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honestas, «por un prendedero de paño bermejo de tres dedos de ancho, puesto sobre el tocado.>>

De esta misma ciudad sacó aquel Rey gran número de caballeros que le acompañaron á la guerra de Portugal, pereciendo todos en la memorable batalla de Aljubarrota tan contraria á las armas castellanas.

Juan Ramirez de Arellano, señor de los Cameros, era quien iba mandando la hueste de sorianos y riojanos y todos cumplieron como buenos.

Uno solo de entre ellos pudo volver con vida á Soria, y es fama que al verle llegar su padre y saber de sus labios la terrible nueva de tan gran desastre, echando mano á la daga le dijo : — Hijo non es posible que vos entráredes á pelear en la batalla donde tanto bueno quedó; non deviades vos aca venir.» y al pronunciar estas frases le atravesó el pecho con el arma que blandia.

Largo tiempo permaneció preso en el castillo de Soria el infante D. Juan hijo del rey D. Pedro y de D. Juana de Castro.

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Envuelta en el mas oscuro misterio existe la vida de este desdichado hijo del rey de Castilla, sin que las mas repetidas investigaciones hayan podido esclarecerlo.

Preso á su vuelta de Inglaterra, fue encerrado en el castillo indicado bajo la guarda de D. Beltran de Eril, con cuya hija llamada D. Elvira, se casó, muriendo en la prision, siendo enterrado en la iglesia de San Pedro hasta que fueron sus restos trasladados al convento de Santo Domingo el Real de Madrid.

De nuevas talas fue la víctima la comarca de Soria en el año de 1429. El rey de Aragon penetró por ella con su ejército y hasta que en 1435 se avistaron el monarca de Castilla y su hermana la reina de Aragon, no se ajustaron las paces entre ambos reinos, cesando por entonces los desastres que sufrieran las tierras de Soria.

Doce años mas tarde de nuevo penetraron los aragoneses en aquellos campos, apoderándose de la fortaleza de Peña de Alcázar, lo que obligó al Monarca castellano á apercibirse para rechazar semejante agresion, dirigiéndose á Soria con numerosa hueste.

Felizmente pudo evitarse la guerra que parecia inminente y los sorianos respirar con alguna mas tranquilidad que hasta entonces.

Mas á falta de las perturbaciones extrañas hubieron de sufrir las propias, que en época como la que vamos recorriendo, no podian por largo espacio reposar los pueblos, si no les agitaban las guerras con los monarcas vecinos, nunca faltaba un magnate que, ó bien se pusiera en armas contra su legítimo señor, ó bien á fuerza de exacciones y atropellos, vejara á las poblaciones que tuviera á su cargo.

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Respecto á Soria, tocóle esta desgracia con su gobernador Juan de Luna sobrino del condestable D. Alvaro decapitado algunos años antes en Valladolid.

Cargados ya de tributos los sorianos, impúsoles otro nuevo el gobernador, oponiéndose con tanta justicia como resolucion Hernan Martin de San Clemente, fiel de Soria y su tierra, mirando en pro de los sagrados intereses que le estaban confiados.

Agriáronse las cuestiones entre ambos y el resultado fue que valiéndose el de Luna de un bribon llamado Juan Barnuevo, el cual reunió un centenar de villanos como él,

asesinó al procurador Hernan Martin, à un hijo suyo (1) y cometió otra porcion de desmanes y tropelías en la ciudad, de las cuales conservaron recuerdo por mucho tiempo los sorianos.

Mas no quedaron sin castigo los culpables.

Sus parientes, la ciudad entera, demandaron justicia al rey D. Enrique IV y él

(1) Un proceso incoado con este motivo y que el ilustrado autor de la historia de Soria publicada en La Crónica general de España, ha tenido ocasion de ver, refiere aquel hecho con tanta sencillez como verdad. Esto nos mueve á copiar íntegro el período á que en la obra mencionada, se refiere el Sr. Perez Rioja. Dice así:

«Martes 11 de Henero de 1439 años entre las doce y una estando todos durmiendo en sus casas, entró Juan de Barnuevo con 100 hombres en Soria y fuése derecho á casa Hernan Martinez de San Clemente, y cercandosela, dió con las puertas en tierra y encendiendo luces, se fué para el aposento donde dormia Hernan Martinez de San Clemente (que era ya viejo y biudo), diò golpes à la puerta diciendole que abriese, y declarandole como era Juan de Barnuevo; respondió que le esperase mientras se echaba una ropa, y empuñando una espada abrió, y vista la gente, preguntó al Juan de Barnuevo qué queria. Él le respondió, no tenga pena buesa merced que no es nada. Y el Hernan Martinez de San Clemente le replicó; pues hazed lo que quisiéredes. Y el Juan de Barnuevo, le puso guarda de los que consigo llebava, y con el resto de la gente, se vino la calle abaxo á casa de Lope de San Clemente su hijo, que era la primera, y hallando abierta la puerta de la calle, que un azemilero suyo avia madrugado á yr por leña, y se dejó la puerta así, y pareciéndole al Juan de Barnuevo que los avia sentido alli, pasaron á la casa del hermano que fué la de Alonso de San Clemente, hallaron cerradas las puertas y al ruido que tenian en la calle ( dice el testigo) que dispertó un criado de casa, y desde la ventana les dixo: á ellos, á ellos que mas somos que ellos, y les arroxó un tizon con lumbre, y fué corriendo al punto de su señor adarle aviso de como quedavan haciendo fuerza para hechar las puertas en tierra. El Alonso de San Clemente se levantó, y ya estaba la gente dentro, y encendieron hachas y candelas para entrar por la casa, y al entrar ellos en el patio, el Alonso de San Clemente se pasaron por un agujero à otra casa vecina, y los enemigos, como acertaran á verles fuéron tras él, y le cogieron y declara el testigo que hazia luna clara y que desde una ventana vió como sacaron á la calle á Alonso de San Clemente, y el Juan de Barnuevo hechó mano á un puñal y le fué á dar un golpe, mas tubóle el Alonso de San Clemente el brazo, y á esto acudió la otra gente y le dieron tres cuchilladas en el muslo derecho, y dijo el herido á vozes tres vezes (confesion) confesion; y luego el Juan de Barnuevo le dió una puñalada por la tetilla derecha, de la cual cayó en tierra, y alli le degolló el Barnuevo, y le dió otras dos puñaladas amantemente por la degolladura: dexándole muerto à la puerta de su casa, se entraron adentro y le quearon y robaron la casa y se llevaron quanto en ella avia, y testifica el dicho hombre que hallaron en plata cosa de quarenta marcos y en la caballeriza tres caballos de la brida é uno de la gineta é dos mulas de silla é tres azemilas é un asno, y que andando en el saco uno de los cien lacayos de Juan de Luna (que así los llamavan), quitó á su muger del Alonso de San Clemente un'alayd de aljofar muy rico que trabya al cuello, que era lo mismo que sarta ó gargantilla, y ella le rogó que tomase el alayd y la matase, pero no la mató. Los criados de casa salieron á recoger el cuerpo de su señor, mas no se le dejaren meter los que estavan de guarda. Mientras esto pasava en casa de Alonso de San Clemente, su hermano Lope de San Clemente, viendo no ser parte para resistir á tanta gente, púsose en salvo, y dexó su casa al riesgo que la viniese y pasóse por un agujero á casa del Bachiller Calderon, y alli vinieron las monjas que avia en Santa Clara con color de que venian á consolar á la muger de Alonso de San Clemente, y miraron cual era la mas larga monja de las que allí avian venido, é desnudóse el hábito é vistieronsele á Lope de San Clemente y con asaz temor dellas seyendo á boca de noche llevaron así á su monasterio al Lope de San Clemente. Estas palabras son del testigo, el cual (dize) fué en hazer el agujero por donde se pasó Lope de San Clemente á casa del Bachiller Calderon, y en vestirle el hábito de la monja. Luego que Juan de Barnuevo hubo acabado con la casa de Alonso de San Clemente, vino á la de Lope de San Clemente para matarle, la cual estava cerca: y como no le hallaron, dieron saco á su casa, y de aquí se fuéron á la de Hernan Martinez de San Clemente su padre, en la cuan recogieron todo lo que de las otras avian robado, y dexando en guardello algunos lacayos, el Juan de Barnuevo con los demás llevó preso al Hernan Martinez de San Clemente á la Torre de la Puente, y lo pasó por delante del cuerpo difunto de Alonso de San Clemente su hijo, que le fué de grande dolor. «Despues de pasado el padre, dexaron el cuerpo á los criados para que le metiesen en casa, de donde se entiende que lo avian antes estorbado porque el padre le viese: ya á este tiempo era cerca del dia, y Juan de Barnuevo fué al castillo á dar cuenta á Juan de Luna de la maldad que avia hecho, y diziéndole como dexava en prision á Hernan Martinez de San Clemente; le dixo ¿ que por qué no le avia muerto, que a ese avia de matar el primero? A lo cual respondió el Juan de Barnuevo, que no tuviese pena, que bien se podia enmendar el yerro. Los cien lacayos á esta saçon estavan encastillados en las casas de Hernan Martinez de San Clemente que eran fuertes y con su torre de piedra, y en la de la iglesia de Sancto Thomé que está junto á ellas. Aquí se hizieron fuertes y repartieron el robo, que fue de muchas riquezas de joyas, de oro y de plata, de cosas de casa, especialmente de la casa de Hernan Martinez de San Clemente; el cual se estava en la Torre de la Puente aparexando para bien morir. Robaron tambien la casa del Arcediano de Soria; su hijo, y otras algunas. Venido el dia las monjas de Santa Clara y algunos religiosos padres de San Francisco fuéron rogar á doña Maria de Luna, muger del Juan del Luna, que recavase con su marido les diesen á Hernan Martinez de San Clemente, y una de las monjas que lo pedia era la Constanza de San Clemente, su hija. La respuesta que dió el Juan de Luna á su muger fué decir: que sí, que él les daria á Hernan Martinez de San Clemente, y hablando con Juan de Barnuevo le dixo que fuése á las Torres de 67

T. I.

mismo en persona acudió á Soria condenando á muerte á los que pudieron ser habidos de aquellos miserables.

Juan de Barnuevo pudo escapar por el momento, pero mas tarde murió á manos de aquellos mismos rufianes de quienes se valiera para su misma hazaña, en la batalla de Albarcuza.

En cuanto al principal autor de semejante villanía, D. Juan de Luna, al decir de las crónicas, no se quedó tampoco sin castigo, aun cuando suponemos que el que obtuvo, mas que dar una satisfaccion á la pública vindicta, fue para acallar la ambicion del marqués de Villena D Juan Pacheco.

Supónese que el Monarca mandóle llamar bajo el seguro de su palabra y ofreciéndole el perdon, mas cuando le tuvo en su poder, hizo que le prendiesen en una cacería haciéndole escoger entonces, entre perder la vida ó entregar las fortalezas de Soria y de San Esteban de Gornaz á D. Juan Pacheco que las deseaba.

Soria no consiguió en todo esto mas que cambiar de señor. A Luna sucedió Pacheco cuya ambicion y cuyas rebeldías fueron tan célebres en los reinados de D. Juan II y de su hijo Enrique IV.

El gran maestre de Calatrava que la poseia en 1470 se la cedió á su hermano, y poco tiempo despues pasó á poder de la corona, terminando con esto la parte histórica de nuestra ciudad durante la Edad media.

X.

Gobernacion de Soria durante la Edad Media.-Sus fiestas. - Los Doce Linajes.

Nada que mas claro demuestre el lustre y nobleza de la antigua Soria que la institucion de los Doce Linajes que tan importante papel jugaron en la Edad media tanto para el gobierno interior de la villa cuanto en las guerras que por aquel tan dilatado espacio ensangrentaron nuestro suelo.

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Ya hemos hablado en otro lugar de Fortun Lopez como el encargado de repoblar y defender á Soria, y fácil es comprender que a su lado acudirian algunos otros caballeros de noble estirpe y probados en los azares de la guerra.

De aquí se presume que data aquella institucion, pues este número de nobles creáronse el compromiso de defender la villa estando siempre dispuestos para combatir, y sosteniendo, aderezadas sus huestes, para defender el pueblo y las fronteras.

Doce fueron los indivíduos que constituyeron aquel robusto tronco, del cual brotaron tan poderosas ramas, obteniendo privilegios y concesiones, en completa armonía con el servicio que prestaban y la obligacion que se imponian.

Como su mision era no solamente la de defender aquella tierra si que tambien la

la Puente y matase á Hernan Martinez y muerto se le diese. El Juan de Barnuevo lo cumplió así porque fué á la Puente y le dió de puñaladas, y llegando allá por él su hija la monja con las religiosas y padres de San Francisco, y otras personas seglares, les sacaron muerto á Hernan Martinez de San Clemente y se le dieron. La hija y las monlas recibieron el cuerpo con gritos y llantos y le llevaron á su monasterio de Santa Clara, donde le enterraron en el chorro por causa de estar ocupada y tomada por los lacayos la iglesia de Sancto Thomé y no se poder enterrar en la capilla mayor que era suya. Cometido este delito Juan de Barnuevo y su gente se fuéron á Navarra.>>

de procurar su adelanto y el aumento de su poblacion, natural era que tomasen una representacion y participacion grande en su gobierno.

Este, le compusieron las dos comunidades representadas por la villa por medio de los alcaldes y los Doce Linajes por diputados nombrados de su mismo seno.

Mas tarde entraron en el gobierno de Soria los corregidores y regidores y entonces tuvieron participacion los tres estados en la direccion de los asuntos interiores de la poblacion.

Los Doce Linajes tenian el derecho de proveer las escribanías de la ciudad; elegir tres indivíduos del Ayuntamiento de su propio seno; la provision de regimientos y guardas de Valonsadero; la eleccion del alferez mayor de Soria y su provincia, el cual se llamaba el caballero del Pendon y era el que acompañado de la nobleza hacia la proclamacion de los reyes.

Iguales en categoría los Doce Linajes, llevaban las denominaciones siguientes:

El de los Chancilleres que representaba dos; el de los Morales que tambien eran otros dos denominados el uno, Somos Blancos, y Hondoneros ó Negros el otro; el de Martin Salvador, que tambien se dividia en dos con la distincion de Someros y Hondoneros; el de Santisteban ; el de D. Vela; el de Calatañazor; el de Santa Cruz; el de San Llorente y el de Barnuevo.

El Chanciller, nombrado tambien por los Doce Linajes, tenia á su cargo la revision y sello de los instrumentos públicos, teniendo bajo su custodia el sello de armas de la ciudad.

Cada uno de los Linajes tenia su iglesia particular donde celebraban sus cabildos ó reuniones y en la de San Miguel de Montenegro, que hoy ha desaparecido, era donde ténian las juntas generales.

En clase de administracion poseian la iglesia de San Lázaro con todas sus tierras de labor, además de otra porcion de heredamientos, montes, molinos y censos.

Merced á las grandes rentas que tenian, fundaron un hospital para recoger á los niños expósitos, haciendo otras varias obras de gran importancia.

Entre los privilegios de que disfrutaban, merece citarse el que les concedió Alfonso XIII de cien pares de arneses, sillas, escudos y capellinas, que cada monarca habia de darles al subir al trono.

Disfrutaron de este privilegio hasta los Reyes católicos, quienes le trocaron por la suma de 350,000 maravedís, los cuales cobraron hasta el reinado de Cárlos III.

Fernando IV el Emplazado, concedióles otro, en virtud del que se encomendaba á los Doce Linajes la guarda de los reyes en tiempo de guerra.

En la desdichada jornada de Alarcos salvaron la vida del Monarca, habiéndose portado valerosamente sucumbiendo en gran número, los mil doscientos caballeros hijosdalgo de la jurisdiccion de Soria que acudieron á aquel hecho de armas.

Como verdaderamente original, no podemos dejar pasar desapercibida la fiesta llamada de Las Calderas, cuyo inmemorial origen las hace doblemente dignas de llamar la atencion.

Indudablemente los elementos religioso, político y civil, aunados, tienen su parte esencial en el fundamento de esta diversion que durante algunos dias lleva la agitacion y el bullicio á la tranquila Soria, y que no puede menos de sorprender agradablemente al forastero.

Celébrase esta fiesta el primer domingo despues de san Juan, y la base de ella no puede ser mas original.

En su primitivo tiempo, los Jurados elegidos por cada cuadrilla, eran los que llevaban la iniciativa en esta diversion, hoy son los alcaldes de barrio, pues en estos se halla dividida la poblacion segun nuestro actual sistema de administracion económica y civil.

Prévio el permiso del Ayuntamiento reúnense para disponer las fiestas, adquirir fondos y formalizar sus cuentas con la cooperacion de los vecinos de sus respectivas cuadrillas.

Cuatro auxiliares á quienes llaman Cuatros, tiene á sus órdenes cada Jurado ó alcalde, y estos hacen las convocatorias y prestan otra clase de servicios mas inferiores.

Lo primero que cada jefe de barrio procura, es adquirir un toro para lidiarle en su dia, y reunidos los diez y seis, se dirigen á la dehesa para hacer la compra y lavar la lengua al toro, segun dicen.

Fácilmente se comprende que con esta expedicion da principio la fiesta.

La lavada de la lengua del toro, celébrase con grandes meriendas, y escogidas las reses, tráenlas á la plaza.

Hácese la prueba á presencia de la multitud y al dia siguiente son lidiados muriendo todos, menos uno que se rifa.

Aquella noche hay grandes bailes en la casa de cada uno de los Jurados, donde se ve el Santo titular, en un altar primorosamente adornado.

Al dia siguiente marchan las cuadrillas al campo en alegre romería, llevando cada una en su caldera la res que le corresponde, formándose todas en la dehesa hasta que la autoridad va probando cada una de las viandas.

Celébrase despues la comida y entre bailes y zambra y alborozo, abandónase el campo para dirigirse cada cuadrilla por su Santo, y procesionalmente se dirigen á la iglesia donde se celebra una gran funcion.

Repítense las meriendas durante dos dias mas, acudiendo gran número de vecinos de los pueblos inmediatos, reinando con este motivo una gran animacion y movimiento en la ciudad durante ese espacio.

Estas cuadrillas ó barrios de hoy tienen una gran significacion histórica.

En otros tiempos reunidas cada una bajo la presidencia del Jurado no solamente se ocupaba de los asuntos puramente municipales, si que tambien de los negocios así civiles como criminales.

Piérdese en la oscura noche de los tiempos el origen de estas cuadrillas, puesto que en el fuero de Soria, se reconocen los derechos poder y autoridad que tenian.

Por lo tanto compréndese muy bien lo interesante que es ver la reproduccion de aquella antiquísima forma de gobierno, en nuestros dias, siquiera sea para la ordena

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