Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Destierro del

obispo de Leon.

El ministro de Gracia y Justicia comunicó al obispo de Leon la orden de retirarse á su diócesis dentro de tercero dia, y el turbulento don Joaquin Abarca respondió con el descomedimiento y descaro propios de su carácter, que puesto que iban á llegar los apóstatas, los asesinos, no era justo que se hallase confundido con ellos. Su res(* Ap. lib. 13. puesta (*) descubre toda la osadía y destemplanza núm. 15.)

rol.

del bando de don Carlos, compuesto de hombres rabiosos que deseaban esterminar á cuantos no participaban de su intolerante y frenético delirio. En algunos puntos del reino intentaron los realistas declarar nulo el decreto del rey que autorizaba á la reina para el despacho de los negocios: asi lo Sucesos del Fer- imaginaron en el Ferrol, guarnecido por el regimiento infantería de Estremadura, cuyo coronel era el célebre don Tomas Zumalacarregui, gobernador tambien de la plaza. El comandante del apostadero, don Roque Guruceta, recibió varios avisos del intento de los soldados de Estremadura, y precavió el peligro formando en el arsenal la brigada de marina, y reuniendo las personas que le merecian buena opinion, con lo que cortó los hilos de la trama. Mas en todos sus actos mostró suma desconfianza de Zumalacarregui, que en nuestro concepto estaba inocente, y en vez de comprometerle con maña en defensa de la causa de la reina exasperó su irritable espíritu. Privado despues el gobernador del mando, y formado proceso, en el que brilló su inocencia, partió á la corte, y de alli se trasladó á las provincias Vascongadas, maleado ya con los disgustos que habia tenido, y solicitado por los gefes del carlismo, que conocian su mérito. En Santiago los realistas querian impedir la De Santiago. salida del general Eguía y proclamar á don Carlos, para lo cual se reunieron la tarde del 23 de Octubre bajo pretesto de maniobras militares;

1832.

pero armados algunos oficiales indefinidos, y faltos de cabeza los revoltosos, aguóseles el plan. En Valencia un fraile capuchino llamado fray Lorenzo de Bélgida, y el comandante de realistas José Armengol, heces de la plebe y de la ignorancia, proyectaron un alzamiento contra la reina, fiados en que se les reunirian varios cuerpos de voluntarios realistas de las cercanías; pero venido el dia de la prueba y reducidos á una miserable partida vagaron por varios pueblos, hasta que en los contornos de Andilla cayeron en poder de los fusileros que iban en seguimiento suyo. A los esfuerzos de los carlistas de las provincias correspondian las fraguas de la corte, encendidas de contino, y el 5 de Noviembre abortó una conjuracion de los guardias de la real persona y de los voluntarios realistas por la imprudencia de algunos que andaron demasiado libres aquella noche en sus cuarteles. Las autoridades tomaron medidas represivas que estorbaron estallase la revuelta; y de resultas diéronse licencias absolutas y pasaportes para los pueblos de su naturaleza á seis comandantes, once exentos, ocho brigadieres, diez sub-brigadieres, cincuenta y seis cadetes y trescientos dos guardias por acuerdo del Consejo de ministros. De aqui puede inferirse el peligro que corrió en San Ildefonso la reina cuando los mismos encargados de su custodia en los reales aposentos conspiraban contra la causa del monarca moribundo.

Jubilóse al decano del Consejo don José María Puig, encargando la presidencia al general Castaños, á quien igualmente se confió el mando militar de la provincia de Castilla la Nueva en vez del marques de Zambrano. Creóse un nuevo ministerio con el título del Fomento general del reino para fortalecer la administracion interior, como lo habia resuelto en 1830 Fernando, segun

De Valencia.

1832.

Licencias á los guardias.

Ministerio del alli anunciamos, y sentóse en su secretaría el conFomento. -O- de de Ofalia, que desempeñaba la embajada de Pa

falia.

1832.

Caida de Cafranga. Fer

nandez del Pi110.- Cruz.

rís. Con la muerte de Carvajal, inspector de los voluntarios realistas, suprimióse este destino, vehículo de sus numerosas huestes. Al ministro de Gracia y Justicia Cafranga reemplazó el 14 de Diciembre don Francisco Fernandez del Pino, y al de la Guerra don José de la Cruz, que regresaba ahora á la tierra patria despues del prolongado destierro que le costó el haber querido allá en sus principios reglamentar á los realistas, como recordará el lector. Motivó esta mudanza la llegada de Zea Bermudez, que no aprobaba la política de ambos secretarios amantes del bando liberal, y que opinaban como la reina que solo arrimándose á tan robusta columna podia cimentarse la cuna de Isabel: apoyaba á Zea Bermudez el monarca, y triunfó de sus rivales. Aun se sostenia en Cataluña el tirano conde de España, y fue enviado en lugar suyo con una orden firmada por el rey don Jauder en Ca- Manuel Llauder, á quien los pueblos recibieron con palmas en la mano y con muestras de sumo regocijo. En su entrada pública en Barcelona reinaron un delirio, una embriaguez propias de los que veían rotas sus cadenas despues de tanta sangre y tiranía; y cuando agolpada la multitud victoreaba á Llauder, el conde cometió la imprudencia de atravesar por medio de ella con rumbo á la capitanía general. Un grito unánime de maldicion cayó sobre la cabeza del tirano, que no hubiera librado la vida á no haberse encerrado en la ciudadela, desde donde corrió á embarcarse para Mallorca durante la noche.

aluña.

'olítica de Zea.

Victorioso Zea Bermudez quiso imprimir á la marcha de los negocios el sello político que creía mas propio para confundir los partidos, conciliarlos y conseguir la uniforinidad en la opinion nacional, Pa

recíale que contentaria á los liberales con las reformas administrativas, puesto que el atraso del pais á su modo de ver no consentia mudar el sistema de gobierno, y juzgaba tambien que los realistas transigirian con la reina si les ofrecia no alterar las leyes protectoras del absolutismo. ¡Error grave que no tardó en desvanecer el tiempo! Los hombres se entienden y se concilian despues de la tormenta, pero antes de esperimentar sus estragos sostienen sus opiniones con la fuerza que les inspira el convencimiento. La reina, de acuerdo con su augusto esposo, dirigió al ministro de Estado el 15 de Noviembre el decreto siguiente:

1832.

"Desde que el rey, mi muy amado esposo, por Manifiesto inosu decreto de 6 de Octubre de este año me llamó dortuno. á tomar parte en el gobierno de la monarquía, para que con mi cooperacion recibiese algun alivio en el despacho de los negocios públicos, y no deteriorase su quebrantada salud, hasta el estremo de perderla, me he dedicado á llenar los deberes que me imponian, por una parte esta confianza, por otra el vínculo con que estoy nnida á su sagrada persona, el bien de mis hijas por otra, y sobre todo por las ventajas que resultan á la causa pública de que el gobierno camine magestuosamente hácia su prosperidad y grandeza, guiado por la misma mano que ha trabajado en sacarle de entre el abismo de entorpecimiento y abandono en que le habian sumido el genio del mal, la parcialidad y la ignorancia; desde aquel momento, repito, no he cesado dia y noche de trabajar para conseguir el logro de tan lisonjeras esperanzas, atravesando en pós de ellas los dificiles y escabrosos caminos que me ha presentado la imparcialidad, la justicia, y el profundo amor hácia una nacion á que me glorío de pertenecer, aunque no he nacido en su suelo. Sí, españoles: yo lo soy tambien; tambien

[blocks in formation]

soy española, por origen, por eleccion y por cariño: ¿Qué cosas pues, por grandes que sean, no emprenderá vuestra reina por conduciros al colmo de vuestra ventura y de vuestra felicidad? No seducen mi ánimo para estas espresiones ni el deseo de la recompensa, ni aun el de la gratitud; no por cierto: mi amor para con los españoles nace, no de miras interesadas, sino de la virtud y del reconocimiento á la heróica piedad con que postrados ante el trono del Eterno habeis implorado sus divinos auxilios sobre la vida del rey, sobre el padre amoroso de mis hijas. Sí: el magnánimo cuadro en que he visto vuestros sollozos, vuestras lágrimas, y vuestras manos alzadas al cielo rogando por la salud del rey, ha interesado mi ternura hasta el estremo de no sosegar sin obtener las señaladas providencias que se han publicado, las que se anunciarán, y las que se han creido capaces de cicatrizar las llagas; que debidas á causas esternas, han debilitado el cuerpo del Estado. He tenido, no lo negaré, parte en estas saludables medidas; mas ellas en el fondo no son mias; son sustancialmente del rey: por consiguiente, cuando la nacion celebra la justificacion que briIla en ellas, cuando los hombres sabios y prudentes las bendicen, cuando los huérfanos y viudas se deshacen en alabanzas de la mano que les acoge y remedia, cuando todos besan la tabla que les ha salvado del naufragio en que iban á perecer, no es facil creer que llegase á tanto la obcecacion de algunos pocos que desentendiéndose de tamaños beneficios, posterguen el bien que palpan á las quiméricas esperanzas de porvenires inciertos. Pero ¿y qué esperanzas pueden ser estas? ¿Podrá sin un crimen atroz pensarse en ellas? ¿Y quién ha de pensar? ¿Quién habrá tan osado que no tema que un rey que acaba de perdonar los desafueros de la

« AnteriorContinuar »