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las Córtes para desautorizarlas y concitar contra ellas la enemiga del pueblo. Y como este papel se imprimiese en Cádiz, á propuesta del señor García Herreros, acordaron las Córtes que el gobernador de la plaza recogiese de la imprenta los ejemplares, y si podia ser, el original, y los presentase á la asamblea, y asi se ejecutó. Fuerte y ardorosamente reclamaron algunos diputados contra esta medida, como violadora de la ley de libertad de imprenta: fuerte y ardorosamente la defendieron otros, sosteniendo que la recogida, asi del manuscrito como de los impresos, no se dirigia á atacar la libertad de imprenta ni á usurpar las atribuciones del tribunal de censura, sino á buscar un comprobante del delito de conjuracion contra las Córtes que se desprendia del escrito de Lardizabal encomendado á un tribunal especial. Acaloráronse los ánimos, é hiciéronse con tál motivo proposiciones como la siguiente del señor Villanueva: «De hoy en adelante sea juzgado como traidor á la patria «el que de palabra ó por escrito, directa ó indirectamente, esparciese doc<«trines ó especies contrarias á la soberanía y legitimidad de las presentes «Córtes, y á su autoridad para constituir el reino, y asimismo el que inspi«rase descrédito ó dęśconfianza de lo sancionado ó que se sancionase en la «Constitucion.>>

Un diputado al combatir esta proposicion la calificó de «fautora del despotismo, de la tiranía mas violenta, de la arbitrariedad mas absoluta,» y hasta de «sospechosa de herética (1).» Con esto, y con una representacion que hizo el autor de la España vindica la don José Colon, sobre la cual se le pidieron esplicaciones, con que no logró tranquilizar al Congreso, los debates se fueron agriando, y la discusion se convirtió en una desagradable lucha entre el partido liberal y el enemigo de las reformas: siendo de notar que en esta cuestion los diputados de este último partido, como Anér, Borrull, Valiente, Cañedo y otros, eran los que con mas calor abogaban á favor de la libertad de imprenta, y tronaban contra tales medidas y proposiciones como atentatorias á aquella libertad; y los diputados de ideas mas avanzadas, como Argüelles, Mejía, García Herreros y otros, eran los que ardientemente defendian aquellas proposiciones y aquellas providencias, como salvadoras de la patria en casos estremos, y que por ellas no se lastimaba la libertad de imprenta. El calor de la asamblea se comunicó á las galerías y tribunas públicas, que en la sesion del 26 tomaron á su modo tál parte, y prorumpieron en tales murmullos, y produjeron tál desórden, que obligaron al presidente á levantar la sesion. Nació de aqui otro tercer incidente, conexo con los anteriores, de quo darémos cuenta ahora.

(1) El señor Inguanzo, Sesion del 18.

Hablaba en esta sesion don José Pablo Valiente, al cual miraba con marcada aversion el pueblo de Cádiz, ya por la idea ó sospecha de haber sido quien trajo la fiebre amarilla viniendo de la Habana donde era intendente, ya por ser adicto al libre comercio con América tan contrario á los intereses do la poblacion gaditana, ya porque, mostrándose en este solo punto liberal, sc habia opuesto á la abolicion de los señoríos, y negádose á firmar el proyecto de Constitucion. Como su discurso de aquel dia sobre el escrito de don José Colon fuese acogido por las galerías con general murmullo, indicó proceder de intriga del partido contrario para que no triunfára la verdad, y aun se añade que pronunció las palabras «gente pagada.» Acabó con esto de irritar los ȧnimos, y creció el desórden hasta hacer levantar la sesion. Despues de cerrada, se agolpó el público á los alrededores de San Felipe Neri, aguardando al señor Valiente en ademan de atentar á su seguridad. Cundió luego á toda la ciudad la alarma y el tumulto. Los diputados permanecieron en el salon para ver de salvar al amenazado compañero. Acudió el gobernador de la plaza: en tró á la barandilla, y se ofreció á libertar al diputado: salió luego á aplacar al pueblo, pidiendo que se le dejasen llevar, respondiendo él de su persona. Y en efecto, aunque con trabajo, acompañado de escolta se llevó al señor Valiente al muelle de la puerta de Sevilla, y alli á presencia del pueblo le cmbarcó y condujó á un buque de guerra fondeado en bahía. Aquella noche se pusieron sobre las armas los voluntarios de Cádiz, se doblaron las patrulles, y se colocó tropa en las casetas de los comisarios de barrio.

Tratóse los dias siguientes en sesiones secretas de lo acontecido el 26. Пliciéronse proposiciones encaminadas á evitar que se repitieran tales desmanes dentro, tales conmocionés y alborotos fuera. Hablóse de la necesidad de que los diputados dieran ejemplo de respeto, para que se le tuviera á ellos el público. Se pidió que se suprimiera la espresion murmullos y otras semejantes en el Diario de las Sesiones, y se reclamaron las providencias oportunas para que los diputados pudieran contar con la libertad necesaria para discutir y votar, añadiendo algunos que de otro modo dejarian de asistir hasta que se consideráran en estado de poderlo hacer libremente. No era la primera ni la sola vez que se emitian tales quejas y se hacian semejantes declamaciones. Atribuíase la irreverencia del público asistente hácia los diputados, por unos al calor con que en algunas sesiones solian tratarse ellos mismos entre sí, en lo cual habia algo de verdad; por otros á la facilidad con que en escritos como El Filósofo rancio y otros que se publicaban, se calificaba á los diputados de ateistas ó de impíos: lo cual á su vez dió ocasion á que muchas veces en las Córtes se lamentára el desenfreno á que tan pronto se habian dejado llevar los escritores públicos. Y era curioso de notar que los mas enemigos de las re

formas políticas, los del partido que habia combatido la libertad de la imprenta, eran los que en sus publicaciones se aprovechaban más de ella para escarne cer las Córtes y ultrajar con dicterios á los diputados de opiniones contrarias á las suyas (1). Por eso irritaba tanto la publicacion de escritos injuriosos al Congreso, como los de Lardizabal y Colon, nada menos que ex-regente el uno, decano del Consejo el otro (2).

Uno de los asuntos que se trataron y debatieron con mas interés y empeño en las Córtes en los dos últimos meses de este año (1811), fué el relativo á la mudanza de regentes, por no ser, decian, para el caso los que habia: proposicion que hizo Morales de los Rios, y apoyaban otros, en la ocasion crítica de hallarse el presidente Blake tan ocupado y comprometido como hemos visto en los desgraciados sucesos de Valencia. Dificnltaba para algunos esta cuestion la pretension antigua del ministro de Portugal de hacer regente ó poner al frente de la Regencia á la hermana de Fernando VII., la infanta María Carlota, princesa del Brasil; mientras que para el partido anti-liberal de las Córtes era éste un nuevo aliciente ó estímulo para el cambio, y por eso mostraba empeño en que se hiciese, y en que figurase á la cabeza de la Regencia una persona real. Complicábase además este punto con el de la sucesion á la corona de España, que en aque! tiempo como parte de la Constitucion se estaba tratando tambien en las Córtes, y sobre el cual se agitaban diferentes pretensiones y se movian los diversos bandos políticos que las sostenian.

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Dió entonces la princesa misma un paso, en que mostró no poca ligereza, hubo de hacerla perder mucho en el concepto de los hombres pensadores; cuál fué el de escribir á las Córtes una carta, á la que quiso dar el tinte de confidencial, como si confidencias de esta clase pudieran tenerse con un cuerpo tan numeroso y en que habia tantas maneras de pensar. Decimos esto, porque tuvo la candidez de advertir que de esta correspondencia deseaba no tuviese noticia su esposo. La carta tenia por objeto dar una especie de descargo y satisfaccion á la nacion española por las quejas que se tenian de la conducta de la córte del Brasil en los sucesos del Rio de la Plata y de Montevi

(1) Sobre esto pueden verse en Villanueva las sesiones secretas de 1.o de julio, 27 de octubre y otras.

(2) El tribunal especial, al cabo de algunos meses que duró el proceso, absolvió á los catorce consejeros á quienes se suponia firmantes de la consulta (29 de mayo, 1812). Mucho mas severo con Lardizabal, aunque no tanto como el fiscal, que pedia para él la pena de muerte, le condenó á expulsion de

todos los dominios españoles, mandando que

los ejemplares del Manifiesto fuesen públicamente quemados por mano del verdugo. Habiendo apelado al Tribunal supremo de Justicia, la sala 2.a revocó la sentencia; pero la 4.a la confirmó en virtud de apelacion del fiscal del tribunal especial. En cuanto á Colon, tuvo la fortuna de que la junta suprema de censura absolviera su escrito, aunque excediéndose de sus facul tades.

deo, procurando así congraciarse con la representacion nacional. Esta le contestó que para asuntos de esta clase debía dirigirse a la Regencia, á cuyas facultades y atribuciones correspondian. Mezclábase tambien en ello el embajador inglés, entre el cual y la actual Regencia mediaban desavenencias graves. La discusión fué larga y reñida.

En cuanto á la necesidad de mudar de regentes, era bastante general y compacta la opinion, no en cuanto á la calidad de las personas que habian de nombrarse. Los partidarios de la infanta Carlota, algunos de los cuales llevaban la idea, plausible en sí, de llegar por este medio á la union de España y Portugal, tuvieron el mal acuerdo de encomendar á dos diputados de escaso nombre y de no menos escasa influencia la presentacion de dos proposiciones, una para que se eligiese nueva regencia compuesta de cinco individuos, uno de los cuales fuese una persona real (y ya se sabia á quén se aludia); otra añadiendo que, nombrada que fuese la regencia, se disolviesen las Córtes y se convocasen otras para 1813. Fácilmente conocida la tendencia anti-liberal y la trama que en tales proposiciones se envolvia, los diputados del contrario partido las impugnaron con calor, y en especial Calatrava y Argüelles, presentando este último otras tres en opuesto sentido, pidiendo esplícitamente en la primera de ellas que en la regencia que se nombrase con arreglo á la Constitucion, «no se pusiese ninguna persona real.» Y ésta fué la que prevaleció muy á los principios del año entrante, como luego habremos de ver (1).

De propósito hemos dejado para la última parte de este capítulo lo que se refiere al principal, al grande objeto de las tareas parlamentarias del Congreso de este año de 1811, á saber, al proyecto de Constitucion que se estaba elanorando y discutiendo. Presentó la comision sus primeros trabajos en la se ́sion del 18 de agosto. Leyó don Agustin Argüelles el largo y erudito discurso que precedia al proyecto; obra suya, de las que honran más á aquel distinlinguido hombre político, y que entusiasmó á cuantos le escucharon. Hizo después lectura don Evaristo Perez de Castro del proyecto, que abarcaba las dos primeras partes de la futura Constitucion. Toda la sesion se invirtió en la lec¡ura de ambos documentos, que se mandaron imprimir con toda preferencia y con toda la posible brevedad. Y en tanto que estas dos partes se discutian, la comision continuaba sus trabajos, en términos que se halló en disposicion de presentar la tercera parte de su obra el 6 de noviembre, y la cuarta y última

26 de diciembre del mismo año. Período nada largo, atendida la calidad de a obra y la estension que se le dió. La discusion duró hasta el 23 de enero del tão próximo. Antes habria terminado, sin el empeño de los enemigos de las

(1) Sesiones secretas de noviembre y diciembre de 1814.

reformas en suscitar obstáculos y prolongar los debates, moviendo cuestiones. muchas veces hasta impertinentes, sobre cada artículo, y aun sobre cada frase; sistema que en estos cuerpos suelen emplear con frecuencia las oposiciones, cuando desesperan de impedir por otros medios el triunfo de las ideas contrarias; y más si alimentan, como en esta ocasion, alguna esperanza de que entretanto habrán de venir de fuera sucesos que contrarien la obra cuya elaboracion intentan impedir.

Tarea larga seria la de querer dar una idea de la marcha que siguió, de los discursos notables que se pronunciaron, de las ideas que se emitieron, de los incidentes que hicieron variados, interesantes y curiosos los debates sobre el proyecto de ley fundamental. Sobre esto, asi como sobre la índole, carácter y espíritu que distingue la Constitucion política que fué resultado y fruto de aquellos trabajos y de aquelles deliberaciones, diremos lo que sea compatible con la naturaleza de nuestra obra, cuando hayamos de hablar de la conclusion de aquel código y de su publicacion como ley del Estado

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