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que te ama de corazon tu mas amante hermano. M. Carlos."

El espíritu de la cruzada que don Carlos preparaba en Portugal contra las luces del siglo traslucíase por las costumbres que observaban no solo los infantes y su servidumbre, sino hasta los gefes y oficiales que alli se reunian para organizar su Vida de los ejército. Asistian todos los dias al sacrificio de la carlistas en Portugal. misa, y por la noche habia sermon y rosario de la Vírgen, distinguiéndose y descollando los Jesuitas que desde España habian acompañado á los infantes. En los palacios de Rainalhao y de Coimbra gozábanse de antemano con las hogueras que pensaban encender para acabar con el progreso de las luces, y prolongar el reinado de la intolerancia y de la servidumbre á que debe la monarquía el desaliento en que yace. A pesar de las redes que tendió á su hijo la artificiosa princesa de Beira, los infantes don Sebastian y su esposa regresaron á la corte castellana para asistir á la jura de la heredera del trono.

Entre tanto no cesaban las conspiraciones en todos los puntos del reino, y multiplicábanse los trabajos del bando carlista. En Barcelona pereció Muerte del en el cadalso el cabecilla Tey, que habia sido el cabecilla Tey. primero que enarboló en Cataluña la bandera rebelde. El obispo de Leon escribió una pastoral sediciosa incitando al levantamiento en favor del infante, defendiendo sus llamados derechos, é inculcando la obligacion en que estaban los españoles de no jurar á la inocente princesa. No satisfecho con tan perverso escrito, en el que abundaban las máximas mas absurdas, elevó en 1.° de Junio al monarca una esposicion en la que se espresaba asi: Representa-La union de todos estos principios me hiere tan cion del obispo de Leon al rey. vivamente y se me presenta con un golpe de luz á que yo no puedo resistir, y despues de haber esta

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do muchos ratos á los pies de Jesucristo, me pone la pluma en la mano como consejero de V. M., y como obispo aunque indigno de la célebre silla de Leon, para pedir respetuosamente á V. M. su real licencia, y con su augusta venia suplicarle se digne suspender la ejecucion de los reales decretos de 4 de Abril, y de cuanto tenga relacion á la jura de S. A. R. la señora infanta, y que V. M. medite pidiendo luces copiosas al cielo sobre algun medio legal y decoroso para todos, con el que pueda dar otro giro y concluir bien este grande y delicado negocio, grave y transcendental para la España, y quizás mas para toda la Europa." (*) Aqui se retrató el obispo de Leon á sí pro- (*p. lib. 13. pio con los colores mas naturales: la hipocresía y núm. 18.) el atrevimiento son los claros y oscuros del retrato, obra muy acabada para el que la estudie con reflexion.

Vino finalmente á regocijar la corte castellana Jura de Isabel, la hermosa y serena luz del 20 de Junio. Los reyes y su augusta hija se trasladaron la víspera á la casa llamada de San Juan, en el real Sitio del Buen Retiro, segun costumbre antigua de sus antepasados, y el 20 dirigiéronse al real monasterio de San Gerónimo con la pompa y ceremonias de estilo. Abrian la marcha cuatro porteros de Cámara, y entre ellos el aposentador de palacio; seguian dos alcaldes de Casa y Corte; los gentiles hombres de Boca y Casa; los procuradores de las ciudades y villas; los títulos de Castilla; cuatro maceros de palacio; los mayordomos de S. M.; los grandes de España; los cuatro reyes de armas; el duque de Frias en calidad de conde de Oropesa, descubierto y con el estoque real desnudo y levantado: los infantes don Francisco y don Sebastian iban en medio de la comitiva, y detras venian los reyes en una magnífica carroza, donde brillaba la corona real, y

en medio de ambos la princesa heredera doña Isa-
bel, á la que llevaba en sus brazos el ama de Cá-
mara que
dió de mamar á S. A. Marchaban des-
pues el capitan de guardias; el mayordomo mayor
de la reina; la camarera mayor de palacio; las da-
mas; los cardenales; los embajadores y gentiles
hombres de Cámara; y cerraban la marcha los
guardias de las reales personas.

Colocáronse los reyes y la comitiva en los puntos señalados de antemano en el ceremonial aprobado, y quedó en pie al lado derecho del rey el conde de Oropesa con el estoque real desnudo y levantado. Concluidas las ceremonias religiosas que precedieron al Ceremonias. acto de la jura, situóse en medio del altar el patriarca de las Indias, destinado para recibir el juramento que el reino habia de prestar á la princesa doña María Isabel como heredera de la corona, y el rey de arinas llamó en alta voz la atencion del concurso para oir la escritura de juramento que leyó un canarista de Castilla. En seguida el infante don Francisco de Paula, llamado por el rey de armas en compañía del maestro de ceremonias, se arrodilló delante de la mesa del patriarca, y poniendo la diestra encima del crucifijo y de los Evangelios prestó el juramento en la fórmula establecida. Luego dobló las rodillas el infante delante de S. M., y puestas las manos dentro de las Pleito-home- del rey hizo el pleito-homenage, dando palabra de cumplir lo contenido en la escritura. Besó la mano real, y Fernando le echó los brazos al cuello: tambien besó la mano á la reina y á la heredera, y regresó á su asiento. Siguieron los demas infantes, cardenales, arzobispos y obispos, grandes y títulos de Castilla: presentáronse despues los procuradores á Cortes, pero subiendo á competencia los de Burgos y Toledo, mandó el rey que jurase Burgos, pues Toledo juraria cuando se lo mandase,

nage.

er

y pidieron testimonio ambos procuradores, á lo cual accedió el monarca.

La salida pública de los reyes, las fiestas reales de la plaza Mayor, los fuegos de artificio, las iluminaciones, las corridas de toros en la misma plaza, el espectáculo nuevo para los que entonces vi. vian de los caballeros en plaza, las justas magníficas de los maestrantes fuera de la puerta de Alcalá, las comparsas de máscaras, el simulacro militar en que dos ejércitos enemigos combatieron defendiendo el uno y atacando el otro á Madrid, y el lujo asiático y suntuosidad de los trenes y trages, dieron á la jura tanto lustre y esplendor que no tenian idea de tal magnificencia los espectadores. El espléndido comisario de Cruzada don Manuel Fernandez Varela distribuyó entre los pobres de Madrid doscientas camas, vistió doscientos cincuenta y seis niños y niñas, regaló á los hospitales siete mil varas de percal, y derramó á manos llenas limosnas y beneficios entre la cla

se meneste rosa.

Regocijos.

Varela.

Gracias.

Ciento y un cañonazos disparados el dia 20 en Junio de 1833. todas las ciudades y plazas de la monarquía anunciaron la augusta ceremonia que en aquellos momentos se celebraba, y por la tarde hubo gran parada, en que sobresalieron las tropas que guarnecian los pueblos. Fernando instituyó la cruz de María Isabel para premiar á los valerosos soldados que se distinguiesen por su denuedo y bizarría. Tambien concedió á Castaños el título de duque de Bailen, y la grandeza de España, como igualmente á algunos generales de las órdenes religiosas para no perder su costumbre. El reino entero imitó á la corte en las fiestas y regocijos públicos con que celebraron los españoles el juramento prestado á la inocente princesa, descollando Barcelona en el suntuoso torneo que dió 53

T. III.

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Derrota de la guelista. Na

escuadra mi

picr.

en la llanura que se estiende desde el glacis de la muralla hasta la falda de Monjuich, al que asistieron ochenta mil espectadores. Los representantes de Vizcaya, reunidos bajo el arbol de Guernica, aclamaron espontánea y unánimemente el 14 de Julio á la princesa Isabel por heredera del Estado de Vizcaya.

Don Pedro, aunque encerrado en Oporto, no cesaba de recibir refuerzos, y el 20 de Junio salió de alli su escuadra, compuesta de un navío, dos fragatas, dos corbetas, un bergantin y cinco barcos de vapor. Mandábanla el vice-almirante Pouza y el capitan Napier: el francés Solignac, general del duque de Braganza, que se habia opuesto á su salida porque creía aventurada la espedicion, renunció el mando, y don Pedro admitió su renuncia. La escuadra de los libres descubrió á la de don Miguel, y desplegó las velas para alta mar, donde la siguió la del tirano; mas trabado el combate el 4 de Julio, quedó la última prisionera, y venció la causa de la libertad y de la civilizacion. En aquellos dias llegó al reino lusitano á prestar el apoyo de su espada á don Miguel el mariscal Bourmont, y el usurpador le confió el mando de su ejército.

Nuestro gabinete seguia siempre en Portugal la misma línea de política sosteniendo la tiranía y los escesos de aquel tigre con corona. La entrevista de éste con don Carlos que habia motivado su viaje á Coimbra produjo el resultado natural que era de esperar: ambos príncipes amigos del despotismo y del santo oficio, y que dis-. putaban á dos niñas la diadema, unieron sus intereses y sus causas. No obstante su union. y poyo que prestaba don Miguel á los partidarios de su cuñado, no por eso cedió el ministro Zea, y ciego y en contradiccion consigo mismo, empe

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