar en el esterminio de los hereges inflamando su pecho con la tea de la religion, inducia en nombre de la seguridad personal en los casos árduos al monarca á adoptar medidas violentas; y hallábase secundada en sus planes por la de Beira, hipócrita y fértil en intrigas, que acababa de lograr la elevacion de su hijo á infante de España. De dia en dia crecia el número de los obreros empeñados en destruir la monarquía española, y sustitituirla un gobierno teocrático. Habíase formado una trama, cuyos hilos se tendian por todo el reino, con el objeto de derrocar el ministerio y proclamar el imperio del santo oficio: debia dar el primer grito en Aragon el titulado brigadier don JoaConspiracion quin Capapé, de inteligencia con el general Grima. de Capapé. rest, que mandaba las armas en la provincia, y del sargento mayor de la plaza y otros. La policía descubrió en el mes de Mayo la urdimbre, arrestó á Capapé y á varios de sus cómplices; y los secretarios del despacho mandaron abrir el proceso, y despojaron del mando al capitan general de Aragon. Mas Capapé entregó al fiscal de la causa dos cartas del infante don Carlos animándole á la santa empresa: el fiscal las remitió al ministro de la Guerra, y todo se volvió confusion é incertidumbre hasta que Cruz osó ponerlas en manos de Fernando. Airado al principio mostróse despues mas tranquilo, y ordenó al secretario del despacho que no se hablase de ellas en la causa, lo cual era imposible, porque la defensa del reo se cimentaba en aquel robusto apoyo. Ignoramos el uso que hizo Fernando de aquellos documentos, y las escenas á que prestaron pie; pero si es permitido juzgar por las apariencias, no debieron ser muy turbulentas, porque no se alteró la armonía que reinaba entre tan queridos hermanos,

Ejecuciones de Madrid.

No tardaron en producir efecto las escepciones de la amnistía. Procesados en Madrid por la muerte de Vinuesa varios individuos, fueron condenados al último suplicio don Vicente Tejero, don Agustin Luna, don Francisco Rodriguez Luna, José Llorente y don Paulino de la Calle, que se escapó de la sala de presos del Hospital de la corte: el único delito que se justificó en la causa fue haberlos visto en el grupo que se dirigió á la carcel á cometer el asesinato. Tambien en la Coruña sentenciaron los jueces á la pena de horca por los horribles homicidios cometidos en alta mar con los desgraciados realistas del castillo de San Anton á don José Rodriguez y don Antonio Frade, De la Coruña. ayudantes de plaza, Antonio Fernandez, Damian Borbon, su hijo Bernardo, José Lizaso, zapatero, don José Perez Torices, piloto, Antonio Vallejo y José Morales, cabo del resguardo. Los mas alegaban la orden del general, que aspirando al funesto renombre de Robespierre habia dispuesto aquella execrable escena, y como pertenecian á la fuerza armada que estaba bajo su dominio, parecíales que su inocencia resaltaba á los ojos del mundo entero. Reputando pues su muerte un sacrificio bárbaro con que los vencedores vengaban delitos agenos, oyeron con sangre fria su sentencia, y algunos se dirigieron á la capilla cantando versos á la libertad. ¡Qué cuadro tan fúnebre! El piloto don José Perez Torices y el ayudante don Antonio Frade tomaron opio y espiraron en aquella misma noche. José Lizaso, aprovechando un descuido del fraile que le exhortaba á confesarse, sacó de donde la tenia escondida una cuchilla, y se cortó con la mayor serenidad las venas de los brazos y del cuello, perdiendo la vida pocas horas despues de sus compañeros.

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Suicidios.

1821.

dez ministro.

Abandonaron los reyes los deliciosos jardines de Aranjuez el 19 de Junio, y trasladáronse á Madrid, donde permanecieron hasta el 5 del siguiente Julio, en que salieron de la villa para los baños de Sacedon. Habia caido en Francia del ministerio de negocios estrangeros el vizconde de Chateaubriand, que tanto habia trabajado para que Fernando se rodease de consejeros moderados y templase el furor de los partidos. El monarca español, viéndose desembarazado de sus consejos, y estimulado por los apostólicos, exoneró al conde de Ofalia en 11 de Julio de la secretaría de EsZea Bermu- tado, y nombró en su reemplazo á don Francisco Zea Bermudez, embajador en la Gran Bretaña. Contribuy6 á este nombramiento el secretario don Antonio Ugarte, poniendo en juego su influjo y el de la infanta doña Francisca á impulsos del embajador ruso Mr. Oubril, que acababa de presentarse en la escena. El blanco de la urdida trama era sustituir á la influencia francesa, representada por el conde de Ofalia, la preponderancia rusa, cuyo admirador suponian al nuevo secretario de Estado. Mas Zea Bermudez, á pesar de sus relaciones y deferencia á la corte del autócrata Alejandro, profesaba principios de templanza y de justicia, y declaróse enemigo de la reaccion y de las venganzas. En Sacedon espidió S. M. el 1.° de Agosto el decreto que prohibia las sociedades secretas, aplicando la amnistía únicamente á los individuos fracmasones ó comuneros que se presenEspontanea tasen espontáneamente á solicitarla de las autoridades, "señalando la logia ó sociedad á que hubiesen pertenecido y entregando sus diplomas, insignias y papeles." En el artículo décimo prescribíase que todo empleado antes de tomar posesion de su destino jurase no pertenecer ni haber pertenecido á sociedades secretas, "ni reconocer el ab

mientos.

surdo principio de que el pueblo es árbitro de variar la forma de los gobiernos establecidos." Causa de escándalos y perjurios, porque puesto el hombre en la alternativa de prestar el juramento ó perder su subsistencia, cedia á la espuela de la necesidad que lo aguijoneaba, y perjuraba vilmente. Mas adelante, en 25 de Setiembre, mandó el rey que los masones y comuneros se espontaneasen ante los obispos ó sus delegados. Era este el buscapie para sistematizar las proscripciones, porque como la delacion de los compañeros teníase por circunstancia precisa, resultaba una cadena de reos que nunca se terminaba. El 7 de Agosto restituyéronse los reyes á Madrid, siendo recibidos por los infantes que habian permanecido en la villa.

El ministro de Hacienda habia por fin logrado establecer el orden de dirigir, administrar, recaudar, distribuir y llevar la cuenta de las rentas del Estado; pero la pobreza y el agotamiento del erario no podian remediarse sino con el trans curso del tiempo. Buscando en todas partes medios para aumentar los productos, dispuso en 31 de Julio suspender por dos años la provision de las prebendas eclesiásticas, no obstante el grito que alzaron los apostólicos contra semejante medida, Habíase recargado al pueblo, como insinuamos en otra parte, con la contribucion de paja y utensilios para satisfacer los millones malversados por las regencias realistas, y los gastos de la ocupacion francesa; y temíase el acrecentamiento de tributos. El distinguido literato don Javier de Burgos, que gozaba el favor de Fernando, era comisario de la caja de amortizacion de España en París, y tenia el encargo de contratar un empréstito que sacase al ministerio español de las agonías que le agobiaban. Y habiéndose quejado en comunicacio

1824.

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nes anteriores de los obstáculos que oponia al de-
sempeño de su comision la marcha del gobierno, é
indicado la necesidad de adoptar otra mas con-
forme al espíritu del siglo, el secretario de Ha-
cienda previno á Burgos que hiciese mas esplícitas y
categóricas sus indicaciones. Entonces el comisario,
armado de un valor muy raro cuando se habla á
un tirano y peligra la dulce existencia, y muy co-
inun cuando se adula al vulgo y se escala el poder
en alas de la lisonja, escribió á Fernando aquella
elocuente y osada esposicion, que á pesar de la po-
licía se difundió por el reino entero en miles de
copias. Proponíase Burgos resolver las siguientes
cuestiones: 1. Aquejan á la España males graví-
¿
simos? 2. ¿Bastan á conjurarlos los medios emplea-
dos hasta ahora? 3. Si para lograrlo conviene em-
plear otros, ¿cuáles son estos?

a

No podemos ofrecer á nuestros lectores una pintura mas brillante de la época que describimos, que la que resulta de los hermosos párrafos que vamos á copiar del escrito anunciado.

"De vuestra corona, señor, se han desgajado los dos florones magníficos con que Cortés y Pizarro adornaron la de Carlos I. Quince millones de súbditos cuenta hoy menos la monarquía española que contaba en 1808. El pabellon de los insurgentes de Méjico tremola en fin sobre las almenas de San Juan de Ulúa, y es de temer que el de los insurgentes del Perú ondée en breve sobre las del Callao. Al tráfico inmenso que alimentaban con la metrópoli tan vastas posesiones, ha sucedido un cabotage mezquino, turbado todos los dias por los piratas de aquellos mismos paises, que deben á la España las artes de la paz y los beneficios de la civilizacion. La multitud de objetos preciosos y esclusivos de cambio que reuníamos en territorio de una estension de 60 grados al norte y al sur de

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