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Desde los primeros momentos quedó arrollada nuestra derecha, y los soldados que estaban en Tribaldos arrojados de allí.

En esas alturas que ven Vds., se apoyaba la izquierda nuestra, pero hubo la imprevision de poner poca gente en ella, no se la reforzó á tiempo, y cuando Senra trató de hacerlo ya era tarde; por ambos costados nos arrollaban y pronto recibimos órden de marchar contra el enemigo que amenazaba envolvernos por completo.

A paso de carga nos arrojamos contra él, mas todos nuestros esfuerzos fueron inútiles.

Nuestro general Venegas, que se encontraba indispuesto, cargó sin embargo, poniéndose á nuestra cabeza; pero una fuerte contusion que recibió y la certeza de nuestra derrota le obligaron á retirarse, haciéndolo nosotros en direccion á Carrascosa, donde tropezamos con la division francesa de Ruffin, que obligó á cási toda la fuerza á rendirse.

Yo y conmigo otros compañeros que conocíamos el terreno, pudimos escapar. Los tres cuerpos de caballería que estaban al mando del marqués de Albudeite quedaron destrozados, muriendo el mismo jefe que los mandaba.

Únicamente en medio de aquel desastre conservó alguna serenidad D. Pedro Agustin Giron, el cual pudo salvar algunos regimientos, y recogiendo bastantes dispersos pudimos reunirnos poco despues con el duque del Infantado que, con su lentitud acostumbrada, llegaba ya tarde para prestarnos socorro.

Pero señores, grande fue nuestra derrota y grande el quebranto que nuestras armas sufrieron aquel dia (1), mas en nada puede compararse con la desgraciada suerte que tuvo esta villa, que desde entonces, no ha vuelto á levantar cabeza.

Los soldados franceses, aquellos soldados que venian mandados por generales tan entendidos y tan bravos, penetraron en esta rica poblacion y no hubo tormento que no inventaran para conseguir que los infélices vecinos les descubrieran el sitio en que guardaban sus ahorros.

Cogíanles, y poniéndoles las aguaderas como bestias de carga, hacinaban sobre ellos los muebles que constituian sus modestos ajuares y hacíanles que los condujesen á los sitios mas elevados, donde formaban hogueras con ellos.

Ni el sagrado de los conventos fue respetado por ellos, atraillaron sesenta y nueve personas entre las que habia frailes y monjas y pinchándoles con las bayonetas condujéronles á la carnicería donde los degollaron.

Pero sobre todo lo que mas horroriza, lo que indigna mas, lo que no puede olvidarse es el infame abuso que hicieron aquellos miserables en trescientas mujeres que habian ido reuniendo y acorralado y cuyos clamores acallaron despues de ejercer respecto á ellas la mas inícua violencia, quemándolas vivas.

-¡Qué horror! —exclamaron nuestros amigos no pudiendo contenerse mas.

(1) El parte del mariscal Jourdan al mayor general francés refiriéndose á esta accion fechado en 20 de enero, dice que la columna de prisioneros hechos en Uclés llegada á Madrid en aquel día, estaba compuesta de cuatro generales, diez y siete coroneles, diez y seis tenientes coroneies, doscientos noventa oficiales y cinco mil cuatrocientos sesenta individuos de la clase de tropa.

-Sí, señores, ese fue el proceder de los soldados de la gran nacion, de los mas civilizados, -repuso D. Cleto.

Pero eso es inícuo.

-Inícuas fueron todas sus acciones é imposible parece que esas páginas tan sangrientas puedan borrarse de la mente de nuestros hijos, -añadió el octogenario anciano.

-¿Y no habia un jefe que enfrenase á aquella canalla?

--

– Que habia de haber, cuando para encender su ardor, para que con mas ardimiento se arrojasen al combate se les ofrecia semejante pillaje.

-Eso es indigno de un ejército.

-Harto lo sabemos, pero ello es que se hacia y cuanta mayor traban mas terribles eran las escenas que cometian.

resistencia encon

Uclés, desde entonces dejó de ser lo que habia sido, sus casas quedaron arruinadas, multitud de familias extinguidas y las que pudieron sobrevivir, á tan espantosa catástrofe huyeron de una poblacion que tan tristes recuerdos conservaba.

XXXVIII.

Tarancon.-Su estado actual.-Recuerdos históricos.

Adquiridas por nuestros viajeros cuantas noticias hemos referido respecto á Uclés decidieron visitar á Tarancon, á cuyo partido judicial pertenece aquella villa y en consecuencia pusiéronse en camino, dando término en poco tiempo á la jornada, pues solo dos leguas separan un punto de otro.

Como salieron algo tarde del primero llegaron al segundo al ponerse el sol, decidiendo por lo tanto, no empezar sus investigaciones hasta el cercano dia; aprovechemos nosotros su descanso para dar á nuestros lectores algunas noticias respecto á la poblacion.

Tarancon es una villa con Ayuntamiento y cabeza de partido judicial que lleva su mismo nombre, confinante por el N. con Legamiel y Barajas de Melo; por el E. con Huelves y Tribaldos; por el S. con Acebron y Fuente de Pedro Navarro; y con Santa Cruz de la Zarza, Zarza de Tajo y Belinchon por el O.

Pertenece a la provincia y diócesis de Cuenca, de la que dista trece leguas; á la capitanía general de Castilla la Nueva, y á la audiencia territorial de Albacete; separándole de este punto veinticuatro leguas y otras trece de la capital del reino.

Situada en la parte O. de la provincia en un llano, y pasando por ella las carreteras de Madrid á Cuenca y Valencia, gozą de gran ventilacion y de un clima sano y templado.

Su terreno es en parte llano y en parte accidentado, hallándose en la parte N. O. tres cerros denominados de Villarejo, Ontanilla y Cabeza gorda.

En mil doscientas puede fijarse el número de sus casas, habitadas por otros tantos vecinos y unas cuatro mil quinientas almas.

El partido judicial de entrada que lleva su nombre, segun ya hemos dicho y que está limitado al N. por el de Pastrana; al E. por el de Huete; y al S. y O. por los de Belmonte y Chinchon respectivamente; goza de idénticas condiciones climatológicas que la villa oscureciendo solo su, por lo general, despejada atmósfera, algunas nieblas, bastante densas á la verdad, que suelen ocurrir en el invierno.

Omitimos las restantes particularidades tanto de la poblacion como del partido porque ya nos las revelarán á su tiempo D. Cleto y sus amigos.

Levantóse Azara á la mañana siguiente de su llegada á la villa y como sus compañeros aun durmieran, apresuróse á despertarles, diciendo:

-Arriba, perezosos. ¿Os parece que podemos perder mucho tiempo en Tarancon? -Y en una posada, - añadió Castro bostezando, donde brillan por su ausencia el desahogo y la limpieza.

Despertado D. Cleto á tiempo para oir estas palabras, exclamó:

-No se quejaria V. de eso si hubiéramos llegado mas temprano; pues para escojer hay, no solo otras cuatro posadas, sino un excelente parador, que reune cuantas comodidades puedan apetecerse: pero como vinimos cási de noche y con ganas de descansar, hice á Vds. entrar en el primer punto que encontré á mano, aunque ignorando á la verdad que fuese tan malo.

-¡Bah!-dijo el catalan,-una mala noche pronto pasa y con trasladar á otra parte hoy mismo nuestros lares y penates, asunto concluido.

-Estoy conforme contigo, observó Pravia, pero creo que tú lo estarás conmigo tambien en que hace una hora que podíamos haber salido á recorrer la poblacion, y admirar sus monumentos.

-Pocos son á la verdad, dijo D. Cleto,-Tarancon es una villa que, aunque remonta su antigüedad al reinado de Wamba por lo menos, no conserva recuerdo alguno de las dominaciones goda, árabe, ni aun cristiana y debe todas cuantas mejoras se han hecho en ella, modernamente, al Sr. Duque de Riánsares, esposo de D.' María Cristina.

-Loable es que los que se hallan en posicion para ello, protejan al pueblo donde vieron la primera luz y tanto mas, cuanto que no es, desgraciadamente, muy comun. -Por el contrario, hay muchos que elevados generalmente á impulsos del azar, se envanecen tanto que desdeñan á los que un tiempo fueron sus amigos de infancia. -Por amor de Dios, amigo Castro y amigo Azara, vuestras disertaciones son muy amenas é instructivas pero nos hacen perder un tiempo precioso.

-Tienes razon, Pravia, -exclamaron ambos.

Y acabando de arreglarse apresuradamente salieron todos à la calle, dirigiendo sus pasos hacia la iglesia parroquial llamada de Nuestra Señora de la Asuncion.

Por el camino, D. Cleto, prosiguiendo en la tarea de cicerone que voluntariamente se habia impuesto, dió á los cuatro amigos las noticias generales acerca de la poblacion que ya conocen nuestros lectores y de este modo llegaron frente al templo, cuya vista hizo exclamar á Azara:

-¡Hombre bonita iglesia,

—Sí, en verdad, - contestaron sus compañeros.

Es de lo mejor que la villa encierra. Su arquitectura, aunque sencilla, es de buen gusto y en su interior encierra algunas obras de arte de bastante mérito. Pero esto, añadió D. Cleto, -pueden Vds. apreciarlo mejor por sí mismos que por mis explicaciones, por lo tanto, vamos á entrar, ya que tiempo no nos falta.

Y efectivamente penetraron en la iglesia, donde hallaron al teniente de la parroquia que con gran amabilidad se brindó á acompañarles, y lo hizo en efecto, mostrándoles cuanto de notable hay en su recinto é informándoles de que para el servicio de ella habia, además de él, un cura y dos beneficiados.

Prendados salieron nuestros viajeros de la servicialidad y finura del citado teniente. al que dieron las gracias por sus atenciones y una vez en la calle, exclamó Pravia: -¡Qué hombre tan amable! os aseguro que me ha dejado prendado. -Y á mí, -dijo Castro.

-Y á mí, - añadieron los otros.

-¿Dónde dirigimos ahora nuestros pasos?

-Yo bien sé donde los dirigiria de buena gana,—dijo Castro suspirando.

Sus amigos soltaron la carcajada y Azara dijo:

-¿Cuánto apostamos á que Venus vence á Minerva y tenemos que continuar el viaje Sacanell, Pravia y yo?

-Que exajérados sois; no se puede decir nada delante de vosotros.

D. Cleto que durante esta pequeña disputa se habia contentado con sonreirse de las maliciosas frases del aragonés, dijo, oidas las últimas palabras de Castro, y como para terminar el incidente:

-Si les parece á Vds., visitarémos la iglesia del exconvento de Capuchinos, el hospital y el palacio del Duque de Riánsares con lo que terminarémos de ver cuanto de particular hay en el interior de la poblacion.

que

-Como V. quiera.

Y se dirigieron efectivamente hácia el primer edificio.

En el camino chocó mucho á nuestros amigos la gran aglomeracion de personas

al rededor de una fuente habia y así se lo manifestaron á D. Cleto.

-No es de extrañar,—dijo este, si se atiende á que en el casco de la villa es la única que hay, y aun gracias á que el Duque de Riánsares costeó la colocacion de una bomba en el pozo público llamado de Ojicos, que sobreviene á las necesidades de bastante vecindario.

-¿Qué ruido es ese?-interrogó Pravia, escuchando una no lejana gritería infantil. -Serán los niños que van á la escuela.

-Á juzgar por la bulla que meten, deben ser muchos.

-Bastantes, pues es la sola escuela pública que hay para niños. Las niñas tienen tambien otra pero es menos concurrida y no retribuida por el Ayuntamiento como la primera, que además goza de una pension anual, producto de una manda particular. Una casa de mejor apariencia que las demás suscitó una nueva exclamacion del gallego.

-¡Buena casa!

-Sobre todo comparada con las demás,-añadió D. Cleto,- pertenece á D. Andrés Salcedo y no carece de cierta importancia histórica, pues en ella se hospedó el Pretendiente cuando en 1837 se dirigia hácia Madrid.

En esto llegaron todos frente á la antigua morada de los frailes capuchinos que recorrieron rápidamente, pues se les hacia tarde, llamándoles sobre todo la atencion una imágen de Ntra. Sra. de la Concepcion, á causa, no de su valor material, sino del artístico.

Á la visita del convento siguieron, segun habia dicho D. Cleto, las del hospital y palacio del Duque de Riánsares, admirando en el primero, nuestros amigos, su buena distribucion, el órden y limpieza en los diversos departamentos y su no despreciable fachada, y en el segundo, su elegante arquitectura y el lujo y magnificencia de sus habitaciones, que trajeron á la memoria de los compañeros de D. Cleto las elegantes moradas del Paseo de Recoletos de Madrid.

Desde este último punto se dirigieron á la posada rendidos de cansancio, no obstante el cual, despues de haber comido y tras un rato de sobremesa en que abundaron los recuerdos de Guadalajara y sus habitantes por parte del enamorado andaluz, las pullas é indirectas de sus amigos y las bondadosas frases de D. Cleto, dijo este:

-¿Se atreverian Vds. á dar un paseo por las afueras?

-Por nosotros no hay inconveniente.

·Pero,―objetó el prudente catalan, -V. tal vez necesite algun descanso. -¡Oh! Yo, aunque viejo, soy fuerte como un roble; por lo tanto si ese es el solo inconveniente, podemos cuando Vds. gusten continuar nuestras correrías.

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Y tomando de nuevo sus sombreros, dirigiéronse á buscar la salida de la villa por su parte E. por donde penetra en ella el rio Riánsares y fueron circunvalándola hasta llegar cási á dar vista á los cerros de Villarejo, Ontanilla y Cabeza gorda que ya hemos nombrado.

Por el camino hallaron un labriego con quien trabaron conversacion y como natural del país, pudo informarles minuciosamente de todo su distrito.

De las noticias que les dió, con la rudeza natural de todos los campesinos, sacaron en limpio nuestros amigos que el terreno era muy feraz, siendo sus producciones principales el trigo, la cebada, el centeno, la avena y otras varias legumbres; pero sobre todo, estriba su principal produccion en el vino que se cosecha en número de ochenta mil arrobas próximamente. Informóles tambien de que todos los jueves habia un mercado bastante concurrido, no solo por los habitantes de la villa, sino por los de los pueblos inmediatos.

Con estas pláticas y alabando lo pintoresco de algunos puntos de los que habian recorrido, entre los que les llamó mucho la atencion el gran número de viñedos y olivares situados al S. O. de la villa, y perteneciente en parte à una posesion del ya ciá tado Duque de Riánsares, tornaron de nuevo à la posada y escarmentados con lo sucedido en la noche anterior, trasladaron, segun la expresion de Sacanell, sus lares y

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