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-Y el gobierno de la ciudad ¿á cargo de quién estaba ?

-Los reyes católicos suprimieron los cuatro alcaldes que existian, nombrando un corregidor cuyos poderes discrecionales dieron lugar á consecuencia de los abusos cometidos en 1507 por D. Felipe Vazquez de Acuña, que á la sazon desempeñaba aquel cargo, á que D. Diego Hurtado de Mendoza le arrojase de la poblacion, reponiendo otra vez los cuatro alcaldes que habia.

-Y en la época de las comunidades ¿qué papel desempeñó esta ciudad?

-¡Oh! respecto á eso hay un gran episodio que me ha servido de base para una leyenda, que con algunas otras tengo escritas en mis ratos de ocio.

-Ya nos las hará V. conocer.

-Sí, señores. D. Luis Carrillo de Albornoz, al ver que caballeros como Padilla y otros se ponian al frente de aquel movimiento, que no iba contra el Monarca, sino contra la turba de flamencos que estaban vejando al país, mostróse partidario tambien de la sublevacion, pero presto se arrepintió, y entonces los plebeyos que tomaron parte activa en el motin capitaneándole, se insolentaron en tales términos, que obligaron á su enérgica consorte D.' Inés Barrientos á que vengara no solamente los ultrajes de su esposo, sí que tambien pusiera coto á los desmanes de la plebe.

-¿De qué modo?

-Convidó á cenar á los dos indivíduos, cabezas de la insurreccion, y despues de una cena magnífica y cuando ya los vapores del vino comenzaron á producir sus efectos, los servidores que tenia prevenidos la dama, lanzáronse sobre ellos, los degollaron y colgaron sus cadáveres de las ventanas del palacio.

-¿Qué hizo el pueblo al verlos?

-Enmudecer de espanto en el primer momento, y lanzarse despues á cometer muchos desmanes en venganza de aquellas muertes.

-Terrible albur jugó aquella señora.

-Dominó á la multitud, se la impuso por medio de aquel atrevido rasgo, y aun cuando se realizaron tropelías, nadie tuvo valor para arrojarse sobre su casa y castigar á los autores de semejante justicia.

-¿Dónde tuvo lugar el hecho ?

-En unas casas que existian en las cercanías de la iglesia de san Juan.

-Ya pocas incidencias podrian ocurrir en Cuenca, porque tras el período de las Comunidades atravesó España por un largo espacio de paz.

-Si; ya

hasta la guerra de sucesion estuvo libre nuestro suelo de las turbulencias y motines de que tan preñadas están las anteriores épocas. Todo ese período lo empleó Cuenca en engrandecerse y en fomentar sus elementos de prosperidad y de riqueza. -¿Pues qué hizo?

-Felipe II la visitó en 1564, su hijo Felipe III en 1604, y Felipe IV, al dirigirse hácia Cataluña en 1642, permaneció en ella tambien durante algun tiempo. Ya entonces el vecindario habia disminuido algo, pero en cambio la industria en todas sus manifestaciones florecia de un modo extraordinario. Poseia la ciudad sus estudios, tanto eclesiásticos como civiles, Felipe IV hizo trasladar á sus expensas la casa de moneda al

edificio situado á la orilla del Júcar, construido por José de Arroyo y Luis de Arriaga; sus imprentas estaban funcionando constantemente; las industrias, tintorera, alfarera y de tejidos de lana, estaban en su apogeo, y los ganados eran mas numerosos porque tambien los montes estaban mas poblados.

-¿Pero y la poblacion cómo podia contener tanta gente dentro de sus murallas? -Muy sencillo; las calles eran mas estrechas y las plazas eran sumamente escasas, tanto, que yo he visto un documento del año 1397, en el cual solamente se habla de dos, que eran, la llamada de La Picota, sin duda porque allí existiria ese suplicio, y la otra la de san Andrés. Y tengan Vds. en cuenta que el vecindario, especialmente en el siglo XVI, era crecidísimo, en términos que en esta ciudad que hoy apenas cuenta una docena de posadas, habia entonces treinta y cuatro mesones.

-Parece imposible que tanto pueda decaer una poblacion.

-Sí, señores. Entonces la mayor parte de la nobleza residia en las poblaciones donde radicaban sus casas solariegas, y al abrigo de estas y bajo su proteccion crecian y se desarrollaban multitud de industrias. Hoy por el contrario, aquellas familias residen en la corte, y mas se trata de proteger las industrias estranjeras que las nacionales, así es que en las capitales de provincia, con muy raras escepciones, solo viven las clases medias, la multitud de empleados que nuestro actual sistema de administracion exige, las guarniciones y los agricultores, segun las condiciones que puedan tener los terrenos.

-Es una verdad.

-Los tres Felipes quedaron prendados de la ciudad de Cuenca, y la protegieron en cuanto les fue posible. Posteriormente la desastrosa guerra de sucesion vino á darla un golpe terrible.

-¿Acaso mostróse partidaria del Archiduque?

-No tal; ni un instante se apartó de su fidelidad á Felipe V. -¿Entonces?...

-El marqués de las Minas, general, como recordarán Vds., del Archiduque, y el conde de la Corzana, hicieron cuanto les fue posible por reducirla por medio de la persuasion para que abandonase la causa del legítimo Rey, pero la noble ciudad envió las cartas que sobre este particular se la dirigian á Felipe V, que estaba á la sazon en Jadraque, incurriendo, como es consiguiente, en el enojo de los aliados.

-Que la castigarian cruelmente.

-Ya lo creo. Felipe ofreció á los vecinos de Cuenca socorrerles inmediatamente, y con esta seguridad no solamente desecharon las proposiciones de los austríacos, si que tambien se aprestaron á la defensa levantando varios cuerpos de milicia que aprendieron el manejo de las armas por medio de los oficiales que el mismo Rey les mandó. -Ya era un mal ser tropas tan bisoñas para habérselas con las aguerridas de los aliados.

-Y aun así, á tener artillería tal vez no hubiesen estos conseguido nada; pero carecian de este elemento, y aunque resistieron valerosamente las primeras intimaciones hechas por el general Hugo de Wildham que fue con un cuerpo de ejército á tomarla,

haciéndole créer con sus descargas de fusilería que tenian grandes medios de defensa, no pudieron impedir que pusiera seis cañones y dos morteros en batería, y que arruinase gran parte de la poblacion con sus certeros disparos.

-Terrible prueba á la que acababa de someterse la desventurada poblacion-exclamó Sacanell. .

-Que no podria resistirla - añadió Pravia.

-Justamente; mientras los noveles soldados creyeron que solo tenian que habérselas con iguales armas, resistieron valerosamente y hallábanse dispuestos á sostenerse hasta el último trance, mas desde el momento en que la superioridad se mostró de una manera tan lamentable, decayeron de ánimo y bien pronto se firmó la capitulacion. -¿Y qué suerte tuvieron los defensores de Cuenca ?

-Quedaron prisioneros de guerra y fueron conducidos á Valencia.

-De manera que se proclamaria tambien al Archiduque en esta poblacion. -Sí, bajo la presion del miedo, mas no de voluntad, y prueba de ello que cuando Felipe V hizo un amago sobre la plaza, los dos mil hombres de tropas aliadas que habia en ella, no creyéndose seguros, mas por el espíritu del vecindario que por las tropas que les asediaban, diéronse prisa á rendirse, quedando prisioneras.

-Ya contribuiria poderosamente este hecho para el posterior decaimiento de la poblacion.

-Puede decirse que allí verdaderamente dió principio.

-Es natural; multitud de familias saldrian de la ciudad.

-Además, ya asegurada la casa de Borbon en España, mas fastuosa que la de Austria, atrajo á su derredor la mayor parte de la nobleza de provincias.

―Y en la época moderna ¿cuál fue la suerte de Cuenca ?

-Desdichadísima. Precisamente estábale reservado á este siglo hacerla pasar por terribles amarguras.

-¡Cómo !

-Los franceses llevaron á cabo en esta ciudad hazañas de esas que tan tristemente célebres les hicieron durante la famosa guerra de la Independencia.

-Es verdad; ahora recuerdo que nos habló V. de varias alhajas robadas durante aquel tiempo.

—Sí, señores; Cuenca, como todas las poblaciones españolas, recibió á los extranjeros mas bien con hostilidad que con afecto.

-Y así era lo natural, máxime si ya habia pasado la memorable jornada del 2 de mayo en Madrid.

Justamente; cuando por primera vez llegaron á Cuenca, era en el mes de junio de aquel mismo año de 1808. El mariscal Moncey se dirigia á Valencia, y con este motivo la visitó.

-¿Y qué hizo la poblacion ?

-Acogerle con tal frialdad, que no pudo quedarle ninguna duda de la aversion que inspiraba.

-Lo cual le obligaria á cometer algun atropello & no es así?

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-No, señor; estos quedaban reservados para los que le sucedieron en aquellas visitas.

-¿Quiénes fueron ?

-El general Calincourt, al mes siguiente dirigióse con su division á apoyar á Moncey. Al aproximarse á la poblacion, una partida de guerrilleros de los muchos que por todas las montañas andaban, le hizo fuego, causándole algunas bajas.

-¿Y acaso tomó pretesto de semejante hecho?...

—Sí, señores; esto le bastó para dar la órden de que la poblacion fuera entrada

á saco.

-¡Qué atrocidad !

-Mayor fue la de recibir á cañonazos á los regidores de la ciudad que con bandera blanca salieron á pedirle que contuviera á la desenfrenada soldadesca.

-Pero eso era escesivamente inícuo.

-Todo cuanto se hizo en aquella guerra participaba del mismo carácter.
-Y seria grande el destrozo que causarian.

-Calculen Vds. que el vecindario huyó aterrado á las sierras vecinas, quedando solamente aquí cinco comunidades religiosas, y los ancianos y enfermos que no pudieron ser conducidos á las montañas, y sobre estos infelices se cebó de tal modo la villana soldadesca, que un venerable sacerdote llamado D. Antonio Lorenzo Urban, de 83 años de edad, fue herido cruelmente, despues de haber visto como le arrebataban su modesto peculio que pertenecia á los pobres. En el mismo caso se halló tambien un religioso franciscano, el P. Gaspar Navarro, á quien atormentaron horriblemente para que entregase tesoros que no poseia. Si á referirles fuera una por una todas las hazañas de aquellos soldados, no acabaria en un buen espacio. En fin, se cometieron todos los atropellos, todas las villanías que son consiguientes á un saqueo.

-Qué terribles momentos serian los que seguirian á la vuelta de los habitantes. -Calculen Vds.; los desdichados apenas habian podido retirar algunos objetos de valor, y todavía podian considerarse dichosos con haber salvado la vida.

-Cara les costó la entrada de los franceses.

-Pues todavía no terminaron con esta visita las amarguras de esta infortunada ciudad.

-¿Qué quiere V. decir?

-Que los franceses volvieron á Cuenca en junio de 1810, y sin que nadie les hostilizara en la poblacion, llevaron el saqueo y el pillaje al extremo de desenterrar los cadáveres buscando pretendidos tesoros, incendiando edificios y superando finalmente á sus antecesores si cabia poderles superar.

-¡Caramba! sabe V. que es horrible eso.

Cuenca ha podido conservar y conserva recuerdos muy tristes de aquella época. -¿Y volvieron alguna otra vez durante la campaña ?

-Sí, señor, y repitieron las anteriores escenas aun cuando en menor escala, porque capitales y personas habian desaparecido, dirigiéndose muchas familias á Madrid. -Gran parte tendrian esas escenas en el decrecimiento de la poblacion.

-Es natural. Así fue que Cuenca saludó alborozada la salida definitiva de las tropas francesas de España, pero ¡ay! ya tenia la herida mortal en el corazon; las familias arruinadas, los capitales que se habian alejado, los vecinos que fueron á establecerse en otros sitios ya no volvian, ya no podian prestarle la vida y la animacion de que disfrutara.

-Es muy cierto.

-Y en las revueltas y trastornos que tanto han empobrecido nuestro país desde la vuelta de Fernando VII hasta el dia, tambien Cuenca habrá participado ¿no es cierto?

-Se ha resentido, mas no ha tomado parte activa. La guerra civil afectóla como afectaba á toda la nacion, mas leal siempre al soberano lejítimo y sin una gran importancia estratégica para los beligerantes, sufrió la miseria, la escasez, el decaimiento consiguiente á semejantes acontecimientos, pero nada mas. Ahora en cuanto á esa série de pronunciamientos y motines que tanto se han prodigado en España, ha seguido el ejemplo de otras provincias, mas no con gran entusiasmo ni decision; las desventuras que ha sufrido han amortiguado su entusiasmo, y hoy únicamente apetece paz y tranquilidad para poder fomentar la única industria que la queda, que es la agrícola.

-Verdaderamente que las discordias civiles y las guerras extranjeras destruyen ó debilitan cuando menos todos los gérmenes de riqueza de un pueblo.

-Todas esas causas han traido á Cuenca al estado en que hoy la ven Vds., cuando por lo que les he referido habrán debido comprender la importancia que tenia en otras épocas.

-Desde luego.

-Hoy por carecer, hasta carece de ese carácter tradicional que tienen otras poblaciones antiguas. Sus templos están renovados con tan poco gusto como arte, sus casas solariegas han desaparecido, su murado barrio del alcázar, arruinado, una poblacion moderna brota afuera de sus aportillados muros, y en resúmen, por do quiera ve V. las huellas del presente que ha deshecho ó deslucido todo el pasado.

-Dice V. bien; corta es la compensacion que el viajero encuentra despues de un viaje penoso. Pintorescas perspectivas, originalidad en la construccion de la ciudad, y recuerdos, pero nada mas que recuerdos.

-Eso encontrarémos tambien en otras muchas ciudades; nuestra nacion, señores, era un vasto museo, así como un manantial de inagotable riqueza por su suelo y por las condiciones especiales que posee; pero el primero nos le han destruido los ignorantes restauradores ó los vandálicos soldados, y el segundo nos le esterilizan y nos le hacen improductivo la inquietud, el malestar, las ambiciones y la falta de interés.

-Así es, D. Cleto, y lo mas deplorable es, que nosotros que así lo comprendemos, no podemos remediarlo.

-¡Oh! es que no solamente ya son culpables los que debian y no lo hacen, lo es toda la nacion que no llega á comprender sus propios intereses, que se deja flevar por ilusorias albaracas y que imita en su apática indiferencia á aquellos que tenian el deber de darla ejemplo.

-¿Y qué ha de hacer la nacion?

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