Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Agraria: fomentarlas y estenderlas hasta á poblaciones y localidades insignificantes; cuando advertimos que se imprimian y publicaban sin estorbo escritos como el Tratado de las Regalías de Amortizacion, el Ensayo sobre la antigua legislacion de Castilla, la Memoria demostrando la falsedad del Voto de Santiago, y Semanarios y otros periódicos destinados á difundir las luces hasta por las clases industriales del pueblo; cuando un embajador estrangero noticiaba á su nacion que despues de la paz de Basilea se encontraban fácilmente en España diarios ingleses y franceses, lícito nos será inferir que no era el gobierno de Cárlos IV. de los que ahogaban el pensamiento, ni de los que cortaban el vuelo á las ideas.

Y aunque asi no discurriésemos, diríalo mucho mas elocuentemente que nosotros, y daria de ello testimonio irrecusable, aquella coleccion de ilustradisimos patricios que á la terminacion de este reinado, y formados en él, proclamaron y sostuvieron y plantearon con tanta firmeza como copia de ciencia y de saber en la asamblea de Cádiz máximas y principios políticos de gobierno que trasformaron y reorganizaron la sociedad española, y que maravillaron á la Europa, que no creia se abrigára tanta ilustracion en España.

Heredero este reinado del espíritu reformador del que le habia precedido, tocóle en algunas materias solamente ejecutar, y no fué poco que lo hiciera, lo que en aquél habia sido prescrito, pero que habia encontrado en las tradiciones y costumbres obstáculos para su realizacion. Tál fué la construccion de cementerios á distancia de las poblaciones, para desarraigar la práctica, tan nociva á la salubridad pública, de inhumar los cadáveres dentro de los templos; pero práctica inmemorial, y que á los ojos del pueblo aparecia piadosa, y por lo mismo su reforma dió ocasion y pié á que unos de buena fé y por una preocupacion harto disculpable, otros por interés y con malicia, tildáran y aun acusáran ácremente á los ejecutores de la innovacion de irreligiosos ó malos cristianos, no faltando quien con este motivo recordára al pueblo que eran los mismos que sacaban á la venta pública los bienes del clero y de las cofradías.

Otra costumbre popular, de diferente indole, pero no menos encarnada en los hábitos del pueblo español, quiso tambien, no ya reformar sino abolir, el gobierno de Cárlos IV., con laudable deseo, pero con falta de cordura, que la hay en atacar de frente y en querer arrancar de improviso lo que está hondamente arraigado. Hablamos de las fiestas y espectáculos de las corridas de toros, que el gobierno de Cárlos IV. prohibió por contrarias á la agricultura, á la ganadería y á la industria, por la pérdida lastimosa de tiempo que ocasionaban á los artesanos, y por contrarias á la cultura y á los sentimientos de humanidad. Por más que la necesidad y conveniencia de esta medida viniera

ya de siglos atrás indicada por soberanos tan esclarecidos y dignos de respeto como la grande Isabel I. de Castilla; por más que en favor de la abolicion de tan feroz y sangriento espectáculo escribieran los hombres ilustrados y doctos del principio de este síglo (1); por más que la providencia hubiera sido adoptada en consulta y con aprobacion del Consejo pleno, no por eso dejó de atraer impopularidad grande á los autores de la reforma, y mas especialmente al que las masas miraban siempre con marcada y desfavorable prevencion, achacándole todo lo que podia serles disgustoso ó contrario á sus aficiones.

Ayudaba á esta impopularidad la circunstancia de ser el príncipe Fernando ardientemente afecto á las fiestas de toros.' Idolo Fernando del pueblo, y acordes pueblo y principe en esta aficion; enemigos Fernando y Godoy, y prohibiendo éste lo que constituia el entusiasmo de aquél, y el delirio de la gente popular que le aclamaba, la medida concitó más y más el ódio de aquellas clases al favorito. Cuando mas adelante, instalado ya Fernando en el trono de Castilla, le veamos cerrar las universidades y crear y dotar cátedras de tauromaquia, tendremos ocasion de cotejar el espíritu de los dos reinados,el de Cárlos IV. que ampliaba y fomentaba los establecimientos literarios y científicos, y prohibia las corridas de toros, y el de Fernando VII. que mandaba cerrar las aulas literarias y hacia catedráticos á los toreros.

Prueba y testimonio dieron tambien los hombres del reinado que describimos de aficiones cultas y de fomentar las artes civilizadoras, en la proteccion que dispensaron al teatro, en siglos anteriores proscrito y anatematizado en España, tolerado y consentido después, considerado ya, favorecido y organizado en los reinados últimos, con empeño protegido y mejorado en el de Cárlos IV., ya con premios á los mejores autores y las mejores obras dramáticas de todos los géneros, originales, traducidas de otros idiomas, ó refundidas del antiguo teatro español, ya estableciendo un censor régio, que lo fué un esclarecido poeta y distinguido político de la escuela liberal, que en nuestros dias mereció la honra de ser solemnemente coronado por la mano augusta de la ilustre princesa que hoy ocupa el trono de San Fernando, ya prescribiendo para la escena reglas de buena policía, de decoro y.compostura, táles como el público ilustrado tiene derecho á que se observen y guarden en estos espectáculos, en un reglamento que honra á su autor (1806 y 1807), y tál, que en la mayor parte de sus prescripciones apenas ha podido hacerse en tiempos posteriores sustancial enmienda y mejoramiento.

(1) Como el erudito Vargas Ponce, que dejó escrita una larga y apreciable Memoria contra las fiestas de toros, la cual se conservaba inédita en la Biblioteca de la

Real Academia de la Historia, cuya corporacion, en los momentos en que esto escribimos, la ha dado á la estampa, y pronto la dará á la luz pública.

Muy poco se hizo en este reinado en el ramo importantísimo de la administracion de justicia, si bien fué muy digna de aplauso, y asi lo hemos consignado en otro lugar, la cédula en que se determinaban las condiciones y modo de proveer los cargos judiciales, y se daban reglas y establecian bases sobre duracion del servicio, ascensos ó remociones de los jueces. Parécenos muy estraña la falta de movimiento y de espíritu de reforma que se advierte en este ramo, siendo cabalmente la clase de jurisconsultos y letrados la que habia brillado más en el reinado precedente, habiendo sido la magistratura, los Consejos y tribunales, objeto preferente de la atencion y solicitud de Cárlos III., y cuando vivian y estaban dando á luz aquellos ilustres varones tan luminosas obras y escritos sobre derecho y sobre materias de jurisprudencia. Por nuestra parte no hallamos otra esplicacion á este fenómeno, sino el estorbo que parecia encontrar el príncipe de la Paz para el ejercicio de su influencia y de su superior poderío en los hombres que vestian toga y desem peñaban el elevado sacerdocio de la justicia. No era posible que éste se ejerciera con independencia y dignidad con un monarca que prevenia al Consejo de Castilla, que en adelante ninguna sentencia se ejecutase sin que antes se remitiese á la aprobacion de su secretario de Estado y del Despacho, y que éste declarase si estaba ó nó fundada en derecho. ¿No era esto trastornar enteramente los poderes, y crear una omnipotencia de favoritismo sobre el vilipendio del sagrado magisterio judicial? ¿Y cómo con esto no habia de pronunciarse aquel antagonismo que se advirtió entre los Consejos y el valido?

Justos, no obstantes, é imparciales, como debemos serlo, y es nuestra obligacion mas estrecha, cúmplenos decir, que si en materias de beneficencia pública no se siguió en este reinado aquel impulso enérgico, caritativo y general que distinguió y honró tanto, y constituye uno de los mas gloriosos timbres de Cárlos III., hízose algo en este camino, asi como en el de amparar el verdadero desvalimiento, desterrar la vagancia y castigar la mendicidad fingida, especialmente en el principio del reinado. Pero el rasgo noble, grande, plausible, la providencia humanitaria y liberal del gobierno de Carlos IV. en estas materias, y era ya primer ministro Godoy, fué la legitimacion por la real autoridad de los desgraciados niños expósitos, prohibiendo los despreciativos apodos con que por mofa apellidaba el vulgo á aquellos séres inocentes, y declarando que quedaban en la clase de hombres buenos del estado llano general, gozando los propios honores y llevando las cargas de los demás vasallos honrados de la misma clase. Medida que en su espíritu, en su novedad y su trascendencia, puede compararse, y no es menos digna de elogio que aquella en que Cárlos III. declaró oficios honestos y bonrados los que antes se tenian por infamantes y viles.

Dictáronse tambien ordenamientos, bandos y edictos, asi para corregir los escándalos públicos y hasta las palabras obscenas, ofensivas al decoro social, como para la cultura, reforma y moralidad de las costumbres, ya con. aplicacion á los espectáculos, establecimientos y otros puntos de concurrencia, ya tambien hasta para las reuniones de carácter privado. Laudable era el propósito, y sonaban bien los preceptos escritos. Mas como la mejor y mas eficaz leccion de moralidad para los pueblos sea el ejemplo de los que le gobiernan y dirigen; como los que ocupan las alturas del poder, á semejanza de los astros, no puedan ocultar á las miradas del pueblo, siempre fijas en ellos, ni las buenas prendas y virtudes que los adornen, ni las flaquezas ó vicios que los empañen, como el pueblo español acababa de ser testigo de la moral austera de la persona, del palacio y de la córte de Carlos III., y la comparaba con la falta de circunspeccion, de recato ó de honestidad, que dentro y en torno á la régia morada de Cárlos IV. ú observaba por sus ojos, ó de oidas conocia; como de las causas de la intimidad entre la reina y el favorito se hablaba sin rebozo y sin misterio, porque ni siquiera la cautela las encubria, ni el disimulo las disfrazaba, ¡última fatalidad la de apoderarse el vulgo de los estravíos de los príncipes y de sus gobernantes!; como aparte de aquellas intimidades que mancillaban el trono, sabíase de otras que el valido mantenia, no menos ofensivas á la moral, ó auténticas, ó verosímiles, ó tal vez nacidas solo de presunciones á que desgraciadamente daban sobrado pié y ocasion; como el pueblo que veia los hombres del poder, del influjo y de la riqueza ni habian conquistado aquellos puestos ni los honraban despues de conquistados, ni con la continencia, ni con el recato, ni con la moralidad y las virtudes que á otros recomendaban ó prescribian, pagábase poco de edictos, de bandos y de ordenamientos, heriale mas vivamente el ejemplo de lo que presenciaba, que los mandamientos que se le imponian.

Y siendo la desmoralizacion una epidemia que cunde y se propaga, y corre con la rapidez de un torrente cuando el manantial brota de la cumbre y se desliza al fondo de la sociedad, y siendo lamentable tendencia y condicion de la humanidad ser más imitadora de ejemplos dañosos, que cumplidora de consejos sanos, la conducta de la reina, del valido y de la córte de Cárlos IV. causaron á la sociedad española en la parte moral heridas que habian de tardar mucho en cicatrizarse, y males de que le habia de costar gran trabajo reponerse.

VII.

Aunque es en muchos casos exacta aquella máxima de Jovellanos: «Ya no «es un problema, es una verdad reconocida que la instruccion es la medida comun de la prosperidad de las naciones, y que asi son ellas poderosas ó dé«biles, felices ó desgraciadas, segun son ilustradas ó ignorantes, sin embargo, ni siempre marchan paralelas la ilustracion y la prosperidad, ni siempre y en toda época la instruccion y el progreso intelectual son regla cierta y criterio seguro de la grandeza y del poder de un pueblo. Vióse esto muy bien en el reinado que describimos, puesto que en medio de los contratiempos é infortunios esteriores y de la debilidad y abatimiento interior que hemos lamentado, la instruccion pública se fomentaba y desarrollaba de la manera que en nuestra historia hemos visto.

Y es que el vigor ó la debilidad de un pueblo, su flaqueza ó su poder material, penden á veces de uno ó de muy pocos acontecimientos prósperos ó desgraciados, que bastan á cambiar súbitamente sus condiciones de fuerza. ▲ veces un genio guerrero ó una especialidad económica robustece en pocos años una nacion abatida; á veces una sola campaña desgraciada quebranta y debilita por mucho tiempo un pueblo vigoroso y robusto. Mientras que la semilla de la ilustracion, base cierta y segura de futuro progreso, pero lenta en germinar y en fructificar, puede comenzar á florecer y á dar fruto en periodos de material enflaquecimiento. En las naciones como en los individuos no existen siempre á un tiempo la madurez del entendimiento y la virilidad de la juventud: por desgracia en las naciones como en los individuos el saber. suele venir cuando ha pasado la edad del vigor.

Que se fomentaron los estudios y se protegieron y se cultivaron las cien

« AnteriorContinuar »