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-En el mismo edificio-contestó D. Cleto;-precisamente está colocado en el cen

tro, segun verán Vds. ahora.

Y todos se dirigieron hacia el lugar en que se encuentra el manantial, que es un estanque formado de piedra asperon, que mide diez y siete piés de longitud por doce de latitud y cinco de profundidad. Al rededor hay un pequeño espacio para recorrerle con una barandilla de hierro y á los lados los conductos para surtir los baños.

-¿Qué cantidad de agua arroja el manantial ?—preguntó Azara.

-Se cuentan mil ochenta y ocho piés cúbicos por hora.

-¡Caramba! pues es uña cantidad de agua muy regular.

-Y es curioso ver cómo brota,—dijo Pravia fijando su vista en el manantial. -Ya lo creo; vean Vds., parece una caldera de agua hirviendo, segun se ven las borbujas que del fondo suben á la superficie.

-¿Cómo retiran el agua de los baños?

-En los dos patios que hay á entrambos lados del manantial, y á los que dan las ventanas y puertas de las habitaciones, están las llaves para cerrar los conductos. En estos patios hay dos galerías formando soportales, sostenidos por pilastras de piedra.

El total de los baños, incluyendo el de los reyes y el de los pobres, es trece, sin que exista mas diferencia entre los del público y el destinado para las régias personas, que en el de estas hay una especie de antesala y una sala con alcoba, y en los otros solo se ve una pieza abovedada, con muy escasa luz y sin otros muebles que un banco de fábrica, una tarima, un ruedo y una percha.

Una escalera de seis ó siete peldaños conduce á los baños que son capaces para cuatro ó cinco personas.

-Sabe V., D. Cleto,-exclamó Sacanell al penetrar en una de estas habitaciones, que esto es excesivamente triste.

-Sí, señor; y cási todas las personas que entran aquí por primera vez experimentan la misma repugnancia, pero muy pronto la bondad de las aguas lo hace olvidar todo. -No le diré á V. que no, mas me parece que á poca costa podria haberse conciliado lo uno y lo otro.

-¿Y no hay medio de que el bañista pueda llamar al bañero estando en el baño ? -Sí, señor; ahí tiene V. el cordon de la campanilla.

-¿Para que es este grifo?

-Para que cada uno pueda dar al baño el agua que quiera.

-¿Y quitarla?

-Eso únicamente por medio de los registros que hay en los patios que ya ha visto usted.

-¿Dónde están los baños destinados á los pobres enfermos y á los militares?

-A esos se entra por las puertas que hay en el patio grande donde están las cocinas.

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Poco despues los viajeros se encontraban en el lugar que deseaban conocer.

Al entrar no pudo menos de exclamar Sacanell:

-¡Cáspita! si esto mas que baños parecen calabozos.

Efectivamente, la exclamacion del catalán no carecia de fundamento.

Los baños, en cuestion, son mucho mas capaces que los otros, pero en cambio la falta de luz les da un aspecto verdaderamente sombrío.

Al lado del baño número 5 hay una caldera y estufa para dar al agua los grados que disponga el facultativo, pues aquel baño es el destinado para tomarlos calientes. -¿No se beben estas aguas?-preguntó Pravia.

-Sí, señor; vamos á bajar á la fuente.

Tampoco las apariencias de esta hablan mucho en su favor.

Se desciende á ella por unos cuantos escalones y cada bañista debe ir provisto del 'vaso en que ha de beber. Una completa oscuridad reina en aquel sitio, lo cual contribuye en gran manera para la repugnancia que se experimenta al penetrar en un lugar que mas parece un antro que el depósito de un manantial benéfico.

-¿Cuánto cuesta cada baño?

- Cuatro reales.

-Si apenas sabe á nada esta agua,—dijo Sacanell, que se habia provisto de un vaso al descender á la fuente.

-

-Dentro de un momento me lo dirá V.

-¡Ah! ¿con que la sensacion se experimenta despues?

-Sí, señor; advertirá V. cierto amargor en la boca, hasta desagradable.

-Si; pero acostumbrándose...

-Y vea V. una rareza; cuando el agua se deja enfriar pierde por completo esa cualidad.

-¿De veras?

-Sí, señor; lo mismo que dejan de ser untuosas y grasientas al tacto, pues, habrán Vds. observado que tanto en las paredes de esta fuente como en las de los baños hay un barro suave de color oscuro.

-Esto es parecido al que depositan las aguas sulfurosas.

-Justamente.

-¿Qué calor tienen estas aguas, D. Cleto?

-Veinte y tres grados y medio del termómetro de Reaumur.

-¿Y qué enfermedades ataca mas directamente?

—El reuma, la gota, todas las erupciones cutáneas, la epilepsia, el histerismo, las gastralgias, cefalalgias, hipocondría, convulsiones nerviosas, astenias nerviosas de los sentidos, gástricas, obstrucciones, cálculos, los infartos de las vísceras, las afecciones sifilíticas y las enfermedades escrofulosas.

-¿Y dónde está el albergue ú hospital para los pobres de solemnidad?-preguntó Azara.

-Allí, al O. de la casa; es un pequeño edificio con nueve ó diez malos cuartos de una sola pieza, sin que haya en ellos un triste jergon.

-Eso sí que es extraño, tratándose de una clase tan digna de compasion por su carencia de recursos.

-Pues esta es la verdad. Allí, enfrente de los baños hay una capilla donde se celebra misa todos los dias festivos.

-¿Qué vecindario tiene este sitio?

-Unas trescientas almas próximamente.

-En cuanto al camino, ya hemos visto que la carretera es buena, y supongo que la comunicacion con los pueblos limítrofes será únicamente por caminos de herradura. - Sí, señor; la única carretera es la de Madrid, por donde hemos venido. -¿Y la historia de este sitio, porque creo que tendrá alguna?

-Sí, señor; si Vds. quieren, por el camino les referiré lo poco que de ella tiene. -Perfectamente.

Y los cinco personajes abandonaron las termas, dirigiéndose hacia la poblacion.

XV.

Antecedentes históricos del Real sitio de la Isabela.

-¿Ha pertenecido siempre á la jurisdiccion de Sacedon este Real sitio?-Preguntó Pravia conforme iban andando.

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-Este sitio, que se llamaba Las Pozas, con la dehesa contigua á él, perteneció en otro tiempo á la ciudad de Huete.

-¿Y cómo renunció á semejante propiedad?

-

En 1592 el rey D. Felipe II tuvo necesidad de que las ciudades y villas le facilitasen recursos para las empresas en que se hallaba comprometido...

-Que tan perjudiciales fueron.

-Mucho; pero ahora no debemos hacer un estudio de aquel reinado, que por cierto se presta á muchas y graves consideraciones.

-Tiene V. razon.

-Pues, como iba diciendo, la villa de Cañaveruelas, que envidiaba este lugar, sirvió al monarca con 8,000 ducados en cambio de esta cesion.

-Y Huete, ¿cómo no contribuyó con sus recursos?

-Porque no fue citada á tiempo, y en esto se apoyó para sostener su demanda. -¿Ganaria?

-Despues de haber gastado mucho dinero una y otra poblacion, sin que los jueces hallasen medio para atender à la justicia de la demanda de aquella ciudad y á la voluntad del monarca, ambas poblaciones acordaron en 1645 continuar poseyéndola por mitad.

-Pues sabe V., que el pleito, por las fechas que V. cita, debió ser larguísimo. -Ya lo creo, como que habia grandes intereses por medio se iba dando largas al

asunto, por esta razon los pueblos procuraron ponerse de acuerdo entre sí con objeto de evitar los gastos que aquello les producia.

-¿Y duró mucho esa concordia?

-Hasta el año 1817.

-¿Se separaron otra vez?

-Siempre era orígen de disgustos entre ambas poblaciones, pues ambas querian tener derecho sobre el sitio, y en la época á que acabo de referirme, la ciudad de Huete hizo cesion al monarca Fernando VII.

—Hé ahí un medio para zanjar dificultades. El rey aceptaria de buen grado y... · -Y su esposa D.' Isabel de Braganza tuvo la feliz ocurrencia de aconsejar á su esposo la fundacion de este Real sitio.

-Ya lo creo que fue una buena idea; de ese modo á la par que un beneficio al Patrimonio, se proporcionaba un gran recurso á la humanidad doliente, facilitándole la adquisicion de esas aguas tan benignas.

-Inmediatamente dieron principio los trabajos para la construccion de la poblacion nueva en la forma que Vds. la ven.

-¿Y no sufrió interrupcion alguna?

-Vaya, si señores; estuvo paralizado hasta 1824.

-Ya me extrañaba que siendo obra de importancia y de utilidad se hubiera continuado sin cesar.

-Las conmociones políticas y la muerte de la reina, verdadera iniciadora del pensamiento, contribuyeron á su detencion cuando ya iba muy adelantada.

-¿Y en 1824, qué fue lo que hicieron ?

—En la época en que se interrumpieron los trabajos iban hechas las seis primeras manzanas de casas, la plaza y algunas obras de embellecimiento del sitio.

-Entonces, faltaba ya muy poco.

-Sí, señor; en esta época termináronse las otras manzanas de casas, los lugares de recreo, é inmediatamente se trató de colonizar el pueblo.

-Por lo visto no ha adelantado mucho la colonizacion.

-Reducida á un corto número de colonos, pues no fueron mas que treinta los que se eligieron, repartióse entre ellos el terreno, y naturalmente, no ha podido verificarse un gran aumento de poblacion, pues que tampoco los recursos permitian hacerlo. -¿Y qué beneficios se les concedieron á esos colonos?

-Que cultivarian el terreno en su propio provecho, pero bajo la inspeccion del administrador del sitio.

-No está mal.

-Así ven Vds. que se procura por cuantos medios están al alcance de cada uno cultivar su posesion.

-Desde luego, como que la ventaja es para ellos, aun cuando me parece que el Patrimonio podia haber sacado mas partido facilitándoles cierta clase de recursos que el simple colono no puede proporcionarse para beneficiar con mayor éxito los elementos que este terreno proporciona, para cierta clase de industrias.

-Es una verdad, mas Vds. convendrán conmigo en que no es nuestro país el que mas sobresale en su interés por el adelanto de la industria y de la agricultura.

-Tiene V. razon; pero esa culpa no debemos achacarla á los brazos, sino á las cabezas.

-Justamente, y á ellas es á quienes me refiero. Para concluir mis noticias respecto de este sitio, les diré que, en 25 de enero de 1826 se dió la Real órden titulando á este sitio la Isabela, en memoria de su iniciadora, concediéndosele las mismas prerogativas de que disfrutan los demás sitios reales.

-Perfectamente, Sr. D. Cleto, es V. por todos estilos inapreciable.

-¿Y ya no tenemos nada mas que ver aquí?-preguntó Castro, que deseaba regresar á Guadalajara.

-No, señores.

-¿Dónde vamos ahora?-dijo Azara.

-Si Vds. quieren vamos á Pastrana, ya que estamos aquí, y aprovecharémos la carretera, pues para todos los demás puntos de la provincia creo que irémos mejor á caballo.

-Como V. guste.

-Pues, á hacer nuestros preparativos, y á Sacedon á coger el coche.

Y nuestros amigos, con arreglo á esta decision, abandonaron algunas horas despues la Isabela.

XVI.

Pastrana. Su posicion geográfica. —Estado actual.

Una vez en Sacedon, nuestros viajeros no se detuvieron mas que el tiempo suficiente para tomar los asientos en la diligencia que habia de conducirles á Pastrana. -¿Es partido judicial tambien?-preguntó Pravia á su buen cicerone, refiriéndose á la poblacion donde iban.

-Sí, señor; y de entrada, lo mismo que el de Sacedon. Recorrerémos sucesivamente Brihuega, Cifuentes y Tamajon, y Vds. al dirigirse hácia Zaragoza se detendrán en Sigüenza, que es el otro partido judicial.

-A V. hemos confiado la direccion, y lo que haga y lo que disponga está bien

hecho.

Durante el viaje fueron los cuatro amigos y su complaciente guia ocupándose, tanto del mal estado en que se encontraban los caminos de la provincia, cuanto del mal de que adolecian en general todos los pueblos de España, que era la misma falta de buenas comunicaciones entre sí.

Pastrana, situada al extremo meridional de la provincia, confina por la parte N., con los límites de Guadalajara y Brihuega; por el S., con los de Tarancon, que pertenecen á la provincia de Cuenca, y los de Chinchon que se encuentran en la de

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